Importancia de las m�quinas en la producci�n
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Econom�a y Ciencias Sociales

 

MANUAL PR�CTICO DE LA PRODUCCI�N DE LA RIQUEZA

�lvaro de la Helguera y Garc�a

 

 

 

 

 

 

Cap�tulo XVII: Importancia de las m�quinas en la producci�n

 

Se llama m�quina a todo instrumento inventado por el hombre para auxiliar su trabajo; y se llama maquinaria a toda combinaci�n de instrumentos que bajo la direcci�n del hombre desarrollan considerables fuerzas.

En el sentido general y absoluto de la palabra, un martillo, una lima, una pluma, un pincel, un form�n, un cuchillo, una herramienta cualquiera, son m�quinas; en tanto que una prensa, un telar, una trilladora, un martinete, una draga, una loco-motora, etc. son maquinarias.

Las primeras son m�quinas sencillas y las segundas compuestas; las unas son m�quinas en su sentido general, y las otras en su sentido particular; aqu�llas suelen llamarse herramientas y �stas suelen denominarse m�quinas.

Seg�n Rocher, las m�quinas se diferencian de las maquinarias, en que a las primeras la fuerza motriz se las comunica por el hombre inmediatamente, y a las segundas mediatamente.

Las m�quinas en general, son aparatos poderosos de que se sirve el hombre para la producci�n, en los cuales est�n previamente calculados los efectos de las fuerzas de potencia, roce, peso y resistencia, as� como sus movimientos; teniendo por objeto apoderarse de las fuerzas de la naturaleza, para modificarlas, transformarlas, transmitirlas y gastarlas con la debida oportunidad y la conveniente celeridad, a fin de que den el resultado apetecido, pues aunque carecen de voluntad, de inteligencia y de destreza, funcionan con mayor ajuste, regularidad y precisi�n que el m�s despejado obrero. Estos aparatos, si bien tienen movimientos constantes, circunscritos y regulados por sus piezas, y si bien no piensan, juzgan y deliberan en sus procedimientos, el hombre los impulsa, los dirige y los adopta a sus fines productores, en calidad de auxiliares de su trabajo.

Toda m�quina, grande o peque�a, de una o de otra industria, cualquiera que sea la forma que afecta o el fin que se propone, debe su existencia a un principio econ�mico, o sea a un trabajo anterior, y es la forma m�s ordinaria e importante en que suele presentarse el capital.

Las facultades productivas del hombre se dila-tan a medida que las m�quinas se multiplican, pudi�ndose decir que por cada una que se descubre se ahorra a la humanidad un esfuerzo, se lega a la sociedad un producto y se eleva a la dignidad personal un grado.

La importancia de las m�quinas en la producci�n es indiscutible e inmensa, pues aumentan y aceleran los procedimientos, perfeccionan los trabajos, abaratan las cosas, ahorran esfuerzos penosos, hacen al hombre due�o de la producci�n, facilitan el comercio, extienden el consumo, satisfacen muchas necesidades y promueven el bienestar universal.

Merced a las m�quinas se obtienen en menos tiempo abundantes productos, que son a la vez mejores y m�s baratos, con lo cual aumentan la producci�n, el consumo, el cambio, el salario, el progreso, la libertad y la poblaci�n.

La historia del trabajo nos ense�a que el hombre, para modificar la materia, aplic� primero su fuerza muscular, y despu�s se sirvi� de herramientas, luego utiliz� las fuerzas vivas de algunos animales, y por �ltimo emple� las m�quinas movidas por el aire, el agua o el vapor; obteniendo sucesivamente en cada una de estas etapas, m�s fecundidad en el trabajo, hasta conseguir su mayor desarrollo con la aplicaci�n de la mec�nica a la producci�n de la riqueza.

 

A pesar de todas estas ventajas, las m�quinas han sido acusadas y sus inventores escarnecidos; pues Papfn, sufri� que destruyeran su buque de vapor los bateleros de Weser, como Fulton, soport� que le tuvieran por loco; y as� la navegaci�n a vapor se ensay� entre silbidos como la fabricaci�n de telas pintadas se autoriz� entre protestas; porque alarmados los obreros con la fuerza productiva de m�quinas, han perseguido a los inventores como a sus mayores enemigos. Tampoco han faltado economistas eminentes, como Colbert, Sismondi, Michelet, Montesquieu y otros, que han levantado su voz contra las m�quinas, alegando que su adopci�n desarrolla la miseria, puesto que el trabajo de cada una representa la holganza de cien obreros, que acaso produc�an antes en un d�a lo que ellas son capaces de ejecutar en una hora; pero si bien es cierto que en los primeros momentos de su aparici�n llevan el dolor y la ruina al seno de muchas familias que que-dan sin trabajo y por lo tanto sin pan, tambi�n lo es que este inconveniente es �nico y pasajero, a cambio de numerosas ventajas, pues las m�quinas requieren a su lado muchos operarios, crean industrias nuevas que absorven los que antes se ocupaban en profesiones mezquinas, aumentan la producci�n requiriendo mayor n�mero de obreros, y elevan el precio de los salarios. Aparte de esto, no debe olvidarse que el capital y el trabajo se solicitan de una manera constante, que no podr�an vivir aislados, que su existencia es com�n, y que si las m�quinas representan capital, ser� solicitado el trabajo en proporci�n igual al capital que aquellas representan.

Un ejemplo bastar� para demostrarlo: en la antig�edad se obten�a la materia para escribir en el pabirus egipcio, y entonces el n�mero de personas empleadas en su fabricaci�n era muy limitado, por-que la primera materia constitu�a un monopolio de aquel pa�s, su fabricaci�n era un secreto, y su escasez no excitaba el est�mulo a la lectura y escritura: despu�s se descubrieron otras fibras textiles que pod�an servir para igual uso, y esto dio origen al peque�o artefacto necesario para obtener el papel mec�nico, con lo cual aument� el n�mero de operarios y de lectores; m�s tarde se descubri� la m�quina para fabricar papel continuo, y aparecieron en el campo de la producci�n varias industrias en las que se ocuparon muchos trabajadores, que de otra suerte acaso hubieran permanecido inactivos, tales como en la imprenta, fundici�n de caracteres, preparaci�n de tintas y construcci�n de prensas, que absorven el trabajo de cajistas, impresores, correctores; fundidores, maquinistas y otros muchos obreros.

Si por el descubrimiento e instalaci�n de una m�quina se obtienen objetos m�s baratos y mejores, �qu� ley y qu� derecho se pueden invocar para obligar al consumidor a que contin�e comprando los m�s caros y peores? Si la libertad del trabajo ha de ser una verdad pr�ctica, �con qu� raz�n se ha de privar a la humanidad que la ejercite inventando m�quinas y procedimientos industriales para la obtenci�n de productos? Ciertamente que ninguna, y pues que los argumentos de los adversarios de las m�quinas no son l�gicos, no deben ser admitidos.

Merced a la abundancia, perfecci�n y baratura del trabajo realizado por el hombre con el auxilio de las m�quinas, se han puesto en circulaci�n muchos productos que anteriormente eran desconocidos, se han hecho asequibles a todas las clases socia-les, mercanc�as que por su precio excesivo estaban antes reservadas a las familias privilegiadas por la fortuna, y se han ensanchado para el linaje humano los l�mites del bienestar universal. Las m�quinas deben ser consideradas en el orden econ�mico como un gran beneficio y no como un serio perjuicio, para la sociedad.

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