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Teoría de la Dependencia
Esta teoría se asienta en el combativo y combatido dogma que asegura que el desarrollo del primer mundo nace, crece y vive gracias al subdesarrollo del tercer mundo. La expresión tercer mundo, a su vez, se origina en un artículo publicado en 1952 por el economista francés Alfredo Sauvy, quien observó que, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el planeta fue repartido entre los países vencedores del bloque Occidental y del bloque Oriental, sin tomar en cuenta a los demás países que, al igual que el Tercer Estado en los años de la Revolución Francesa, quedaron relegados a un ignorado tercer plano o Tercer Mundo.
En ese contexto, el vocablo tercer no expresa un orden numérico, sino que implica una marginación impuesta por parte de otros dos. Sin embargo, una elemental lógica presupone que si existe un tercero, necesariamente deben existir un segundo y un primero. Así, a los países situados en Europa Occidental y Norteamérica, además de Japón, Nueva Zelanda y Australia, se los denominó bajo el nombre genérico de Primer Mundo; a los países de Europa Oriental y a sus aliados, se los ubicó en el Segundo Mundo; y, por exclusión, se designó como Tercer Mundo al conformado por los demás países.
Desde luego, a raíz de la desaparición del Segundo Mundo debido al colapso del bloque comunista, vuelve a tener vigencia la intención original de Alfredo Sauvy. Así, el Tercer Mundo vuelve a representar a los países que permanecen marginados de los designios y negociaciones internacionales.
En el lenguaje de la diplomacia internacional el calificativo de tercermundista suena peyorativo y, por tanto, raramente se lo utiliza.
En esas esferas se prefiere usar términos tales como países en desarrollo, países emergentes, países rezagados, países en vías de crecimiento, entre otros. En los documentos de la CEPAL se ha preferido utilizar los apelativos de Centro y Periferia -en lugar de los de Primer y Tercer mundos- para resaltar el supuesto de que el desarrollo económico de los países periféricos depende de las decisiones que adopten los países del Centro.
Así como para recalcar que la dependencia económica tiende a perpetuarse porque los productos que exporta el centro industrializado se encarecen, mientras simultáneamente los productos primarios que exporta el mundo periférico se abaratan.
Para salir de esta encrucijada -recordábamos hace pocas líneas- el Modelo Cepalino sugería reducir la dependencia de América Latina creciendo hacia adentro. Es decir, produciendo para el consumo interno. Pero los oponentes de la CEPAL más bien sugerían seguir la dirección inversa: que América Latina crezca hacia afuera. Es decir, que produzca para exportar.
La controversia alrededor de esa polémica teoría se reactivó en 1996, cuando tres conocidos periodistas[1] publicaron un libro titulado Manual del perfecto idiota latinoamericano, a través del cual califican de idiota a todo el que simpatice con la Teoría de la Dependencia.
Un título tan despectivo, como es obvió, tenía que generar una respuesta drástica e inmediata. En pocos meses, el argentino Juan Gabriel Labaké elaboró su respuesta y publicó el libro Autorretrato de Cuatro Idiotas Latinoamericanos;[2] título que parecería que incluye como un cuarto idiota al laureado escritor peruano Mario Vargas Llosa, en razón de que es él quien realiza la presentación del libro escrito por los otros tres.
Debido a la talla y tesón de los oponentes, es probable que la controversia se dilate unos cuantos años más.