Alexis J. Guerra y Beatriz Ponce de Moreno
SECCIÓN II
LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO VENEZOLANO
B. Un Modelo Económico que Fracasa
Aún cuando en el análisis de las implicaciones del Pacto de Punto Fijo se haga
énfasis en la variable política, no puede obviarse la variable económica a la
hora de establecer la interrelación entre ambas para explicar lo que está
ocurriendo en la estructura de la sociedad venezolana en las primeras décadas, a
partir de 1959, e inicio de los años sesenta.
El gobierno democrático que se instala en Miraflores bajo el signo de la
concertación democrática también acuerda asumir como fundamento y eje de su
política económica el modelo de sustitución de importaciones, de
industrialización hacia adentro o de industrialización sustitutiva de
importaciones (ISI) como también se le conoce.
De alguna manera la Constitución Nacional que se refrenda bajo el pacto político
citado, sin llegar a una definición taxativa y precisa que permitiese hablar de
la existencia en su articulado de una Constitución Económica, como modernamente
ocurre , es evidente que perfila y establece un régimen o sistema económico
caracterizado por su flexibilidad en la medida que reconoce la iniciativa
privada, promueve las libertades individuales y los derechos económicos, la
conjunción del esfuerzo sector público - sector privado en las tareas del
desarrollo, la planificación de carácter indicativo y el papel del Estado como
agente motor de la vida institucional; en síntesis, un modelo catalogado de
economía mixta.
Desde un primer momento, ese modelo industrial de sustitución de importaciones (ISI)
contó para su implementación con medidas gubernamentales a su favor, de carácter
proteccionista, desde una política arancelaria, nóminas de productos cuya
importación se prohibía, concesión de licencias y facilidades para el
establecimiento de empresas, créditos preferenciales, exoneraciones de impuestos
municipales y nacionales, hasta liberación de aranceles para la importación de
bienes de capital e insumos. El símbolo que identifica y apuntala la política
oficial está representado por el Decreto N°512, aprobado por la Junta de
Gobierno que antecede a Betancourt en el poder, el 5 de Enero de 1959,
consagrando el compre venezolano
Más adelante, según (Vivancos, 1997:543), la adhesión de Venezuela al Acuerdo de
Cartagena en 1973, redujo considerablemente la inversión extranjera directa,
pero posibilitó la apertura para la asociación entre el capital trasnacional y
el capital nacional favoreciendo al empresariado venezolano.
Es la época en la cual el país contempla la inusitada alza en los precios del
crudo dentro del ciclo de altibajos incontrolable por la Organización de Países
Exportadores de Petróleo, OPEP, en cuya creación el gobierno venezolano había
jugado papel importante, en el año 60, por intermedio de Juan Pablo Pérez
Alfonso, titular del Despacho de Minas e Hidrocarburos para ese entonces. De
allí se pasó, en 1976 a la nacionalización de la industria petrolera, en un
contexto político, económico y social signado por el marco institucional oficial
que ofrece el V Plan de la Nación, elaborado bajo el lema de edificar la Gran
Venezuela, en el primer mandato de Carlos Andrés Pérez, teniendo como punta de
lanza el área de las industrias básicas, propiedad del Estado, y volcando sobre
ellas y el resto de la economía el torrente de ingresos fiscales por la vía del
gasto público. En cierto modo, la faraónica deuda externa que se contrajo
durante todo este periodo contribuyó a ocultar y a aplazar el declive del modelo
de sustitución de importaciones que ya se venía gestando.
Durante los años sesenta y setenta, según se ha dicho, el gobierno de Venezuela
adelantó un ambicioso programa de industrialización y sustitución de
importaciones. Dicho programa fue similar al adoptado por otros países de
América Latina y era cónsono con las políticas propugnadas en ese momento por la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones
Unidas . Este programa, subsidiado por las alzas en el precio del petróleo y la
nacionalización, al ser adoptado por el gobierno venezolano, hizo que el sector
industrial de Venezuela creciera considerablemente y se pusiera al nivel
tecnológico de otros países de la región que habían comenzado su
industrialización mucho tiempo atrás. Ya para mediados de los años setenta, la
industria en Venezuela se había convertido en una gran industria,
tecnológicamente, pero no era eficiente y era poco productiva, el gobierno había
protegido tanto a la empresa de la competencia extranjera que la misma no tenía
incentivos para mejorar su productividad, y consolidó su esfuerzo en explotar
sus vínculos políticos y no en aumentar la producción; al fin y al cabo el
gobierno era el que les seguía protegiendo y subsidiando la baja
competitividad y, por ende, la supervivencia vegetativa en el mercado.
El modelo de sustitución de importaciones, no cumplía con el objetivo para el
que se había adoptado, que era el de lograr que Venezuela dependiera menos de la
importación de bienes. Lo que sucedió fue que se pasó de ser un importador de
bienes de consumo a un importador de bienes semielaborados, intermedios y de
capital, convirtiendo el crecimiento industrial del país en un híbrido
industria-importación que se iba solidificando al lograr, por un lado, que la
importación de bienes de consumo bajara de un 38,4% en 1950 a un 18,6% en 1971
pero, por otro lado, la importación de bienes intermedios pasó de 17,6% a un
34,3% en el mismo período. Este modelo sustitutivo tenía como factores de éxito
una excesiva y permanente protección de la competencia externa. Adicionalmente,
el gasto público, especialmente de origen petrolero, fue concebido como el
elemento dinamizador de la demanda agregada.
La economía parecía estar funcionando bien, Venezuela tenía el mejor PIB de la
región por encima de países mucho más grandes e industrializados. En 1970, el
PIB per cápita de Venezuela era superior al de Grecia, España, Singapur; y Hong
Kong y ligeramente menor que el de Irlanda..., el salario crecía sostenidamente
en términos reales y se mantenía un tipo de cambio sólido y único de 4.3 $/Bs.
(Francés, 1994:31).
Al comienzo de la década de los ochenta, sobreviene una nueva fase en el ciclo
perverso de los precios petroleros; comenzaron éstos a declinar rápidamente, por
la pérdida de importancia relativa de la OPEP frente a las estrategias
energéticas de los países industrializados importadores de petróleo, y es para
1983, después de 19 años con un sistema de tipo de cambio fijo y lograda la
convertibilidad del bolívar, que el 20 de febrero de 1983 , fue cerrado el
mercado cambiario, al tiempo que se inició, una semana después, un nuevo régimen
regulatorio fundamentado en un control de cambio. Se controlaron igualmente, las
importaciones y se comenzaron los esfuerzos para fomentar las exportaciones de
la mano del gobierno. Existieron fugas gigantescas de capitales al exterior y la
suspensión del crédito externo por parte de la banca privada internacional.
Durante la década de los ochenta, la denominada década perdida, Venezuela
entró en un proceso de cambio poco consistente y los factores de poder luchaban
a toda costa por mantener el modelo rentista petrolero y un Estado interventor
que protegía toda la economía venezolana. Es así como durante los gobiernos de
Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, Venezuela se ubicó entre los países con
peor desempeño económico y hacia finales de ese decenio iba rápidamente a la
quiebra. «Para 1988, a pesar de tres años de crecimiento motorizado por el gasto
deficitario, el P18 per cápita en Venezuela equivalía a menos de la mitad del
registrado en Irlanda, España, Singapur y Hong Kong y apenas dos terceras partes
del de Grecia» , se agotaron las reservas internacionales y se acumuló una gran
deuda externa a pesar de los esfuerzos por pagar. Según el economista Rafael
Leandro, en 1988 el gobierno de Lusinchi había cancelado 5.100 millones de
dólares en capital e interés. Pero la deuda seguía como si nada, en un tope casi
igual al que había recibido en 1984
Demostrativos de la situación resultan los índices macroeconómicos de 1984 a
1988 que a continuación se indican:
Gráfico 1
Índices Macroeconómicos Años: 1984-1988
Fuente: El Universal, Domingo 13 de Abril 1997
El modelo de sustitución de importaciones con una renta petrolera estaba
llegando a su fin. El modelo se había agotado ya que los precios petroleros
habían bajado y no se podía mantener la maquinaria burocrática creada por el
Estado y la empresa privada con la renta petrolera recibida; el modelo entonces
empieza a debilitarse hasta que en el año de 1989 se decide terminar con el y
comenzar con unas políticas de apertura de mercado con tendencias neo-liberales.
Como se puede inferir, el modelo falla porque en principio, la intervención del
Estado sobrepasa las exigencias para crear una economía competitiva y debido a
la gran bonanza petrolera se logró maquillar una economía desproporcionada que
hizo que la brecha social se acrecentara y llevara al país a un colapso total.
El Estado asumió en proporciones extremas el rol de estado benefactor (Welfare
State), el sector público creció desproporcionadamente, convirtiéndose en un
ente burocrático y sobredimensionado, a tal punto que se convirtió en el
principal empleador y consumidor del país, además de ser el mayor productor y
generador de divisas, la empresa privada creció, pero no se desarrolló, por lo
tanto, estaba lejos de ser competitiva y reclamaba que se le volviese a dar el
nivel de proteccionismo con el que contaba antes. La inmensa deuda acumulada
debido a la baja de ingresos petroleros y el empeño en mantener el modelo,
terminó comprometiendo más al Estado y su capacidad de pago de la factores
externos que hacían que los precios petroleros tuvieran incrementos, haciendo
que ingresaran divisas extras al gobierno que servían para alimentar el déficit
cuantioso que se estaba acumulando.
La inadecuada combinación de los efectos del sector petrolero y del no petrolero
sobre la economía venezolana, de manera esquemática se sintetizan en el gráfico
siguiente:
Cuadro 1.
El Modelo Sustitutivo Venezolano
Fuente: VIII Plan de la Nación. El Gran Viraje. Presentación al Congreso. Cordiplan, 1990.