Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.
PARTE TERCERA: LOS MARCOS CONCEPTUALES DE LA ECONOMÍA.
CAPÍTULO 6.- CRECIMIENTO, ACUMULACIÓN Y TENDENCIAS PROFUNDAS: LA ECONOMÍA POLÍTICA.
La dinámica en la Economía marxista
El mecanismo de acumulación bajo el capitalismo podría explicarse en su origen por la creación de plusvalía y por las presiones sobre los capitalistas para reinvertir una parte sustancial de la misma. La relevancia de la producción de plusvalor como mecanismo que posibilita la acumulación será abandonada por los economistas marginalistas. Estos, al dejar de considerar la producción como el problema clave de la economía capitalista y sustituirlo por el de asignación (óptima de recursos), dejarán de prestar atención a esa parte intermedia del circuito económico. Consiguientemente, se dejará de prestar atención a las formas que irá revistiendo bajo el capitalismo el proceso de trabajo, y la conexión de éste con la dinámica de la acumulación.
Además de los propios escritos de autores marxistas y neomarxistas, habrá que esperar a los escritos regulacionistas franceses de la segunda mitad de este siglo para reinstaurar la importancia de las modalidades del proceso de trabajo y la conexión de éstos con los distintos regímenes de acumulación. Así, la obra de Benjamin Coriat de 1979, El taller y el cronómetro. Ensayo sobre el taylorismo, el fordismo y la producción en masa, tiene por objeto mostrar, para un caso histórico dado, la relación que existe entre proceso de trabajo y acumulación del capital. Esto es, analizar las técnicas de organización del trabajo, por un lado, y las teorías y modelos económicos del crecimiento, por otro, con el propósito de mostrar sus relaciones.
Y si hay una contribución propia en este trabajo, reside en esto: recordar la concatenación particular que conduce de las mutaciones introducidas en el proceso de trabajo por el taylorismo y el fordismo a las que van a afectar a la acumulación de capital. Pues sólo con esta condición puede definirse de manera precisa el concepto de producción en masa.
También la escuela francesa de la Regulación recuperará la importancia de esa relación social fundamental de intercambio D-T y la relacionará con las modalidades del proceso de trabajo bajo la denominación de relación salarial (Lipietz, 1988).
Por otra parte, las leyes que gobernaban la distribución eran cruciales para la explicación marxista de la dinámica del modo de producción capitalista. Marx hizo suya dos de las principales conclusiones clásicas sobre el comportamiento de las participaciones distributivas durante un período de cambio dinámico: el salario real gravitaría en torno a un nivel de subsistencia y la tasa de beneficio declinaría. Ahora bien, el análisis clásico y el marxista ofrecían explicaciones bastante diferentes de estos fenómenos. Respecto a los salarios, los clásicos consideraban que los ajustes se efectuarían por el lado de la oferta de fuerza de trabajo en el mercado de trabajo, las mejoras de salarios reales llevarían a un incremento de la fuerza de trabajo, que acabaría presionando a la baja las tasas salariales. Marx consideraba que el ajuste procedía de la demanda de fuerza de trabajo:
Si la cantidad de trabajo no remunerada ofrecida por la clase trabajadora y acumulada por la clase capitalista crece tan rápidamente que su conversión en capital requiere una adición extraordinaria de mano de obra remunerada, los salarios suben, y permaneciendo igual todo lo demás, el trabajo no pagado disminuye en proporción. Pero tan pronto como esta disminución llega al punto en que el excedente de trabajo que nutre al capital no se suministra en la cantidad normal, surge una reacción: se capitaliza una parte menor de renta, hay retrasos en la acumulación y el movimiento al alza de los salarios se frena. (El Capital. Vol I.)
Respecto a los beneficios, al eliminar de su análisis el concepto clásico de renta de la tierra y negar la existencia de diferencias significativas en las condiciones productivas de la industria y agricultura, Marx no podía apelar a los costes crecientes de los alimentos como variable explicativa del comportamiento de los beneficios. En su lugar, desarrolló el argumento en torno a las variaciones de tres relaciones fundamentales: tasa plusvalía (s/v), composición orgánica del capital (c/v) y tasa de beneficios (s/c+v).
Aceptando el supuesto de una tasa de plusvalía constante y combinándolo con una composición orgánica del capital creciente, fruto de la acumulación de capital, se deduce que la tasa de beneficios debe decrecer cuando s y v son iguales y c está creciendo a una tasa más rápida que ambas, el valor del denominador de la tasa de beneficios crece más rápidamente que el valor del numerador. De este modo Marx llegaba a una conclusión similar a la de los economistas clásicos sobre el comportamiento de la tasa de beneficios a largo plazo.
No obstante, este argumento no estaba exento de fallos. Una de las conclusiones contradecía una de las piezas vitales del anterior argumento sobre la evolución de los salarios reales. Presumiblemente, el proceso de acumulación de capital aumenta la productividad del trabajo e incrementa la cantidad de producto neto (v + c). Si la proporción de s a v permanece constante, el crecimiento en la cantidad del producto neto implicaría que crecía el total de pagos por salarios (v); y, con bastante probabilidad, a un tipo más rápido que el volumen del empleo. La mecanización, después de todo, era de esperar que redujese la tasa de crecimiento de la demanda de mano de obra. Esta consecuencia, sin embargo, implicaría que la parte de la mano de obra que permaneciera empleada disfrutaría de mejoras en sus ingresos reales. La posibilidad, bajo el capitalismo, de incrementos en los salarios reales no podía conciliarse con las ideas centrales del argumento marxista ni conciliarse analíticamente con la existencia de un ejército de reserva de parados. Parece que Marx no se dio cuenta de esta contradicción de su análisis (Barber, 1967).
Un último aspecto a tratar se refiere al análisis de las crisis. El anterior circuito D-D puede verse interrumpido en varias fases, dando lugar a distintas modalidades de crisis. Éstas serían, en términos generales, crisis de realización -acumulación de existencias-. Pero junto a ésta, evidentemente, existía una crisis de tipo clásico debida a la caída en la rentabilidad que reduce el incentivo de los capitalistas a la acumulación . Por otra parte, Marx ofrecía una teoría de la crisis final del capitalismo que descansaba más en supuestos filosóficos que en su análisis económico.
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Como hemos mostrado, los autores analizados bajo el título de la Economía política clásica presentaban ciertas diferencias. Pero pese a ellas, compartían un conjunto de términos y conceptos. Estas similitudes en su lenguaje les llevaron a centrar su atención en las mismas problemáticas. Como mostraremos en el capítulo siguiente, la economía marginalista supuso un cambio de lenguaje económico y, por consiguiente, de problemática.