LOS LENGUAJES DE LA ECONOMÍA

Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.

PARTE TERCERA: LOS MARCOS CONCEPTUALES DE LA ECONOMÍA.

CAPÍTULO 9.- LA IMPORTANCIA DE LA DEMANDA Y DEL CORTO PLAZO ECONÓMICO: JOHN MAYNARD KEYNES.

La crítica inconclusa a Marshall

Teniendo en cuenta la riqueza del aporte metodológico que constituye el análisis de la demanda efectiva, es importante observar cómo su aplicación se restringe por una serie de principios marshallianos que perduran en la obra de Keynes. Entre ellos conviene destacar, ante todo, el concepto de empresa atomística en un mercado competitivo. Lo cual indica que Keynes no incorporó en su obra la crítica de Sraffa al análisis marshalliano, ni todos los desarrollos de la teoría de la competencia imperfecta que antecedieron a la Teoría General. Además, para los postkeynesianos, la crítica de Keynes a la teoría neoclásica de los salarios y el interés no lo condujeron a otra formulación de la teoría de la distribución y los precios sobre la base del principio de la demanda efectiva.

¿Qué determina entonces la distribución del ingreso y los precios relativos? Para los postkeynesianos, no es posible responder a esta pregunta sin una conceptualización de la tasa o margen de ganancias. O, en palabras de J. Robinson (1978), “la clave de una teoría de la distribución se encuentra en las relaciones entre las condiciones técnicas y la cuota de los beneficios en el valor total de la producción”.

El problema básico de la teoría keynesiana es así la ausencia de conceptos que permitan un correcto análisis de la empresa, los precios y la distribución firmemente sustentada en los conceptos de incertidumbre y demanda efectiva. La ausencia de estos conceptos condujo a los seguidores de Keynes en dos direcciones opuestas. Por una parte, conceptos procedentes de la teoría neoclásica y, en particular, del análisis walrasiano se intentaron compaginar con el análisis keynesiano del corto plazo, dando lugar a la «síntesis neoclásica».

Por otra parte, los autores postkeynesianos se presentan como ampliadores de la ruptura llevada a cabo por el propio Keynes, extendiendo, para o por ello, los conceptos de incertidumbre y demanda efectiva a otras esferas. Además, rechazan como impropia la incorporación de los conceptos de Keynes en el análisis walrasiano. Pues lo más destacable de la Teoría General es que rompió el cascarón del equilibrio y pasó a considerar las características de la vida económica según la experiencia de cada momento: estableció la diferencia entre ayer y mañana. El pasado es irrevocable y el futuro es una incógnita. Sin esta distinción es imposible entender el alcance que cobran la noción de incertidumbre y el papel de las expectativas.

La incorporación del tiempo histórico, fuertemente enfatizada por los postkeynesianos, en particular por la señora Robinson (1980) lleva a una contradicción a cualquier intento de introducir los flujos de producción en el planteamiento de Walras. O bien todo el tiempo futuro queda incorporado en el presente, o de lo contrario cada individuo debe prever correctamente lo que harán todos los demás y, en consecuencia, la incertidumbre no estaría presente.

De cuanto venimos diciendo pueden resaltarse algunos postulados presentes, total o parcialmente, en el análisis postkeynesiano. En primer lugar, existen problemas de información. El tratamiento otorgado al tiempo, consecuencia lógica de la importancia dada a la incertidumbre, no hace sino decirnos que la información es incompleta. Derivado en parte de lo anterior, para los postkeynesianos la idea de equilibrio debe tomarse con mucha cautela. El hecho de que el pasado esté dado y el futuro no pueda ser conocido con certidumbre en el momento de la elección, convierte en autocontradictorio el concepto de equilibrio. Cuando un mercado está en equilibrio, todos los participantes están satisfechos de haber realizado, en las condiciones vigentes, las mejores elecciones posibles. Lo que no podrían haber conseguido de no haber conocido, en el momento de su elección, cuáles serían los resultados. Cuando un mercado reacciona ante el cambio de las circunstancias, su reacción no puede equipararse a la de una balanza ante un cambio definido de los pesos. Pues en la mayoría de las reacciones económicas el camino que sigue el mercado, en tanto se adapta a un cambio, tiene un efecto que persiste durante mucho tiempo sobre la posición alcanzada (Robinson, 1956).

Para construir un modelo causal debe partirse de las reglas y motivos que gobiernan la conducta humana. En consecuencia, se tiene que especificar a qué clase de economía se aplica el modelo, porque diversos tipos de economía tienen distintos conjuntos de reglas (Robinson, 1960a). De ello se sigue que “la teoría económica ... no puede establecer leyes universalmente válidas. Es un método para organizar las ideas y formularse preguntas.” Así, para los postkeynesianos, antes de ser aplicadas a la experiencia histórica y contemporánea, las hipótesis deben ser sometidas a un examen de su consistencia lógica y su plausibilidad a priori. Una hipótesis acertada es la que proporciona nuevas respuestas a problemas anteriormente insolubles o formula cuestiones previamente desconocidas .

Para los postkeynesianos, en una economía capitalista industrial, coexisten sectores oligopolistas o de competencia imperfecta y sectores donde la competencia se acerca más a lo que suele entenderse como competencia perfecta. La competencia imperfecta resulta de la fragmentación de los mercados, fragmentación asociada a la preferencia de todo comprador por vendedores particulares, como producto de la costumbre, el contacto personal, la proximidad (más allá de los puros efectos del costo de transporte), la confianza en el vendedor, las facilidades que ofrece a sus compradores usuales, etc. La fragmentación es pues una manifestación de la inercia de las redes comerciales. Esta inercia implica que el factor limitante básico para la expansión de cualquier empresa no es el costo creciente de la producción sino el mercado de productos particulares.

De aquí derivan dos corolarios. Uno, el objetivo de la empresa no es la maximización del beneficio a corto plazo, sino la expansión de su mercado a largo plazo. Y dos, en esas condiciones puede no ser racional para la empresa alterar frecuentemente sus precios para equilibrar la oferta y la demanda. El ajuste a cambios en la demanda puede darse por medio de alteraciones en la utilización de la capacidad productiva, de los inventarios o de la fecha de entrega de los pedidos, todos estos casos se caracterizan por una cierta rigidez de precios o de los márgenes de ganancia ante alteraciones de la demanda. Otra consecuencia que deriva de la presencia de sectores oligopolistas, es la relativa fijeza de los coeficientes técnicos de producción. Lo que implica serias limitaciones a cualquier alteración salarial como vía de aumento del empleo.

Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Economistas Diccionarios Presentaciones multimedia y vídeos Manual Economía
Biblioteca Virtual
Libros Gratis Tesis Doctorales Textos de autores clásicos y grandes economistas
Revistas
Contribuciones a la Economía, Revista Académica Virtual
Contribuciones a las Ciencias Sociales
Observatorio de la Economía Latinoamericana
Revista Caribeña de las Ciencias Sociales
Revista Atlante. Cuadernos de Educación
Otras revistas

Servicios
Publicar sus textos Tienda virtual del grupo Eumednet Congresos Académicos - Inscripción - Solicitar Actas - Organizar un Simposio Crear una revista Novedades - Suscribirse al Boletín de Novedades