Mónica Domínguez Serrano
RESUMEN En la presente ponencia tenemos un doble objetivo. De una parte, se
trata de hacer una reflexión sobre los conceptos de pobreza y exclusión, sus
similitudes y diferencias, su alcance y su evolución. De otra, se pretende hacer
una breve referencia al caso de Andalucía también desde una doble perspectiva:
se presenta de forma resumida la coyuntura de la región española en relación a
las principales variables relacionadas con la pobreza y exclusión y, junto a lo
anterior, se realiza un análisis de las causas de la situación y de las medidas
políticas adoptadas a efectos del paliarla.
PALABRAS CLAVE
Pobreza, Exclusión Social, Andalucía
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1. Introducción.
La exclusión social es un fenómeno que supera el concepto de pobreza. En un
momento como el actual cada vez es más preocupante el hecho de que existan
personas no ya pobres económicamente sino excluidas de todo proceso
socioeconómico.
La superación de la cuestión económica cobra especial importancia en sociedades
con altos niveles de desarrollo. Es en este contexto donde situamos nuestro
análisis.
En la región andaluza, donde encontramos los menores niveles económicos
nacionales, se observan también las mayores tasas de exclusión social.
Con el presente trabajo se persigue, de una parte, reflexionar sobre los
conceptos de pobreza y exclusión y, de otra, observar el caso de Andalucía. En
este sentido el segundo epígrafe hace referencia al origen del concepto de
pobreza y su lógica evolución hacia la consideración de nuevas dimensiones de
índole no únicamente económica sino social. En tal evolución surge el concepto
de exclusión. En el epígrafe 3 se hace referencia al caso andaluz. En primer
lugar se presenta un breve escenario descriptivo de la situación de la región
para, a continuación, hacer referencia al escenario político desarrollado al
respecto. Por último se presenta un cuarto apartado con las principales
conclusiones del trabajo.
2. ¿Pobreza o Exclusión?
A lo largo del pasado siglo, muchos han sido los que se han preocupado por el
tema de la pobreza. Podríamos remontarnos al primer tercio del siglo XX para ver
los primeros estudios sociológicos relativos a esta realidad. No obstante, han
sido distintas las perspectivas desde las que se ha ido considerando. Por una
parte está la evolución del concepto en sí, que va desde la concepción de la
relación que se establece entre la pobreza y el desarrollo de un territorio, a
la adquisición progresiva de un carácter multidimensional, en el que lo que
interesan son las implicaciones de la pobreza, las manifestaciones de
desigualdad social y marginación (que en enfoques posteriores se transformará
definitivamente adoptando su denominación actual: exclusión) ; y por otra, los
distintos enfoques adoptados para la medición del fenómeno, pasando del
protagonismo de los enfoques absolutos al predominio del enfoque relativista. En
España, los pioneros en la medición de la pobreza, tal como es entendida ahora,
son Ruiz-Castillo (1987) y Bosh, Escribano y Sánchez (1989), que dan un salto
cualitativo al introducir la metodología europea y considerar la perspectiva de
la distribución territorial.
Desde mediados de los años ochenta, el análisis de la pobreza en España adquiere
una nueva dimensión. Resultado del progresivo acercamiento de nuestro país al
resto de los países europeos, empieza a utilizarse la misma metodología de
estudio, a considerarse a la pobreza de un modo mucho más amplio, hasta el punto
de que el objeto de interés central ya no es la pobreza en sí, sino las
políticas y estrategias necesarias para combatir esta situación de pobreza.
Si tuviéramos que sacar un denominador común a todas estas definiciones, sin
duda sería el marcado carácter economicista. Desde sus orígenes, la pobreza se
ha venido identificando con carencia de medios económicos, más aún, con escasez
monetaria.
Leyendo la definición de pobreza que da la Real Academia de la Lengua Española
nos encontramos con algo curioso, no hace alusión a ningún criterio económico y,
por supuesto, mucho menos, social. Encontramos que pobre es el “que no tiene lo
necesario para vivir”. Se hace referencia al concepto de necesidad, pero en
ningún caso se estipula que ésta sea de tipo económico.
Amartya Sen es quien introduce en el pensamiento económico la consideración de
que la pobreza debe empezar a ser medida más que por el nivel de ingresos que
recibe el individuo, por lo que éste es capaz de hacer con estos ingresos, por
sus capacidades.
Esta es la idea de base en que sustentamos nuestro estudio. No cabe duda de la
relevancia de lo económico dentro del análisis de la pobreza, sin embargo, se
impone el dar un paso más y empezar a incluir definitivamente cuestiones tales
como la salud, la educación, el derecho a una vivienda...factores todos estos
cuya consideración parece lógica, pero respecto a los cuales se sigue observando
una doble debilidad, por una parte, en relación a su aceptación por el conjunto
de la sociedad y, por otra, en cuanto a verse reflejada en las políticas
económicas y sociales llevadas a cabo en nuestro país, como veremos más
adelante.
El II Programa de Lucha contra la Pobreza en la Unión Europea define al pobre
como “aquella persona, familia o grupo cuyos recursos –materiales, culturales y
sociales– son tan limitados que les excluyen del mínimo nivel de vida aceptable
en los Estados miembros en los que viven”.
La alusión a la renta no es directa, pero se puede intuir. Por tanto, nos
estamos refiriendo a grupos cuyo nivel de renta difiere, por debajo, de la
situación media.
Son dos las perspectivas desde las que se puede ahondar en el estudio de la
pobreza: objetiva y subjetiva.
Los enfoques objetivos son aquellos que utilizan como fuente de información
variables económicas objetivas, como pueden ser el nivel de ingreso o de gasto.
Dentro de esta metodología de análisis nos encontramos las utilizadas por la UE
y la OCDE, que consideran pobres a los hogares cuyos ingresos son inferiores al
50% de la Renta Familiar Disponible Neta (RFDN) por habitante, aunque cada una
utiliza una escala de equivalencia y ponderación de los miembros del hogar.
Los enfoques subjetivos son los que miden la pobreza a través de las opiniones
de los encuestados. Así, encontramos el método Deleeck y el método Leyden, que
se basan en el establecimiento de un mínimo de ingresos que los encuestados
consideran necesario.
Un segundo criterio de clasificación es el que distingue entre:
La pobreza absoluta, que hace referencia a una situación en la que la persona
carece de una serie de recursos para satisfacer las necesidades que se
establecen como básicas para llevar una vida diga (alimento, vivienda,
educación, atención sanitaria...). Se suele utilizar para medir la pobreza en
los países menos desarrollados.
La pobreza relativa, se refiere a situaciones en las que la persona recibe
comparativamente menos que el resto de la población. Se trata de una medición de
desigualdad entre semejantes con respecto a la distribución de los recursos. Es
utilizada principalmente en los países más desarrollados, donde la mayor parte
de la población tiene satisfechas sus necesidades básicas.
En este enfoque, donde se realiza una comparación, se establece que son pobres
los que se sitúan por debajo de un determinado porcentaje del gasto o ingreso
medio de un país, en general, el 50%. Así se habla de línea de pobreza o umbral
de pobreza.
En base a donde se fijen estas líneas podemos establecer una tipología de
pobreza:
Pobreza relativa:
● Precariedad social o económica, comprende aquellas personas cuyos
ingresos/gastos se sitúan entre el 35% y el 50% de la media nacional.
● Moderada, aquellos cuyos ingresos/gastos se sitúan entre el 25% y el 35% de la
media nacional.
Pobreza severa:
● Grave, aquellos cuyos ingresos/gastos se sitúan entre el 15% y el 25% de la
media nacional.
● Extrema, los que tienen unos ingresos/gastos por debajo del 15% de la media
nacional.
Hay que llamar la atención respecto de un segundo término que aparece en los
modelos de pobreza a nivel europeo, el de exclusión social. Como veíamos, el
ámbito de actuación que se le atribuía tradicionalmente a la pobreza, ha ido
ampliándose, pasando de una concepción puramente monetaria a una en la que se
tienen en cuenta otros aspectos que se engloban, en un primer momento, en el
concepto marginación. Si entendemos ésta desde un punto de vista de aislamiento
y separación de una persona en el trato social, tal como define el diccionario,
podemos observar cierta similitud con lo que entendemos por exclusión.
Precisamente éste es el paso que dan los países europeos, sustituyen en las
últimas décadas, de forma definitiva, un término por otro.
La Academia define la exclusión como el hecho de negar la posibilidad de alguna
cosa. Esta definición se acerca más al objeto de nuestro estudio. Nos interesa
la idea de considerar excluido al “estar fuera de un proceso”, sí, pero también
al hecho de encontrar un obstáculo a la entrada. Es decir, se trata de recoger,
junto a la visión estática de la marginación -estar fuera-, la visión dinámica
-imposibilidad de entrar, de incluirse-.
Tenemos dos conceptos, pobreza y exclusión, que presentan dificultades en cuanto
a su límite. La tarea se vuelve compleja cuando tratamos de definir el ámbito
que comprende cada uno de ellos. En muchas ocasiones, ambos son utilizados como
sinónimos cuando en realidad hacen alusión a realidades distintas. ¿Que tienen
en común ambos términos? ¿En qué se diferencian? ¿Cuál es más amplio? Sin duda,
como paso previo a nuestro análisis, resulta imprescindible tratar de dar
respuesta a estas cuestiones y delimitar qué entendemos por pobreza y qué por
exclusión.
No obstante, no constituye nuestro objeto de estudio el hacer un análisis
exhaustivo de la etimología y desarrollo teórico de ambos términos sino, más
bien, el de definir qué entenderemos como tales en lo que sigue.
Para nosotros, el concepto de exclusión supera al de pobreza, en el sentido que
recoge aspectos económicos, pero también sociales. Es un concepto
multidimensional que, como señala el Informe 8 del CES , engloba las causas y
los efectos de la pobreza. Por tanto, podemos hablar de que existen personas que
no son pobres y sin embargo están excluidas, mientras que en sentido contrario
no se produce esta correspondencia, pues si alguien es pobre, se considera
excluido en el sentido que no se encuentra en situación de igualdad con el resto
de ciudadanos.
En palabras del III Programa Europeo de Lucha contra la Pobreza (Pobreza-3)
–donde se sustituye por primera vez el término de pobreza por el de exclusión
social– “el problema no es ya solamente el de desigualdades entre la parte alta
y la parte baja de la escala social (up/down) sino también el de la distancia,
en el cuerpo social, entre los que participan en su dinámica y los que son
rechazados hacia sus márgenes (in/out)”.
En concreto, consideraremos que una persona está excluida siempre que se le
niegue algún derecho, siempre que se encuentre ante cualquier tipo de situación
que le impida tener cubiertos sus derechos o que le impida tener acceso a los
mismos.
Merece la pena, en este punto, detenernos a reflexionar. Hasta ahora hemos
venido enmarcando nuestro análisis en el contexto de los países más
desarrollados, es decir, hemos venido considerando que la exclusión social viene
determinada por la privación de derechos tales como la educación, la vivienda,
la salud...en definitiva, por derechos básicos del estado de bienestar. Esta
posición parece lógica puesto que nos encontramos en una zona privilegiada,
donde el resto de derechos humanos se suponen cubiertos. Sin embargo, no
conviene olvidar que por exclusión, y por tanto como excluidos, debemos
considerar un conjunto mucho más amplio. No podemos obviar que la inmensa
mayoría de habitantes del planeta, además de atravesar importantes situaciones
de pobreza económica, vive permanentes formas de exclusión, basadas en la
imposibilidad de acceder a derechos fundamentales como la libertad o la
igualdad, fruto de la conjugación de diversos factores culturales y sociales
como pueden ser los radicalismos religiosos o los regímenes autoritarios que
privan a la humanidad de sus derechos políticos y civiles.
A efectos de nuestro análisis, dado que se sitúa en el contexto europeo,
consideraremos que están en situación de exclusión todas las personas que,
viviendo en nuestro país, no tengan cubiertos o no tengan acceso a los derechos
básicos establecidos en la Constitución Española: libertad, justicia, igualdad y
pluralismo político -como se establece en su Articulo 1-. Para cumplir lo
anterior, la persona debe tener derecho a educación, propiedad privada, trabajo
y elección de oficio, protección social, económica y jurídica, asistencia y
prestaciones sociales, salud, cultura y vivienda digna .
Resulta difícil medir la exclusión. No son muchos los estudios que incluyen
otras variables junto a la económica en la determinación cuantitativa de la
realidad social, si bien es cierto que desde mediado de los ochenta existe una
tendencia a su incorporación en los análisis. Los principales estudios sobre
pobreza a nivel nacional, basados en la Encuesta de Presupuestos Familiares, se
limitan a profundizar en variables de ingreso y gasto. Hay varios motivos para
que esto sea así: el primero de ellos es la dificultad de medición de un
fenómeno tan complejo, hablamos de multitud de factores que inciden en su
determinación, y esto no resulta fácil de integrar en un modelo. Junto a este
factor, aparece la escasez de fuentes estadísticas capaces de aportar datos
útiles para la elaboración de un análisis riguroso, únicamente la Encuesta de
Presupuestos Familiares y el Panel de Hogares de la Unión Europea suministran
alguna información relativa a vivienda o a salud que pueden ser utilizados.
No constituye, tampoco, el objeto de este estudio el establecer una metodología
que nos permita realizar una medición adecuada del fenómeno de la exclusión
social, para, de esta manera, realizar un diagnóstico mucho más preciso, que nos
permitiera poner en marcha políticas acordes con las necesidades reales. Sería
interesante, sin embargo, para posteriores estudios, profundizar en este aspecto
y lograr establecer una visión integradora de ambos conceptos: pobreza y
exclusión.
En definitiva, lo que nos va a permitir entender la diferenciación de estos dos
conceptos es la idea que subyace y va a resultar clave a la hora de determinar
las situaciones de exclusión, que es, como señala la Fundación Europea para la
mejora de las condiciones de Vida y Trabajo , la posibilidad o no de la persona
de participar en el conjunto de la sociedad.
3. La exclusión social en Andalucía.
3.1. Estado de la cuestión.
La exclusión social no es un problema nuevo en nuestra región, aunque al
tratarse de un fenómeno complejo, aún se desconoce parte de su naturaleza.
De la exclusión social se han preocupado distintos ámbitos: académico, político,
institucional…; cada uno con una perspectiva propia, sin embargo, la
coincidencia es unánime en torno al hecho de que la exclusión es un fenómeno
complejo, que se gesta a través de la relación de factores dependientes entre sí
en el seno de procesos sociales, que tiene, por tanto, un carácter dinámico y
que se concentra en espacios diferentes.
La consecuencia de los de procesos de exclusión no es únicamente la pobreza
económica que sufren los hogares o las personas, se trata de algo más
trascendental tanto para ciudadanos como para sociedades; se trata de carecer de
un espacio, de no poder acceder a los circuitos de participación, en definitiva
se trata de estar situado fuera de la sociedad. En este sentido, la pobreza se
puede considerar un problema social más estático y menos complejo, con una
incidencia indudablemente grave sobre el grupo de población afectado, pero que
no impide por si sola la participación en la sociedad. La exclusión sin embargo
es más dinámica, es una trayectoria que se recorre de distinto modo según los
diferentes ciudadanos y que tiene unas consecuencias singulares, determinadas
generalmente por la acumulación de circunstancias.
Pese a lo anterior, el primero de los factores a considerar para el análisis de
la situación de un determinado territorio, en relación a su situación
socioeconómica, sigue siendo -principalmente por la disponibilidad de datos y
porque permite hacer una primera acotación-, el nivel de ingresos y gastos.
La Comunidad Autónoma de Andalucía se caracteriza por ser una de las regiones
españolas con mayor porcentaje de población pobre y excluida. De hecho, un 22,
54% de los andaluces se situaban en 2002 por debajo del umbral de pobreza. Estas
cifras son especialmente preocupantes puesto que hablamos de que casi una cuarta
parte de las personas que habitan en esta región no disponen ni siquiera de los
ingresos mínimos, no hablamos ya del acceso a otro tipo de recursos o derechos
básicos. Este porcentaje se reduce a un 14,7% como media en el conjunto
nacional.
Figura 1. Personas situadas por debajo de la línea de pobreza. 2002
Personas Porcentaje
Andalucía 1.662.181,35 22,54
España 6.050.633,57 14,73
Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Encuesta Continua de
Presupuestos Familiares. Base 1997. Resultados para Andalucía. IEA
Nota: la línea de pobreza del 60 por ciento (LP60) está referenciada a la
mediana nacional calculada según el gasto medio equivalente por hogar
Es interesante, una vez observado el número de personas que se encuentran en
situación más precaria, hacer un análisis más pormenorizado de en qué situación
se declara el resto. Si nos centramos en los resultados de las personas que
declaran tener mayor o menor dificultad para llegar a fin de mes, en torno a un
40% de los andaluces llega con facilidad, pero un 10% declara llegar con mucha
dificultad. Si comparamos estos resultados con las cifras nacionales, el 25,85%
de los que llegan a fin de mes con mucha dificultad son andaluces y el 23,01% de
los que llegan con dificultad.
Figura 2. Personas con dificultad para llegar a fin de mes en Andalucía. 2002.
Personas Porcentaje Porcentaje respecto al total nacional
Con mucha dificultad 764.665,55 10,37 25,85
Con dificultad 1.441.453,12 19,55 23,01
Con cierta dificultad 2.080.652,43 28,21 17,28
Con cierta facilidad 2.186.124,41 29,65 17,34
Con facilidad/mucha facilidad 854.558,08 11,59 12,40
Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Encuesta Continua de
Presupuestos Familiares. Base 1997. Resultados para Andalucía. IEA
Al mismo tiempo, casi un 60% de los andaluces se declara sin capacidad de
ahorrar.
Figura 3. Personas con posibilidad de ahorrar en Andalucía. 2002.
Personas Porcentaje
Sí 2.917.588 39,56
No, o muy poco 4.407.161 59,76
Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Encuesta Continua de
Presupuestos Familiares. Base 1997. Resultados para Andalucía. IEA
Muy relacionado con el aspecto económico -desde el punto de vista de los
ingresos- aparece el empleo puesto que, en estratos sociales más desfavorecidos
económicamente, éste se considera la principal fuente de ingresos para los
andaluces, junto a las prestaciones por desempleo y otras similares.
Andalucía presenta las mayores cifras de paro españolas. Para todos los periodos
de tiempo considerados supera el 20% del total nacional, cifra realmente
significativa. Pero además, la situación es aún más preocupante cuando nos
referimos al tiempo durante el cual los andaluces buscan empleo. Casi el 30% de
las personas que buscan empleo durante más de 2 años son andaluces. Si hay
alguien que puede considerarse excluido del mercado de trabajo, desde luego
forma parte de este segmento, por lo que la cifra del 29,73% nos da idea de que
hay un frente importante que atender. Del mismo modo, dentro de Andalucía el
número de personas que buscan empleo durante 2 años o más alcanzan el 21% del
total de parados.
Figura 4. Parados por tiempo de búsqueda de empleo. 2005.
Andalucía España Porcentaje respecto al total nacional
Menos de 6 meses 205,55 889,35 23,11
De 6 meses a menos de 1 año 63,775 257 24,82
De 1 año a menos de 2 años 62,95 256,05 24,59
2 años o más 88,375 297,3 29,73
Fuente: Encuesta de Población Activa. INE. 2005.
Nota: Miles de personas
Como siguiente dimensión a tener en cuenta vamos a referirnos al derecho a tener
una vivienda digna. Según la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares, un
3,85% de los andaluces habitan en una vivienda que no dispone de agua caliente,
un 89,69% no dispone de calefacción y un 18,07% no dispone de teléfono fijo, por
poner algunos ejemplos. Sin embargo, en sentido contrario, un 11,32% declara
disponer de una vivienda secundaria. A la luz de los datos, en este aspecto no
podemos considerar que Andalucía se encuentre en una situación demasiado
precaria, si bien es cierto que habría que tener en cuenta otras dimensiones
como el régimen de ocupación de la vivienda y, lo que es aún más importante, el
número de personas que ni siquiera dispone de estas viviendas que, por otra
parte, serían los verdaderamente excluidos socialmente.
El último de los factores señalados es más difícil de considerar pero, respecto
al régimen de tenencia podemos decir algo. De las personas que declaran tener
vivienda en propiedad y no estar pagando actualmente préstamo o hipoteca, sólo
un 8,74% declara hacerlo con mucha dificultad y un 20,30% con dificultad, el
resto lo hacen con relativamente poca dificultad. Desde luego, este rango de
población no es el que nos ocupa, pues entendemos que se trata de personas con
cierto poder adquisitivo que no requieren ni siquiera de una hipoteca para pagar
su vivienda. De entre los que tienen vivienda en propiedad pero están pagando un
préstamo o hipoteca, un 9,8% la paga con mucha dificultad y un 20,66% con
dificultad, para el resto tampoco es excesivamente problemático hacer frente a
este gasto básico. Finalmente nos encontraríamos ante el segmento más próximo a
los que podríamos considerar excluidos. Se trata de personas que viven de
alquiler -en su mayoría por no poder disponer de una vivienda en propiedad- y
aún así un 22,07% tiene mucha dificultad para hacer frente a los gastos
mensuales, un 22,01% dificultad y un 23,88% cierta dificultad.
Figura 5. Hogares según dificultad para llegar a fin de mes y régimen de
tenencia de la vivienda en Andalucía. 2002.
Propiedad sin préstamo o hipoteca en curso Propiedad con préstamo o hipoteca en
curso Alquilera
Con mucha dificultad 8,74 9,80 22,07
Con dificultad 20,30 20,66 22,01
Con cierta dificultad 29,61 22,79 23,88
Resto de gradosb 41,35 46,75 32,05
Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Encuesta Continua de
Presupuestos Familiares. Base 1997. Resultados para Andalucía. IEA
Nota: a Incluye 'Alquiler', 'Alquiler reducido o cesión semigratuita', 'Cesión
gratuita' y 'No consta'
b Incluye 'Con cierta facilidad', 'Con facilidad', 'Con mucha facilidad' y 'No
consta'
Otro de los factores a considera es la educación. Si bien es cierto que una
persona analfabeta no tiene por qué estar excluida de la sociedad , sí es
habitual la relación inversa, es decir, las personas excluidas suelen carecer
incluso de los niveles educativos más elementales. Se observa que un 21,6% de
las personas andaluzas con más de 16 años son analfabetas. Estos porcentajes son
excesivos y, nuevamente, si comparamos la situación de la región con la de la
media española (14,40%) la comunidad presenta unos niveles preocupantes.
Figura 6. Porcentaje de analfabetos sobre población mayor de 16 años. 2002.
Andalucía 21,60
España 14,40
Fuente: Indicadores Sociales. INE. 2004.
El último factor que vamos a tener en cuenta en este análisis somero de la
realidad andaluza es la salud y, más concretamente, nos interesan las
posibilidades de acceso al sistema sanitario que presentan los andaluces. En
este sentido, según la Memoria Estadística 2003 de la Consejería de Salud de
Andalucía existen 0,1889 camas por cada habitante y, en medicina general se
pasan anualmente 48.982.016 consultas, lo que supone que se estarían realizando
6,44 consultas por persona. Otro problema, claro está, es el de considerar a qué
personas se está atendiendo, pero esto nos llevaría a un análisis mucho más
pormenorizado que exigiría el estudio de núcleos excluidos de población y
atención sanitaria específica. Sería además interesante tener en cuenta otro
tipo de consultas y tratamientos mucho más relacionados con los sectores
excluidos de población, todas las vinculadas a cualquier tipo de
drogodependencia.
3.2. Políticas al respecto.
El cambio de paradigma que supone abordar el problema de las necesidades desde
una perspectiva dinámica, es decir, pasar desde el tradicional concepto de
pobreza al actual de exclusión, supone también el establecimiento de nuevas
estrategias de actuación por parte de los propios ciudadanos y por parte de las
instituciones. En lo que se refiere a los ciudadanos, han de convertirse en
sujetos activos en el proceso de su propio cambio; las instituciones igualmente
han de considerar a los ciudadanos como algo más que meros preceptores pasivos
de ayudas, han de considerarlos potencial para el cambio. Del mismo modo, las
intervenciones no pueden limitarse a establecer actuaciones asistenciales,
paliativas de las consecuencias de la pobreza y de la exclusión, más bien han de
ir dirigidas a eliminar las causas que originan las situaciones de exclusión,
implementando políticas activas con potencia suficiente para abordar cuestiones
muy complejas en las que se entrecruzan diferentes ámbitos de intervención.
El escenario europeo al que, por otra parte, se van aproximando España y
Andalucía, está experimentando los siguientes procesos:
a. Incorporación de las mujeres al mercado de trabajo
b. Descenso de las tasas de natalidad
c. Cambios en la estructura familiar y composición de los hogares: nuevos
modelos de familia, incremento de la monoparentalidad,
d. Envejecimiento de la población
e. Niveles de desempleo altos, precarización del trabajo...
f. Procesos Migratorios
g. Incorporación a las nuevas tecnologías (pueden producir una brecha digital)
h. Emergencia de procesos de exclusión entendidos como acumulación de
dificultades persistentes que pueden componerse de diversas tales como pobreza
económica, desempleo, problemas de salud, dificultades relacionadas con
vivienda, etc...
Las cifras de pobreza y exclusión originadas como consecuencia del actual
sistema económico, se han visto reforzadas por el acelerado proceso de
globalización, a partir del cual se ha logrado mayor crecimiento económico, pero
no se ha logrado en cambio una disminución de los niveles de pobreza y
exclusión.
Ante esta situación, la Unión Europea empieza a prestar mayor atención al
fenómeno. Uno de los primeros y más importantes acuerdos en este sentido es el
Tratado de Ámsterdam (1999) que marcó un hito en cuanto a política social y de
empleo en la Unión Europea pues, junto al capítulo de empleo, se añadieron
nuevos cometidos sobre política social.
A pesar de todo, la exclusión continúa siendo un problema considerable, por lo
cual en el Consejo Europeo de Lisboa de marzo de 2000, los Estados miembros se
comprometieron a actuar de manera decisiva a fin de erradicar la pobreza y la
exclusión social antes de 2010. Para conseguirlo se abordó una metodología que
se conoce como Método Abierto de Coordinación sobre la integración social que
permitirá al tiempo aunar coherencia en las actuaciones y diversidad nacional.
Los objetivos comunes para la lucha contra la pobreza fueron acordados en la
Cumbre de Niza de 2000, y tomando a éstos como marco de referencia común, los
países miembros elaboraron sus respectivos Planes Nacionales de Acción, incluida
España, con vigencia bianual.
En este marco es donde se sitúa el Plan Andaluz para la Inclusión Social
2003-2006, que responde a una estrategia europea de lucha contra la exclusión
que propone coordinación con el Plan para la Inclusión Social del Reino de
España y con los Planes Locales de Inclusión Social. Este plan se presenta con
una vigencia cuatrienal con vocación de responder a los retos planteados por
Europa, planteando unos objetivos que vertebran las medidas propuestas que
deberían lograrse a medio plazo, articulados en las dimensiones de Empleo y
Formación, Vivienda, Salud, Educación y Servicios Sociales, junto con otros de
carácter transversal que son: participación, acompañamiento social, garantía de
ingresos mínimos y coordinación.
Sin embargo, esta no es la única herramienta utilizada por las instituciones
andaluzas para la lucha contra la exclusión social. Además de la participación
en iniciativas europeas y de las actuaciones locales planteadas al respecto,
muchos son los programas sectoriales puestos en marcha por las distintas
consejerías del gobierno autonómico. En este sentido destacan algunas como el
Plan Integral para la Comunidad Gitana, II Plan andaluz sobre drogas y
adicciones, I Plan de Acción Integral para las Personas con Discapacidad en
Andalucía. 2003-2006, Programa de solidaridad, etc.
4. Conclusiones.
El uso del concepto de exclusión social como superación del concepto de pobreza
es un hecho consensuado en los últimos años en la UE. Esta evolución implica la
consideración de variables que van más allá de las puramente económicas para el
estudio de realidades sociales mucho más complejas.
La característica fundamental de la pobreza en España como fenómeno social es la
gran heterogeneidad de situaciones existentes tanto a nivel geográfico como a
nivel de colectivos específicos que por diversos factores pueden distinguirse en
el mundo de los pobres. Por ello, el estudio de la exclusión social en un
territorio como el andaluz, con su propia idiosincrasia, exige tener muy
presente la variable territorial que va a condicionar en gran medida el resto de
variables como puede ser el acceso al mundo laboral, a los servicios sociales o
a las prestaciones sanitarias, por ejemplo.
La región andaluza, condicionada por ser una de las regiones con menor renta per
cápita del conjunto nacional, presenta serios problemas en relación a alguna
otra de las variables más estrechamente vinculadas a la exclusión social, como
es el caso del empleo. En este sentido, se hace necesario articular los
mecanismos adecuados para garantizar el desarrollo de una política social basada
en las necesidades reales de cada territorio, haciendo partícipe de ella tanto a
los distintos gobiernos con sus organismos e instituciones, como al conjunto de
la sociedad. El Plan Andaluz para la Inclusión Social 2003-2006, en sintonía con
las políticas adoptadas en la UE, constituye la herramienta fundamental de lucha
contra la exclusión social en el territorio.
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Sen, A (1983): Poor, relatively speaking, Oxford Economic Papers 35 (2), pp.
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UE (1989): Programa Europeo de Lucha contra la Pobreza 1989-1994 (Pobreza-3).
Bruselas.
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