¿Buscas otro libro?
Buscalo aquí:
Amazon Logo





 

 

Pulse aquí para acceder al índice general del libro.

Libro completo en formato PDF (243 páginas, 1600 Kb)

PROTOPÍA

 

LA GARANTÍA TOTAL DEL TRABAJO REALIZADO

 

Estoy firmemente convencido de que de todas las fuerzas centrífugas que existen, la más común, más insidiosa y más difícil de manejar es la que genera la ineficacia jerárquica. De hecho, cuando descubrí el principio de ineficacia jerárquica, durante un tiempo perdí la esperanza de que ninguna sociedad fuera ni siquiera mínimamente mejor que otra cualquiera. Al cabo, caí en la cuenta que algunas propuestas que anteriormente había leído, permitían limitar su alcance.

Una de ellas, en efecto, es la garantía total del trabajo realizado, lo que quiere decir que TODO trabajo debe tener su garantía, y que esta garantía debe ser TOTAL. "Todo trabajo" significa exactamente eso, y no cualquier otra cosa. Un trabajo es un objeto industrial, pero también es una decisión gubernamental, un fallo judicial, una labor de limpieza, un trabajo de pintura, una ley, un viaje en taxi. Es cualquier actividad realizada por cualquiera en cumplimiento de su labor social. Es cualquier cosa que se hace para cubrir alguna necesidad de otro. Garantía es un concepto bien simple, que es la obligación de reparar sin coste, o sustituir el trabajo inservible, por otro que corresponda a las promesas de utilidad bajo las que se realiza. Y hablo de garantía TOTAL porque la garantía parcial y te¿poral es un mero engañabobos. Las cosas DEBEN por fuerza tener garantía total, o no existe ninguna garantía en absoluto de que las personas responderán de su trabajo y serán perjudicados por su trabajo erróneo o engañoso, es decir, es la única forma de que sean informados de las consecuencias reales de sus actos.

Sorprendentemente, es común en la Historia y también en nuestra época que el acto de recibir un trabajo se convierta en una especie de lotería. Uno recibe el trabajo y no puede dar más queja que la de no volver a pedir ese trabajo, es decir, ejercer su derecho a no volver a hacer un intercambio económico dado. El alumno que termina el curso sin aprender nada, el multado que no puede reclamar la reparación de la multa cuando demuestra que no ha cometido falta, el cliente harto de reparar por enésima vez el mismo fallo de su automóvil, el dueño del ordenador que se enfrenta al efecto Y2K, el espectador de una película con cortes, el viajero del taxi al que le dan cien rodeos para llegar a su destino...son ejemplos de personas que adquieren un trabajo de alguien, y no encuentran forma de fijar de una vez por todas el coste de esos trabajos, ya que justamente los mismos que deberían ser responsables de esos fallos de trabajo, son los que continúan obteniendo beneficio de sus fallos. En el fondo, el efecto de esta propuesta y el de la anterior viene a ser el mismo: quien adquiere un trabajo, sabe realmente su coste. Pero en este caso, no solo lo sabe quien lo adquiere, sino quien LO REALIZA. Es fundamental que las personas se vean perjudicadas por la mala calidad de su trabajo, sea éste de la índole que sea.

Y eso significa que si el uso de un objeto requiere un uso muy especial, el fabricante debe poner todo el cuidado humanamente posible en que se le de ese uso y no cualquier otro, que si una ley compromete la vida de unas personas, la vida de quien la dicta resulte también comprometida, que si un partido promete puestos de trabajo, TIENE que darlos. De lo contrario, la ley debería obligar a que el trabajador advierta de forma pública y notoria la imposibilidad de dar tales garantías.

¿Quiere esto decir que cuando uno compra un ordenador, por ejemplo, debe adquirir una garantía de que el ordenador funcionará PARA SIEMPRE, o será reparado gratuitamente por el fabricante en cualquier momento de la Historia?. No exactamente. En la práctica, los fabricantes conocen (o debería obligárseles a conocer), cuanto tiempo de vida media tienen los objetos que fabrican. Deberían dar garantía por ese tiempo de vida, o de lo contrario, especificar cual es realmente ese tiempo de vida media que ellos garantizan. Es el único modo de que quien compra sepa realmente qué está comprando, y no se vea decepcionado por ello (camino directo a la falta de compra). Pero también es el único modo de que los fabricantes produzcan cosas que tengan tiempos de vida RAZONABLES, y las personas no se pasen la vida trabajando para reemplazar las cosas que deberían tener ya adquiridas, malgastándose así las energías de los hombres y los recursos de la naturaleza, generando basura de forma absurda, y dejando fuera del círculo a los fabricantes que no alcanzan a fabricar chismes nuevos que engañen (de nuevo) a los consumidores sobre sus posibilidades reales.

¿Quiere este principio decir que todos los gastos de reparación o sustitución deben correr a cuenta del garante?. Exactamente. Mientras los gastos se compartan, seguirá sin haber una realimentación buena de la información sobre el comportamiento de los trabajos hechos. Mientras exista la más mínima oportunidad de que alguien cobre más por un trabajo mal hecho que por uno bien hecho (trabajo más reparación contra solo trabajo), en lugar de al revés (trabajo pagado contra trabajo pagado menos gastos de REtrabajo), la calidad de todos los trabajos seguirá siendo en general lastimosa. Parece mentira que todavía haya gente que crea que la competitividad remedia este absurdo con el que vivimos: si no fuera suficiente con el hecho contrastado de que la mayoría de los trabajadores desconocen el significado de la palabra competencia, es que muchos de los trabajos a los que nos referimos no son en esencia competitivos, como ocurre con los trabajos de la burocracia, los trabajos de enseñanza estatal (única clase de educación garante de la estabilidad del sistema), los trabajos de profesionales escasos, etc; pero aún más: ¿qué clase de competitividad por el trabajo bien hecho se establece si todo el mundo lo hace igual de mal - a lo que se llama, eufemísticamente, hacerlo "según un estándar"-? Al establecer un estándar, los fabricantes y jerarcas se aseguran que todos lo harán igual de mal y no habrá realmente una diferencia entre unos y otros, lo que les permite disfrutar tranquilamente de su trabajo MAL hecho.

En cambio, el trabajo debe estar BIEN hecho, a todos los niveles y en todos los estamentos, para toda clase de actividades y para toda clase de personas que lo realicen, y si no, es quien realiza el trabajo, y no quien lo recibe, quien debe correr con las consecuencias negativas de su falta de pericia. Es la única forma de que las jerarquías superiores empiecen también a recibir algo de las consecuencias negativas que producen sus actos, y empiecen a ponerse en orden.

Por tanto, esta propuesta está dirigida a limitar los efectos del principio de ineficacia jerárquica, es decir, a limitar los lamentables efectos de que las personas realicen actividades al tuntún y sin recibir las consecuencias de los actos que realizan, de modo que siguen realizando mal sus labores dentro de la comunidad, lo que evidentemente no favorece por ningún sitio la marcha de ésta ni la confianza de la gente en ella.

Como vimos antes, además, la garantía total del trabajo debe cumplir y cumple otra función igualmente importante en una utopía, que es asegurar que la participación en la comunidad sea conveniente aunque sea temporal. Mientras los objetos comprados y los servicios recabados puedan fallar o ser inútiles cuando les parezca, el individuo estará forzado a continuar su relación con la comunidad (aunque no fuera conveniente) y por tanto, o no es libre para establecer esta relación, o realmente no existe garantía alguna de que la participación temporal tenga ningún interés.

Por otro lado, en cierto sentido, garantía de trabajo y obligatoriedad de diluir riesgos se confunden. En efecto, al adquirir un bien con garantías, se adquiere un bien que es posible que falle.

Desde el punto de vista del que hace el trabajo, el fabricante o el proveedor del servicio, parte de su producción falla, ha de ser reemplazada y genera costes. La presión por mantener un precio bajo hará que no pueda trasladar estos costes a los clientes, de modo que hará todo lo humanamente posible por conseguir que no fallen (teniendo una mejor calidad). Pero por lo que a él respecta, es como si existiese un seguro de funcionamiento que tienen que pagar entre él y sus clientes. En efecto, para aquellos a los que su adquisición no falle, el producto ha adquirido un coste ligeramente superior, que viene a cubrir el "accidente" imprevisible que falle la de otro. De este modo, en realidad, la garantía total del trabajo y la obligatoriedad de distribuir riesgos vienen a ser la misma cosa, y hace que esta obligatoriedad funcione exactamente como en el capítulo anterior decíamos que debía hacerlo: paso a paso, haciéndose efectiva solo durante el instante de la relación económica, pero en ningún otro momento. Evidentemente, el concepto de dilución de riesgos va un poco más allá, al tener en cuenta no solo el funcionamiento de la máquina, sino los riesgos que su uso pudiera ocasionar, al tener que cubrir no solo el mal funcionamiento o invalidez del producto, sino los daños que un accidente del que participe ocasionara.

Cuando veamos el principio de responsabilidad ascendente, se entenderá también otro aspecto importante de la garantía total (incluyendo riesgos derivados), que es el de que a través de esta garantía total el proveedor de un servicio no solo recibe las costes de su producto, sino de todo lo que su producto acarrea indirectamente, lo cual es necesario para que asuma como suyas ciertas consecuencias incluso aunque no sean del todo responsabilidad suya, pero si en parte.  


Google
 
Web eumed.net

 

Volver al índice de PROTOPÍA

Volver a "Libros Gratis de Economía"

Volver a la "Enciclopedia y Biblioteca de Economía EMVI"