MANUAL PRÁCTICO DE LA HISTORIA DEL COMERCIO
Álvaro de la Helguera y García
1. INGLATERRA
Situadas las Islas Británicas al norte de la Galia Transalpina, y separadas del continente europeo por un proceloso mar poco frecuentado por los navegantes antiguos, pasaron muchos años sin que fueran conocidas; pero cuando más tarde visitaron sus costas orientales no osaron internarse y describieron sus viajes con narraciones misteriosas, contribuyendo con sus fábulas a mantener la ignorancia sobre la condición de los pueblos primitivos que las habitaban, los cuales pertenecían a una raza semejante a la gala, si no era la misma, porque su idioma, su religión, su ferocidad su salvajismo, sus costumbres y sus instituciones, presentaban con las de aquélla grandes analogías de cultura.
Durante la Edad Antigua, la industria y el comercio de estas islas estuvo en poder de los fenicios, los y romanos, quienes extraían principalmente de ellas, hierro, plomo, estaño, ganado, pieles, curtidos y perros de caza, suministrándoles en cambio ámbar, sal, loza, piezas de marfil, utensilios de cocina y herramientas de trabajo. En la Edad Media encontró en manos de los anseáticos, neerlandeses italianos, quienes cuidaban de dar salida a los productos nacionales, en especial a las lanas, que el artículo más importante de la exportación, así como de hacer la entrada de los géneros extranjeros, en particular de los vinos, que era la mercancía más considerable de la importación.
Infiérese de lo expuesto que por espacio de muchos siglos permaneció el comercio inglés entregado por completo a la tutela extranjera, sobre todo a la le los anseáticos, que por su famosa factoría de Londres, llamada Corte de Acero, eran los principales dueños del mercado exterior; pero ya comenzó en esta época a iniciarse el genio mercantil y el carácter emprendedor de Inglaterra, que más tarde debía asombrar al mundo con el vigor de sus transacciones y el poder de sus escuadras, pues en 1406 autorizó Enrique IV la formación de la Sociedad de Aventureros Mercaderes, que realizó con inteligencia muchas operaciones de comercio; y en 1497 emprendió Cabot una navegación a las regiones de la América Septentrional, que fue base de otras expediciones, recompensadas con la adquisición de numerosas colonias.
El verdadero vigor de la industria, del comercio y de la marina de los británicos, data de la Edad Moderna y empezó a desarrollarse en el reinado de Isabel, por consecuencia de tres sucesos memorables, que fueron: la aniquilación de la liga anseática por la pérdida de sus privilegios; la destrucción de la Armada invencible por las tempestades sufridas y la incorporación de Escocia independiente, por la muerte de la reina; pues consiguió, con el primero, emancipar su comercio interior; con el segundo, ejercer su imperio sobre el mar, y con el tercero, robustecer su escuadra militar; derivándose del conjunto de estos tres hechos el nacimiento de su preponderancia mercantil en el concierto general, el influjo de su política en el régimen europeo y el pensamiento de su dominación colonial en las cinco partes del mundo.
Después del fallecimiento de Isabel, siguieron prosperando en Inglaterra la industria y el comercio, merced a la adquisición sucesiva de algunas ricas colonias, como las de Maryland, Nueva York, Nueva Jersey, Yucatán, Jamaica y Antillas; pero al proclamarse la república fue cuando dio rienda suelta a su genio mercantil por antonomasia, pues libre ya de la tutela anseática y de la supremacía española, procuró abatir la preponderancia holandesa que tanta sombra le hacía en el mercado universal; y para conseguirlo dictó Cromwell, el 9 de octubre de 1651, la famosa Acta de Navegación, que con algunas modificaciones confirmó Carlos II en 26 de mayo de 186o.
Esta célebre Acta tenía un triple objeto, a saber: primero, monopolizar los fletes y los negocios en favor de los buques y de los comerciantes ingleses; segundo, substraer sus colonias a la explotación extranjera y asegurar los beneficios al comercio metropolitano; y tercero, quebrantar el poder marítimo de los holandeses y hacer a los británicos dueños del mercado universal.
Para la consecución de este resultado se dispuso por dicha Acta: que el tráfico de cabotaje quedara reservado a la marina nacional; que los transportes recíprocos entre la metrópoli y sus colonias se hicieran en buques ingleses; que los productos de Asia, África o América sólo pudieran importarse en Inglaterra por naves de su propio pabellón; que las mercancías de Europa fuesen introducidas en Inglaterra por navíos nacionales o del país productor; que los productos de las pesquerías conducidos a las Islas Británicas en embarcaciones extranjeras, soportaran un derecho diferencial de bandera; que los géneros llevados a los puertos ingleses por buques europeos, procedentes del extranjero, pagasen un recargo arancelario; y que se prohibiese esta facultad para varios artículos denominados, cuya importación quedó monopolizada a favor de la marina británica.
El Acta de navegación ejerció una influencia decisiva en los destinos de este pueblo, pues fue el origen de su sistema colonial, de su importancia comercial y de su supremacía naval; lo primero, porque al monopolizar en favor de su marina el comercio colonial, la metrópoli surtía de géneros a las colonias, y los colonos vendían sus productos a los metropolitanos, con lo cual quedó el extranjero excluido de este tráfico, y se convirtió Inglaterra en un inmenso depósito de mercancías; lo segundo porque al no fundar compañías privilegiadas, como hicieron las demás naciones, todos los ingleses tuvieron la libertad de traficar, aislados o asociados, con tal de someterse a las disposiciones del Acta, y el comercio adquirió un colosal desarrollo; y lo tercero, porque al perjudicar este histórico documento los intereses mercantiles de los holandeses, se empeñaron con los ingleses en una guerra marítima encarnizada, y al ser aquéllos vencidos, quedaron éstos tan poderosos sobre los mares, que nadie pudo igualarlos.
Las luchas religiosas, las revoluciones intestinas y las guerras exteriores de los ingleses, impidieron que su industria, navegación y comercio adquirieran todo el desarrollo de que eran susceptibles; pero cuando en 1688 fue Jacobo II destronado por el príncipe de Orange, y éste ocupó el trono con el nombre de Guillermo VII, recibieron considerable impulso todas estas instituciones, merced a la política liberal, nacional y racional de este monarca; pues el bill de derechos o haberes corpus, emancipó al municipio, garantizó la inviolabilidad y organizó la administración. Concediéndose por este gobierno la facultad de elegir profesiones, emitir opiniones y emprender especulaciones bajo el amparo de un legislación inteligente, que estaba inspirada en la voluntad del país y en la idea de engrandecerle; derivándose de aquí un sistema comercial tan ajustado al interés nacional, que fue el asombro del mundo, porque ofreció un espectáculo tan brillante como no lo supo presentar ninguna nación de su época.
Con esta hábil política prosperaron las ciudades de Sheffield, Spitafieldz, Birmingham, Manchester y otras, progresando también los puertos de Brístol, Newcastle, Liverpool y Londres; contribuyendo poderosamente a este feliz resultado y al engrandecimiento de este industrioso país, la fundación del Banco de Inglaterra en 1694, que por el influjo maravilloso del crédito ensanchó el círculo de acción de todas las empresas industriales, expediciones marítimas y operaciones mercantiles; la paz de Utrecht, en 1713, que le dio las colonias de Terranova, Hudson, Nueva Escocia y San Cristóbal; el tratado de París, en 1763, que le hizo dueño del Canadá, Granada, Tobago, La Florida, San Vicente y Santo Domingo; y la sumisión de Bengala, en 1765, que acabó de abrirle las puertas de los codiciados países constitutivos hoy de su vasto imperio de la India.
El espíritu exclusivista del sistema mercantil, del régimen colonial y del Acta de navegación, sobre que se fundó la prosperidad material de Inglaterra, no estuvo exento de lunares, pues los tuvo y grandes en el contrabando que hizo en los dominios de España, en el abuso que consintió a sus súbditos en la India y en el impuesto que estableció sobre el te en los estados de la América del Norte.