TEORÍAS DE LA REGIÓN
Jorge Isauro Rionda Ramírez
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DEL ORDENAMIENTO DEL TERRITORIO Y EL CRECIMIENTO
Ante la restructuración económica posfordista iniciada en los años 80, México
transita de un tipo de desarrollo basado en la demanda interna, a otro nuevo que
fundamenta el crecimiento en la demanda externa y en la oferta.
El nuevo esquema económico obedece al desarrollo del federalismo y la
descentralización, la autonomía local territorial, la democracia participativa,
el fortalecimiento del municipio como unidad directa de la gestión estatal con
los ciudadanos, el desarrollo sostenible y sustentable, armoniosos y respetuoso
de la diversidad cultural.
Massiris indica que lo anterior sigue dos líneas de acción: la construcción de
un nuevo orden político – administrativo y la gestión de un nuevo estilo de la
gestión de la planificación del desarrollo. Ambos vienen a delinear el proceso
de ordenamiento territorial.
Desde su inicio en los años 80 con las reformas al artículo 115 constitucional,
se han dado cambios de actitud en las colectividades locales. Los anhelos de
autonomía e identidad nacional con lo local y lo local con lo nacional, ponen
peso a las singularidades que cada región aporta a la identidad de la nación
mexicana.
La nueva gestión más territorializada, aterrizada en reconocimiento de las
realidades locales son el bastión de la nueva administración pública federal a
través del nuevo rol que adquiere el municipio.
En este nuevo orden político administrativo que obedece a la descentralización y
al federalismo, se viene a dar paralelamente el nuevo esquema de desarrollo
exogenista, el cual debe resolver los problemas sociales, ambientales,
culturales, económicos, territoriales en el anhelo de una sociedad cada vez más
justa, equitativa e igualitaria.
Asimismo, el orden político administrativo y el esquema económico nacional deben
corresponder al proceso de globalización internacional, no en el sentido de los
intereses transnacionales sino de lo local. En el marco de la globalización las
políticas ordenadoras deben procurar conciliar lo transnacional con lo nacional
y lo local, lo cual es un reto ante el antagonismo de la lógica del capitalismo
global respecto a los del desarrollo nacional en materia social, económica,
ambiental, territorial y cultural.
El antagonismo se vive en la economía mexicana en el sentido que el esquema de
globalización vincula al aparato nacional a intereses transnacionales y reordena
el territorio en base a los intereses de los negocios tanto del país como
extranjeros, de tal modo que viene una relocalización espacial de los mismos,
los mercados y de la propia población, con una reconversión industrial y
reorientación económica que no necesariamente obedece a las necesidades
nacionales y locales del país, que muchas veces entran en conflicto.
El sector más perjudicado ante la apertura económica lo es el campo, donde las
áreas rurales, observan una reorientación de cultivos y vocación industrial en
el fomento de los grandes agronegocios, la mayoría de ellos vinculados a
transnacionales que condicionan los mercados en auténticos monopsonios, en
detrimento de los precios de los productos agrícolas que sólo son costeables
para aquellos productores que pueden producir en una gran escala. Por lo mismo,
la apertura económica viene a causar la necesaria reforma de la legislación de
la propiedad ejidal, la cual de tácito viene a desaparecer en el artículo 27
constitucional, iniciándose la formación de grandes latifundios, y con la
inminente expulsión de población.
La nueva producción del campo se orienta a productos forrajeros para ganaderías
de exportación, y hortalizas de exportación. El pequeño propietario, antes
ejidatario, con una dote de pequeñas parcelas, sin ventaja tecnológica y con muy
modesta escala de producción ve mermada gravemente su economía familiar. Acaban
por vender o rentar sus tierras a los grandes propietarios quienes las suman en
escala a su gran extensión de tierra cosechable formulándose con ello economías
a escala.
La población antes campesina viene a engrosar los contingentes de lumpa
proletarios, el comercio informal y el desempleo urbano. Con la reforma al 115
constitucional y la relevancia del municipio en cuanto gestión pública, esta
población expulsada se congrega en las cabeceras municipales, ciudades medias,
grandes centros urbanos y de población, puertos y ciudades fronterizas. Incluso
traspasan las fronteras en la búsqueda de la colocación laboral.
Con todo lo anterior es entonces que el reto de la nación de conciliar el
desarrollo local con lo transnacional es un imperativo social bastante difícil
de lograr por que ambas lógicas se contraponen. Asimismo en lo ambiental donde
el crecimiento sostenido irracional del capitalismo no es consistente con el
anhelo del desarrollo sustentable local y nacional.
Contradicciones tan fundamentales las anteriores que vienen a cuestionar
severamente el nuevo orden económico que no es consistente con el ordenamiento
del territorio.
Al respecto indica Massiris: “Asimismo, las áreas rurales con mayores
posibilidades para la producción agropecuaria competitiva (de exportación), se
dinamizan y expulsan población. De este modo, los efectos espaciales del
desarrollo económico estimulado por la producción competitiva llevan a la
concentración de sus beneficios en las regiones o en los centros urbanos
dinámicos donde se concentran las mayores ventajas competitivas en detrimento de
las regiones o centros deprimidos, los cuales tradicionalmente no se han
beneficiados de este desarrollo.”