MANUAL PRÁCTICO DE LA HISTORIA DEL COMERCIO
Álvaro de la Helguera y García
3. ESTADOS UNIDOS
La América del Norte, que Colón mostró a las generaciones futuras y España abandonó a sus naturales destinos ante la imposibilidad de poblar toda su inmensa extensión, fue después ocupada por emigrantes europeos que fundaron allí diferentes colonias, pudiendo decirse que los franceses se establecieron en las septentrionales o del Canadá, los españoles en las meridionales o de Méjico, y los ingleses en las centrales o de los Estados Unidos.
Pero el inmortal Colón sólo llegó a vislumbrar la masa de este vasto continente, y dejó a otros navegantes la gloria de descubrir su detalle; de ahí que al explorar Francisco Drake la alta California en 1578 y al visitar Walter Releigh la costa de Virginia en 1854 no sólo hicieron un gran servicio a Inglaterra, que fundó dentro de aquella zona ricas colonias, sino que también sentaron, sin presumirlo, los cimientos de la que con el tiempo seria la principal república americana.
Después que la insaciable Hón se hizo dueña de las colonias de Nueva Inglaterra, Nueva jersey, Nueva York, Pensylvania, Maryland y Yucatán, proyectó extender su poder en aquella región continental, valiéndose de su habilidad diplomática. Al efecto. consiguió por el tratado de Utrecht la cesión de Nueva Escocia, Terranova y Hudson. y por la paz de París la adquisición de Cabo Bretón, Canadá y Florida, quedando entonces sus posesiones de la América del Norte formando un conjunto compacto que se extendía desde el estrecho de Hudson hasta la punta de la Florida, y desde el río Misisipí hasta el litoral atlántico.
Habíase formado la población de estos países por mezclas abigarradas de europeos y aborígenes, figurando principalmente los puritanos refugiados, los filibusteros antillanos, los emigrados holandeses, los aventureros franceses, los guerreros españoles, los negros africanos, los indios del país y los mestizos diversos; pero sobre todos dominaba el número de los ingleses, escoceses e irlandeses. Estos inmigrantes eran naturalizados en las colonias inmediatamente después de establecerse en ellas, para despertarles interés por su nueva patria, y recibían a la vez una considerable extensión de terreno fértil para ponerlo en explotación, que como daba buenos rendimientos, procuraban ensanchar, adquiriendo trabajadores de otros países, consiguiendo de este modo hacerse en poco tiempo grandes terratenientes y fuertes capitalistas.
La producción indígena y la aclimatación exótica de muchas especies animales y vegetales desarrolló la producción de estos países, sobresaliendo por su calidad o abundancia: el tabaco, de Virginia, Kentuky y Maryland; el algodón, de Tenessee, Georgia y Alabama; el trigo, de Illinois; el maíz, de Carolina; el arroz, de Ohío; la madera, de Nueva Inglaterra; el pescado, de Rhode Island; el ganado, de Nueva York; la peletería, de Hudson; el petróleo, de Pensylvania, y, en fin, la pez, la resina, la cera, la miel, el añil, el hierro y otros artículos que dieron lugar a un vasto comercio explotado por la metrópoli en su exclusivo provecho, puesto que todos estos productos no bastaban con sus considerables valores a saldar los precios de los géneros que estas colonias se veían obligadas a comprarle.
Como la mayor parte de la población estaba constituida por ingleses, franceses y otros europeos familiarizados con las artes industriales, las especulaciones comerciales y las instituciones políticas de sus respectivas naciones, procuraron substraerse a esa explotación, constituyendo una marina mercante muy numerosa y dedicándose al ejercicio de varias industrias sencillas; pero Inglaterra puso restricciones a la navegación de los barcos coloniales y prohibió en absoluto las fabricaciones a los colonos.
No contenta con eso, procuró establecer en estos países varios impuestos para hacerlos contribuir a los gastos de sus guerras, y al efecto instituyó en 1765 la contribución del timbre; pero entonces surgió el primer conflicto, porque los delegados de las colonias se congregaron en Nueva York para protestar en nombre de los derechos del pueblo, alegando que el tributo se había establecido sin su consentimiento, puesto que en el Parlamento inglés que le había votado, las colonias norteamericanas no tenían representantes; y ante esta declaración fue retirada la ley, quedando calmados los ánimos. En el año 1767 pensó obtener mejor resultado con los impuestos sobre el te, el papel, el vidrio y los colores; pero la oposición reapareció más firme, y el gobierno transigió, dejándolos abolidos en 1770, exceptuando el primero; como esa excepción no era agradable a los norteamericanos, rehusaron comprar el te impuesto sin su aquiescencia; la metrópoli les obligó a adquirirlo fundándose en la fuerza del derecho de su soberanía; aquéllos celebraron en 1773 un mitin de protesta en Boston, arrojando al mar tres cargamentos de dicho artículo; Inglaterra trató de someter a los rebeldes bloqueando el puerto, y al fin estalló en 1776 la guerra de la Independencia.
Dicha guerra, si bien fue local en su principio, se hizo general muy pronto, y en ella alcanzaron triunfos los insurrectos con el auxilio de varias naciones europeas. Entonces los territorios rebeldes nombraron sus representantes, que en el mismo año de 1776 se reunieron en el Congreso de Filadelfia, surgiendo del mismo la proclamación de la independencia de las colonias británicas norteamericanas y la formación de la República de los Estados U nidos de la América del Norte, cuyo reconocimiento definitivo tuvo lugar por el tratado de Versalles, firmado por ingleses y norteamericanos el 20 de enero de 1783.
Al constituirse esta nueva nación, sólo eran 13 los estados que la formaban; pero ansiosa de engrandecerse a todo trance, fue sucesivamente aumentándolos, bien por compras hechas a los indios pobladores de las tierras inmediatas, bien por anexiones de provincias arrebatadas violentamente a las potencias colindantes, bien por cesiones de colonias conquistadas en la negociación de tratados internacionales. Así adquirió Luisiana en 1803, Florida en 1819, Tejas en 1845, California v Nuevo Méjico en T848, hasta llegar a contar en la actualidad 38 estados, lo territorios y 1 distrito, que tienen en junto una extensión casi tan grande como la de Europa, pues se eleva a 9.212,270 kilómetros cuadrados, la cual está poblada por unos 75 millones de habitantes.
Cuando concluyó la guerra de la independencia vióse la joven república abatida por carencia de recursos y agitada por frecuentes insurrecciones; pero así que la nueva Constitución votada en el Congreso de Filadelfia fue adoptada por todos los Estados, se fortificaron sus vínculos amistosos y se favorecieron sus intereses materiales, porque la tranquilidad del país desarrolló en gran escala la agricultura, la industria y el comercio merced a la considerable inmigración anual de labradores, artesanos y mercaderes, que acudían allí de los países europeos para roturar terrenos, fundar talleres y explotar negocios al amparo de las libertades políticas del moderno régimen, siendo auxiliadas esas corrientes por el primer presidente de la república Jorge Washington, así como por sus sucesores Adams, Jefferson, Madison, Monroe, Quiney, Jackson, Buren, Harrison, Polk y Taylor, Fierre, Davis y Lincoln, hasta que en tiempos de este último se promovieron luchas formidables entre los países del Norte y los países del Sur.
Diversas diferencias de carácter económico, y entre ellas la elevación de las tarifas aduaneras aplicadas a las manufacturas, venían destruyendo la confraternidad entre los estados septentrionales y los meridionales, porque sus intereses respectivos eran a veces diametralmente opuestos; pero cuando se suscitó la cuestión de la abolición de la esclavitud, que los del Norte pretendían y los del Sur rechazaban, acabaron de caldearse los ánimos y estalló en 1860 la famosa guerra de Sucesión.
Esta guerra tuvo lugar al encargarse de la presidencia de la república el abolicionista Lincoln; entonces la Carolina del Sur se separó de la unión republicana por no estar conforme con las ideas del jefe del gobierno, y este ejemplo fué seguido por otros estados, los cuales acabaron por confederarse; estalló en seguida terrible lucha interna, que por espacio de cuatro años ensangrentó la nación con crueles episodios; al principio, los pueblos del Sur llevaron la mejor parte, ganando la batalla de Bull Run; pero luego los del Norte quedaron victoriosos, venciendo a las tropas confederadas; y por último llegó la anhelada paz en 1861, que reconstituyó la república sobre una nueva base y confirió la presidencia al demócrata Cleveland.
Si grandes fueron los progresos industriales y mercantiles que en todas las épocas alcanzó esta nación, mucho mayores son los conquistados por ella desde que la paz de 1865 la abrió un largo período de beneficiosa tranquilidad, entregándose sus habitantes con verdadero frenesí a todo género de trabajos y negocios, sin reparar en medios ni sacrificios, consiguiendo en breve tiempo realizar enormes adelantos nacionales y hacer fabulosas fortunas personales, en términos que no tienen paralelos en los anales históricos de todos los demás pueblos.
A este asombroso acontecimiento coadyuvó también un conjunto especial de circunstancias, tales como el régimen constitucional, que al garantizar el derecho de la libertad del hombre y facilitar su naturalización de ciudadano de la república, le consintió emprender toda clase de profesiones y acometer todo linaje de empresas; la inmigración, que al ver abiertas las puertas de ésta nación y encontrar en ella medios de subsistencia, proporcionó numerosos brazos al país para explotar campos incultos y fundar industrias nuevas, y la riqueza natural, que al presentar abundantes materias primas y ofrecer diversos productos espontáneos, desarrolló una industria floreciente y un comercio considerable.
No debemos, pues, extrañarnos, que contando con tal cúmulo de valiosos elementos, ese país que hace ciento treinta años era una pobre colonia, casi desprovista de población, de agricultura, de minería, de ganadería, de fabricación, de crédito, de comunicación, de marina y de comercio, sea hoy una nación poderosísima, con populosas ciudades que sorprenden por su magnificencia, con enormes cosechas que inundan el mundo de cereales, con inagotables manantiales que abastecen al consumo universal de petróleo, con abundantes minas que proporcionan ricos productos, con numerosos rebaños que dan lugar a vastas transacciones, con grandes vacadas, con infinitas piaras, con innumerables fábricas, con colosales bancos, con caminos de hierro, con líneas de vapores y con un vasto comercio exterior; contribuyendo todo ello a colocar a los Estados unidos de América en el lugar que ocupa en el concierto del mundo.