RIQUEZA, POBREZA Y DESARROLLO SOSTENIBLE
 

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David Barkin

D. EL ANÁLISIS ECONÓMICO DEL “PROBLEMA”

Como pasó en el mismo campo de la teoría del desarrollo, muchas de las instituciones multilaterales reaccionan a los retos de la "sostenibilidad", adoptando la estructura analítica y las herramientas de la economía ortodoxa para ayudar a diseñar las nuevas políticas. Como resultado, una parte importante del esfuerzo y un gasto considerable han sido asignados a cuantificar los problemas de la degradación ambiental y a formalizar la búsqueda de soluciones en modelos económicos que ofrecen métodos para fijar precios a los recursos y asignar costos a los contaminantes y a los procesos de deterioro.¹

Para muchas de las agencias multilaterales que enfrentan el problema del “desarrollo sostenible”, la caja de herramientas del economista ofrece un conjunto familiar de instrumentos analíticos. Variando en el grado de sofisticación, sus enfoques explican que el realce de los problemas ambientales en el mundo en desarrollo es el fruto lógico de las elecciones implícitas de los políticos y los ciudadanos. Los economistas sostienen que, bajo circunstancias de pobreza y escasez de capital, esperan que la gente con poder económico y político asigne los recursos para promover la inversión, incrementando la tasa de crecimiento de corto plazo de modo que después se tengan más recursos disponibles para enfrentar las muchas demandas de soluciones pospuestas a los problemas colectivos e individuales del bienestar social. De acuerdo con este sistema de pensamiento, la calidad del ambiente es una “mercancía” de lujo, que sólo puede ser valorada cuando la gente ha resuelto sus necesidades básicas.

Una "Curva de Kuznets" referente al medio es un aparato heurístico que se utiliza para justificar este enfoque teórico. Algunas investigaciones han identificado una tendencia de las naciones más ricas para designar una proporción creciente de su ingreso nacional al mejoramiento ambiental.² Así, encontramos a algunos economistas interesados en el asunto que argumentan, por ejemplo, que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte contribuirá a mejorar el ambiente a medida que eleva la tasa de crecimiento económico y estimula la demanda por un medio más limpio.³

Desde una perspectiva similar, los economistas neoclásicos ofrecen una serie de conclusiones analíticas y recetas de política sobre la base de su comprensión de la manera en que el mercado funciona. Larry Summers, el entonces economista principal del Banco Mundial y luego encargado de la política económica internacional de los Estados Unidos en 1995-96, ofreció un ejemplo tajante de esta forma de razonamiento cuando se le preguntó si “el Banco Mundial [no] debería fomentar mayor migración de las industrias sucias a los países en vías de desarrollo?” El explicó que “una cantidad dada de contaminación perjudicial para la salud debería hacerse en el país con el costo más bajo, que sería en el país con los salarios menores.” Más aún, destacó que “la demanda por un ambiente limpio por razones estéticas y de salud parece tener una elevada elasticidad ingreso;” ya que la gente de estos países tiene tasas elevadas de mortalidad infantil y no necesitan preocuparse por las enfermedades provocadas por la contaminación, que sólo se manifiestan en la gente mayor. (The Economist, 8 febrero 1992; Foster 1993).

Se dice que la gente pobre contribuye a la degradación del ambiente, se dice, por la urgencia de enfrentar sus necesidades actuales de sobrevivencia. En términos técnicos, ellos descuentan altamente (o menosprecian) del futuro, concediendo mayor valor a los productos disponibles en el corto plazo, a expensas de las actividades que sólo generarán sus frutos en el futuro. En consecuencia, deberían hacer un trueque explícito, aceptando la degradación ambiental a largo plazo, con estrategias que postergan la inversión en actividades como, por ejemplo, proyectos de conservación del agua y reforestación que sólo producirían beneficios después de un periodo demasiado largo para las necesidades de estos grupos sociales. Más bien deben enfrentar sus necesidades inmediatas de comida y albergue; tal línea de pensamiento fue atribuida a Indira Gandhi por Leonard (1989:4). Los economistas aseguran que estas prioridades cambiarán con el crecimiento económico, no sólo porque los mismos productores tendrán más recursos y porque una mayor disponibilidad de capital contribuiría a reducir la tasa de descuento social, sino también porque sus gobiernos estarán mejor equipados para enfrentar los problemas. En consecuencia "sólo después de que los productores pobres incrementen sus ingresos pueden volver su atención a la reducción de la erosión del suelo y otros problemas ambientales de largo plazo." (Leonard 1984:4)

El crecimiento de la población es otro culpable de la degradación ambiental, de acuerdo con aquellos que utilizan modelos de comportamiento de elección racional. Sus modelos han integrado este "dato" en una relación cuantitativa aparentemente muy sencilla. Ahora está ampliamente conocida como la fórmula I[=]PAT (por sus siglas en inglés), la cual establece un impacto inverso del crecimiento de la población (I) en el tamaño de la población (P), la abundancia (A) y el avance tecnológico (T). (Meadows et al 1992:100-103; Ehrlich y Ehrlich 1991; UNFPA 1991:16-21) Cuando se discuten los problemas del mundo en desarrollo, los analistas que adoptan esta perspectiva enfatizan las altas tasas de fertilidad de las mujeres en las sociedades pobres y en áreas marginales para respaldar su demanda de medidas más estrictas para limitar el crecimiento demográfico. Sus recetas de política con frecuencia asumen que el embarazo es un resultado no planeado o culturalmente obsoleto de la organización social; para esos pensadores, parece inconcebible que en muchas sociedades pobres los niños sean virtualmente el único seguro que la pareja puede adquirir para defenderse durante periodos de privaciones o vejez, y que la gente decide cuándo parir sus niños y cuántos procrear. Más que admitir que el crecimiento de la población frecuentemente es un síntoma del fracaso por incorporar a la gente pobre en actividades mejor remuneradas, estos analistas califican a los grupos sociales que eligen tener más hijos como irracionales, gente que tiene que ser más responsable, interviniendo con programas de planificación familiar, alfabetización femenina, estrategias de control social o medidas más autoritarias, si el primer enfoque falla.

En general, los economistas enfrentan estos asuntos insistiendo en que el mercado es el mejor mecanismo que la sociedad tiene para la asignación de recursos. Herman Daly, crítico bien conocido del pensamiento convencional sobre sostenibilidad, quien introduce consideraciones institucionales y biológicas en su análisis, comenzó uno de sus libros con una defensa de los mercados:

...estamos convencidos de la capacidad de los mercados y de su excelencia para ciertos propósitos que están en el corazón de las teorías clásica y neoclásica. Creemos que muchos propósitos públicos podrían ser mejor servidos por la aplicación de los principios del mercado que por el remiendo de los gobiernos ahora prevalecientes...El análisis del mercado puede continuar jugando un papel extremadamente importante dentro de un contexto que ve el propósito de la economía al servicio de la comunidad. (Daly y Cobb 1993)

La tarea de cómo identificar y asignar precios a muchos recursos y flujos de desperdicios, ha llegado a ser una prioridad para los economistas. Ellos también participan en la arena política, diseñando políticas alternativas para traducir sus teorías en cargos reales para ser sufragados por los productores y consumidores. Estos costos, argumentan, promoverían un uso más cuidadoso de los escasos recursos y una actitud más responsable hacia la generación y dispersión de desperdicios. Sin embargo, las decisiones acerca de cómo expresar estos asuntos en términos financieros, no son simples cuestiones técnicas; más bien, implican cuestiones complejas sobre la distribución de los recursos y beneficios entre diferentes clases sociales y entre generaciones, sobre el control actual y futuro de los recursos y sobre el papel de la tecnología en la sociedad. En pocas palabras, los debates técnicos entre los economistas enmascaran cuestiones fundamentales sobre el funcionamiento presente y la evolución futura de la sociedad.

Las discusiones técnicas entre los economistas soslayan cuestiones importantes sobre la manera en que sus resultados serán utilizados. Una vez que la discusión se hace sobre lo que hay que cobrar a la gente por su uso de recursos y por los costos que imponen a la sociedad por sus daños al ambiente, surge la pregunta de cómo distribuir estos fondos. La captación de parte de este valor puede ser una fuente de ingresos para ayudar al financiamiento de los enormes gastos necesarios para corregir el daño infligido por una larga historia de maltrato de la naturaleza; el dinero puede ser también utilizado para compensar a las comunidades por la explotación de sus recursos, un mecanismo para pagar por las inversiones requeridas para sustituir esos recursos con nuevas actividades productivas que garantizarán un empleo lucrativo en el futuro. Las reformas institucionales requeridas por este enfoque implican un reordenamiento importante de las prioridades sociales y políticas, un tema al cual debemos retornar con frecuencia.

1. Un ejemplo de los diversos libros de texto disponibles de las editoriales comerciales y las organizaciones internacionales que preparan técnicos y profesionales para construir estos modelos y ejecutar las evaluaciones de impacto ambiental requirió de muchos proyectos es Goodstein 1995. El Banco Mundial ha publicado varios libros orientados hacia la formulación de política, que cubre mucho del mismo campo: e.g., Pearce y Warford 1993.

2. La curva tiene el nombre de Kuznets por sus investigaciones que mostraron, con base en un análisis transversal internacional, que las naciones con mayores ingresos tenían una distribución del ingreso más igualitaria, conduciéndole a afirmar que la igualdad social avanzaría conforme al progreso económico. Sin embargo, se debe notar que no creía que el análisis ofrecía un mecanismo para modificar la realidad social que determina la desigualdad.

3. Desde un punto de vista estrictamente técnico, el análisis de Grossman y Krueger (1993) es seriamente defectuoso: los autores sacan conclusiones respeto a un proceso dinámico con base en una descripción cuantitativa de estática comparativa. El análisis de los cambios tanto en la distribución del ingreso como en la calidad del ambiente en un país determinado no resulta de una simple descripción de lo que pasa en un gran número de países en un punto en el tiempo. El análisis tampoco se dirige al asunto complejo de cómo cobrar los costos de las mejoras ambientales y qué grupos disfrutan de los beneficios.

4. La "tasa de descuento social" es una elaboración de los economistas ortodoxos para examinar la manera en la que las sociedades evalúan el valor de los incrementos futuros en la producción y el bienestar en comparación con los sacrificios actuales requeridos para el crecimiento. Estos cálculos no introducen las diferencias de tales beneficios y costos entre los diversos grupos sociales; sus partidarios ahora tratan hábilmente de incluir consideraciones ambientales en el proceso.

5. De hecho, estos clamores contradicen la evidencia histórica que muestra que las sociedades campesinas e indígenas invirtieron un gran esfuerzo y habilidades de organización social en el desarrollo de los sistemas para terrazas, riego y otros métodos que garantizaron la productividad de la tierra sin comprometer su fertilidad a largo plazo. Estos sistemas han sido comprometidos o desmembrados conforme las exigencias de la economía de mercado ha forzado a la gente a abandonar los métodos tradicionales para la movilización del trabajo destinados a tareas colectivas.

 

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