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PROTOPÍA

 

SOBRE LA CONFIANZA EN EL CÍRCULO

LA IDENTIDAD DE LOS ACTORES

A lo largo de los próximos capítulos emplearé de un modo bastante indiferente las palabras personas, individuos, agentes, actores, empresas, productores, consumidores...Existe una identidad entre ellos, por supuesto, pero aquí ya hay una propuesta: las leyes que afecten a unos deben afectar a los otros. No descubro América si digo que es regla desde el principio de los tiempos que una persona tenga que obedecer unas reglas mientras que, por ejemplo, una iglesia, una empresa, un pueblo, o cualquier otra clase de comunidad, tiene que obedecer otras. Particularmente, las empresas están sometidas a unas leyes, mientras que las personas están sometidas a otras. Esta asimetría es una fuente de desatinos legales sin fin, y el origen de una casta dedicada a seguir inventando por un lado diferencias entre ellas y por otro a poner orden y concierto en la relación entre unas y otras. Los impuestos se llaman de maneras diferentes, los derechos son diferentes, las obligaciones burocráticas también. Es bastante patético.

Existe un realidad económica, tal como vimos en el principio de escala económica, y es que da exactamente lo mismo si una persona hace algo y lo vende a título personal que si se reviste de la formalidad de una empresa y lo vende como producto empresarial. Y lo mismo pasa si consume. Por lo tanto, desde el punto de vista económico, que es el único que en la realidad va a conducir a unos fenómenos u otros, da exactamente igual si hablamos de una persona o una empresa. Desde el punto de vista económico, las personas compran y venden, y las empresas también, las personas poseen o carecen, ofertan o demandan, y las empresas también. Y todo lo que hacen lo hacen con lógica o sin ella.

Que la legalidad diferencie a dos sujetos que en la realidad económica tienen las mismas propiedades es una completa tontería que no hará más que crear problemas. Desde cualquier punto de vista, una empresa ha de ser una persona más, y desde el punto de vista legal, solo deben existir personas. Si son personas auténticas o comunidades no debe afectar a más leyes que a las que regulan las comunidades mismas.

Solo así será posible que las personas sepan a qué atenerse cuando gobiernan una empresa, sin tener que pasar por las manos de la casta casi sacerdotal de los burócratas y abogados, que como ya veremos tendrían mejores cosas en qué ocuparse que en mantener el absurdo de esta diferenciación. Solo así será posible que las empresas tengan auténtica libertad de acción, y que cuando las personas tratan con las empresas tengan los mismos derechos que cuando tratan con las personas.

Solo así será posible que las empresas actúen de modo racional. Evidentemente, las empresas deben tener una regulación interna que las personas no necesitan. Desde este punto de vista, las empresas son comunidades. Por la misma regla de tres, todas las comunidades deberían tener regulaciones similares, tanto si son empresas como si son iglesias evangélicas, a las de la comunidad en que están inmersas, si aquella es verdad que funciona medio bien. Ahora bien, del mismo modo que las personas deben ser libres para abandonar la comunidad más grande adonde llegue la aplicación de los principios que aquí se sugieren, porque no se puede asegurar que todos los detalles necesarios estén bien resueltos en la práctica, también las comunidades deben ser libres de tener una regulación interna propia (siempre que no sea demasiado leonina o atente contra los derechos fundamentales del individuo) pues no puede asegurarse que sus regulaciones no puedan ser mejores que las de la comunidad más grande. Pero las comunidades no deben adquirir diferentes derechos y obligaciones respecto al resto del mundo por el hecho de tener diferentes regulaciones internas. En la práctica el permitir que una iglesia tenga diferentes derechos (respecto al mundo) que los bancos o las ONG solo conduce a absurdos funcionales y competencias desleales. En la realidad, todo el mundo ejerce una influencia sobre los demás en el ámbito económico, y si se permite que algunas comunidades tengan diferentes derechos que otras, explotarán esas diferencias para ejercer competencias desleales bastante absurdas y que no tienen objeto ninguno.

De todas formas, tanto si legalmente se reconoce así como si no, debemos darnos cuenta de que tal identidad EXISTE. Que las empresas no son entes diferentes a las personas en lo económico, y que, por ejemplo, la relación que se establece entre un trabajador y su empresa es la misma que la que se establece entre una empresa y su cliente. Si no se entiende que esta igualdad existe, tanto si se reconoce como si no, nunca se podrán hacer legislaciones coherentes, pero peor, nunca se será capaz de pensar en ellas.  


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