URUGUAY UN DESTINO INCIERTO
Jorge Otero Menéndez
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La Otra Nada Católica Herencia
Con aquél Juan, el de Portugal, se inicia una nueva dinastía. Que de nueva, como vimos, no tiene nada, pero que así es considerada por la historia oficial portuguesa. Es la conocida como la de Avis.
Antes de su ascenso al trono se produce una crisis de sucesión: durante tres años las fuerzas castellanas intentaron someter el reino, a la muerte de Fernando - quien no tenía descendencia masculina -, el padre de Beatriz. Es con Juan que se logra detener ese impulso. Y un hijo suyo, Pedro, actuando como regente, adoptará una medida cuyas consecuencias estaban lejos de ser previstas desde su interina jefatura del Estado: Crea la Casa de Bragança, nombrando como primer duque de la misma a su medio hermano Alfonso, hijo ilegítimo de su padre Juan.
Si bien éste Juan se casa con la inglesa Filipa, el hijo que lo sucede, Duarte, vuelve a lo tradicional y se casa con una Leonor, pero de Aragón no de Castilla. Con un hijo de ambos retorna el reino de Portugal a lo conocido: otro Alfonso, el quinto de ese nombre. La legitimidad política entonces tenía mucho de nominalista. No muy distinto a la actualidad.
Es con un vástago de Alfonso V, Juan II de nombre, quien se casó con su prima hermana Leonor, por donde empiezan nuestros problemas: el Tratado de Tordesillas de fecha 7 de junio de 1494.
Dos razones llevaron a los Reyes Católicos a firmarlo sin mayores tensiones. Y lo hicieron en Arévalo, no en Tordesillas, unos dos meses antes que pusiera su rúbrica el monarca portugués, que lo hizo a su vez en Setúbal. En Tordesillas lo que hubo fue una reunión de embajadores españoles que se limitaron a aceptar, apresuradamente – en solo dos días –, lo que plantearon los representantes del rey lusitano.
Por un lado, la preocupación de Fernando “El Católico” estaba convocada – siempre lo estuvo a decir verdad – por lo que ocurría en el Mediterráneo. Al Atlántico lo sentía de espaldas. Una suerte de Aznar al revés.
Para Isabel siempre quedaba el hecho de haber arreglado una esforzada paz con Lisboa a partir de sus escasas razones para acceder al trono castellano. De ahí que la principal misión que se establecieron los Reyes Católicos fue la de asentar el poder monárquico y para ello se valieron hasta de la clase media, como lo destaca, entre otros, Bonilla en su estudio de los antecedentes de la revolución comunera de Castilla al inicio del reinado de Carlos I de España[i].
La heredera legítima era su sobrina Juana - única hija del rey Enrique IV de Castilla y Juana de Portugal y apodada “La Beltraneja, como ya dijimos - con la cual se casó su tío Alfonso V, el monarca portugués, padre del “tordesillano” rey Juan II. Pero el matrimonio entonces no llegó a consumarse debido a la falta de dispensa papal por ser consanguíneos: Juana era la hija de la hermana menor de Alfonso V.
No habría resultado sencillo de producir en aquellos tiempos una revista que se dedicara a seguir la vida de los reyes y sus diversas familias. Cada periodista de temas de gobierno debería ser un genealogista. Situación no muy diferente en varios países latinoamericanos, al menos.
Si bien hubiera podido, como ahora también se hace, despojar la crónica de los hechos más notorios protagonizados por la monarquía, tenía que acompañarla de un detallado mapa familiar, para poder seguir el lector un trabajoso quién es quién.
Por otra parte, Américo Castro sostiene: "Hubo un momento en que el pueblo, muy dentro del mesianismo islámico-judaico, creyó que los tiempos habían llegado, y que los Reyes Católicos significaban el logro de todos los sueños, la libertad de toda traba y tiranía. No tardó en sobrevenir el desengaño, aunque se produjo entonces el más extraordinario espejismo regresivo de la historia moderna. Como la forma de vida estaba encuadrada por la tradición de una parte y el ilusionismo mesiánico de otra (rasgos ambos esencialmente orientales), al fracasar éste, no hubo otro medio sino volver a aquélla. Entonces se produjo lo que he llamado alguna vez el ritmo regresivo de la historia hispana, y así se entiende el hecho asombroso de que España lleve siglos intentando desandar lo andado y volver a los tiempos de los Reyes Católicos".[ii]
[i] Luis Bonilla. Las revoluciones españolas en el siglo XVI. Guadarrama 1973.
[ii] Américo Castro. España en su historia. Cristianos, moros y judíos. Princenton 1946. Grijalbo Mondatori 1983