LOS LENGUAJES DE LA ECONOMÍA

Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.

PARTE TERCERA: LOS MARCOS CONCEPTUALES DE LA ECONOMÍA.

CAPÍTULO 11.- MONEDA, EXPECTATIVAS Y NO-MERCADO

Las nuevas aportaciones de Chicago

Aunque parte de los autores de la Nueva Macroeconomía Clásica acabaron instalándose en la Universidad de Chicago, hablar de las nuevas aportaciones de ésta equivale a centrar la atención en tres autores: Theodore W. Schultz, Gary Becker y George Joseph Stigler, tres premios Nobel, que han hecho significativas contribuciones a la teoría del consumo y a la denominada teoría del capital humano. Esto es, han centrado su análisis en una nueva conceptualización de consumo y del capital humano.

Theodore W. Schultz destaca en primer lugar por su contribución, desde la ortodoxia, a la Economía del desarrollo económico. En este campo, centró su atención en la importancia del sector agrícola en los países menos desarrollados. Comparte, en 1979, el premio Nobel de Economía con Arthur Lewis, con el cual se encuentra bastante distante por lo que se refiere a sus ideas económicas. Schultz se opone a los modelos teóricos que privilegian la inversión material. Para él, es necesario invertir en capital humano. Enfatizará, junto con Gary Becker, el positivo impacto de la educación y de la formación -capital humano- sobre la innovación y la productividad.

El análisis del capital humano se inicia con una revisión al concepto de capital. Inspirado en el trabajo de Irving Fischer, Schultz enfatizará la distinción entre capital como retorno de la producción y capital como asignación del tiempo. En este último sentido, es en el que encaja la figura del capital humano. Esta representación del capital humano será recogida y desarrollada ampliamente por Gary Becker. Este autor será quien lleve al máximo nivel de desarrollo la teoría del capital humano y, quien desarrolle una nueva teoría del consumo a partir de la concepción del capital como una asignación de tiempo.

No obstante, antes de presentar brevemente el contenido de estas aportaciones, merece la pena mostrar la concepción que de la Economía tiene Gary Becker. Para él la Economía es una ciencia de los comportamientos humanos y en esta dirección se ha ido desarrollando:

“La ciencia económica entra en un tercer período. En el primero se consideraba que la economía se limitaba al estudio de los mecanismos de producción y de consumo de bienes materiales, y no iba más allá -la teoría tradicional de los mercados-. En un segundo momento, el ámbito de la teoría económica ha sido ampliado al estudio de los fenómenos mercantiles, es decir, aquellos que dan lugar a intercambios monetarios. Hoy, el campo de análisis económico se extiende al conjunto de los comportamientos humanos y de las decisiones a estos asociadas. Aquello que define a la Economía, ya no es el carácter mercantil o material del problema a tratar, sino la naturaleza misma de este problema: toda cuestión que implique un problema de asignación de recursos y de elección en el contexto de una situación de escasez ... puede ser tratado por el análisis económico.” (“The Economic Approach to Human Behavior”, CNRS, París, cf. Benhamou, 1988).

Con esta concepción del análisis económico, claramente influida por los planteamientos iniciados por Robbins (1935), Becker desarrollará su teoría del capital humano y del consumo.

Las actividades que influyen en las rentas monetarias futuras, y que son de tipo monetario y no monetarias, son designadas por Gary Becker con la expresión de inversiones en capital humano. Las numerosas formas que pueden revestir estas inversiones incluyen: la educación escolar, la formación profesional, los cuidados médicos, las migraciones, la búsqueda de información sobre precios y rentas.

Las motivaciones de esta inversión en capital humano son, sin duda, el beneficio esperado o la tasa de rendimiento esperada. A cada persona se le supone una curva de demanda decreciente que representa los beneficios marginales y una curva de oferta creciente que representa los costes marginales de financiación de una unidad monetaria adicional del capital invertido; la inversión óptima en capital -humano- queda determinada en el punto de intersección de ambas curvas.

De este modo, las desigualdades de salarios quedarían explicadas por las diferencias en las inversiones de capital humano que realizan los individuos. Becker muestra que el proceso de elección individual entre el presente y el futuro determina si éste continúa con sus estudios o, por el contrario, elige obtener una renta inmediata. Subyace la idea de un diferente coste del tiempo en los diversos momentos de la vida, lo cual permite explicar, en opinión de Becker, la distribución entre tiempo de estudio y tiempo de trabajo remunerado.

[El concepto de capital humano] ayuda a dar cuenta de los fenómenos tales como las diferencias salariales según las personas y según los lugares, la forma de los perfiles de los salarios según la edad, la relación entre edad y salarios, y los efectos de la especialización sobre la competencia. Por ejemplo, porque los salarios observados contienen una recompensa del capital humano, la gente gana más que otros simplemente porque invierte más en ellos mismos. Porque la gente más capaz tiende a invertir más que otros, la distribución de los salarios es desigual.” (Becker, 1975).

Con este tipo de razonamiento, Becker tiene presente en todo momento el coste de oportunidad del tiempo, pues educarse y formarse es renunciar al ocio o al trabajo remunerado. El coste del tiempo tiene un precio de mercado, esto es una tasa salarial. El individuo de este modelo opera continuamente entre elecciones de ocio, de trabajo y de inversión en capital humano. Y estas elecciones no son más que asignaciones de tiempo. Y en estas asignaciones de tiempo sustenta Becker su nueva conceptualización del consumo.

Pero su concepto del consumo parte de una crítica a la teoría microeconómica tradicional. Para Becker, la debilidad de la teoría de la elección tradicional es que parte de las diferencias de gustos para explicar los comportamientos sin llegar a dar cuenta de la formación de estos gustos ni prever sus efectos. Becker quiere, por el contrario, explicar la formación de los gustos que son considerados como dados por la teoría microeconómica usual. Para ello toma en cuenta el hecho de que la utilidad no procede directamente de los bienes y de los servicios comprados en el mercado, sino que es el resultado mismo del comportamiento del consumidor que elige y produce él mismo sus propias satisfacciones teniendo presente una serie de restricciones.

Los bienes que se adquieren en el mercado, para ser consumidos, requieren también ser producidos por el propio consumidor por medio de un proceso de producción que consiste en la combinación de los bienes comprados en el mercado y el tiempo que dedica el propio consumidor en el hogar. En este contexto de análisis, todos los bienes del mercado son inputs utilizados por el proceso de producción del sector no mercantil. La demanda del consumidor de bienes del mercado es una demanda derivada análoga a la demanda del consumo intermedio de las empresas para el caso de un factor de producción cualquiera.

En un análisis próximo a éste, K. Lancaster (1991) dirá que el consumidor no compra los bienes por ellos mismos, sino que los compra por los servicios que estos bienes proporcionan. Estos servicios son las características de un bien. El consumo es pues una actividad que exige tiempo, y cuyos factores de producción son los bienes adquiridos en el mercado y el tiempo asignado por el consumidor en dicha actividad. El resultado de la misma son los productos -output- que no son más que un conjunto de servicios que generan utilidades.

De este modo, se hace comprensible, por una parte, la indiferencia del consumidor frente a las sustituciones posibles en los actos de consumo y, por otra, una percepción de la innovación como la aportación de nuevas características a un bien o a un conjunto de bienes sustituibles que proporcionan los mismos servicios consuntivos. Desde este punto de vista, el proceso de desarrollo conocido por las economías industriales avanzadas puede ser caracterizado también por una sustitución de las técnicas de consumo, en general, de más intensivas en tiempo -cuando la economía doméstica realiza en su interior la mayor parte de las etapas de transformación- a más intensivas en bienes -cuando obtiene del mercado ya transformados una buena parte de los bienes que antes elaboraba por su cuenta- (Anisi, 1987). Y otro rasgo de esta caracterización consistiría en el hecho de que muchos de los inputs que adquiere una economía doméstica para realizar sus actos de consumo no se destinan mayoritariamente a satisfacer necesidades instantáneas, sino que más bien permiten satisfacer necesidades humanas a lo largo de un período de tiempo más o menos prolongado. Son éstos una especie de bienes de equipo, más o menos sofisticados tecnológicamente, que son requeridos en muchos de los procesos de consumo.

Este análisis del consumo acarrea severas objeciones para el análisis microeconómico tradicional. La conceptualización tradicional de que un consumidor soberano es capaz de clasificar sus preferencias de manera racional e independiente y de mantenerlas a largo plazo, se vuelve teórica y empíricamente irrealista. Becker presenta una teoría de la formación de las preferencias que afirma que los cambios de comportamiento son debidos a las variaciones en los precios relativos y en los costes de oportunidad. Su función de producción doméstica está determinada por estos dos factores. Para Becker y Stigler, los cambios en los gustos y las preferencias entrañan costes importantes. Costes referidos al capital, pues pueden suponer desinversiones importantes (“De Gustibus non est disputandum”, American Economic Review, mars, 1977).

G.J. Stigler complementa la teoría del consumo de Lancaster y de Becker con la introducción de los costes de adquisición de información y del tiempo que ésta supone. La información pura y perfecta es una ficción, para comprender mejor la realidad del consumidor es necesario tener en cuenta el coste de adquisición de las informaciones y el coste del tiempo necesario para adquirirlas.

“El coste de la búsqueda, para un consumidor, es aproximadamente proporcional al número de vendedores observados, pues el principal coste es el tiempo. Este coste no necesariamente será el mismo para todos los consumidores. ..., el tiempo tendrá más valor para una persona que disponga de altos niveles de renta.” (Stigler, 1961).

Esta aproximación, que constituye uno de los fundamentos de la moderna teoría económica de la información, conduce lógicamente a un análisis de la publicidad.

“La publicidad es un bien, el moderno método que permite identificar a compradores y vendedores. La identificación de estos últimos reduce considerablemente los costes de búsqueda. Pero la publicidad tiene sus límites. En sí misma constituye un gasto que es independiente del valor del bien en cuestión ...

“El efecto de la publicidad sobre los precios es equivalente a la introducción de una suma importante de búsqueda por una gran proporción de compradores potenciales.” (Stigler, 1961).

Stigler muestra que pueden existir diferentes precios de equilibrio compatibles con la eficiencia económica. Esto proviene del hecho de que la adquisición de la información y los costes de transacción no son nulos.

Evidentemente, la introducción de la existencia de costes de adquisición de información abre una fructífera perspectiva para otros campos de investigación.

“La identificación de los vendedores y el descubrimiento de sus precios son simplemente un escalón del amplio papel que la búsqueda de información juega en la vida económica. Problemas similares existen para el descubrimiento de buenas fuentes de beneficios en materia de inversión, y para la elección de una industria, un lugar, un trabajo para el asalariado.” (Stigler, 1961).

En este sentido, esta perspectiva resulta pertinente en un área como la de la Economía de la innovación tecnológica, donde el objeto de estudio, la tecnología, consiste esencialmente en información. Sin embargo, éste no ha sido un campo de especial estudio por parte de los representantes de la Escuela de Chicago. Si que lo han sido, por el contrario, y especialmente en el caso de Stigler, los campos relativos a la economía industrial y a la reglamentación.

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