Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.
CAPÍTULO 4.- LAS CIENCIAS SOCIALES: INTERESES Y MODOS DE EXPLICACIÓN.
Explicación intencional, racionalidad y ciencia
En ciertos contextos, se caracteriza como «razón» a las capacidades de reflexión y lenguaje; típicamente y, por consiguiente, «racional» se dice del poseedor de dichas capacidades, y a la maduración de las mismas, uso de razón. Otro sentido de racional se dice de determinadas creencias, decisiones, acciones y conductas de los humanos. Aquí la racionalidad presupone el uso de razón, condición necesaria pero no suficiente. En este sentido la racionalidad no es una facultad, sino un método, si bien su aplicación presupone ciertas facultades.
La racionalidad se predica de nuestras creencias y opiniones, así como de nuestras decisiones, acciones y conducta. Jesús Mosterín (1987) llama «racionalidad creencial» a la primera y, «racionalidad práctica» a la segunda. Nosotros mantendremos la misma denominación para la primera, pero a la segunda la reconoceremos como «racionalidad de la praxis». Lo común es comenzar exponiendo la primera de ellas, pero nosotros procederemos presentando en primer lugar la segunda, postulando aquellas condiciones o rasgos específicos para su reconocimiento.
Racionalidad de la praxis.
Una primera condición de la racionalidad en la praxis es tener conciencia de los fines o metas propias. Pero evidentemente no basta con el saber de lo que se quiere para comportarse racionalmente. Por ello, un segundo rasgo de esta racionalidad es el conocer, en la medida de lo posible, los medios necesarios para la obtención de los fines perseguidos. Este conocer en la medida de lo posible puede entenderse en el sentido de evitar toda ignorancia supina.
Pero, la conciencia de fines y la ciencia de medios no bastan para caracterizar este tipo de racionalidad. Además, se exige un factor esencialmente práctico que sólo se manifiesta en la acción. Por ello, otro rasgo es el poner en obra -al menos en la medida de lo posible- los medios necesarios para conseguir los fines perseguidos. Estos fines que perseguimos, con frecuencia, son de diferente orden. Existen, pues, fines intermedios y fines últimos o, cuanto menos, podemos hacer esta distinción.
Una cuarta condición o rasgo de esta racionalidad, es que en caso de conflicto entre fines de la misma línea y de distinto grado de proximidad, los fines posteriores han de ser preferidos a los anteriores. Pero respecto a los fines posteriores, debemos de evitar toda esquizofrenia. Así, la racionalidad de la praxis nos exige la compatibilidad de los fines últimos.
En definitiva, de todo ello, diremos que un individuo x es racional (en su praxis) si
1. x tiene clara conciencia de sus fines,
2. x conoce, en la medida de lo posible, los medios necesarios para conseguir esos fines,
3. en la medida en que puede, x pone en obra los medios adecuados para conseguir los fines perseguidos,
4. en caso de conflicto entre fines de la misma línea y de diverso grado de proximidad, x da preferencia a los fines posteriores, y
5. Los fines últimos de x son compatibles entre sí.
El agente racional es consciente de sus metas últimas y adopta una estrategia práctica conducente a alcanzar esas metas en la mayor medida posible. Precisamente la racionalidad [en la praxis], ..., no es sino eso: un método, una estrategia para maximizar el conocimiento y la consecución de nuestros fines últimos. (Mosterín. 1987, pp 30-1).
Ahora bien, para actuar racionalmente en algún campo, precisamos ciertas creencias (racionales) sobre ese campo. En este sentido, la racionalidad de la praxis supone la racionalidad creencial. Racionalizar un campo de conducta es aplicar la racionalidad a ese campo, y eso implica tanto el buscar y aceptar la mejor información relevante disponible como el articular nuestros fines respecto a ese campo y el poner en obra los medios más adecuados para conseguir esos fines. (Mosterín, 1987, p 32).
Además, la racionalidad de la praxis supone la creencial incluso en la determinación de los fines, y aún más obviamente en la elección de los medios más adecuados para la consecución de nuestras metas, pues es también en función de lo que creemos acerca del mundo que juzgamos de la adecuación de los medios. La finalidad de obtener un sistema creencial lo más objetivo y verídico posible es una finalidad común a todos los agentes racionales. Y la racionalidad creencial no es sino la estrategia que conduce a esa racionalidad. (Mosterín, 1987, p 32).