Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.
PARTE TERCERA: LOS MARCOS CONCEPTUALES DE LA ECONOMÍA.
CAPÍTULO 6.- CRECIMIENTO, ACUMULACIÓN Y TENDENCIAS PROFUNDAS: LA ECONOMÍA POLÍTICA.
Marx y la teoría económica
La mayor parte de las creaciones del intelecto o de la fantasía desaparecen para siempre después de un intervalo de tiempo que varía entre una hora de sobremesa y una generación. Con otras, sin embargo, no ocurre así. Sufren eclipses, pero reaparecen de nuevo; y no como elementos anónimos de un legado cultural, sino con su ropaje propio y con sus cicatrices personales que pueden verse y tocarse. Podemos llamar a éstas las grandes creaciones, definición que tiene la ventaja de enlazar la grandeza con la vitalidad. Tomada en este sentido, tal es indudablemente la calificación que hay que aplicar al mensaje de Marx. Con estas palabras inicia Schumpeter (1954) el tratamiento de La doctrina marxista en su obra Diez grandes economistas: de Marx a Keynes.
Para Schumpeter (1954), definir la grandeza de una creación por su capacidad de resurgir implica además la ventaja de que ésta logra así independizarse de nuestro amor o nuestro odio. No es necesario creer que una gran contribución, en sus líneas fundamentales o en sus detalles, deba forzosamente ser una fuente de luz y perfección. Podemos pensar, por el contrario, que se trata de un poder de las tinieblas; podemos juzgar que es errónea en sus fundamentos o estar en desacuerdo con algunos de sus puntos particulares. En el caso del sistema marxista, tal juicio adverso, e incluso la refutación más rigurosa, por su mismo fracaso para herirlo mortalmente, sólo sirven para poner de manifiesto la fortaleza de la estructura.
Marx, en opinión de Schumpeter, recoge distintas personalidades que denomina como «profeta», «sociólogo», «economista» y «maestro». De todas ellas nuestros intereses, naturalmente, se centran en el economista y en su contribución a las ideas económicas y a la elaboración de un nuevo lenguaje económico. En este punto, la opinión de la profesión no puede ser más enfrentada. Para unos, como Blaug (1984), sus ideas carecen de carácter científico, a pesar de dedicar, en su obra de 1980, casi cien páginas a la economía marxista. Para otros, en sus obras se encuentran los elementos esenciales para una auténtica comprensión de la realidad económica capitalista.
Pero carece de sentido tanto una como otra posición, pues la obra económica de Marx, al igual que las demás grandes obras, no está libre de fallos ni está desprovista de méritos. Como en cierta ocasión expresase Luis Ángel Rojo (1984), es necesario ver su obra, sobre todo la de su madurez, como un esfuerzo por ofrecer un tratamiento científico de la realidad socioeconómica. En este sentido, cabe recordar que el objetivo último de su principal obra económica es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna.
Para Schumpeter (1954), es fácil comprender la razón por la cual tanto sus partidarios como sus enemigos han interpretado de manera incorrecta la naturaleza de su contribución en el campo puramente económico. Para sus partidarios, que veían en él algo muy superior al mero teórico profesional, habría sido casi una blasfemia dar demasiada prominencia a este aspecto de su sistema. Para sus enemigos, en el marco de sus razonamientos teóricos, resultaba casi imposible admitir que Marx, en algunas partes de su obra, hubiese realizado ese tipo de trabajo que tanto valoran ellos mismos cuando procede de otras manos. Pero, además, el frío metal de la teoría económica aparece en las páginas de la obra marxista inmerso en una abundancia tal de expresiones ardientes, que llega a adquirir una temperatura que naturalmente no le corresponde. Por lo general, todos aquellos que consideran con desprecio las pretensiones de Marx como teórico en sentido científico no tienen en cuenta, por supuesto, el verdadero pensamiento de éste, sino precisamente esas mismas expresiones, su apasionado lenguaje y sus vehementes acusaciones contra la «explotación» y la «depauperación».
Tras un análisis crítico, Schumpeter (1954) cierra el estudio de Marx economista diciendo:
Primero: la obra de Marx, desde el punto de vista exclusivo del análisis económico, no puede ser considerada como un éxito absoluto; y segundo: que si se considera desde el punto de vista de las contribuciones teóricas audaces, no puede decirse que sea por completo un fracaso.
..., aunque Marx se equivocó frecuentemente... , sus críticos estuvieron muy lejos de tener siempre razón.
..., debe apuntarse también en su favor la contribución que hizo, tanto crítica como positiva, a un gran número de problemas particulares.
... existe, en verdad, en la obra de Marx una importante contribución, capaz de compensar por si sola todas sus deficiencias teoréticas. En el análisis marxista, a través de todo cuanto hay de erróneo e incluso de acientífico, fluye una idea fundamental cuya corrección y carácter científico es indudable: la idea de una teoría entendida no simplemente como un número indefinido de modelos particulares inconexos o como lógica de las magnitudes económicas en general, sino como secuencia real de tales modelos, esto es, una teoría que pretende explicar cómo el proceso económico, a impulsos de su propia energía interna, se desarrolla en el tiempo histórico, produciendo en cada instante una situación concreta que por si misma tiende a determinar la situación que ha de sucederla. De este modo, el autor de tantas concepciones erróneas vino también a ser el primero en concebir lo que aún hoy sigue siendo la teoría económica del futuro, para construir la cual estamos aún acumulando piedras y argamasa, esto es, datos estadísticos y ecuaciones funcionales.