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PROTOPÍA

 

LA FISCALIZACIÓN DE LOS RECURSOS NATURALES

 

Al hablar sobre los recursos naturales, hablamos del caso del petróleo.

El petróleo presenta una curiosa paradoja. Imaginemos que lo hubiéramos necesitado a lo largo de toda la Historia (que no ha sido el caso). Si estamos seguros de que el petróleo no se reemplaza de ninguna manera, pero nosotros lo estamos gastando, se presenta un difícil problema.

Un difícil problema que jamás se había presentado en la Historia, que se sepa. De un modo u otro, siempre parecía que había alternativas.

Está claro que ante esta situación, solo se pueden presentar ciertas alternativas:

- Dejar de gastar el recurso en cuestión, para que quede para las generaciones siguientes.

- Seguir gastándolo como si tal cosa hasta que se acabe. Puestos a morirse, mejor morirse después.

- Buscar alternativas. Hasta hoy, la naturaleza no nos ha presentado la terrible situación de que no haya ninguna clase de alternativas.

- Ir gastando cada vez menos, para al final dejar una reserva por lo que pudiera pasar, lo que nos irá obligando a tomar poco a poco el camino de las posibles alternativas.

En mi opinión, claramente, lo sensato es lo último. No tiene sentido forzar una alternativa radical o prescindir directamente del uso del recurso, pero tampoco seguir gastándolo como si tal cosa, ya que la lección que nos enseña la Historia es que la naturaleza nos da todo lo que necesitamos, pero no siempre en la cantidad que le exigimos, con nuestro número. A veces, la naturaleza simplemente ofrece lo que ofrece, y la población no puede crecer más que lo que es capaz de sostener con lo que se le ofrece. El problema de los recursos que se acaban es que el "ofrecimiento" que la naturaleza hace de ese recurso se mantiene un tiempo en una cantidad (tanto como se requiere), y de repente se convierte en cero. Ninguno de los recursos estrictamente imprescindibles para la humanidad son de esa clase, pero es evidente que la humanidad explota muchos recursos que la naturaleza ofrece apoyándose en el gasto de algunos irremplazables. Lo que significa que la población crece y crece...sosteniéndose sobre un recurso que en algún momento pasará a cero. Eso suena a catástrofe total, como es evidente. De nada le servirá a la población mundial dejar de venderle a los jeques árabes, cuando los jeques árabes ya no puedan, aunque quieran, extraer petróleo del suelo.

Al menos, en cambio, si se va dificultando el uso de un recurso natural que se acaba, poco a poco, la población no podrá seguir creciendo, y en algún momento empezará a retroceder suavemente si es que no ha encontrado alternativas. Si, por otro lado, existen, tales alternativas deberían establecerse sólidamente durante la transición, cosa que será imposible si no se dificulta artificialmente el uso de un recurso que se agota. Por definición, el recurso que se usa es el más barato. Si no se favorece artificialmente el uso de las alternativas, siempre serán más caras, y nadie les hará caso hasta que sea tarde. De ahí mi opinión de que a todo recurso que amenace con escasear, debe ser artificialmente dificultado su acceso.

La cuestión es cómo. Evidentemente, a través de la fiscalización. Ahora bien, ¿cuánto ha de fiscalizarse, y a qué se debe destinar el capital obtenido mediante esa fiscalización?. ¿No podría un dueño inteligente dirigir la transición?.

Necesitamos suponer que existe una alternativa. Si no existiese, al menos, como hemos dicho, la fiscalización sucesivamente más fuerte, haría que la población se redujese lo más suavemente posible, evitando las tragedias más brutales. Ahora bien, si suponemos que existe una alternativa, creo que está claro DONDE deben dirigirse los recursos financieros obtenidos de la fiscalización de los recursos que se agotan. Evidentemente, a sufragar el uso de las alternativas.

A menudo, la cuestión no es que los recursos se acaben, sino que la actividad que se está ejerciendo está destruyendo recursos, incluso a veces recursos con los que se cuenta "gratuitamente". Volvamos sobre la definición de círculo. Se define en función del concepto intercambio de trabajo especializado. Su fin último es optimizar el uso del trabajo. Pero Mes que nadie ha pensado que quizá contamos con circunstancias que no exigían ninguna clase de trabajo previamente, y que por tanto, necesariamente estaban fuera del círculo y carecían, por tanto, de precio?.

Es de una elemental lógica que solo el trabajo tiene precio. En todo caso, la protección (en el más mafioso de los sentidos) también tiene precio. Pero está claro que aquello con lo que todo el mundo cuenta sin necesidad de trabajo, es algo CON LO QUE CUENTA, pero a lo que no le ha puesto precio. El aire, la biodiversidad, la pureza del agua de lluvia y de los ríos, la existencia de peces en el mar, la temperatura idónea del medio ambiente, la protección de los rayos solares que la capa de ozono otorgaba...todas ellas son cosas que simplemente "estaban ahí en todos sitios y automáticamente".

Podríamos consolarnos diciendo que es la primera vez en la Historia que la actividad humana pone en peligro, con sus métodos, recursos en los que nadie se había fijado, pero la verdad es que esto no es cierto. A lo largo de toda la Historia se han sucedido las desertizaciones, los desastres de una explotación excesiva que terminaba con la fertilidad de las tierras "con la que previamente se contaba sin pensar en ello". Jamás se ha dado una solución culturalmente heredable, y el hombre poco a poco, y me temo que dolorosamente, se va dando cuenta que no ponerle precio a las cosas con las que se contaba gratuitamente ha sido una gran irresponsabilidad. La responsabilidad es como un virus. Va pasando de unos a otros, y acaba pringándolos a todos. Pero como las plagas, tiene un origen identificable. Creo que realmente debemos considerar la necesidad de que el círculo se proteja contra las "pérdidas imprevistas de recursos".

Aunque la cosa no sea tan grave como destruir el planeta y eliminar toda posibilidad de vida humana, está claro que un círculo seguro ha de prever una estrategia para evitar que recursos de los que disponía se escapen a su control por simple imprevisión o falta de estrategia de explotación. No se me ocurre una fuerza centrífuga más grave que perder el control de los recursos gratuitos. Pero, si por definición esa clase de recursos empiezan siendo gratuitos, es decir, automáticamente disponibles sin necesidad de trabajo, ¿cómo ponerles precio a priori?.

La verdad es que no creo que la pregunta tenga ni sentido. Si hay una única forma de contestar a ella es simple: si todo lo que vale es el trabajo humano, entonces lo que vale estropear algo es lo que vale reemplazarlo (esta vez sí, con trabajo humano). Mas, por cuestión de eficacia jerárquica, debe quedar clara al menos una cosa: que las cosas deben quedarse siempre como estaban, y lo que cueste arreglarlas debe pagarlo quien las estropea.

Probablemente, el razonamiento más absurdo que se haya podido oír alguna vez, y creo que la mayoría compartirá esto conmigo, es que a las personas que contaminan cuando producen no les podemos pedir cuentas porque están forzadas a producir al precio que nosotros podemos pagar por consumir lo que producen. Viene a decir que la culpa de que quien contamina con su producción haga las cosas como las hace la tenemos nosotros, que no podemos pagarle más para que contamine menos. En suma, el que me fastidio con la contaminación soy yo, y aunque no soy yo quien ha producido la contaminación, soy yo el responsable. Es una desfachatez. El responsable primero de cualquier cosa que se hace mal, es quien la hace. Incluso bajo el supuesto de la obediencia debida, cuanto más si por medio está también el interés de quien contamina. Hay muchas maneras en las que yo podría organizarme para ir en bicicleta si todo el mundo fuera en bicicleta en lugar de en coche. Si cada coche costase mil millones de pesetas (si es que ello fuera necesario), entonces no lo tendría nadie, e ir en bicicleta no sería una desventaja competitiva (y peligroso para mi vida).

Así es que por favor, pensemos en el principio de la ineficacia jerárquica, y recordemos que las personas que ganan realmente más dinero con la industria del automóvil son aquellas que ganan lo suficiente para irse a vivir a la punta más limpia del planeta: pero esto es sólo un engaño, un lamentable efecto de su posición jerárquica superior: la contaminación les alcanzará también a ellas, solo que más tarde. El problema es que no se enteran a tiempo, como siempre. Para cuando les alcance y piensen otra cosa, el aire será irrespirable.

No echemos la culpa a nadie. Probablemente es solo el efecto del principio de la ineficacia jerárquica. Pensemos simplemente en ponerle solución.

Quien con su actividad contamina, produce un efecto. Un efecto que los círculos inteligentes le obligarían a reparar. El sabrá cuanto le cuesta y en cuanto tiene que incrementar los precios para arreglarlo, primero, y para evitar el daño, a continuación.

Sería imposible predecir cuanto costaría arreglar la pérdida del recurso peces, o del recurso aire. Posiblemente, la pérdida sería tan terrible que no habría forma de arreglarla. Sin embargo, los desastres ecológicos no ocurren nunca de golpe, ocurren aquí o allí, en este punto o en aquel, un poquito hoy, y un poquito mañana. Y esos pequeños desastres se pueden arreglar, realmente. Y se puede medir sin género de dudas cuánto cuesta hacerlo.

La propuesta de este capítulo es simple, y si hubiera solo una idea de todo el libro que alguien tomase para sí, propongo que sea exactamente esta: Cuando se pueda demostrar que una actividad ejerce una influencia negativa sobre un recurso gratuito previamente existente, la persona que la ha realizado, estará obligada a pagar su reparación, o a llevarla a cabo.

Veamos detenidamente esta propuesta.

Primero. Deben ser pagadas las reparaciones por las actividades previamente realizadas. Sé que eso significa que hay que darle retroactividad a los reglamentos que regulan la fiscalización de las actividades de cualquier clase. Sé que no estamos acostumbrados a tratar con la retroactividad de las leyes. Hablaré de ello en los capítulos dedicados a los principios legales básicos. Pero la retroactividad es necesaria en un mundo en el que no se pueden pasar por alto los efectos de la actividad, porque tenemos el poder suficiente para hacerlos muy graves. Quizá parezca injusto que a alguien se le obligue a arreglar aquello que no sabía que iba a romper, pero ¿porqué va a ser más justo que la pérdida la sufra QUIEN NO LO HA ROTO?.

Segundo. Cuando se pueda demostrar. Lo que significa que, una vez más, no debe ser necesario que cierta actividad estuviera previamente regulada y que la persona que perjudica los recursos haya transgredido un reglamento. DEBE ser suficiente con que se demuestre que tal actividad ha ejercido un efecto negativo que debe ser arreglado. Tercero. Que lo arregle o que pague la reparación. Personalmente no tengo ninguna preferencia, y no creo que nadie la tenga tampoco en especial. Me parece sensato pensar que exista gente dedicada a talar árboles, y otros, completamente distintos, dedicada a plantarlos. Al fin y al cabo, es solo una forma de especialización razonable del trabajo. Pero me parece sensato con tal que quede bien claro quien debe pagar los gastos de repoblación.

Cuarto. Me parece IMPRESCINDIBLE, una vez más, que no sea necesario transgredir reglamento alguno para que a las personas se las obligue a reparar los daños que han causado. En este momento, y cuanto más avance el tiempo, más, las técnicas que se emplean son francamente peligrosas, y es necesario asegurarse de que quienes las emplean van con pies de plomo.

Cuando nos planteamos el problema del petróleo, cabe preguntarse si tiene aplicación el principio de legalidad económica que acabamos de proponer. Es evidente que la desaparición del petróleo no tiene arreglo.

Podría parecer que el principio no tiene aplicación, o que exigiría el fin de la explotación del petróleo. Pero creo que no es así. El principio no puede exigir que la reparación sea tan buena, tan buena, como para dejar las cosas como estaban. Siempre es imposible dejar las cosas exactamente como estaban. Cuando una empresa compra un pinar y lo tala para construir edificios de apartamentos, no tiene sentido exigirle que vuelva a poner el pinar donde estaba y como estaba. Lo más que puede exigirle es que coja un terreno yermo y lo convierta en un pinar (lo que cuesta una barbaridad, y seguramente tendría el efecto de que los constructores fueran directamente a construir a los terrenos yermos, que es lo que deberían hacer, opino).

Pues con el petróleo es lo mismo. No se le puede exigir a quien quema el petróleo que lo reemplace, pero sí se le puede exigir que pague la búsqueda de una alternativa (o su uso) de tal manera que esta nueva alternativa devuelva la disponibilidad energética que había previamente. No se le puede exigir que tome el humo de la atmósfera y lo devuelva a la tierra. Pero sí se le puede exigir que pague la repoblación de una tierra yerma cuya nueva vegetación fije ese humo a la tierra (en forma de madera combustible, por ejemplo). Y así sucesivamente.

Por lo tanto, la medida que proponemos tendría justo el efecto global que nos parece sensato que un círculo inteligente debería buscar.

Como veremos, este tipo de propuesta responde a un tipo de legalidad cuyos principios son más generales de lo que aquí se propone.  


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