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PROTOPÍA

 

LOS MONOPOLIOS

 

Dejamos un cabo suelto en la descripción del fenómeno del monopolio.

Dijimos que nada impedía a Fula subir DE NUEVO el precio cuando se encuentra que el círculo no responde a sus expectativas. Está claro que una nueva subida solo conseguiría estropear aún más la situación del círculo, pero mientras esté en la mano de Fula, seguramente lo intentará, y esto constituye una fuerza centrífuga de por sí, y de bastante importancia.

Ya hemos visto que el auténtico problema del monopolio no es que toda la producción de un bien venga de un solo agente económico, sino que eleve los precios constantemente intentando adquirir más producción del resto del sistema económico a cambio de la escasa producción suya.

Hemos visto también que mientras existan recursos suficientes disponibles para producir el bien monopolizado, el resto de los agentes están en disposición de producirlo si lo desean, de modo que en principio no debería haber ningún motivo por el cual un monopolio vendiese más caro de lo que debería hacerlo de todos modos. Si así lo hiciese, el resto de agentes económicos encontrarían más rentable producir el bien ellos mismos que comprárselo al monopolio. Hemos visto también que mientras que no sea posible simplemente ceder el uso de los recursos naturales, sino que sea necesario venderlos para obtener algo de ellos sin que medie trabajo, habrá suficientes recursos naturales para producir libremente el bien monopolizado (en competencia con el monopolio). Como hemos visto, el que los recursos naturales no sean utilizables en régimen de alquiler es la condición necesaria y suficiente para asegurar que ningún agente económico obtendrá una situación de privilegio económico que le permita absorber la producción del mercado sin ofrecerle algo justo a cambio, y por tanto, si bien puedan existir monopolios, estos no han de ser perjudiciales para el círculo. Por lo tanto, es la prohibición legal, como costumbre cuyo fin y mecanismo sean suficientemente entendida por todos los actores del círculo, de obtener beneficios del alquiler de los recursos naturales, lo que asegura que el círculo no será perjudicado por los monopolios. Para el círculo, es una necesidad, no una cuestión de gusto, el aferrarse al entendimiento de la costumbre de que no se pueden alquilar los recursos naturales.

Ahora bien, la cuestión clave del mecanismo de seguridad que estamos explicando es que, en la medida que un agente actúe como monopolio que obtiene del círculo más de la cuenta, desestabilizándolo, creará una oportunidad de producir el bien monopolizado, a partir de los recursos naturales que no domina, y hacerlo a más bajo precio, y por lo tanto, de una forma que compita en el mercado con el producto del monopolio, lo que obligará al monopolio a reducir sus precios a un nivel razonable. Es decir, lo que impedirá al monopolio hacer lo que le plazca con sus recursos naturales, es la competencia de pequeños productores que usan el "resto de esa clase de recurso natural". Estamos de acuerdo que si la demanda del producto es, vamos a poner un ejemplo, de 1000 u., pudiéndose producir 2000 u a partir de la totalidad del recurso natural necesario, y la cantidad de recursos naturales que el monopolio no domina es de un 10% del total, y el monopolio solo está produciendo 500 u. (en clara infrautilización de los recursos naturales), la parte "libre" de recursos naturales no es suficiente para cubrir toda la demanda del círculo. Aunque se pusieran a utilizar a tope el recurso natural disponible, los pequeños productores alternativos podrían producir a más bajo precio solo 200 u.

Siempre existiría una demanda sin cubrir suficiente para mantener el precio elevado. Pero no es necesario habilitar un mecanismo específico. En un instante dado, el monopolio obtiene del círculo todo lo que necesita a cambio de esos 500 u. que produce. En el mismo instante en que se empiecen a producir unidades por otro sitio, él mismo encontrará más difícil colocar sus 500 u, incluso aunque la demanda sea superior a la oferta. Es decir, el precio bajará al producirse más incluso aunque la oferta aun esté por debajo de la demanda. Evidentemente, cuando se está malviviendo con el poco producto que hay en el mercado, da lo mismo malvivir así que malvivir comprándolo en otro sitio. Esa situación de competencia reduce las posibilidades del monopolio, de manera que si quiere lo mismo que antes, tendrá que incrementar su producción o VENDER una parte de sus recursos naturales. Eso colocará más recurso natural disponible en el mercado para producir más del bien escaso, o obligará al monopolio a producir más e ir moderando sus precios hasta alcanzar unos que sean razonables. A la larga, el monopolio actuará como un agente razonable, tendrá que retirarse del mercado del todo y vivir de sí mismo, o bien perder el dominio de los recursos naturales.

Pues bien, está claro que el punto clave de toda esta estrategia antimonopolística se basa en dos puntos: la prohibición de obtener beneficio de un alquiler, que ya hemos visto, pero también la VIABILIDAD de los pequeños productores alternativos. Es decir, mientras se pueda asegurar que los pequeños productores alternativos tengan viabilidad como productores del bien escaso, es seguro que se establecerá esa competencia reguladora. Pero ¿por qué no habrían de tenerla, si están dispuestos a trabajar y producir el bien escaso, y los precios del monopolio se suponen exorbitados?. Parecería poco lógico.

Sin embargo, puede producirse. Imaginemos que la producción del bien escaso no requiere solamente del recurso natural en manos del monopolio en su mayor parte. Supongamos que (como es normal en la realidad), la producción requiere de algún tipo de producto o servicio añadido que está dando el círculo. Esto es bastante normal. El monopolio consume mucha producción del círculo, y entre este consumo, estará normalmente también algún producto o servicio necesario para la producción del bien monopolizado. Ahora bien, esto significa que ya que el monopolio produce la mayor parte del bien escaso, también es el mayor cliente de aquellos agentes del círculo cuya producción entra de algún modo en esa producción. Quizá todo esto es un poco enrevesado, así es que vamos a poner un ejemplo.

Supongamos que existe una empresa que monopoliza la producción y distribución de los carburantes (no es difícil de imaginar). Está claro que el monopolio necesita, para distribuir el carburante, gasolineras, y las gasolineras tienen surtidores. Puede ocurrir que la petrolera también produzca sus propios surtidores, pero esto es poco habitual.

Los monopolios existen para dominar un mercado, no para SER un mercado.

Los monopolios, como cualquier empresa, tienden a reducir costes y a especializarse en el campo que dominan. Lo normal es que haya OTRAS empresas fabricantes de surtidores. Supongamos que ya existe cierta cantidad de pozos de petróleo por ahí en manos de pequeños aspirantes a petroleros, que quieren destilar sus carburantes y venderlos en sus propias gasolineras. Está claro que incluso cuando ya haya bastante cantidad de aspirantes, de todas maneras, el mayor cliente de los fabricantes de surtidores seguirá siendo el cuasimonopolio. Pues bien, es habitual en el mundo liberal que en estas condiciones, los fabricantes de surtidores, forzados por la situación de dependencia que tienen respecto a la petrolera, vendan sus surtidores mucho más baratos a la superpetrolera que a los pequeños petroleros, ya que estos suponen para él un muy pequeño volumen de negocio respecto al del cuasimonopolio. Eso significa que a los pequeños petroleros les resultará caro montar su propia red de distribución de carburantes. Los costes de producción, en general, serán mucho más altos para el pequeño fabricante alternativo, porque los proveedores de productos y servicios necesarios para la producción siempre tendrán mejor cliente en el cuasimonopolio que en el fabricante alternativo. Por consiguiente, ya que a la pequeña petrolera le sale mucho más caro producir, es posible que aunque produzca algo de carburante, lo haga tan caro o más que el que produce el gigante. En esa situación, no podrá competir eficazmente con el cuasimonopolio, y la situación de escasez se mantendrá. En otras palabras, los miembros del círculo son tan estúpidos que venden más barato al actor económico que está poniendo en dificultades al círculo, que a sus propios miembros capaces de iniciar una situación de competencia a partir de los escasos recursos naturales disponibles, que obligue al monopolio a comportarse.

Un breve repaso a la Historia empresarial demuestra que, en efecto, no es nada común que, en ausencia de una estrategia política determinada, es decir, espontáneamente, los monopolios que han existido hayan caído víctimas de una pléyade de pequeños competidores que hayan ido surgiendo poco a poco. Esto no ha ocurrido nunca, o muy raramente. El motivo es evidente. No solo se permite alegremente que los monopolios dispongan de la totalidad de ciertos recursos naturales, y los exploten por completo o bien cediéndolos en régimen de alquiler, sino que nunca se ha hecho, en el sistema liberal, el más mínimo esfuerzo por conseguir que, en general, el sistema disponga de sus propios mecanismos de seguridad que aseguren que los pequeños productores alternativos accedan a los bienes de producción al mismo precio que los grandes productores.

Hasta cierto punto es lógico que los grandes consumidores puedan disponer a menor precio de los productos que compran, que aquellos que consumen en pequeña cantidad. Siempre existen ciertos costes que se reducen con las grandes compras. Pero la razón fundamental por la que los grandes consumidores obtienen a más bajo precio los bienes es más de índole "bélica" que de índole económica. En realidad, cuando un agente económico solo tiene un único cliente o uno principal, el cliente lo sabe. Lo sabe el monopolio de los carburantes sobre el fabricante de surtidores, y lo sabe el empresario que contrata todo el trabajo realizable por un trabajador. TODOS los agentes de una economía cualquiera dependen de que sus productos sean adquiridos por sus clientes. Todos los agentes de una economía necesitan algún producto determinado. Pero a medida que un productor va siendo el productor principal de cierta clase de bien o servicio, también va siendo el consumidor principal de los productos y servicios necesarios para su producción, y cuando lo hace, no solo va teniendo poder sobre la demanda del bien que produce, sino sobre la oferta de los bienes que consume de forma específica. Lo que le permite no solo ponerle el precio que le parezca a los productos que vende, sino a los que compra. Específicamente, tiene la facultad de forzar a sus proveedores de bienes de producción a venderle más barato que lo que éstos le venderían a cualquiera normalmente.

Si un círculo basado en una economía de mercado libre quiere evitarse problemas con los monopolios, no solo tiene que asegurarse, por tanto, de que los recursos naturales no se alquilan, sino de que los productores alternativos, sea de lo que sean, están en condiciones reales de adquirir los bienes de producción secundarios al mismo precio que lo hacen las empresas que dominan el mercado.

La verdad es que la mayoría de las veces, los monopolios no surgen de un dominio previo de los recursos naturales, sino de una dinámica en que ciertos productores más grandes que el resto de los de su competencia, empiezan a adquirir bienes de producción y materias primas más baratos que su competencia, lo que les permite ofrecer precios más bajos, crecer como productores a costa de los más pequeños, lo que les coloca en mejor situación de adquirir más baratos los bienes de producción, y al mismo tiempo, ir adquiriendo la propiedad de los recursos naturales. Y así sucesivamente, en un círculo vicioso que no tiene límite.

Espero haber dejado claro, al exponer esta pequeña historia, que existen dos modos en que un agente económico puede obtener una posición ventajosa que se refuerza a sí misma hasta llegar a una posición casi inamovible. Una es mejorar de forma efectiva su sistema de producción, de forma que necesite gastar menos para producir lo mismo, lo que le permite ofrecer mejores precios y expulsar del mercado a su competencia. Otra es hacer uso de su armas puramente estratégicas, de su mayor poderío numérico. Una empresa puede hacer uso de su poderío numérico para obtener mejores precios, tanto si realmente tiene un proceso productivo más eficiente como si no, como demuestra el hecho de que un monopolio, incluso aunque tenga una basura de sistema productivo, es difícilmente desbancable incluso aunque no domine del todo los recursos necesarios para la producción de la clase de bien que ofrece.

Lo que debería enseñarnos de una vez por todas, que en el seno de un círculo económico basado en el mercado libre, el uso del poderío numérico conduce inevitablemente a situaciones de cuasimonopolio, bastante difíciles de deshacer y siempre altamente perjudiciales para la economía general.

Desgraciadamente, a menudo el poderío numérico es tan grande como para comprar las acciones políticas. De lo contrario, es de suponer que hasta el más inepto de los gobernantes impusiera una legislación específica contra el uso del poderío económico.

El liberalismo, como todas las ideas generales, es un concepto bastante definido, que puede ser puesto en práctica de muchos modos, y algunos de estos modos pueden no ser muy acertados. Particularmente, el liberalismo parte de la idea de un mercado libre. Ya hemos visto que LIBRE es la parte de la definición que más exigencias impone en la práctica. La libertad de acudir o no acudir al mercado, por ejemplo, no existe actualmente en ninguna comunidad. Pues bien, este capítulo habla también de una condición i¿portante en el concepto liberal, que es la de competencia. El liberalismo entiende que los precios los fijan las condiciones de mercado, pero es un hecho que el mero TAMAÑO de los agentes económicos tiene a menudo más poder para fijar los precios que el mercado. La condición de LIBRE competencia deja de cumplirse cuando un agente económico adquiere un tamaño suficiente para ejercer la fuerza para fijar precios, y no la rentabilidad de su producción.

Lo que está claro es que cuando un agente económico adquiere el tamaño suficiente para forzar a sus proveedores a darle precios más bajos que al resto de sus competidores, ya se ha iniciado un proceso de degradación de la libertad del mercado. Los proveedores no son todo lo libres que deberían para fijar unos precios razonables para todo el mundo, sino que son presionados por el cuasimonopolio.

Pero si pudiera asegurarse que nadie puede hacer uso de su mero tamaño para luchar contra sus competidores de un modo desleal, entonces los monopolios, incluso aunque existieran en la práctica, no tendrían el poder necesario para actuar a su libre albedrío y desestabilizar el círculo. Si pudiera asegurarse que no pueden hacerlo de un modo legal y que tampoco unos políticos corruptos pueden crear una legalidad ventajosa para el tipo de prácticas habituales de guerra comercial (en lugar de sana competencia), tales como el dumping, entonces sería mucho más difícil que nadie pudiera poner en dificultades al círculo.

El punto clave de este capítulo es que será fácil que un monopolio empiece a comportarse en el momento que pueda surgir la competencia, aunque sea muy pequeñita. Los dos aspectos claves de esta posibilidad son que los recursos naturales que domina el monopolio no le sirvan para parasitar la economía alquilándoselos al círculo, sino que tenga que vendérselos si quiere obtener de él el diferencial de consumo que quiere conseguir por encima de lo que corresponde al trabajo que él está haciendo, y que los pequeños productores alternativos que pueden surgir haciendo uso de los recursos naturales vendidos por el monopolio, accedan al resto de bienes de producción que les sean necesarios, al mismo precio que el monopolio.

En un mercado real es bastante complicado definir un producto como objeto de monopolio, definir un producto o servicio como clave para la producción de otro, y, como veremos más adelante, ni siquiera creo que sea muy conveniente. El mecanismo por el cual se aseguran las condiciones señaladas debería ser mucho más automático. No debería depender de ningún estudio particular y mucho menos de una ley particularmente redactada para hacer frente a una situación concreta, lo que significaría muchas posibilidades de que el poder político del círculo fuera corrompido y no ejerciera su función con honestidad.

Debería ser un mecanismo por el cual no fuera necesario que nadie, y menos un político, tuviera que señalar a un agente económico y definirle como monopolio o productor alternativo, con el fin de desfavorecerle o favorecerle respectivamente. Está claro que sería muy sencillo luchar contra los desmanes monopolísticos si el político realmente representara la voluntad del círculo y supiera lo que hace. Pero no podemos confiar ni en su sabiduría ni en su honestidad. Debe ser una ley que esté por encima de lo particular. Es la única forma de que cada caso no se resuelva arbitrariamente y según el capricho del gobernante de turno (aunque sea un rey con corona heredada). Debe ser, ante todo, parte de la regla del juego de una manera suficientemente conocida por todo el mundo, para que la ley del gobernante no se oponga claramente al principio aceptado por todos.

Volvamos sobre el problema. El monopolio puede ejercer presión sobre el proveedor de bienes de producción porque puede hacer uso de su libertad de no comprarle, arruinando su economía, ya que es su principal cliente. Y puede hacer, por tanto, que le venda más caro al pequeño productor alternativo. Está claro que aquí tenemos una situación de asimetría entre la presión a que puede someterle al proveedor el gran consumidor y el pequeño consumidor. Debemos buscar un mecanismo que presente alguna asimetría que permita al pequeño consumidor comprar al mismo precio que el grande (aunque tampoco a uno más pequeño). En realidad, ya hemos visto un mecanismo de esta clase, que hemos llamado garantía contractual extendida.

En efecto, el problema que aquí se trata es que el monopolio fuerza a sus proveedores a venderles a más bajo precio que a sus competidores, bajo la amenaza de hacer efectiva su libertad de dejar de comprarles, y puesto que estos proveedores dependen casi integralmente de venderles a estos monopolios su producción, no tienen más remedio que ceder a su presión. Eso es lo que coloca a los pequeños productores alternativos en situación de desventaja insuperable, incluso aunque tuvieran un sistema de producción tan rentable o más que el del monopolio. Pero tal cosa no ocurriría si el monopolio, al absorber porcentajes de producción de los bienes de producción relacionados con su monopolio, se hubiera obligado con ello a mantener activa tal relación económica, en cierto grado. Si el monopolio, ya que ejerce una situación de presión sobre sus proveedores, estuviera obligado a continuar esa relación, o bien absorber un gran coste por romperla, los proveedores estarían en situación de no ceder a las presiones del monopolio, y podrían, sin problemas, llevar parte de su producción hacia los pequeños nuevos productores alternativos al monopolio.

O dicho en palabras más sencillas: si la gran petrolífera quiere dejar de comprar a tal proveedor de surtidores, pues que se atreva, ya que tendrá que indemnizar a este proveedor con suficiente dinero como para que este busque otra actividad que se desarrolle en un mercado más pacífico. Tal cosa no saldrá rentable en absoluto al monopolio. Toda la facultad que tiene el monopolio es dejar de comprar a un proveedor y empezar a comprar a otro, pero tampoco él puede dejar de comprarles a todos, por muy monopolio que sea. Amenaza a todos con dejar de comprarles a ellos, y así obtiene ventajas de todos ellos. Pero en la medida que cualquiera de ellos tenga asegurada la relación económica, estará en disposición de dejar de venderle al monopolio, de manera que no tendrá problema en venderle al mismo precio a un productor alternativo. Y en esas condiciones, el productor alternativo, es seguro que obtendrá, precios más bajos que el monopolio para el bien monopolizado. Y el monopolio empezará a deshacerse. De hecho, el monopolio nunca se hubiera formado, porque a medida que hubiera ido creciendo hubiera ido adquiriendo suficientes compromisos como para estar atado a sus propios proveedores de tal forma que no hubiera conseguido de ellos ninguna ventaja desleal con la que seguir financiando su cancerígeno crecimiento.

Lo bueno de este sistema es que no impediría que surgiese un monopolio razonable. ¿Qué sería un monopolio razonable?. Un monopolio razonable surgiría si una empresa desarrollase un proceso técnico propio que consumiese menos para producir lo mismo. Es decir, si su producción fuera más rentable técnicamente. Gracias a un proceso técnico diferente, una empresa puede llegar a ofrecer mejores precios, porque le cuesta menos producir que a sus competidores. Desde el punto de vista global, es LÓGICO que una empresa que produce más barato sea la que domine en el mercado. No solo no hay nada de malo en ello, sino que es justamente lo que el ideal liberal persigue, lo que es mejor para el bien común: que las cosas las hagan quienes mejor saben hacerlo y quienes explotan un proceso técnico de una forma favorable para el resto del sistema económico. La verdad es que no es muy común que un monopolio se forme de esta manera, porque los competidores no tardan mucho en hacer suyas las técnicas y métodos que emplean aquellos que han logrado alguna mejora en el proceso de producción; pero a veces ocurre, no es una fantasía. También a veces ocurre que los mercados no evolucionan al ritmo que las necesidades de los consumidores. A veces, personas con un espíritu comercial especialmente afinado son capaces de sintonizar mejor con esas necesidades y ofrecen a los consumidores productos más ajustados a sus deseos que los que ofrecen sus competidores; y a veces ocurre que esos competidores, con bien poco espíritu de entrega al cliente, son reacios a cambiar sus costumbres, o bien no desean hacer los gastos necesarios para adecuarse al mercado, y dejan que aquél empiece a barrer el mercado. Bien, tampoco hay ningún problema en esto. Es lo que DEBERÍA ocurrir. Si algunas empresas no desean responder a la demanda del mercado, desde luego, DEBE ser su problema, no el de aquel que empieza a convertirse en un monopolio porque sabe hacerlo mejor y cumple mejor las necesidades de la comunidad. Este es el ideal liberal. ¿por qué motivo deberíamos limitar el crecimiento de las empresas más óptimas tecnológicamente, de las empresas capaces de ofrecer lo que la gente necesita y quiere?. Aquí es donde le duele al liberal: deben evitarse las situaciones de monopolio, porque generan problemas económicos muy grandes, pero por otro lado, es precisamente la posibilidad de que los productos sean fabricados y los servicios ofrecidos por quienes mejor lo saben hacer, lo mejor del sistema liberal. Las legislaciones antimonopolio difícilmente pueden distinguir al monopolio establecido sobre bases razonables, como producto del ideal liberal de producción más óptima, del que se establece mediante prácticas de presión que deforman la realidad económica. Pero el sistema de garantías contractuales extendidas puede hacer esa distinción, porque ni entra ni sale en cuánto crece un actor económico: solo impide que utilice ese tamaño para procurarse ventajas comerciales desleales.  


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