MANUAL PRÁCTICO DE LA PRODUCCIÓN DE LA RIQUEZA
Álvaro de la Helguera y García
Capítulo XIX: Clasificación de los capitales
Los economistas han clasificado los capitales de diversos modos, ateniéndose
para ello a las formas en que aparecen.
De todas estas divisiones, la más importante, aceptable y generalizada es la de
Adam Snmith, que clasifica los capitales en fijos y circulantes.
Los primeros
son los que para producir no necesitan cambiar de forma, de sitio ni de dueño,
y se componen de agentes que concurren a cierto número de
operaciones de la producción, hasta que por su uso van desapareciendo
lentamente, tales son: las tierras, los edificios las máquinas, los aperos, las
herramientas, los ganados, los desmontes, los acotamientos, las fuentes, los
talentos, las capacidades, las aptitudes, etc. Los segundos son los que para
producir necesitan variar de forma, de lugar o de dominio, y se componen de
agentes que se renuevan enteramente en cada operación productora, como son: las
primeras materias, las semillas, los materia-les, las mercancías, los salarios,
los valores circulantes, etc.
Así, pues, en una empresa industrial cualquiera constituirá el capital fijo, el.
edificio, la maquinaria y el ganado; y el capital circulante, las primeras
materias, los productos de cuya venta se espera algún beneficio y el dinero
entregado por jornales a los obreros.
De lo expuesto se deduce, que lo que caracteriza el capital no es la naturaleza
de las cosas sino el des: tino que se las da. Los capitales circulantes no
pueden ser nunca fijos, mientras que algunos de los fijos son con frecuencia
circulantes, como las máquinas para los constructores o los ganados para los
tratantes.
Los capitales fijos se diferencian de los circulantes, además de los caracteres
distintivos indicados en su definición, en que los primeros se adquieren con más
sacrificio y se cambian con más dificultad que los segundos; también se
diferencian en que la tendencia de los fijos es a aumentarse y la de los
circulantes a disminuirse.
Tanto los capitales fijos como los circulantes,
concurren a la producción en proporciones
determinadas por la naturaleza de la
industria a que se aplican, pues unas requieren más capital fijo, como las
fábricas, y otras exigen más capital circulante, como los comercios.
Say clasificó los capitales en productivos e
improductivos, según que estén o
no destinados a la industria. Esta clasificación es impugnada por inexacta,
pues lo que no se destina a fomentar una producción ulterior no merece el
nombre de capital, como por ejemplo: una gran cantidad de oro acuñado que se
tiene oculta en el fondo de un arca, que no será capital mientras no entre en
circulación.
Algunos economistas han dividido los capitales en reales y ficticios, según sea
su condición, cuya división ha sido igualmente rechazada, porque lo que es
ficticio no debe considerarse capital.
Otros los han dividido en materiales e
inmateriales, según su naturaleza,
subdividiendo los últimos en intelectuales y morales.
Otros los han clasificado en reales y personales, según que los constituyan los
productos del trabajo o las facultades del trabajador.
Y otros, en fin, han dividido el capital en privado, público y nacional, estando
representados: el primero por lo que posee cada individuo, como las tierras,
fábricas o mercancías; el segundo por lo que perte¬nece al Estado, como las
universidades, los arsenales, las aduanas; y el tercero por la reunión de
ambos, o sea la suma de los capitales privados y públicos.