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PROTOPÍA

 

PRINCIPIO DE ESCALA ECONÓMICA

 

Este principio dice que una comunidad tiene exactamente los mismos problemas que un individuo que se relaciona con otros individuos, cuando se relaciona con otras comunidades o con individuos de mucho poder.

A veces tendemos a pensar que los países, por ejemplo, pueden vivir según sus normas haciendo oídos sordos de lo que pasa fuera de ellos, pero nos creemos incapaces de hacer oídos sordos a la existencia de familiares, vecinos y compañeros. Como personas, parece que siempre estamos necesitando a otras para algo, pero tendemos a creer las comunidades, y en especial si son grandes, no tienen motivo para relacionarse con las demás o entrar en conflicto con ellas. Sin embargo, ninguna de las dos cosas es cierta. Como personas, tenemos la misma capacidad que los países para vivir a nuestro aire sin hacer nada por nadie ni tampoco contar con ellos para nada. Al mismo tiempo, las comunidades tienen tanta necesidad de entrar en contacto con otras como nosotros mismos.

A la hora de inventar utopías, la asignatura pendiente ha sido casi siempre, precisamente, qué relación debían tener las comunidades utópicas con sus vecinos. Es más o menos fácil encontrar conjuntos de costumbres coherentes que aparentemente procurasen una vida organizada y positiva para sus miembros, pero entender y definir cómo han de relacionarse unas comunidades con otras es bastante más difícil. Para empezar, parece que en el mundo de las comunidades no hay reglas. Mientras que más o menos una comunidad tiene unas costumbres que respetan casi todos sus miembros, que son impuestas desde un centro de poder interno más o menos aceptado por sus miembros, en el mundo no existe ni esa homogeneidad de costumbres, ni un centro de poder establecido de una forma tan visible.

Pero la lógica del principio de escala es que las comunidades se comportan como individuos, lo que quiere decir que si no se sabe cómo resolver las relaciones entre comunidades que no están de acuerdo entre ellas sobre los principios de vida interesantes, la aparente viabilidad de las reglas internas es solo eso, aparente. Las relaciones entre comunidades, no es un secreto, se basan en la fuerza. A medias en la fuerza comercial (que ofrece algo) y a medias en la fuerza militar (que exige algo). Las comunidades son libres de establecer relaciones comerciales entre ellas, del mismo modo que lo pueden ser los individuos dentro de ellas. Quizá una comunidad pueda negar los principios comerciales en su seno, pero no podrá substraerse a emplearlos en su relación con los demás. Este es el punto interesante: cuando no existe una ley establecida, entonces una adecuada combinación de comercio y amenaza militar es la clase de relación que se establece. En conclusión, cuanto menos consensuada esté la ley en el interior de una comunidad, más tendrá que basarse en la fuerza militar, o bien en la fuerza comercial. Si las relaciones con el comercio exterior no están bien determinadas por la utopía, de tal manera que exista una razonable garantía de que ésta pueda sobrevivir sea cual sea lo que suceda en el resto del mundo, entonces es poco probable que se haya acertado sobre las garantías que el sistema ofrece internamente. Por el contrario, una comunidad que trate sus relaciones internas como trata las externas está mucho más cerca de encontrar una solución de vida viable a largo plazo.

Las personas tienen que pagar impuestos. A veces parecería que en el seno de una sociedad donde una comunidad cualquiera no tiene la independencia total, esa comunidad no podría establecerse adecuadamente para responder a las expectativas de sus miembros de convivir armoniosamente. Sin embargo, ya hemos visto que las comunidades, incluso las arbitrariamente formadas, pueden generar cualquier cantidad de riqueza, y en particular, suficiente para responder a cualesquiera exigencias que desde el exterior se les pudiesen hacer. Una comunidad que debe entregar el diez por ciento de su producción a una amenazante comunidad imperial no está en mejor ni peor situación que una comunidad que vive en un país determinado y tiene que hacer frente a exigencias de impuestos o alquileres de terrenos con el diez por ciento de su producción y a base de intercambiar con otras comunidades, ni está en mejor ni peor situación que la comunidad que pierde el diez por ciento de su producción bajo cualquier catástrofe natural.

Por otra parte, una comunidad que impide que dentro de ella se formen y convivan en paz pequeñas comunidades con cierta autonomía, está imponiendo cierta clase de condiciones antinaturales, porque en realidad, no debería haber sustancial diferencia entre que los miembros de la comunidad fueran personas, empresas, iglesias, autonomías o asociaciones cooperativas. Si las comunidades tratan de diferente manera a sus miembros, según si son personas, empresas, iglesias o cooperativas, no hacen algo distinto de lo que hace una comunidad que trata de diferente manera a las personas según si son de una religión u otra, de un color u otro, de un sexo u otro, porque a fin de cuentas, las comunidades tienen EXACTAMENTE los mismos problemas que las personas. Por añadidura, las comunidades tienen exactamente los mismos problemas tanto si son pequeñas como grandes. No existe realmente una diferencia de calidad entre unas y otras. Quienes pretenden, por tanto, que la comunidad internacional solo puede ser gestionada por sofisticadas maquinarias capaces de tener en cuenta todos los múltiples números que se pueden extraer de una sociedad, efectos que solo pueden comprender las personas con años y años de estudios, en realidad pretenden decir que una familia de cuatro individuos tampoco llegará a ninguna parte a no ser que el cabeza de familia haya estudiado derecho, economía, política, historia, idiomas y un montón de cosas más. La evidencia es que las familias de cuatro personas presentan muchas formas de economía interna, y que funcionan mejor o peor según la sensatez de sus miembros (y por supuesto, de su cabeza de familia), y en ningún momento es necesario estudiar mucho para saber, por ejemplo, que si alguien en una familia anda repartiendo falsas promesas, se van a empezar a producir muchos problemas.

Al final, el principio de escala se puede expresar de un modo más certero de esta manera: una tesis utópica que no funcione a una escala dada, tampoco funcionará a ninguna de ellas. El examen a que este principio puede someter a una utopía es bastante duro, porque establece que una tesis utópica cualquiera con pretensiones de ser viable debe poder demostrar su validez en cualquier grupo de tamaño arbitrario, sea una familia, una empresa, una cooperativa, una multinacional, una comunidad autónoma, un país, el mundo entero, o solo un montón de gente drogada con túnica roja. Aunque una cosa sí es verdad: cualquier problema que surja en una pequeña comunidad se multiplicará por diez en una comunidad el doble de grande.

Porque debemos ser incapaces de admitir que sea necesario descubrir los más profundos misterios del origen del mundo, la materia y el espíritu para convivir cuatro gatos con un mínimo de sensatez, es por lo que debemos negarnos, en redondo, a admitir que sea necesario estudiar un millón de libros para decidir si una ley es buena o mala para un país. Cuatro gatos se comportan con la misma sensatez o falta de ella que cuatro mil millones. De ahí que sea inadmisible que nos traten de convencer de que el mundo no tiene arreglo.  


 


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