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Estrategias alternativas frente a la globalización y al mercado: la experiencia socialista
Mario González Arencibia
 

 

Transición socialista versus globalismo neoliberal

 

"El socialismo no es una sociedad de beneficencia, no es un régimen utópico basado en la bondad del hombre como hombre. El Socialismo es un régimen al que se llega históricamente, y que tiene como base la socialización de los bienes fundamentales de producción y la distribución equitativa de todas las riquezas de la sociedad, dentro de un marco en el cual haya producción de tipo social".[1]

Ernesto Che Guevara

La transformación socialista debe diferenciarse por su creatividad y movilidad frente a las estructuras de la globalización neoliberal. El éxito de lo planteado deberá ir acompañado de mayores niveles de diversificación de la producción para la exportación que permita formar parte de cadenas productivas globales y de servicios, que complementen las modificaciones de la estructura productiva obsoleta, a los efectos de la competencia internacional, ello permitiría  acceder a una mayor vinculación con los sectores más dinámicos y de alto valor agregado.

La transición socialista podría conjugar sus intereses con una política de cooperación e integración del mercado de mercancías, de capitales y de trabajo beneficiando en un “rango que sea posible” a los Estados subdesarrollados que son afectados por el proceso de globalización. A través de ello podría desempeñar el papel de los llamados países “bisagra”,[2] los cuales se destacan por su nivel relativamente avanzado de desarrollo, experiencias y conocimientos técnicos acumulados; su capacidad existente o potencial de compartir esos conocimientos con otros países; y su participación relativamente importante en la economía mundial. Esto podría colocar a la opción socialista en una posición principal cuya influencia potencial se ejercería en las direcciones siguientes:

En el mercado de mercancías la cooperación técnica puede ser de gran utilidad para el desarrollo interno de otros países que se estén esforzando por objetivos similares en condiciones análogas, lo mismo podría ser posible en mediación potencial en el marco de agrupaciones regionales de países subdesarrollados, entre dichas asociaciones y en algunos casos en el plano interregional. Por consiguiente, se crearían las bases para desempeñar un papel importante en la configuración de la cooperación económica en términos económicos, políticos, institucionales y prácticos, desarrollando una base tecnológica que responda a intereses sociales por encima de los mecanismos de ganancia, que hasta ahora han deteriorado la mayoría de los países subdesarrollados.

En el mercado de capitales la experiencia que se recoge es que el mundo subdesarrollado ha logrado participar en la competencia internacional, a través del empleo de fuerza de trabajo barata, extensas jornadas de trabajo, niveles significativos de depreciación de sus monedas para poder exportar a precios competitivos, lo cual incluye la dolarización de muchas de sus economías. Por lo que la competencia se ha basado más en el acrecentamiento de un trabajo más intensivo que en alcanzar niveles de productividad que mejoren la calidad de vida del hombre.

El resultado ha sido que las medidas de transformación se han limitado a la esfera de la circulación, quedando inerte la estructura tecnológica en prejuicio de la inmensa mayoría de la población de estos países. Lo alternativo en la transición socialista podría estar en aspirar a fortalecer la base monetaria de los participantes, desarrollar una transformación en las áreas de investigación y desarrollo, bajo un efecto multiplicador articulando los diferentes sectores, ramas y territorios, y que esto contribuya a la generación de empleos. En este marco los vínculos de cooperación mediante la transformación tecnológica y social podría fortalecer la base monetaria de los participantes, siendo contrario a lo que ofrece el globalismo neoliberal.

Los países subdesarrollados tienen otras limitaciones entre ellas: problemas en materia de financiación comercial en el plano nacional, las capacidades institucionales son inadecuadas, las redes de bancos son pequeñas en tamaño y alcance, frecuentemente no se dispone de un seguro de créditos para la exportación, es decir, están en desventaja con relación a los exportadores de los países desarrollados, según esto, no se deberían despreciar las posibilidades que podría ofrecer una cooperación en el mercado de capitales desde la transformación socialista.

Es un hecho reconocido que los mercados de capitales pueden ser fuentes muy valiosas y eficaces de financiación para empresas. Cada vez más crece el número de países que establecen bolsas financieras, por ello fomentar el establecimiento de mercados de capitales bajo una concepción de ayuda y solidaridad socialista puede representar una opción para los países que tropiezan con obstáculos para desarrollar una bolsa nacional eficaz. Los mercados de capitales amplían las opciones de financiamiento empresarial al movilizar recursos financieros nacionales y regionales, ofreciendo a los inversionistas oportunidades de reducir los riesgos, también mejoran la eficiencia de la asignación de recursos.

Los mercados regionales ofrecen ventajas para los agentes mercantiles, para los inversionistas intrarregionales y extrarregionales, permite diversificar los riesgos inherentes a cartera, así como acceso a informaciones más estandarizadas y difundidas, sobre las obligaciones ofrecidas y un sistema de determinación de precios más fiable para las acciones disponibles, para las empresas intrarregionales ofrecen el acceso a un conjunto más amplio de recursos financieros. El establecimiento de mercados regionales en el ámbito de una transformación socialista implicaría una coordinación más intensa de los agentes estatales y no estatales en el plano nacional y regional, así como, un respeto de la autonomía de los mercados nacionales y de sus reguladores, eliminado lo mayormente posible las incompatibilidades.

En el mercado de trabajo la experiencia de un país como Cuba en transición socialista, podría ser utilizada por otros países.[3]  Cuba tiene un mercado de trabajo condicionado por la existencia de una estructura multiforme de tipos socio-económicos, pero con la particularidad de que cuenta con sindicatos capaces de desarrollar un plan cooperativo entre los obreros activos y parados, así como un Estado capaz de regular con formas planificadas e inéditas ese mercado de trabajo levantándole barreras a la hegemonía del capital. La representación sindical conjuntamente con el Estado, ha participado en los procesos de reordenamiento laboral, contribuyendo a crear nuevos puestos, desarrollando programas de capacitación, como vía para reorientar al obrero hacia otras actividades. El Estado cubano coordina la política de empleo con la actividad sindical, con lo que se ofrece una opción distinta a lo que han significado los ajustes neoliberales implantados en América Latina.

Otro punto importante para la transición socialista es que en los marcos de la globalización no basta con contar con “capital humano” sino que es necesaria su concreción como fuerza productiva directa, es decir, esa memoria o experiencia científica debe ponerse a prueba en la creación y asimilación del nuevo potencial productivo para hacerle frente a los desafíos de este proceso, en este sentido se puede plantear que la integración de la opción socialista al proceso de globalización exige aprender de las lecciones de la flexibilidad.

Este proceso se caracteriza por la existencia de un número creciente de mercados, un mayor número de competidores, mayor diferenciación de la demanda, acortamiento de los ciclos de producción, y la implantación de innovaciones radicales (microelectrónica, biotecnología, ingeniería genética). Estas ventajas derivadas de la revolución científico-técnicas se podrían poner en función de un proyecto socialista. Pero para ello se requiere incorporar el nuevo paradigma tecno-económico, el cual se caracteriza por una mayor flexibilidad, integración y ubicuidad o universalidad.[4]

En lo que es necesario considerar por parte de la transformación socialista, que cuando se considera la flexibilidad, la escala de producción ya no es relevante, ya que la escala de la planta productiva se independiza de la escala del mercado, lo que no debe conducir a la idea de que el futuro de las plantas productivas se sesga al desarrollo de las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES). Si bien es cierto, de que estas tienen mayor posibilidad de participar en el proceso productivo, al no depender de la escala del mercado, ello no implica la desaparición de las grandes empresas ni el debilitamiento de su liderazgo, menos aún su obsolescencia. Por el contrario, debido a que son las grandes empresas las que cuentan con mayores posibilidades de incorporar el nuevo patrón tecnológico, continuarán siendo lideres, con la salvedad de que ellas crean las condiciones para incorporar a las PYMES al proceso productivo, con lo que se modifican las relaciones interempresariales, en lo que la tendencia debería ser hacia lo pequeño y hacia lo gigante a la vez.

La integración facilita la supervivencia de la gran empresa al posibilitar el control y coordinación del proceso productivo imprimiéndole mayor capacidad de trabajo y complementariedad con las pequeñas y medianas empresas y haciendo más viable los procesos de distribución orientados tanto a los productores como a los consumidores. Por lo tanto, la nueva tecnología desarrolla tendencias a la centralización y a la descentralización, hacia mayor control y hacia mayor autonomía.

La flexibilidad y la integración refuerzan la ubicuidad o universalidad, debido a que la nueva tecnología permite adaptar las configuraciones de planta y el diseño de productos a las condiciones climáticas, culturales o específicas de cada país o región. Ello contribuye a romper el tradicional imitativo patrón de consumo, aún cuando el grueso de los equipos de producción sean importados, lo cual puede ayudar a rescatar los valores de la creatividad local y los valores de la identidad cultural. Tal efecto es básico en la transformación socialista y rompe con los esquemas impositivos del globalismo neoliberal.

No obstante, habría que plantear que las modificaciones que imprime el nuevo paradigma no son suficientes para garantizar la competitividad, ya que en el contexto de la globalización, no sólo compiten empresas sino naciones, por lo que no-basta con incrementar la competitividad de las empresas del país para penetrar en el comercio internacional. Hay que movilizar a la sociedad en su conjunto, esta es la que tiene que hacerse competitiva y eficiente, la opción socialista por su eminente carácter social tiene condiciones para ello. En esta línea seguimos dos supuestos que incorpora James Petras en su artículo Socialismo en la era del imperialismo (situado en el sitio http://veaylea.freeservers.com/petras/05-17-00socialismo.htm ), los cuales indican las esclarecedoras ideas siguientes para una transformación socialista:

·         Las configuraciones de un nuevo estado presuponen varias condiciones de factibilidad - esencialmente cambios estratégicos en la sociedad y en la economía. Primero y sobre todo, el principio de base social de apoyo político debe pasar de partidarios pasivos a activos: la masa de población explotada, excluida y desplazada debe ser movilizada, organizada y debe estar provista de canales para la deliberación, la consulta y la toma de decisiones efectiva. Sobre todo, debe diseñarse una estrategia económica de manera que la base social del régimen sea la primera beneficiaria, para demostrar que la revolución es por el pueblo y para el pueblo y no un subterfugio ideológico para intelectuales con una movilidad social ascendente. Siguiendo esta línea, el segundo cambio estratégico implica la reordenación de la producción, la inversión, los préstamos y las prioridades del mercado para estimular el empleo, los ingresos y la producción de la base de masas.

·         Es esencial moverse hacia la nueva economía y consolidar el apoyo político. Interelacionado con el cambio y la introducción de nuevas prioridades de producción está la necesidad de redistribuir ingresos y la tierra para romper el poder de los terratenientes y los conglomerados y mejorar la posición de los trabajadores y los pequeños productores. Finalmente, el estado es de crucial importancia para reordenar las prioridades presupuestarias en términos de impuestos y gastos: terminar con los subsidios a las exportaciones y a las corporaciones imperiales y aumentar los gastos sociales para la atención médica universal, vivienda publica, educación y pensiones. Para evitar una crisis fiscal, los porcentajes de los impuestos deberían ser más progresivos en ingresos, ganancias e incrementos inmobiliarios.

Otro supuesto que no debería quedar fuera del debate en torno a la transformación socialista, es la necesidad de mantener o introducir los parámetros de la planificación, la cual no es solo un componente técnico, tiene además un componente político. Este permite de manera orgánica, cuando se desarrolla con niveles de flexibilidad interactuar con la sociedad elevando su capacidad de desarrollar acciones. Su componente político se basa en la posibilidad que ofrece de incorporar a la sociedad en una unidad de intereses, en torno a las relaciones de propiedad y a la distribución de los resultados del trabajo.[5]

Esto es central en el desempeño de la propiedad social sobre los medios de producción, al permitir interactuar con la sociedad desde un centro de desarrollo socio-económico único, dando como resultado que –parafraseando a Marx- el desenvolvimiento de unos sea el desenvolvimiento de todos, lo cual requiere participación democrática en la toma de decisiones de manera planificada desde abajo hacia arriba y en su orden inverso.

Ello explica porque la centralización y descentralización de la propiedad ligada al mercado y a los mecanismos de la globalización, debe desarrollarse con cautela. La experiencia fallida de la planificación en los antiguos países socialistas no puede llevar a una visión pesimista de ella, esta se debe desarrollar como una ciencia, en constante transformación. La planificación permite manejar las incertidumbres reduciendo los riesgos, y aprovechar las posibilidades de las complejidades del entorno globalizado. Bajo esta forma se emplearían de manera consensuada los recursos, a partir de priorizar las tareas, en cuanto a su alcance, consecuencias momento en que puede tomarse o no una medida, y que esperar de ella.

En este sentido la planificación debe tocar a fondo el problema de la propiedad, en cuanto a su mayor o menor descentralización. La planificación en su vínculo con el mercado y los mecanismos de la globalización se conjugara con resultados que se socialicen a favor de la población, ello hace distinto este mecanismo del liberalismo y la anarquía que genera el globalismo neoliberal.

Como comentario parcial  se pueden esbozar las siguientes ideas:

Un socialismo sostenible frente al globalismo neoliberal,[6] solo es posible si hay capacidad nacional de resistencia, si hay capacidad nacional de adoptar un camino diferente, si hay democracia, justicia, equidad, participación creativa del pueblo, si hay planificación flexible conjugada con eficiencia social, si hay inserción exitosa en el entorno mundial, si existe unidad interna en la defensa del proyecto, si existe liderazgo con autoridad basada en el prestigio y en los valores éticos, culturales y humanos, si no hay corrupción del equipo gobernante, si hay organización para esa resistencia tanto en las distintas esferas del desarrollo económico, político, ideológico, ético e incluso militar, y si hay también no solamente organización sino organizaciones que estructuren esa capacidad de resistencia y realmente la movilicen y la hagan efectiva en todos los niveles, donde la función de la organización es hacer productivos los conocimientos.

La opción de un desarrollo socialista sostenible debe partir de un factor decisivo, y es que en última instancia lo determinante es el factor económico, sin el cual, no se puede sustentar ningún proyecto social. No se debe ignorar que sin "economía sólida todas las aspiraciones políticas y sociales se convierten en un sueño utópico."[7] Esto se sustenta en el hecho de que tanto la construcción de un socialismo anticipado como retardado son dañinos para el desenvolvimiento de la sociedad, el primero, atrofia el adecuado desenvolvimiento de las fuerzas productivas, con la particularidad de que su crisis es visible en el largo plazo, el segundo, tiende a frenar la efectiva socialización socialista, lo cual avanza cuando no se logra democratizar el proceso de gestión social.[8] 


 

[1] Ver: selección de aspectos esenciales de la teoría y la práctica económica en el pensamiento de Ernesto Che Guevara. La Habana 1990, p. 182

[2] Países “bisagra” es una designación que se basa en la resolución 50/119 de la Aamblea General. Ver: Michael Sakbani. Op. cit p. 13.

[3] Ernesto Molina Molina op. cit p. 114.

[4] Ver: Klaus Esser, Wolfgang, Dirk Messener, Jörg Meyer-Stamer. Competitividad sistémica: nuevo desafío para las empresas y la política: CEPAL No. 59 agosto de 1996 pp. 43-44

[5] Ver: Entrevista a José Luis Rodríguez, Ministro de economía y Planificación de cuba por Arleen Rodriguez Derivet. En El Economista de Cuba, Esta Isla enero-febrero del 2000 p. 4-10.

[6] Martínez Martínez, Osvaldo. Cuba y la globalización de la economía mundial. Intervención en seminario de Globalización de la Economía Mundial. Memorial “José Martí”, La Habana (Mimeo) 30 de abril 1997. Disponible en: http://www.redem.buap.mx/acrobat/martinez1.pdf.

[7] Carlos Rafael Rodríguez. Intervención en Inauguración del Congreso Latinoamericano de Sociología, mayo de 1991.

[8] Ver un excelente análisis del tema en particular en: Dolores Vilá Blanco. Las reformas y su lugar en la transición al socialismo, en: Teoría Socio-política. Selección de temas tomo I (Colectivo de Autores). Editorial Félix Varela, La Habana 2000 p. 180-181.


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