MANUAL PRÁCTICO DE LA CIRCULACIÓN DE LA
RIQUEZA
Álvaro de la Helguera y García
CAPÍTULO XII: EL NUMERARIO
Por numerario se entiende generalmente la suma de moneda efectiva que tiene cada nación, sociedad o persona.
El conjunto de piezas acuñadas se llama también metálico o dinero constante.
Algunos economistas han tratado de señalar la cantidad de moneda acuñada que necesita cada Estado, para atender debidamente a sus cambios, buscando para ello la proporción que debe existir entre su riqueza en especie y su fortuna en numerario; pero esa proporción no está económicamente formulada ni tampoco es posible establecerla por una regla general, pues por más que unos la han valuado en una quinta parte de todos sus valores en circulación, y otros en una décima, vigésima o trigésima, es lo cierto que no hay medio eficaz de precisarla, porque depende de circunstancias muy numerosas, inseguras y variadas, como son : la existencia de los valores comerciales, la actividad del cambio, la extensión del crédito, la importancia de las obligaciones, la cuantía de los recursos, la situación de la política, y sobre todo la rapidez de la circulación, pues un millón que se cambie mil veces, produce el mismo resultado que mil millones que se cambien una sola vez.
Lo que puede conocerse, es si en una nación abunda o escasea la moneda ; pues en el primer ca-so, el metálico se ofrece con exceso, pierde parte de su valor y marcha al extranjero; mientras que en el segundo, se demanda con afán, aumenta su estimación y viene de otros países; siendo de notar que así en uno como en otro caso pronto se restablece el equilibrio, por más que en el ínterin la producción se encalma, la circulación se entorpece y el consumo se aminora.
Tampoco se sabe ni puede precisarse la cantidad fija o verdadera de numerario que tiene cada Estado, porque los documentos relativos a la fabricación y a la refundición, las estadísticas referentes a la importación y a la exportación, y los cálculos sobre la pérdida y el desgaste de las piezas, acusan necesariamente cifras incompletas, inseguras e inexactas; sí podrá conocerse la suma de monedas que salen de las fábricas, pero no puede decirse la cantidad ,de ellas que queda en el país, pues escapan a toda investigación los tesoros que ocultan los avaros, los que se entierran en las guerras, los que permanecen ociosos, los que se cambian de formas, los que se pierden en los siniestros, y los que desaparecen de la circulación por múltiples causas.
La abundancia considerable de numerario perjudica al país tanto o más que la escasez, pues en el primer caso disminuye el valor de la moneda, mientras que en el segundo le aumenta ; y dicho queda que habiendo menos moneda se hace su manejo más fácil, porque lo mismo hacen dos pesetas de ayer que una peseta de hoy, si antes las cosas costaban el doble que ahora.
Además de eso, en las naciones donde abunda el numerario son más caras las primeras materias, las retribuciones del trabajo y los otros gastos de producción ; así es que los productos resultan con un aumento de precio que les perjudica para la competencia.
Para prevenir estos males, deben los gobiernos aumentar o disminuir la acuñación del dinero, según lo requieran las necesidades del país, a fin de mantener una conveniente armonía entre las cantidades en metálico y los valores en especie pues-tos en circulación, tanto para que los cambios no experimenten sensibles quebrantos, cuanto para que las contrataciones se realicen con moderada holgura.
Por último, conviene que la masa de dinero de cada país se ajuste a un sistema monetario compuesto de varias piezas, de las cuales una sirva de unidad o tipo, y las otras de divisores y múltiplos, teniendo presente que esa unidad ha de ser la más útil para facilitar la contabilidad por su valor y generalizar el uso por su tamaño.
Los únicos medios conocidos de suplir el numerario, o reemplazar la moneda, son los de sustituirla en sus funciones con mercancías, signos u obligaciones.
Suplir la moneda con mercancías equivale al cambio directo, o sea al trueque de unas cosas por otras, y excusamos decir que este sistema sería el preferido si fuera posible y' fácil ; pero en el día acusaría un notable retroceso en la cultura social, por cuanto en la inmensa generalidad de los casos entorpecería considerablemente la circulación, tanto por las grandes dificultades de buscarse y encontrarse mutuamente las partes contratantes, cuanto por los poderosos obstáculos de llegar a un corroan acuerdo, dados los numerosos y variados productos que suministra la industria.
Suplir la moneda con signos representativos del valor equivale a usar el instrumento del crédito, y notorios son los inmensos beneficios que reporta a las transacciones comerciales la confianza que los hombres se inspiran recíprocamente en el cumplimiento fiel de sus respectivos negocios, puesto que no, sólo allana las dificultades y supera los obstáculos que se originan en el acto de los cambios, sino que también activa la circulación y desarrolla la industria, que consolidan la prosperidad de los pueblos.
Así, pues, la moneda puede suplirse, y se suple con ventaja, empleando en su lugar los pagarés, las libranzas, las facturas, las acciones, los conocimientos, las obligaciones, los warrants, las letras, los billetes de Banco, y en general, todos los llamados efectos de comercio que sean fácilmente transmisibles ; porque facilitan el cambio, no molestan por su peso, se usan con comodidad y ponen en circulación créditos que no podrán usarse sino cobrándolos en metálico; mas para que esos documentos surtan tan beneficiosos resultados, es in-dispensable que inspiren confianza en el mercado y sean admitidos por todos sin violencia.
También puede suplirse, y se suple, la moneda legítima de oro o de plata, con moneda de cobre, bronce o níquel; pero su curso sólo tiene razón de ser para los pequeños cambios, y por eso su aceptación en la mayoría de los países es sólo obligatoria en cantidades limitadas, toda vez que su valor nominal es tan superior al real que las hace casi un signo del valor; pero su institución se ha hecho necesaria para facilitar las compra-ventas de menor cuantía, a la vez que para allanar el ajuste de cuentas, evitando la acuñación de los metales preciosos en piezas microscópicas o impalpables, de dificultoso manejo.
Suplir la moneda con obligaciones equivale a perturbar el mercado nacional, y patentes están las lecciones de la experiencia, pues los gobiernos de algunos Estados que en las épocas de grandes apuros financieros han reemplazado la moneda de metal con moneda de papel, creando al efecto unos documentos de curso forzoso, sin valor en garantía, o sea unas obligaciones que suplen al numerario sin representarle, que no obligan a quien los emite a un reembolso inmediato, y que constituyen a lo sumo para el porvenir una incierta promesa de pago, han llevado a su país la incertidumbre, la confusión o la ruina.
En resumen, el numerario puede suplirse, se ha suplido y se suple con mercancías, con signos y con obligaciones; pero generalmente es con dificultad en el primer caso, con ventaja en el segundo y con daño en el tercero.