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PROTOPÍA

 

EL PRINCIPIO DE IMPREVISIÓN

 

El principio de imprevisión dice que las personas que cuentan con tropezar tienden a no hacer nada, y las que no cuentan con ello, se tropiezan; sin embargo, no hay bastantes piedras para que todo el mundo se tropiece al mismo tiempo.

Podría parecer oscura la utilidad de este principio en el planteamiento de una utopía cualquiera, sin embargo, es estrictamente necesario, por cuanto las personas que se tropiezan, y en especial si están en los puestos de decisión, son las que generan problemas, pero el resto son las que no los arreglan. Ello constituye la base de nuestro actual sistema capitalista, pero es también la base del llamado estado del bienestar, como a continuación explicaremos.

Frente a la potencialidad de un accidente o imprevisto, solo hay cuatro posibles actitudes:

  1. -Hacer como que no existe, y continuar adelante.

  2. -Asustarse y escapar en dirección contraria.

  3. -Caminar muy precavidamente hacia adelante tomando todas las precauciones imaginables, con mucha seriedad.

  4. -Apostar dinero con el vecino a que te abres la cabeza. Así, si te la abres, por lo menos sacas un dinerillo.

La primera actitud es irracional, la segunda no sirve para nada porque siempre existen imprevistos posibles y nunca se haría nada, y la tercera es asquerosamente complicada.

Yo voto por la cuarta.

En teoría, el capitalismo consiste en que cualquier individuo coge su dinero, se lo juega a que tal o cual cosa se va a vender, y si tiene razón, saca un dinero (un beneficio) a cambio de correr un riesgo de (imprevistamente) equivocarse, en su camino de servir al prójimo con una mercancía útil.

En la práctica, los que tienen capital como para jugárselo, nunca se lo juegan. Juntan todo el capital de todos y se lo juegan a varios negocios diferentes. Es imposible que todos fallen y se sabe que por sistema los que darán dinero compensarán los fiascos. De modo que en realidad no corren ningún riesgo. Si a un no-riesgo corresponde o no corresponde un beneficio que teóricamente se otorga por correrlo, que lo decida cada cual.

Ahora bien, el principio dice bastante claro que alguno tropieza. Pero está en la naturaleza humana que algunos no crean en las piedras y así asuman riesgos innecesarios consigo mismos (a veces, también con los demás). Como veremos, este es el motivo por el que hay que abogar por una sociedad en la que compartir los riesgos y asegurarse unos a otros no sea una cuestión de gusto, sino una costumbre impuesta (en la comunidad, por supuesto, no para quienes no quieran participar de ella).  


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