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La Inversión Extranjera Directa (IED)
y la crisis económica cubana



Leandro Venacio

CAPÍTULO II

Fin de la guerra Fría.

2.2 - Situación interna al inicio de la crisis y las alternativas ante el cambio

Todas las evidencias internas y externas apuntaban a que Cuba, al igual que el resto de las Naciones que formaban el bloque de estados socialistas, también caería bajo el peso arrollador de las fuerzas del capitalismo.

Hoy se comprueba que tales vaticinios no se cumplieron. El sistema socio-político de la Isla no sólo subsistió sino que logró, después de años de muy duras condiciones internas, que aun no han terminado, comenzar un proceso de recuperación económica y de reestructuración en su funcionamiento, que le ha posibilitado mantenerse, no sin un determinado costo en términos de sacrificios para su población.

Según Mario Fernández Font, en un artículo que publicó en la Revista Bimestre Cubana (nro. 12) en el año 2000, lo primero que resulta necesario señalar es que, a pesar de las similitudes que se apreciaban a veces más en la forma que en su contenido, la sociedad cubana a lo largo de su primera etapa de definición socialista, presentaba notables diferencias respecto de las características socio-políticas de las antiguas democracias populares del bloque socialista.

Cierto es que durante años existió una coincidencia de intereses sobre un amplio círculo de temas entre el proyecto revolucionario cubano y las naciones del bloque oriental. Pero, al propio tiempo esas relaciones, que no siempre fueron concurrentes, se hicieron más estrechas en la medida en que crecía el aislamiento, las agresiones y amenazas a la Isla, imponiéndose imperativos de subsistencia y necesidades económicas, más que razones de comunidad histórica, cultural o de cercanía geográfica; lo que determinó la adhesión formal de Cuba al sistema económico de esas naciones.

Es justo reconocer que Cuba recibió una contribución vital de las anteriormente socialistas naciones europeas, tanto en el orden económico, como tecnológico y militar en un período que, sin aquella cooperación, hubiera sido materialmente imposible sostener el proceso revolucionario cubano.

No se puede obviar tampoco que en el momento en que triunfa la Revolución Cubana la confrontación Este-Oeste, se encontraba en uno de sus puntos más candentes, siendo también muy difícil que en aquellas circunstancias, y dada la profundidad y trascendencia del proceso cubano, éste hubiera podido desvincularse totalmente de aquel enfrentamiento.

Igualmente es necesario recordar que en Cuba, la instauración de un régimen socialista no fue resultado de una ocupación militar ni de una repartición post-bélica de territorios y esferas de influencia entre potencias, sino producto de la evolución de una lucha de liberación nacional en un país subdesarrollado del Caribe contra un gobierno impopular y corrupto al servicio de los intereses económicos norteamericanos y donde las reivindicaciones socio-económicas y los principios de conquistar la justicia, la equidad y la independencia nacional, eran motivaciones que prevalecían sobre cuestiones de naturaleza filosófica o de intereses políticos.

En la nación caribeña, como también es conocido, nunca existieron conflictos entre minorías étnicas ni grupos religiosos o de otro tipo; poseyendo una sola nacionalidad (la cubana), forjada en los últimos doscientos años, con un único idioma y una misma cultura popular.

En igual sentido, Cuba, al estar separada de tierra continental, no se ha visto envuelta en situaciones de tensión por derechos fronterizos con estados cercanos, si bien ha debido encarar lo que constituye posiblemente uno de los más extensos y difíciles enfrentamientos del siglo XX, debido a la política de hostilidad llevada a cabo por el vecino más poderoso que pueda tener nación alguna.

El sostenimiento, durante los últimos cuarenta años, del liderazgo y de un amplio consenso popular de una mayoría de la población en torno a una parte fundamental de los iniciadores de la guerra de liberación, es también un factor distintivo en el caso cubano, en relación con las experiencias de los anteriores países socialistas europeos.

Todas estas razones, algunas de las cuales pudieran parecer sutiles, podrían explicar también por qué, a diferencia del extinto bloque socialista europeo, la disyuntiva esencial interna a lo largo de las últimas cuatro décadas ha sido, principalmente, la viabilidad o no del proyecto cubano desde un punto de vista económico; no existiendo serios problemas en cuanto a fundamentación y apoyo popular de intereses de grupos nacionales o de legitimidad política.

Estas circunstancias son las que, en última instancia, han respaldado la razón de ser de las peculiaridades del sistema cubano en el contexto del resto de los países latinoamericanos y caribeños y, en sentido más general, en el conjunto de las naciones del todavía llamado “Tercer Mundo”.

Por este motivo, cuando se produjo la extinción del bloque soviético la alternativa cubana fue únicamente resistir frente a dos posibles escenario:

1º ) Una agresión militar a gran escala por parte de los Estados Unidos contra Cuba, aprovechando la oportunidad de la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista europeo, lo cual hubiera resultado catastrófico.

2do.) La destrucción interna del sistema cubano por asfixia económica, ante la paralización casi total de los suministros que recibía la Isla.

Por tanto, las acciones que se tomaron en aquel momento se orientaron a reducir la probabilidad de ocurrencia de cualquiera de estos dos posibles escenarios fatales, teniendo en cuenta que para el país los márgenes de maniobra eran muy reducidos dada, la velocidad con que se habían desencadenado los acontecimientos que condujeron a la instauración de un mundo prácticamente unipolar en lo político y militar, así como también, por la profunda crisis económica a la que se precipitó Cuba en el transcurso de unos pocos meses.

Ante estas circunstancias se imponía un rediseño de las bases de funcionamiento de la economía del país y, al propio tiempo, movilizar todas las reservas internas y externas posibles para evitar una agresión militar a la nación.

Para estos propósitos resultaban claves tres piezas estratégicas, las cuales se encontraban a su vez estrechamente interrelacionadas, y que, de tener éxito, podrían sacar al país de la muy difícil situación en que se encontraba. Estas direcciones estratégicas eran:

a) Lograr detener la abrupta caída de la economía e iniciar un proceso de recuperación económica.

b) Adecuar la vida económica y social cubana a las nuevas condiciones, facilitando un proceso de apertura en que no se perdiera el control político de ese proceso, sin prescindir a la vez de los objetivos básicos que habían inspirado el modelo cubano hasta ese momento.

c) Movilizar la solidaridad internacional, bajo sus múltiples formas, en torno al proyecto cubano.


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