TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte  

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Alfonso Klauer

El idioma de los chankas

Sabemos que el quechua o runa simi fue el idioma que hablaron y difundieron los inkas –“F”, en el Gráfico N° 21–. Torero afirma que entre la caída de Wari y el surgimiento del Imperio Inka –“E” en el gráfico–, fue el pueblo ica, hegemonizado desde Chincha, quien cumplió el papel de difusor del quechua 648, de donde derivaría precisamente el nombre de quechua chinchaysuyano 649.

Cabe sin embargo preguntarse ¿cuál fue el idioma de los chankas que erigieron el Imperio Wari –“D” en el gráfico ? En ausencia de información fidedigna, sólo cabe evaluar los escasos indicios de que se dispone. Veamos.

La tradición chimú, recopilada a partir del siglo XVI –(a) en el gráfico–, pero consolidada precisamente después de la liberación chimú (o moche–mochica) del Imperio Wari, y de la caída de éste en el siglo XI –(a1) en el gráfico–, refiere que sus más importantes gobernantes eran denominados Chimo Cápac.

Y quizá el primero de éstos –presumimos– habría sido quien lideró el proceso de independencia contra el Imperio Wari.

La misma tradición refiere que el hijo del primer Chimo Cápac se llamó Guacri Caur. Hasta aquí, por lo menos los nombres “Cápac” y “Guacri Caur” parecen remitirnos al quechua. Esto sugiere, como hemos planteado en Los abismos del cóndor, Tomo II, que muy probablemente fueron mestizos chimú–chankas quienes lideraron la liberación chimú (o moche–mochica) del Imperio Wari. Y todo ello insinúa, entonces, que habría sido el quechua el idioma de los chankas.

Porras Barrenechea, sin embargo, postula que el idioma de los chankas que asomaron al Cusco en el siglo XV –(b1) en el gráfico –habría sido el aymara. La razón más importante por la que llega a esta conclusión es que corresponden a esa lengua la mayor parte de las toponimias que predominan en Ayacucho.

No obstante, no puede dejar de considerarse que el hecho de que las toponimias en Ayacucho sean de origen aymara puede atribuirse a la extraordinaria influencia que, antes del Imperio Wari, tuvo Tiahuanaco tanto sobre los territorios del Cusco como de Ayacucho.

Es razonable suponer que los comerciantes kollas terminaron por imponer, en su idioma –sin que en los siglos posteriores se cambiaran –, los nombres de los lugares por donde, durante siglos, virtualmente monopolizaron el tráfico comercial.

Téngase en cuenta que un fenómeno virtualmente idéntico ocurrió en las costas del Mediterráneo, donde fueron los fenicios y griegos quienes impusieron muchísimos de los nombres –incluso actualmente vigentes–, y en territorios donde no se hablaba –ni habla – ni uno ni otro idioma.

¿Fue conciente Porras Barrenechea de que con su hipótesis implícitamente estaba proponiendo, además, que el aymara de Ayacucho fue totalmente erradicado sólo en un siglo, en el siglo de vigencia imperial inka, porque cuando llegaron los españoles –(b) en Gráfico Nº 21– sólo se hablaba quechua en Ayacucho?

¿Fue conciente Porras Barrenechea de que, en aquel tiempo, para el caso de una población tan numerosa y desperdigada como la ayacuchana, era virtualmente imposible erradicarle su idioma materno en plazo tan breve como ése?

El Cuadro Nª 16 ayuda a poner en evidencia cuán equivocada estaría la proposición implícita de Porras Barrenechea. Porque si aymara fue el idioma de los chankas en Ayacucho, tendría entonces que admitirse como válidos los absurdos resultados que muestra el cuadro.

Siendo que esos resultados presuntamente constatados –inexplicable desplazamiento del aymara en Ayacucho y vigencia del quechua en el Cusco– son profundamente incongruentes, cabe postular que la presunción de que el aymara fue el idioma de los chankas es precisamente la que da origen a la incongruencia.

¿Qué debilidades habría que atribuir al aymara para que, tras 500 años de hegemonía y preeminencia durante el Imperio Wari, hubiesen sido suficientes 100 años de Imperio Inka para erradicarlo de Ayacucho? Y admitiendo por un instante que ello hubiese sido posible, ¿cómo explicar entonces que tras los mismos 100 años de hegemonía inka y los siguientes casi 500 de hegemonía del castellano el mismo “débil” aymara no haya sido erradicado, sino que más bien ha permanecido incólume en el Altiplano? La inconsistencia, pues, es evidente: el mismo idioma se nos presenta “débil” en un territorio y momento histórico y fortísimo en otro.

Por lo demás, ¿cómo entender entonces que los inkas obtuvieran resultados tan distintos en sus dos territorios inmediatamente vecinos? Porque, en efecto, en la frontera noroeste, en Ayacucho, supuestamente habrían erradicado el aymara imponiendo el quechua; y en la frontera sureste, en el Altiplano, no pudieron imponer el quechua como único idioma, y subsistió el aymara como la lengua mayoritaria del área.

De otro lado, ¿qué atributos habrían permitido al quechua, en el área del Cusco, y al aymara, en el Altiplano, permanecer vigentes incluso al cabo de casi 500 años de la incuestionable hegemonía del castellano? No lo sabemos.

Mas siendo esas vigencias idiomáticas realidades incontrastables, nos afirmamos en la hipótesis de que la erradicación de los idiomas sólo es posible al cabo de muchos siglos.

Y, en consecuencia, ello no habría podido ocurrir en un siglo en el presunto caso del aymara de Ayacucho. Siendo pues que no habría habido erradicación de ningún idioma, debe admitirse, entonces, que el idioma ayacuchano de los chankas no fue otro que el propio quechua.

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