Pablo Sandoval Cabrera
Resumen: En este trabajo se realiza un análisis sobre la estrategia anti
inflacionaria en México desde principios de los años ochenta y como esta
estrategia al sustentarse en medidas de corte recesivo (contención salarial y
del gasto social) tuvo efectos redistributivos a favor de los grupos de mayores
ingresos y en detrimento de los asalariados y los grupos más pobres.
Palabras clave: Recesión, pobreza, desigualdad, equidad, ingreso, inflación.
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Introducción.
Desde principios de los años ochenta la implementación de una nueva propuesta de
desarrollo -sustentada en la apertura comercial, la desregulación económica y la
reducción de la participación del Estado en la economía- se acompañó de la
instrumentación de diversas medidas para lograr la estabilización de la
economía, buscando con ello resarcir algunos de los múltiples desequilibrios
ocasionados por el modelo de economía cerrada y la excesiva participación del
Estado en la economía. Entre estos desequilibrios dos fueron especialmente
afrontados: la inflación (que en algunos años alcanzó los tres dígitos) y el
déficit del sector público.
La transición hacía el modelo de economía abierta desafortunadamente se ha
acompañado de ciclos recesivos recurrentes, la mayoría se han manifestado como
crisis financieras y de deuda externa. En el período que nos toca analizar, tres
han sido los años de inicio de estas crisis, iniciando en 1982 con la llamada
crisis de la deuda externa que obligó al país a declarar una moratoria en el
pago del servicio de la deuda externa, le siguió la crisis bursátil de 1987 y
finalizó con la última gran crisis del siglo XX, la crisis de liquidez de 1995
que tuvo repercusiones mundiales y motivo un urgente rescate del país por parte
de gobiernos y organismos internacionales encabezados Estados Unidos y el Fondo
Monetario Internacional.
Las necesidades financieras que se presentaron en estos años obligaron al país a
someterse a las exigencias del FMI en el diseño de su política económica. En
especial una de las exigencias mayores fue la implementación de rigurosos
programas de ajuste, también conocidos como programas de choque, que incluían
entre otras medidas, el control de la inflación y del déficit presupuestario del
gobierno mediante fuertes reducciones de la demanda agregada acompañadas de
políticas de desregulación, apertura comercial y adelgazamiento del Estado.
De esta manera la estrategia de estabilización, que a lo largo de casi veinte
años se ha seguido, aunque con algunas variaciones en la priorización de los
instrumentos a aplicar, prácticamente se ha sustentado en los mismos argumentos
derivados de una concepción teórica también dominante. Dicha concepción concibe
a la inflación como un fenómeno esencialmente monetario, de tal suerte que la
oferta monetaria y las variables que la determinan se convierte en el objeto
focal de tal estrategia.
En un primer momento dicha política se centro en el control de la demanda
agregada por la vía de la contención salarial y la reducción del déficit
público, tomando como ancla nominal al Tipo de Cambio. De hecho esta fue la
visión dominante hasta mediados de la década de los noventa (para el Banco de
México hasta este momento no existía en el país formalmente, una política
monetaria). En una segunda fase, poco después de la crisis financiera de 1995,
se inicia una estrategia centrada en el manejo de otras variables. El inicio de
esta nueva fase ocurre con la implementación de un tipo de cambio flexible
(libre flotación), y se afianza con la autonomía del Banco de México que se
convierte, a partir de entonces, en la institución mandatada legalmente para
controlar la inflación (de hecho este es su cometido principal de acuerdo a la
legislación que lo regula). Desde este momento la política anti inflacionaria se
fortalece con la instrumentación de una política monetaria restrictiva centrada
en el control estricto de la oferta monetaria.
Lo que se observa en estos veinte años de vida del modelo Neoliberal (para
algunos todavía en proceso de transición) es una férrea política de control de
la inflación a cualquier costo, generando efectos redistributivos a favor de un
cierto sector de la población y en detrimento de otro. Pareciera evidente que
los grupos más vulnerables (de menores ingresos) han sido los que han cargado
con los mayores costos sociales y económicos de esta política, de tal suerte que
la lucha anti inflacionaria ha tenido, al parecer, (trataremos de corroborarlo)
impactos directos e indirectos en el crecimiento de los niveles de pobreza y
marginación en México en los últimos años.
La pregunta clave que trataremos de responder es ¿Cuáles han sido los costos
sociales y económicos (fundamentalmente) de la estrategia de estabilización en
México y qué efectos se han tenido sobre las condiciones de bienestar de la
población?.
En este sentido, los objetivos del trabajo de investigación son tres
básicamente:
1. Dilucidar los fundamentos teóricos que le han dado sustento a la estrategia
de estabilización en México.
2. Evaluar los efectos redistributivos que dicha estrategia ha tenido.
3. Determinar si, a la luz de sus costos y beneficios, dicha estrategia sigue
siendo viable.
La hipótesis que tentativamente guiara la presente investigación es la
siguiente: “La estrategia anti inflacionaria en México ha tenido efectos
redistributivos a favor de los grupos sociales de mayores ingresos, ampliando la
brecha entre pobres y ricos”.
Para poder constatar la validez de esta hipótesis seguiremos la siguiente
metodología de análisis:
En un primer momento revisaremos la trayectoria que ha seguido la distribución
del ingreso en México analizando la información existente con base en la
encuesta nacional de ingreso y gasto de los hogares y tomando como indicadores
base el índice de Gini, también llamado coeficiente de desigualdad de Gini y
calculando igualmente los coeficientes de dispersión decil para los años sujetos
a análisis.
En un segundo momento trataremos de dilucidar que factores han sido los
determinante de dicha distribución y si existe alguna relación causal con la
estrategia antiinflacionario. Partimos del supuesto de que existe una asociación
directa en este periodo entre el comportamiento de la inflación y del salario
real para el mismo periodo.
La expectativa es que dicha correlación se de, aunque estamos convencidos de
que, por sí misma, no es prueba fehaciente de causalidad. Por tal razón, se hace
necesaria una revisión de las características que ha asumido la estrategia anti
inflacionaria y si en su definición se considera la contención salarial como una
medida explícita.
I. La estrategia de combate a la inflación, su fundamento teórico y sus
resultados.
Siempre se ha sostenido en el terreno de la teoría económica que la inflación
tiene efectos desestabilizadores en la economía al propiciar cambios en los
precios relativos (precios, salarios, tipo de cambio y tasas de interés) en los
que se sustentan los equilibrios de los distintos mercados y el equilibrio
general.
Debido a las disparidades en los precios relativos de los distintos mercados,
altos niveles de inflación propician, también, procesos de redistribución de la
riqueza entre los agentes económicos a través de cambios relativos en las
participaciones de los salarios, las ganancias del capital y la renta de la
tierra en el ingreso de un país.
Se argumenta que son los grupos de asalariados los más afectados por fenómenos
inflacionarios debido las restricciones que existen en los mercados de trabajo
(contractuales las más importantes) que impiden se de una indexación automática
entre salarios y precios cuando estos cambian y además porque son los grupos que
destinan una mayor proporción de su riqueza a la adquisición de bienes y
servicios básicos, siendo estos bienes los de mayor movilidad en su precio
cuando existen fenómenos de inflación recurrente (llamada por algunos inflación
inercial).
Por estas razones se argumenta que menores niveles de inflación tienen efectos
favorables sobre el bienestar de los grupos más vulnerables al incrementar su
poder adquisitivo por consecuencia de una menor inflación.
Sin negar que ello sea válido, cierto es que dichos efectos dependerán
esencialmente de cómo se distribuyan los costos (entre salarios, ganancias y
rentas) en que se incurre cuando se combate a la inflación, es decir, los
llamados costes del ajuste. Si estos costes son soportados por uno u otro sector
los resultados serán distintos y los efectos sobre el bienestar también.
En el caso mexicano la estrategia anti inflacionaria implementada a partir de la
crisis de 1982 se sustento en medidas de corte recesivo que buscaron desde un
primer momento restarle liquidez a la economía para controlar la demanda
interna. Dos grandes medidas se implementaron desde un inicio y se repitieron
durante prácticamente todo el período: el control de los salarios y la reducción
de la participación del Estado en la economía que se expreso en menor gasto e
inversión pública.
Fueron diversos programas los aplicados, todos con un notable rasgo ortodoxo ,
empezando por el Programa Inmediato de Reordenación Económica (PIRE) , los
Pactos de Solidaridad Económica (PSE) que agregaron algunos elementos de tipo
ortodoxo como los acuerdos o concertaciones entre los distintos agentes
económicos para alcanzar metas de inflación acordando alzas de precios,
salarios, tarifas de servicios públicos y gasto de gobierno; hasta llegar a los
Acuerdos de Unidad Para Reforzar la Emergencia Económica (AUSEE) instrumentados
para afrontar la crisis financiera de 1995. Todos ellos surgidos en situaciones
críticas para la economía y teniendo como telón de fondo los compromisos
asumidos con el Fondo Monetario Internacional, el Bando Mundial y/o el gobierno
Norteamericano. No viene al caso analizar exhaustivamente cada uno de ellos
baste decir que en todos “se conservan y refuerzan los instrumentos recesivos y
contractivos de la demanda interna agregada: 1) la severa restricción de la
oferta monetaria y crediticia; 2) la política fiscal contraccionista; 3) el
deterioro de los salarios reales” (Calva: 1996; 101). A partir de 1999 la
estrategia de combate a la inflación define más su corte monetarista y se
sustenta en el manejo del circulante monetario y el crédito interno, en un
contexto de tipo de cambio flexible y mayor apertura comercial.
II. Efectos redistributivos: evolución de la distribución del ingreso y la
pobreza
1. En torno al concepto de equidad.
Hablar de conceptos como equidad, justicia, igualdad siempre ha sido un tema
escabroso y polémico para los economistas, porque se invaden otros campos del
saber, como la ética la filosofía y la sociología, por mencionar algunos. En
cierto sentido la importancia de la equidad deriva del hecho de que puede ser
percibida de diferentes formas y dependiendo de cómo se relacione con los
valores sociales de cada comunidad serán la importancia y medidas que se sigan
en su consecución.
La equidad está íntimamente ligada con el concepto de desigualdad. El término
desigualdad alude al hecho de que un conjunto de magnitudes económicas o de
cualquier otra índole, son diferentes. El término inequidad y otros con igual
connotación, hace referencia a juicios de valor sobre el perfil de esas
magnitudes. Por ello, “la meta de lograr una equidad absoluta no es realista.
Más bien los gobiernos deben centrarse en lograr la meta más razonable de
ofrecer a todos los miembros de la sociedad un nivel de oportunidades adecuado o
aceptable. Usando la terminología del profesor Sen, ello significa suprimir las
privaciones absolutas y reducir las relativas”(Tanzi, Vito: 1998).
La desigualdad económica es un hecho real, en el sentido de que los ingresos y
la riqueza entre las familias, regiones, países o estratos sociales son dispares
en la gran mayoría (si no es que en todos) de los países del orbe. Lo justo o
injusto de ese hecho atañe a cuestiones valorativas. Vista desde la óptica
normativa, los juicios de valor terminan por ser decisivos para la conclusión y
la desigualdad deja de ser simplemente un hecho y pasa a ser una situación que
interpretamos a partir de preconcepciones de justicia.
Dependiendo de cuales sean esas preconcepciones de justicia se establecerán
diferentes medidas de política económica para alcanzar metas de reducción de la
desigualdad . Por ejemplo, para los clásicos la igualdad era en sí misma nociva
por dos razones: porque tenía como resultado una disminución de los incentivos
para la ganancia y el trabajo, y un aumento de la población, en base a los
principios de Malthus (Stigler: 1997). Para los clásicos y los neoclásicos lo
justo era que el individuo recibiera una cantidad de renta correlativa a su
producto, es decir de acuerdo a su productividad marginal, de tal suerte que las
tareas de asignación de la riqueza en una sociedad, desde esta perspectiva
debería de dejarse en manos del mercado “la práctica general debe ser
laissez-faire; toda desviación de este principio, a menos que se precise por
algún gran bien, es un mal seguro”(Ibídem).
Se han desarrollado diversas teorías para determinar que relación existe entre
crecimiento económico y distribución de la renta, la más conocida, tal vez, es
la hipótesis de S. Kuznets , que establece “que la desigualdad en la
distribución de la renta o ingreso aumenta en las primeras etapas del
crecimiento económico, cuando la transición de una sociedad preindustrial a una
industrial es más rápida; la desigualdad se estabiliza por un tiempo, y luego
disminuye en las últimas etapas del crecimiento, dando lugar, según Kuznets, a
una curva en forma de “U” invertida que expresa la relación entre una medida de
desigualdad, como podría ser el índice de Gini, y crecientes niveles de ingreso
per cápita” (Boltvinik y Hernández: 1999, 156) . Es importante comentar que a
pesar de estar construido sobre supuestos muy restrictivo - como la existencia
de dos sectores uno agrícola y otro no agrícola, con porcentajes de población de
80% y 20% respectivamente, así como diferencias de ingreso per cápita de 2 a 1 a
favor del sector no agrícola- el modelo ha confirmado ser un válido referente
teórico en los estudios que se han hecho en diferentes países para correlacionar
las variables Ingreso y Crecimiento, aun habiendo relajado estos supuestos .
2. Medición de la desigualdad.
En este trabajo no revisaremos pormenorizadamente la relación entre distribución
de la renta y crecimiento, enfocaremos el análisis a la búsqueda de evidencias
que nos permitan saber si la estrategia de combate a la inflación ha tenido
efectos redistributivos en el periodo 1982-2000. Para poder lograrlo
necesitamos, en un primer momento dilucidar como ha evolucionado la distribución
del ingreso en este periodo, para lograrlo requerimos tener a la mano
indicadores sobre dicha distribución.
Existen, afortunadamente, una amplia gama de recursos estadísticos para medir la
desigualdad, como expresión de la distribución de la renta entre los distintos
estratos de una sociedad. Entre estos, utilizaremos dos: el coeficiente de
desigualdad de Gini y el Coeficiente de dispersión decil (Banco Mundial: 2002,
26).
a) Coeficiente de desigualdad de Gini. Es el indicador de desigualdad más común.
El coeficiente varia entre 0, que refleja una igualdad total, y 1, que indica
una desigualdad total (una persona tiene toda la renta o el consumo y las demás
no tienen nada). Este coeficiente puede representarse gráficamente mediante el
área de la curva de Lorenz y la línea de igualdad. Si cada individuo tuviera la
misma renta (igualdad total), la curva de distribución de la renta sería la
línea recta del gráfico, es decir, la línea de igualdad total. Dicho coeficiente
se calcula como el área “A” dividida entre las áreas “A” y “B”. Si la renta está
distribuida de forma igualitaria, la curva de Lorenz y la línea de igualdad
total coinciden, en cuyo caso el coeficiente de Gini es 0. Si un solo individuo
recibe toda la renta, la curva de Lorenz pasa por los puntos (0,0), (100,0) y
(100,100), y las superficies de las áreas A y B son similares, con lo que el
coeficiente de Gini tiene el valor de 1. Una de las críticas que se le hacen a
este indicador deriva del hecho de que penaliza cualquier cambio en la
concentración, aunque esta se de a partir de una transferencia de renta de los
estratos superiores hacia los inferiores. Otra desventaja es que no es
acumulativo de los grupos, en el sentido de que su valor total no es equivalente
a la suma de los coeficientes de Gini de los grupos o subgrupos. .
El índice de Gini se calcula mediante la siguiente formula.
n-1 n-1
G =Σi=1 (Pi – Qi)/ Σi=1Pi
Siendo:
Pi= Representa el acumulado de la proporción que cada observación representa
dentro del total (pi).
Qi= Representa el acumulado de la proporción de la variable perteneciente a cada
unidad.
Su valor mínimo que es cero se alcanza cuando Pi=Qi para todo “i”. Es decir su
valor es nulo cuando la variable (ingreso, consumo u otras) se distribuye
democráticamente entre todas las unidades. Su valor máximo es uno y se llega a
él cuando Q1=Q2=Qn-1=0, es decir, G será igual a la unidad si el valor total de
la variable le corresponde sólo a una de las observaciones (Cortés y Rubalcava:
1984; 53).
b) Coeficiente de dispersión decil. Este indicador presenta el coeficiente de la
renta o consumo medidos del 10% más rico de la población dividido entre la renta
media del 10% más desfavorecido. El mismo se puede calcular para otros
percentiles, por ejemplo; la división del consumo o ingreso medio del 5% más
rico entre el consumo o ingreso medio del 5% más pobre. Con este coeficiente se
puede expresar la renta de un estrato determinado como múltiplo de la renta de
otro.
Son estos instrumentos estadísticos los que utilizamos para medir la desigualdad
en la distribución del ingreso de los hogares para los años 1982-2000,
utilizando la información relativa a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos
de los Hogares, que el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática publica.
Es importante mencionar que la encuesta se aplica a una muestra de hogares en
dos zonas clasificadas como de alta y baja densidad. Las zonas de alta densidad
de población están constituidas por localidades mayores a 15 mil habitantes
pertenecientes a alguna de las 12 áreas metropolitanas del país: (Ciudad de
México, Orizaba, Torreón, Guadalajara, Monterrey, León, Chihuahua, San Luis
Potosí, Puebla, Veracruz y Tampico.
La zona de baja densidad está formada básicamente por municipios que alojan
localidades menores de 15 mil habitantes, incluyendo las zonas rurales de
municipios con alta densidad pero cuentan con localidades menores de 2500
habitantes y/o que se dedican a la ganadería o actividades forestales.
(Véase ENIGH-INEGI en www.inegi.gob.mx).
Es por esta razón que la ENIGH, aún siendo una fuente importante (tal vez la más
importante) presenta problemas de sub-reporte, entre otras razones, porque su
información sobre el Ingreso y Gasto de los hogares no es siempre compatible con
los agregados que reportan las cuentas nacionales. A pesar de ello, como toda
información muestral que cumple con los requisitos de representatividad
estadística, es una fuente de información que permite derivar inferencias sobre
las características de la población. Pero además por esta misma razón utilizamos
otro tipo de variables para analizar el problema que aquí hemos planteado
referente a los efectos redistributivos de la estrategia antiinflacionario en
México.
3. Efectos Redistributivos: en busca de evidencias.
Comportamiento de Salarios y Precios: primera evidencia.
Actualmente el salario mínimo general sigue siendo un indicador fundamental para
conocer la participación de los trabajadores en la distribución del ingreso en
México, la mayoría de las relaciones contractuales entre empleados, obreros y
empleadores (entre trabajo y capital) se dan sobre la base del salario mínimo.
Lo primero que se observa al revisar la serie histórica de la tasa de
crecimiento del salario mínimo real es su caída constante durante todo el
período, a excepción de los años (1994, 1998 y 2000) en donde se da una mínima
recuperación del mismo.
De acuerdo a diversos cálculos de la pérdida de poder adquisitivo de los
salarios hasta el año 2000, tomando como referente el salario de 1980, es de
alrededor de un 75%, en otros términos, con un salario mínimo en el 2000 sólo
era posible comprar el 25% de la canasta básica de 1980.
Este hecho también se reflejo en la participación que tuvieron los salarios en
el Producto Interno Bruto. Al respecto se observa una caída constante de los
mismos, ya que mientras en 1976 representaban el 40% del PIB, en 1982 su
participación se redujo al 35%, en 1990 llego al 25%, cerrando en un 18% para el
año 2000; esto es, menos de la mitad de la participación observada en el año de
1976. (EH-INEGI)
Las cifras parecieran contundentes respecto a la tendencia en la concentración
del Ingreso en detrimentos de los grupos sociales asalariados y a favor de los
no asalariados, rasgo que más adelante corroboraremos.
Comparando las tendencias del salario real con la tasa de crecimiento del índice
de precios de la canasta básica se observa una relación directa entre altos
niveles de inflación con altos niveles de caída en el salario real,
particularmente en la década de los ochenta en donde se dieron niveles de
inflación mayores a 2 dígitos que se acompañaron con tasas de decrecimiento del
salario mínimo real mayores al 10% para alguno años. Particularmente en los años
de mayor inflación en los precios de los bienes de la canasta básica (1983,1987
y 1988) se observan caídas significativas del salario mínimo real (Ver Cuadros
1, 2 y Gráfica 1) de hasta 15 puntos.
Es importante resaltar que en la década de los noventa en ninguno de los años la
inflación pasó de dos dígitos, siendo el año crítico 1995 al registrar una
inflación de 41 por ciento asociada con una caída del salario real de 12.89 por
ciento, la mayor para este periodo; la razón es clara, este fue el año de la
última crisis financiera. Se observa asimismo, que en los años de menor
inflación; 1994, 1998 y 2000 con incrementos de 7.37, 15.46 y 8.74 por ciento,
respectivamente, fueron los únicos en los que la tasa de crecimiento del salario
mínimo real fue positiva –aunque mínima- (sólo en el 2000 alcanzó el 10.1 por
ciento de recuperación, para los otros 2 años el crecimiento fue inframarginal,
es decir, menor a una décima de punto). (Cuadros 1, 2 y Gráfica1).
La asociación analizada entre la tasa de crecimiento del salario real (la
mayoría de los años negativos) la tasa de crecimiento del índice de precios de
la canasta básica (positiva y de 2 y hasta 3 dígitos para algunos de los años)
pareciera dar iniciales evidencias del efecto redistributivo de las políticas de
control de la inflación de tipo ortodoxo –recesivo- aplicadas en México en los
últimos 20 años- en detrimento de los asalariados.
Ello se constata y refuerza con la pérdida de peso relativo (mayor al 50% de
1976 al año 2000) que ha sufrido el salario en su participación en el PIB del
país en dicho periodo.
En otras palabras, lo que estamos corroborando, en un primer análisis, es que la
carga del ajuste económico recayó esencialmente en los asalariados, los cuales
conforman los estratos de menor ingreso de la sociedad, como en seguida veremos.
Distribución del Ingreso: segunda pesquisa de evidencias.
Analizando la trayectoria seguida por la distribución del ingreso para algunos
años seleccionados de 1977 a la fecha, con base en el índice de Gini, nos damos
cuenta que al parecer la concentración del ingreso ha tenido un comportamiento
irregular pero creciente a partir de 1983. En este año el índice alcanzo un
valor 0.4449 unidades, tuvo una ligera caída en 1984 y creció de manera
constante hasta1994 año en que tuvo un valor de 0.4558 y subió a 0.4811 en el
año 2000.
Recordemos que el valor de este estadístico oscila entre “0” (menor
concentración) y “1” (mayor concentración) y por sí mismo dice mucho en tanto
más se acerque a los extremos, en tanto no es literalmente apropiado hablar de
un nivel de concentración intermedia del ingreso. Sin embargo, lo que se observa
y es importante destacar es que su valor si se ha movido al alza durante el
período de análisis, lo que es indicativo de cambios en la concentración del
ingreso.
Para saber en que sentido se dieron esos cambios es necesario realizar una
evaluación de la distribución del ingreso por deciles, combinándolo con el
cálculo y revisión de coeficientes de dispersión decil. Al respecto calculamos
los coeficientes de dispersión decil para ver la relación proporcional del menor
decil con el mayor por una parte, y de dos deciles más bajos con relación a los
dos más altos (Ver cuadros del 6 al 17 y Gráfica 2)
Los resultados de la Encuesta del Ingreso-Gasto familiar, para los años sujetos
a análisis, indican una constante concentración del ingreso de los estratos (deciles)
superiores, en detrimento de los estratos de menores ingresos. Para todos los
años (Excepto 1984) el Ingreso del 20% más rico equivalió a más del 50% del
ingreso nacional, siendo el 2000 el año de concentración mayor en estos
estratos, lo que naturalmente coincide con el valor más alto del coeficiente de
Gini para este periodo que fue de 0.4811. En tanto el periodo de participación
menor en el ingreso para el 20% más pobre fue 1983 con una participación de 4%,
seguido de los años 1998 y 2000 con participaciones del 4.16% para ambos años.
Las mediciones del coeficiente de Gini y el análisis por deciles de la
participación del ingreso de los hogares, parecieran arrojar evidencias de una
distribución desigual del ingreso aunque no notablemente creciente, sí constante
para este periodo de implementación de programas de estabilización de corte
ortodoxo.
Un fenómeno destacado que se puede clarificar cruzando los datos de tasa de
inflación, tasa de crecimiento del salario mínimo real y distribución del
ingreso, es que en los años de menor inflación y de recuperación marginal del
salario mínimo real, que fueron los años 1994,1998 y 2000, el coeficiente de
Gini alcanzó los valores más altos del periodo (0.477, 0.4761 y 0.4811)
respectivamente y como es de esperarse la participación del decil (X) superior
en la distribución del ingreso también fue la mayor, equivalente al 38.42, 38.11
y 38.7 por ciento para estos tres años respectivamente. En contrapartida la
participación del decil inferior (I) fue de las más bajas del periodo. (Cuadros
6 a 17 y Gráfica 2).
El cálculo de los coeficientes de dispersión decil hace más evidentes las
dispersiones que se dan entre los estratos más altos de Ingreso con relación a
los más bajos.
Nuevamente saltan a la vista las grandes disparidades, las que casualmente son
mayores en los años 1994,1998 y 2000. Revisando el coeficiente de dispersión
decil del 10% más rico relacionado con el 10% más pobre se constata que la
riqueza del 10% más rico es 25.4 veces mayor que la riqueza del 10% más pobre en
los años de 1998 y 2000, en los cuales se registra la mayor disparidad. En los
mismos años pero calculando la relación de riqueza del 20% más rico con relación
al 20% más pobre el coeficiente indica que el 20% más rico disfruta de un
ingreso 13 veces más grande que el 20% más pobre. En contrapartida los años en
los que se observan las menores disparidades son 1984 y 1996 en los que, de
acuerdo a los coeficientes de dispersión decil, se destaca que la riqueza del
10% más rico es 19 y 20 veces más grande que el 10% más pobre, respectivamente.
En tanto la riqueza del 20% más rico es 10.24 y 11 veces la riqueza del 20% más
pobre.
Otro rasgo interesante que destaca al agrupar los porcentajes de ingreso por
grupos de deciles es que para todo el periodo analizado (exceptuando 1984) la
proporción de ingreso nacional que disfruta el 20% más rico es incluso mayor a
la riqueza que está en manos del restante 80% de los hogares mexicanos.
Un dato adicional que ayuda a entender el origen de estas disparidades en la
distribución del ingreso de los hogares mexicanos y que fortalece las tendencias
hasta aquí observadas, es el relativo a la distribución de la población ocupada
por nivel de ingreso (medido en número de salarios mínimos). En relación a este
indicador se observa que entre un 80 y un 85% de la población ocupada recibe
entre cero y tres salario mínimos, en tanto entre el 1.6 y el 2.2 por ciento de
la población ocupada percibe más de 10 salarios mínimos, lo anterior para los
años 1991 a 1999. Nuevamente como lo hemos apuntado las disparidades en los
ingresos del personal ocupado, que son en esencia, los que explican el ingreso
de los hogares, están fuertemente polarizadas y son como veremos más adelante un
componente importante en la explicación de la pobreza que ha vivido el país, con
mayor agudeza en los últimos 20 años.
Bajo cualquier conservador criterio valorativo –axiológico- se estará de acuerdo
en que la distribución del ingreso en México es altamente desigual,
desgraciadamente no existen datos más desglosados para refinar el análisis, pero
es muy probable que haya incluso fuertes disparidades en la distribución del
ingreso al interior de cada decil, es decir, no solamente hay pobres y ricos, si
no pobres en condiciones extremas y “ricos muy ricos”.
Solamente agregaremos unas observaciones más tratando de proyectar los
resultados de este apartado hacia la hipótesis que deseamos corroborar. Lo que
hemos sostenido hasta este punto es que el coste de la estrategia de combate a
la inflación durante los últimos 20 años ha recaído en los estratos de ingresos
más bajos representados básicamente por los asalariados. Hemos tratado de
demostrar también, como dichos costes se han reflejado en una caída constante
(aunque irregular) del salario mínimo real durante todo el periodo, y en el
mismo sentido acabamos de constatar que la dispar distribución del ingreso entre
los hogares mexicanos a favor de los niveles de mayor ingreso es otra evidencia
de los efectos redistributivos de la mencionada estrategia, en este sentido
hemos tratado de constatar lo que aparece en la declaración de la estrategia
antiinflacionario por parte de los hacedores de la política económica al indicar
en todos los programas ( antes mencionados) que su fundamento es la contracción
de la demanda interna agregada por la vía de la contención salarial y reducción
del gasto público y las evidencias hasta aquí presentadas a punta a que así ha
sido. En consonancia con lo anterior apuntaremos una evidencia más sobre los
efectos mencionados, la evolución de la un indicador más rico, aunque más
complejo, y que esta funcionalmente relacionado con la distribución del ingreso
y la riqueza, me refiero a los niveles de pobreza registrados en el país en el
mimo periodo.
a) Evolución de la pobreza en México 1984-2000.
El tema de la pobreza siempre ha sido terreno fértil para el debate no solamente
del entendimiento y definición del término sino también de su medición. Se
acepta en principio que es un concepto multidimensional que rebasa la
consideración de la disponibilidad de satisfactores para abarcar aspectos de
tipo institucional y de desarrollo humano.
Sin expandir demasiado la discusión sobre la definición y medición de la pobreza
es justo mencionar algunas de las aportaciones que el profesor Amartya Sen ha
hecho al respecto y que ha sido de la mayor influencia y reconocimiento. En un
excelente trabajo que publico en 1978 desarrollo un marco analítico muy
pertinente y adecuado para identificar los factores determinantes de la pobreza
–aunque fue desarrollado en forma especifica para el análisis del hambre y, en
particular, de las hambrunas- es el de titularidades… se refiere a “la habilidad
de las personas para comandar alimentos a través de los medios legales
disponibles en una sociedad, incluyendo el uso de las posibilidades de
producción, comerciales, titularidades vis a vis el Estado y otros métodos” (Ibid,
p. 45).
“El conjunto de titularidades posibles de una persona depende de sus parámetros:
su dotación inicial y el mapa de titularidades de intercambio con la naturaleza
y con otras personas”23 (Ibid, p.46). Este es instinto, un esquema muy útil para
entender los determinantes de la pobreza con un enfoque multidisciplinar, por
ejemplo el deterioro de los salarios en México durante los 20 años que aquí
analizamos equivale a una perdida de gestión en el mapa de titularidades de
intercambio de los asalariados y que se traduce en un aumento de la pobreza.
Sin ahondar más en los debates sobre la definición y medición de la pobreza,
aquí analizamos el comportamiento de la llamada “Pobreza de Ingreso” que tiene
como determinantes la falta de ingresos mínimamente suficientes para poder
solventar el costo de satisfacción de las necesidades básicas. Así se habla de
líneas de pobreza a partir del establecimiento de “montos mínimos que permiten a
un hogar disponer de recursos suficientes para satisfacer las necesidades
esenciales de sus miembros”, (Verdeja: 2001, 62) en términos de requerimientos
nutricionales establecidos por organismos internacionales.
A partir de estos criterios se definieron 3 grandes grupos poblacionales (Ibid
p. 68)
• Hogares en pobreza extrema: cuando el ingreso total del hogar es menor al
valor de la canasta alimentaría, es decir, los ingresos totales del hogar no son
suficientes, para atender las necesidades alimentarías del grupo familiar.
• Hogares intermedios: cuando el ingreso del hogar es superior al valor de la
canasta alimentaría, pero inferior a dos veces dicha cantidad.
• Hogares con nivel de bienestar superior al intermedio: cuando el ingreso del
hogar es mayor a dos veces el valor de la canasta alimentaría.
La ventaja de utilizar el método de los ingresos en la estimación de la pobreza
es que permite continuar tomando como referencia la información sobre Ingreso y
Gasto de los hogares, obtenidas en la Encuesta de Ingreso y Gasto de los hogares
mexicanos.
Analizando las estimaciones sobre la magnitud de la pobreza en cualquiera de sus
grupos, se sostiene una tendencia creciente de 1984 al año 2000. (Ver cuadro 16)
Revisando la evolución que ha tenido la extrema pobreza, tanto en número de
hogares como en población, resalta un fuerte crecimiento de ambos.
El número de hogares en extrema pobreza crece de un inicial de 1.6 millones de
hogares en 1984 a 3 millones para el año 2000. Igual tendencia se observa en la
trayectoria del total de pobres, que crece, de un total de 11 millones en 1984 a
19.4 millones en el año 2000 (Cuadro 16), es decir, el crecimiento fue de 43% en
el número de pobres de 1984 al año 2000.
La información nos muestra que el crecimiento de la pobreza ha sido mayor en las
zonas rurales en comparación con las urbanas, pero además la cantidad de pobres
es mayor en estas zonas a pesar de ser las áreas urbanas las de mayor
concentración de población: en promedio para todo el periodo, alrededor del 60
del total son de origen rural.
Si relajamos el criterio de ingreso para ampliarlo hasta los niveles intermedio
el número de pobres se mueve en un rango que va de 30.4 millones en 1984 a 46.8
millones en el año 2000, que es aproximadamente, el número de pobres que se
calcula existen en el país de acuerdo a estimaciones de la propia Comisión
Económica para América Latina (CEPAL) y el Instituto Nacional de Estadística,
Geografía e Informática (INEGI).
Se observa también que el número de pobres de zonas urbanas se incrementa para
los rangos de pobreza intermedio y superior, es decir, en la medida en que el
nivel de ingreso se amplia, el número de pobres en el medio rural decrece y se
amplia la cantidad de pobres de niveles intermedio y superior en las zonas
urbanas. (Cuadro 16)
De cualquier forma y en línea con las evidencias hasta aquí expuestas se
manifiesta un fenómeno de redistribución del ingreso que se traduce en mayores
niveles de pobreza, los que crecen en forma considerable en el periodo de
ajustes recesivos y continuos, aplicados por el gobierno federal para controlar
la inflación.
CONCLUSIONES
Desde nuestra perspectiva y de acuerdo a las tendencias que se observan en la
tasa de crecimiento real de los salarios, la reducción de los mismos en su
participación en el PIB, así como la evolución de crecimiento en la
concentración y polarización del ingreso y los también crecientes niveles de
pobreza confirman la existencia de efectos redistributivos de la estrategia
antiinflacionario a favor del capital y las ganancias y en detrimento de los
asalariados.
La línea de análisis establecida nos permitió, en un primer momento, constatar
la aplicación de una política contractiva del salario como medida fundamental
para lograr una reducción sistemática de la Demanda Interna Agregada tal y como
se establece en la declaratoria de los distintos programas de ajuste
implementados a partir de las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional.
Este estudio arroja, sin lugar a dudas, un primer conjunto de evidencias; sin
embargo reconocemos que es necesario ampliarlo para integrar al análisis otro
tipo de variaciones como la evolución del gasto público (que es otro componente
importante en la explicación de la demanda interna agregada) que estamos seguros
fue fuertemente reducido y tuvo también efectos en la redistribución del
ingreso. No fue objetivo de este trabajo el análisis intersectorial y la
integración de variables de género y región entre otras para tener una imagen
más profunda y especifica del fenómeno estudiado.
De cualquier forma el estudio permite inferir varias recomendaciones de política
económica que creo es necesario mencionar:
1.- El estudio arroja evidencias muy claras de que el coste del ajuste recayó
fundamentalmente en los grupos de asalariados. Ello se reflejo en una pérdida de
participación relativa de los salarios en el PIB nacional cercana a un 50%, en
la pérdida de poder adquisitivo de los mismos en cerca de un 70% de los últimos
veinte años; en una mayor concentración y polarización de los ingresos y en un
crecimiento inusitado de la pobreza y de la extrema pobreza.
2.- Queda claro también que los efectos de los programas de ajuste en el
bienestar de los grupos más vulnerables sobre paso el límite de la sobrevivencia
de grandes masas poblacionales y ello se reflejo en el crecimiento de la pobreza
extrema y de la cantidad de personas que no recibe ingresos. Y aunque no dimos
indicadores sobre la economía informal y el desempleo existen estudios que
muestran un crecimiento también sorprendente de este sector, llegando a
representar para el caso mexicano cerca del 25% del producto interno generado en
los últimos años con similar participación en la generación de empleos.
3.- Justo es decir que ninguna estrategia de desarrollo puede sostenerse así de
manera indefinida si las recías medidas de contracción del mercado interno no se
compensa con mayores montos de inversión pública y privada que garantice y
amplíen el número de empleos. Tarde que temprano a la mayor marginación social
generada le corresponderá una agudización del los problemas sociales
(criminalidad, drogadicción, narcotráfico, delincuencia, entre otros) y en
general una mayor descomposición social.
4.- Los defensores de la estrategia ortodoxa de control de la inflación sostenía
que el costo social del ajuste vendría ha ser transitorio y que una vez logrado
el crecimiento de la economía que se daría en consecuencia, permitiría una mayor
y más justa repartición de los beneficios; al parecer esto no se ha cumplido en
el caso de México, el proceso ha sido largo (cerca de 20 años) y los beneficios
reflejados en una recuperación real de salario han sido casi nulos y por el
contrario la concentración del ingreso se ha agudizado en los últimos años.
5.- Finalmente, los resultados del modelo de apertura (llamado Neoliberal)
implementado en México desde hace ya 20 años, no parece ofrecer mejores
oportunidades de desarrollo para los grupos más vulnerables, por el contrario la
depauperización de estos grupos cada vez es mayor, por esta razón fundamental
una recomendación derivada del estudio realizado apuntaría hacia la reflexión en
torno a que estrategia de desarrollo puede ofrecer mejores oportunidades de
crecimiento para todos, es decir, habría que repensar el modelo desde nuestra
perspectiva.
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