Alexis J. Guerra y Beatriz Ponce de Moreno
G. Marco Teórico
El marco conceptual que sirve de fundamentación a la presente investigación se
nutre de dos vertientes básicas: la primera de ellas relacionada con el estudio
sistematizado de las experiencias históricas a partir de las cuales se asume la
Constitución Nacional como expresión soberana de la voluntad popular para
consagrar en ella un modelo político a través del cual se organice el poder
Estatal; y la segunda, vinculada a diversos desarrollos teóricos que desde el
espectro de las ciencias sociales abordan la elaboración de los constructos
teóricos que permiten el análisis de lo constitucional, lo social, lo económico
y lo político, en términos precisos de tiempo y espacio, como el caso que nos
ocupa.
Con respecto a la primera, se asume que el constitucionalismo moderno es hijo de
la Revolución Inglesa (1688), de la Revolución Norteamericana (1776) y de la
Revolución Francesa (1789), con lo cual el Estado - Nación adquiere partida de
nacimiento, legitimado y justificado doctrinalmente por las teorías de John
Locke y de los filósofos de la Ilustración y legalizado por el contrato social
que se establece a partir de allí, con la Declaración Americana (EE.UU. 1776) y
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Francia, 1789).
Particularmente es ilustrativa al respecto, la obra de Allan R. Brewer - Carias:
Reflexiones sobre la Revolución Americana (1776) y la Revolución Francesa
(1789) y sus Aportes al Constitucionalismo Moderno (1992), sobretodo en la
última parte, donde destaca la influencia sobre las Constituciones que a partir
de 1811 se redactan en Venezuela.
La búsqueda de un modelo político como forma de organizar el poder desde el
Estado por parte de quienes acceden a él, con la consecuente ruptura del orden
monárquico y feudal representado por el Estado Absolutista o Imperial, llevará
al intento por plasmarlo en las Constituciones de las naciones que se proclaman
soberanas e independientes. Es la cristalización del principio acordado en las
Actas de la Revolución Francesa según el cual de allí en adelante no habrá
sociedad alguna que para su organización no adopte la Constitución. Así
nacieron, como experiencias históricas que validan el modelo político, desde la
Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, hasta la Constitución de la
hoy desaparecida, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), luego del
triunfo de la Revolución Rusa, en 1917.
En sentido estricto, uno de los rasgos característicos del pensamiento político
y de la filosofía de la historia está representado por la primacía de la
política frente al dominio de lo espiritual como aspecto diferenciador de la
época medieval en la confrontación Estado - Iglesia. Igualmente la primacía de
lo político se contrapone a la primacía del poder económico cuyo descubrimiento
coincide, precisamente con el nacimiento del mundo burgués y el comienzo de la
reflexión sobre el modelo de producción capitalista.
El planteamiento anterior, además de inscribirse en la trama teórica de la
relación entre el Estado y el Poder forma parte, además, de un estudio que
correlaciona la historia como práctica concreta y la explicación sistemática
como práctica teorética para dar cuenta de tópicos alusivos a la dicotomía entre
lo público y lo privado, las formas de gobierno, las formas de Estado, el fin
del Estado, que entre otros, son formulados por Norberto Bobbio en su obra:
Estado, Gobierno y Sociedad (1997).
En la desdibujada línea que demarca lo histórico y lo político - constitucional,
más allá del examen de los textos fundamentales, exclusivamente desde el punto
de vista jurídico, se asume como norte de la investigación que son las
condiciones de la época, en abierto contraste con la tesis de la genialidad o de
la espontaneidad de los protagonistas, las que promueven e impulsan las reformas
o modificaciones, de las Cartas Magnas. Esto no significa negar la influencia de
la voluntad del déspota, en especial a la hora de examinar la historia
constitucional de los países latinoamericanos durante el siglo pasado y buena
parte del presente. Empero esa voluntad, incluso, estará determinada por las
condiciones objetivas, producto de las relaciones que los individuos establecen
entre sí en el proceso de creación de las condiciones materiales que le permiten
enfrentar su supervivencia. En otras palabras, ninguna Constitución en su
concreción histórica es un producto aislado del contexto y, por consiguiente,
para la comprensión de lo que expresa y recoge, es fundamental examinar el
contexto en el cual se dicta.
En el ámbito gnoseológico compartimos el criterio que valida el estudio de la
Constitución de un país desde la perspectiva jurídica, sociológica y política,
por un lado, y por el otro, le asigna carácter polifacético a la noción de
Constitución, de forma similar que al Estado, Nación, Soberanía, entre otras
categorías del análisis político. En este orden de ideas resulta clásica la
concepción de Manuel García Pelayo, en cuanto a que todo pueblo tiene una
manera concreta de existir políticamente: es monarquía o república, federación o
estado centralizado, individualista o colectivista, tranquilo o compulsivo, con
lo cual lo constitucional adquiere estatuto político, según lo refiere
ampliamente en el texto: Derecho Constitucional (1987), donde, además,
explicita las diferentes variantes que puede asumir e históricamente ha asumido,
el Estado Federal. Algo útil a la comprensión del caso venezolano.
Con respecto a la segunda vertiente: lo concreto
social, político y económico en el marco conceptual de la investigación también
está presente la idea de la socialización de la economía, tradicionalmente
asociada a la teoría marxista y contenida en la tesis de la expropiación de los
expropiados y considerada objetiva y justa. Objetiva por cuanto está dirigida a
ubicar la relación de producción en correspondencia con el carácter social de
las fuerzas productivas. Justa, en razón de que los medios de producción se
hacen propiedad social del pueblo que los creó y al que por derecho pertenecen.
No obstante habría que diferenciar dicho proceso de la práctica histórica que lo
pervirtió y desvirtuó al reificarla bajo el status del Estado, concretamente
como ocurrió en el caso del modelo soviético. La socialización real de la
economía posibilita incluso dentro del sistema capitalista,.. la participación
de los productores de la riqueza social dentro de fórmulas asociativas de
carácter cooperativo, comunitario y solidario. La degeneración burocrática del
modelo soviético que transformó al Estado en propietario de las empresas y las
experiencias que en sentido contrario se dieron en países tales como Yugoslavia,
Checoslovaquia, Hungría y Polonia, en la órbita socialista, antes de la caída
del Muro de Berlín, constituyen tópico relevante en un trabajo de investigación
que realizáramos con anterioridad, denominado: Ideas para un Modelo
Autogestionario (1982), en el cual, entre otras hipótesis llegamos a demostrar
la compatibilidad entre Planificación Central y Mercado, en una época en la cual
la idea de la tercera vía no estaba en los cálculos de Bill Clinton ni de Tony
Blair y mucho menos de Hugo Chávez Frías, así como tampoco de su moderno
propulsor teórico: Anthony Giddens.
El otro aspecto de la socialización del poder, la
otra cara de la moneda, lo constituye la ampliación de la participación
ciudadana en la toma de decisiones y en el control de la gestión del Estado, de
tal forma que ésta deje de ser centralizada y ceda espacio a la
descentralización e igualmente de su naturaleza representativa avance hacia una
mayor participación y sea más perfectible.
En este caso, observamos que el tema es abordado con mucha propiedad y
rigurosidad, recientemente en un ensayo dedicado a nuestra región, por Manuel
Antonio Garretón M., bajo el titulo: Las Nuevas Relaciones entre Estado y
Sociedad y el Desafío Democrático (1994). Aquí el autor identifica las
transformaciones fundamentales en los últimos años en grados y momentos
diferentes, en los siguientes términos: Primera, el predominio de los modelos
institucionales de concertación y de conflicto que tienden a sustituir a las
dictaduras, a las guerras civiles y a las modalidades revolucionarias de las
décadas precedentes. Segunda, el agotamiento del modelo de desarrollo hacia
adentro, asociado a la pérdida de dinamismo del sector público industrial y del
sector urbano y su reemplazo por fórmulas de ajuste y de estabilización que se
tradujeron en nuevas formas de inserción mundial y en el fortalecimiento del
modelo capitalista de acumulación mundial. Tercera, la transformación de la
estructura social y del sistema de estratificación, con el incremento sostenido
de la pobreza y de la marginalidad y con la precariedad creciente de los
sistemas educativo y laboral, lo cual ha resultado en una recomposición del
sistema de actores sociales y en un cuestionamiento a las formas tradicionales
de acción colectiva. Cuarta, la redefinición del modelo de modernidad, lo que
comporta la crítica del tipo de modernización occidental o norteamericana que es
el predominante en nuestra cultura o, al menos, en las élites dirigentes.
Bajo tales circunstancias, el referido autor sostiene la tesis de que el
porvenir de los países de la región dependerá de la capacidad para enfrentar
cuatro desafíos o emprender cuatro procesos, a saber: la reconstrucción de las
democracias para evitar la regresión al autoritarismo; la democratización
social, es decir la incorporación de la parte excluida de la sociedad (que en
ciertos países alcanza el 60% de la población); la definición del modelo de
desarrollo, más allá del tipo hacia adentro o de economía de mercado, para
conformar uno post-ajuste; y el cuarto proceso, que puede ser considerado como
la síntesis de los anteriores pero que posee su dinámica propia. Se trata -según
el autor- de la definición del tipo de modernidad que estos países van a vivir
y, por consiguiente, los cambios propios de la política, de la economía, de la
organización social y de la cultura se orientan hacia una transformación de la
matriz constitutiva de las sociedades o matriz sociopolítica. Por esta entiende
las relaciones entre el Estado, el sistema político de representación y la base
socioeconómica de los actores, mediatizadas por el régimen político.
La identificación del marco teórico de nuestra investigación con el esquema
conceptual que maneja Garretón (1994) en el análisis de la situación
latinoamericana, está representada en la ubicación precisa del contexto bajo la
premisa común que nos lleva a compartir el criterio según el cual lo que está a
la orden del día no es la reducción del papel de Estado, sino primordialmente la
reforma del Estado en el sentido de su modernización, de su descentralización y
de una reorganización participativa.
Vale destacar que la investigación trabaja lo político, lo económico y lo social
como aspectos de una misma totalidad e intenta mostrar la interdependencia entre
ellos como factores condicionantes de lo que metodológicamente se denominaría
multidimensionalidad del Estado y de la gerencia pública, no obstante lo común
en este tipo de investigación es que cada uno de ellos se aborde por separado
aún tratándose de recopilaciones, donde se mantienen las especificidades por
autores y temas.
Particularmente, por ejemplo, el análisis del agotamiento del modelo político
está asociado al fracaso del denominado Modelo Populista de Conciliación de
Elites, tal como lo abordan diferentes autores v.g.r. J.C. Rey (1991); Carlos
Romero (1994); Miriam Kornblith(1998) y Manuel Caballero (1998). El análisis de
lo social y el resultado de las políticas públicas y de los programas que se han
aplicado en esta área, igualmente ha sido abordado por numerosos investigadores,
incluso a la luz de los preceptos que en cada época se vertieron en los Textos
Constitucionales. De significativo interés para la investigación, por el periodo
que abarca y las conclusiones que arroja, puede considerarse el proyecto: La
pobreza en Venezuela. Causas, a cargo de un equipo de investigadores del
Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (lIES) de la UCAB, dirigidos
Pedro Luis España y Matías Rintor T, según el cual, el empobrecimiento
registrado en Venezuela se relaciona directamente con el precario
desenvolvimiento de la economía del país en los últimos años y, lo que es más
grave, en proyección: si el ingreso per cápita real promedio creciera a un ritmo
de 3% anual (meta bastante ambiciosa) se requeriría algo más de 24 años para que
el pobre, en promedio logre cruzar la línea de pobreza.
En lo que al modelo respecta, la investigación no pasa por alto el uso
generalizado de tal dispositivo o recurso metodológico en el ámbito de la
ciencia y la tecnología hoy en día, así como el desarrollo de una teoría
particular cuya sistematización e indagatoria propia posibilita hablar de la
modelística o teoría de los modelos. De esta manera según (Molins Pera.
1991:143) tienen lugar las diversas clasificaciones de modelos: Alain Badiori,
en su obra el concepto de modelo, establece la existencia de dos grandes
grupos, a saber, los técnicos o propiamente matemáticos y los modelos concretos,
incorporando en estos a los gráficos o diagramas, los materiales, y los de
imitación o comportamiento. A su vez, Mario Bunge (Teoría y Realidad), agrupa
los modelos en: teoréticos, de caja negra, analógicos y diagramas. En el caso
del autor citado, Moling Pera (1991), asume que la diversidad de modelos también
atiende a la visión del mundo y al quehacer científico que le son propios al
investigador. En su caso particular, para el campo de la planificación, en su
obra: Planificación (Ciencia de la Praxis Colectiva Eficaz) propone la
clasificación de modelos en: analíticos (MA), normativos (MN), de
instrumentación (MI), operativos (MO), de evaluación (ME) y de solución (MS).
Con mayor precisión desde el punto de vista metodológico en cuanto a que se
refiere particularmente al modelo de la formulación del marco teórico dentro del
proceso de investigación, compartimos el criterio expuesto por Samaja (1994) en
su obra: Epistemología y Metodología (elementos para una teoría de
investigación científica), en la cual sostiene que el término modelo es
empleado con sentidos muy diversos e incluso opuestos y refiere, por lo menos,
cuatro usos distintos: modelo como sinónimo de analogía empírica; modelo como
sinónimo de teoría; como modelo matemático; y modelo como sinónimo de un sistema
real, al cual se le aplica una teoría formal.
En esa línea de elaboración -el citado autor- sostiene que en la teoría de
modelos, la palabra modelo es empleada para referirse a un sistema al cual es
aplicable una teoría. De allí la afirmación de que el sistema solar es un modelo
de la teoría mecánica de Newton.
En el caso de la investigación que se realiza, estamos en presencia de un
sistema real, profundamente formalizado, materializado en la organización del
Estado que se plasma en una Ley Fundamental o Constitución Nacional, del cual
derivamos teóricamente la existencia de un modelo político para la gerencia
pública.