¿Buscas otro libro?
Buscalo aquí:
Amazon Logo





 

 

Pulse aquí para acceder al índice general del libro.

Libro completo en formato PDF (243 páginas, 1600 Kb)

PROTOPÍA

 

DEFINIENDO PROPÓSITOS

 

Insistamos. ¿Quien ha dicho que si la sociedad fuera perfecta el hombre sería feliz? Muchos filósofos, desde luego, pero creo que no tenían razón. La felicidad es un estado psicológico ideal que las personas buscan para sí mismas. No es una característica social. A menudo pensamos que no somos felices porque la sociedad es imperfecta, simplemente porque casi siempre los motivos que podemos identificar para nuestra infelicidad son motivos relacionados con otras personas, y donde se dice otras personas se dice social. Si es nuestro trato con la gente lo que genera la clase de problemas que nos preocupan y el trato con la gente forma parte de lo social, una sociedad perfecta debería darnos un trato perfecto y en consecuencia seríamos felices. Así es como razonamos.

Pero esto no puede ser verdad. Suponiendo que consiguiéramos que en este preciso instante todo el mundo empezara a hacer justo aquello que queremos que haga (por imposible que parezca, supongámoslo por un momento), aun así nos quedarían muchos problemas. Para empezar, nuestra propia mortalidad. A menudo nuestra muerte está causada o favorecida por razones sociales, pero en ultima instancia, nuestra naturaleza mortal no proviene de la presencia y actos de otras personas. Somos mortales porque lo somos.

Podríamos suponer que nos morimos solo por culpa de los disgustos que la gente nos da, pero discutir esto se sale de las posibilidades de la lógica.

Si somos bajitos, gordos, feos o deformes, lo más que podemos hacer por acusar a la sociedad, es acusarla de no estar organizada de forma que la gente haga un esfuerzo por no discriminarnos, o incluso por buscar las formas técnicas de evitar que lo seamos, pero si todo el mundo se pusiera a trabajar por arreglarnos, eso no haría que encontraran una solución ni que llegara a tiempo. También a menudo tenemos una insatisfacción general con lo que nosotros mismos hacemos. A veces podemos rastrear las causas de nuestro "mal" comportamiento en otros, pero otras veces no. Aunque todos hicieran lo que queremos, quizá nosotros mismos no lo haríamos. De modo que toda la culpa de nuestra infelicidad no puede estar en los demás y en su forma de hacer las cosas.

Así que un pensamiento utópico razonable no pretendería buscar la felicidad de las personas, sino solamente evitar las causas de infelicidad que provienen PRECISAMENTE de la forma en que la sociedad está organizada. Y este es un propósito mucho más limitado, y por tanto, mucho más posible.

A menudo pensamos que la causa de estos males que provienen de los demás está en ellos como personas, y no en la estructura social misma. Pensamos entonces que cualquier estructura sería buena si la gente se comportase bien, y que mientras la gente tenga malos deseos y malas costumbres, ninguna estructura, costumbre, ley o institución puede evitar que nos caigan encima desgracias de las que tal gente es responsable. Sin embargo, es evidente que a veces la gente hace cosas que nos perjudican a causa de cómo están organizadas las cosas. A veces, porque se les obliga a hacerlo, como cuando a las personas se las obliga a luchar en una guerra. A veces, porque los mismos medios que son empleados para obligarnos a luchar en una guerra o a pagar los impuestos, no se emplean para obligar a ese vecino molesto a que abandone sus costumbres nefastas.

De modo que una utopía razonable no pretendería evitar siempre que las personas tengan deseos malos, sino emplear los medios a su disposición para minimizar el daño que puedan hacer, repararlo, y hacer difícil que estos "malos deseos" se conviertan en actos; y en todo caso, para no generarlos, facilitarlos, ni obligarlos mediante esos mismos medios.

Sin embargo, hay ideologías según las cuales al hombre se le debe dar la libertad de que cometa las fechorías que le parezca a fin de que pueda ganarse o perderse los dones de vida que provienen de un dios, sea este dios el que sea, y sean dichos dones los que sean. Evidentemente, para las personas que creen en estas ideologías, cualquier cosa estará siempre justificada, salvo precisamente el hecho de que existan leyes y medios coercitivos en uso. Para ellos la justicia es de Dios, de modo que no pueden explicar el motivo por el que colaboran en el mantenimiento de estructuras de poder y represión que tienden a castigar al hombre por sus actos (Mpor si acaso se le pasa a su Dios el hacerlo?).

El pensamiento utópico no puede hacer frente a estas ideologías, salvo haciendo ver que los mismos que las defienden las niegan cuando de hecho intentan afectar las ideas de los demás con medios coercitivos de cualquier índole. Por consiguiente, el pensamiento utópico razonable debería reconocer que las sociedades organizan medios de imponer ciertas reglas de convivencia y hacen uso de estas reglas y estos medios, tanto si lo admiten como si no, de modo que debe prever su existencia y decidir qué hacer con ellos.

De modo que el objetivo del pensamiento utópico debería estar bastante restringido. Solo debería pretender organizar una sociedad que no engendrase en las personas el deseo de causar mal a los demás, que no les diese la oportunidad de hacerlo si lo tuvieran de por sí, y que arreglase las consecuencias en caso que la encontraran, siempre y cuando todo ello fuese posible con los recursos que se pudieran poner a su disposición y en el marco de una serie de problemas que vienen del medio no social y de los cuales la sociedad solo puede ser responsable por no buscar el modo de evitarlos, tales como las catástrofes naturales, la mortalidad natural de las personas, la escasez de recursos, las plagas o las invasiones de otras culturas con ideas menos ordenadas. Por lo demás, está claro que el que cada persona encuentre su lugar en el mundo ha de seguir siendo cosa suya.

No puede pretenderse que la sociedad sea responsable del individuo, porque el individuo tiene cualidades que nada tienen que ver con lo social, pero en cambio, sí puede pretenderse que la interacción social no perjudique al individuo. No puede pretenderse que unos individuos no se perjudiquen a otros en sus propósitos, pero sí que puede pretenderse que la forma de perjudicarse unos a otros no se convierta en la forma común de vivir.

Por supuesto, no digo con ello que las ideas que pretenden que el hombre es de natural bondadoso y simplemente es contaminado por la sociedad, o las que, al contrario, pretenden que el hombre es malo malísimo y la sociedad debe encaminar todos y cada uno de sus pasos, que estas ideas, digo, no sean un pensamiento utópico. Por supuesto que lo son.

Las ideas expresadas más arriba constituyen de hecho una forma particular de pensamiento utópico; si se quiere, un principio de doctrina. Solo digo que tales ideas me parecen razonables. Definir, por tanto, el alcance propuesto del pensamiento utópico es ya un acto de pensamiento utópico, y una propuesta utópica en sí. Lamentablemente, es un paso inevitable, pues de lo contrario, no se puede ni siquiera empezar a hablar de sobre qué hablar y sobre qué no. Nunca ha existido, ni creo que pueda existir, una utopía que no se funde de algún modo en una idea sobre lo que es el hombre. Lo que no significa que tenga necesariamente que hacer referencia a ella. Presentar una utopía sin presentar sus fundamentos psicológicos es poco común, pero quizá sea útil, porque muchas veces no se discuten las propuestas utópicas, sino sus fundamentos, y sobre psicología me temo que todavía queda mucha tela que cortar en el mundo. Los utopistas a menudo presentan sus teorías psicológicas asumiéndolas como ciertas, y pretendiendo entonces que sus propuestas utópicas son un resultado lógico e inevitable de aquellas.

Creo que es una estrategia incorrecta. Nadie en su sano juicio puede pretender enarbolar la certeza de la verdad psicológica como argumento, porque se encontrará de boca contra la certeza de cualquier otra verdad psicológica que diga lo contrario. En cambio, es posible que las personas estén dispuestas a admitir como una buena idea cualquier propuesta que les parezca atractiva, con tal de que no tengan necesidad de cambiar sus propias convicciones sobre sí mismas. Es más, si un utopista se fundara en tesis psicológicas correctas, lo más probable es que sus propuestas resultasen atractivas por sí mismas. Así es que Mpara qué apoyarse en tesis psicológica alguna?.

Es más. No quiero dar nombres, pero a veces, sobre una teoría psicológica bien fundamentada se pueden proponer utopías absurdas, porque el paso de una a otras es un paso lógico y por tanto comprometido, ya que la lógica empleada puede estar equivocada. Por fortuna, al contrario también puede ocurrir, y sobre teorías psicológicas incorrectas pueden fundarse utopías sólidas, gracias también a una lógica incorrecta. Es por este motivo por el que creo útil que las utopías se presenten sin esa clase de justificación, independientemente de que el utopista como persona la necesite para construir su utopía.

Por tanto, evitaré en la medida que pueda, también, el hacer referencia a juicios sobre el hombre a la hora de hablar de las utopías que existieron o puedan existir.

Sin embargo, toda propuesta ha de basarse en algo. La utopía podría basarse en una ciencia sociológica, pero la sociología, como ciencia, está aun más poco desarrollada y descaminada que la psicología misma. MEn qué podemos basarnos, pues, para leer utopías y discutir sobre ellas?. En primer lugar, en nada. A fin de cuentas, uno puede limitarse a dar su aprobación o desaprobación a una idea, o hacer sus propuestas sin más. Sin embargo, encuentro útil hacer referencia a algunas observaciones que me parecen interesantes. Por tanto, las expondré en los próximos capítulos.  
 


Google
 
Web eumed.net

 

Volver al índice de PROTOPÍA

Volver a "Libros Gratis de Economía"

Volver a la "Enciclopedia y Biblioteca de Economía EMVI"