MANUAL PRÁCTICO DE LA PRODUCCIÓN DE LA RIQUEZA
Álvaro de la Helguera y García
Capítulo XV: Obstáculos que se oponen a esta libertad
Los obstáculos que se oponen a la libertad del trabajo, son de dos clases: naturales y artificiales.
Los obstáculos naturales los presenta la naturaleza, y los artificiales los
impone la sociedad. Los primeros son originados por el planeta que habitamos, y
los segundos por la ley en que vivimos.
Son obstáculos naturales: los mares, los ríos, los lagos, los montes, las tierras, los climas, y en general, las condiciones físicas del globo, que con frecuencia se oponen a la libre manifestación de la actividad humana.
Son obstáculos artificiales: las leyes, las costumbres, las preocupaciones, la esclavitud, los gremios, las guerras, y en general, las condiciones de la sociedad civil, que a menudo dificultan el libre ejercicio de las facultades del hombre.
La naturaleza rodea y ha rodeado siempre al hombre, desde su origen, de
obstáculos poderosos que se oponen a sus trabajos; pero luchando con ellos sin
cesar en el transcurso de los siglos, ha con-seguido a veces, dominarlos y
vencerlos, habiendo logrado de este modo cruzar los mares con buques cargados de
mercancías, atravesar los ríos por puentes que acortan las distancias, perforar
los montes para dar paso a los ferrocarriles que animan el comercio, roturar
istmos para facilitar las comunicaciones marítimas, remover las tierras para
hacerlas productivas, y allanar otras mil dificultades que
parecían insuperables e
imposibilitaban sus trabajos.
La sociedad degradó el trabajo en los tiempos antiguos, al encomendarle a los
esclavos y venderle a los ciudadanos libres, como contrario a su dignidad;
luego los gremios y las corporaciones obreras se reglamentaron de una manera
violenta levantan-do nuevas trabas a su libertad con una ciega rutina y un
forzado aprendizaje que impedían los descubrimientos científicos y las
perfecciones industriales, y cuando más tarde desaparecieron estas dificultades,
para comenzar a abrirse paso en todos los países las ideas de libertad de
industria, fueron tantos los sistemas que se emprendieron para organizarle, que
degeneraron en viciosos e ineficaces.
En el día, la libertad del trabajo sigue luchando, como siempre con obstáculos
naturales y artificiales; pero en menor número y con mayor justificación.
Respecto a los primeros, nada hay que agregar a lo dicho, puesto que los
presenta la naturaleza y son, por lo tanto, ajenos a la voluntad del hombre;
pero respecto a los segundos, diremos que la intervención de los gobiernos al
marcar la condición legal necesaria para ejercer ciertas profesiones, al dictar
disposiciones relativas a la higiene, y al tomar otras providencias análogas, si
bien restringen la libertad del trabajo, es en beneficio de la sociedad que
gobiernan, por lo que sólo puede y debe ser aplaudida y respetada, en cuanto no
se aparte de esas legítimas miras.