URUGUAY
UN DESTINO INCIERTO
Jorge Otero Menéndez
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Desarrollados por Ley
¿Porqué razón el gobierno brasileño desde el de Fernando Collor – que fue quien concretó esta aventura conjunta en el Cono Sur -, o antes el de Sarney o luego el de Cardoso iban a mantener con nosotros una relación dictada por la justicia y el mutuo interés comercial cuando esa actitud no caracterizó su gestión fronteras adentro? Y lo mismo podría decirse de Argentina. ¿Acaso la vecindad no nos ha sido provechosa cuando éramos manifiestamente distintos (es decir, antes del proceso de “porteñización” en que nos hemos visto inmersos - en decisión que la Argentina nada tuvo que ver), y las relaciones se sostenían exclusivamente y sin otra intención de realización que cuando se manifestaron en nombre de las más intensas y variadas invocaciones de recíproca consideración y buena voluntad?
No existe ninguna razón para que pueda ser reeditado aquél absurdo que supuso que por ley del Congreso de la Nación (la de Convertibilidad) pasaba a ser la Argentina un integrante indiscutido del primer mundo. (Tan chocante como cuando el Parlamento declaró formalmente, casi una década después, con aplausos e invocaciones de patriotismo de los legisladores presentes, la imposibilidad material que se encontraba el país, nuevamente, de cumplir con sus obligaciones externas). Pero la improbabilidad que esto se repita no está dictada por la voluntad de evitar errores ya cometidos – la Argentina pareciera el país del planeta con menor memoria histórica de hechos negativos (antes lo era España[i], aunque hoy día algunos de sus habitantes parecen ser los “porteños” de Europa a la luz de la aparente que habitan en un país central gracias a su propio y exclusivo esfuerzo; no nos extrañaría que no se sepa allí lo caro que ha sido para Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia, acercar España al desarrollo) – sino porque no tienen el respaldo financiero para reiterar la experiencia.
Muy difícilmente se reconozca en Argentina que son riquísimos en cosas de un valor cuyo precio es fijado por terceros. Y carenciados en lo único que importa: la tecnología, la seriedad, el leal esfuerzo en el cumplimiento de lo fielmente acordado aunque finalmente se fracase.
Pero, ¿cómo es posible que Uruguay piense colectivamente en esas cosas cuando ni siquiera es reconocido lo que nadie duda: la situación de extrema insolvencia denominada MERCOSUR?
[i] Jorge Otero. Op. Cit.