Jesús Claudio Pérez Gálvez
Profesor Universidad de Córdoba (Area Economía Aplicada)
Puerta Nueva s/n 14.071 – Córdoba
Tlf.: 957218833
E-mail: dt1pegaj@uco.es
El objetivo de este trabajo es analizar la convergencia provincial en Andalucía
en el período 1965-1995, si es que ésta se produce y, en caso afirmativo, si es
absoluta o condicionada, analizando la evolución de la productividad como
elemento generador de la misma. Para cumplir este objetivo, el trabajo se
estructura de la siguiente forma: en primer lugar, se lleva a cabo una revisión
de la literatura más reciente sobre crecimiento y convergencia, así como de las
técnicas más utilizadas para su con-trastación empírica. En segundo término, se
realiza un análisis empírico del proceso de convergencia de las provincias
andaluzas, utilizando los métodos tradicionales beta y sigma, y del papel
desempeñado por la productividad laboral y el empleo en el mismo. A modo de
conclusión, en un tercer apartado se recogen las ideas funda-mentales a retener
del análisis efectuado.
Palabras Clave: Andalucía, crecimiento económico, convergencia económica y
disparidades interprovinciales.
Este texto fue presentado como ponencia al
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5.1. Referencias Teóricas y Metodológicas
La preocupación por la reducción de las disparidades espaciales no es, en abso-luto,
un hecho novedoso. Los modelos de crecimiento regional siempre han ocupado un
lugar destacado dentro de la economía regional al intentar determinar la
evo-lución de dichas disparidades. El interés por el crecimiento económico ha
ido de la mano del estudio de las implicaciones del crecimiento para la
convergencia entre dis-tintas áreas geográficas. La literatura sobre estos temas
es muy amplia y esta fuera de lugar intentar aquí una revisión exhaustiva de la
misma. Las principales aporta-ciones al crecimiento regional pueden agruparse en
dos grandes modelos: modelos favorables a la convergencia y modelos que predicen
divergencia.
Los primeros están inspirados en los modelos de crecimiento neoclásicos, donde
los trabajos de Solow (1956) y Swan (1956) pueden considerarse pioneros. En la
dé-cada de los sesenta se producen diversas aportaciones que trasladan la
esencia de estos modelos al ámbito regional, incorporando consideraciones de
economía abierta al permitir flujos comerciales, de capital y de trabajo . Los
trabajos desarrollados eran optimistas acerca de la desaparición de los
desequilibrios regionales en un plazo de tiempo relativamente breve, bajo la
premisa de existencia de competencia perfecta, rendimientos decrecientes de los
factores que se acumulan y perfecta movilidad de los factores, el capital se
desplazaría hacia las regiones más atrasadas - con menores dotaciones iniciales
de capital - en busca de mayor rentabilidad. A su vez, el trabajo emigraría
hacia las zonas más ricas en busca de mayores salarios. La movilidad de los
factores de producción se traduce en crecimientos de las dotaciones de capital
por trabajador en las regiones más pobres, teniendo como consecuencia unas tasas
de crecimiento también mayores. Suponiendo que las regiones comparten unos
mismos parámetros fundamentales - tasa de ahorro, estructura productiva, tasa de
creci-miento de la población, capital humano, infraestructuras públicas, etc. -,
los modelos neoclásicos predicen convergencia a un mismo nivel de renta per
cápita - estado esta-cionario -. Ahora bien, es evidente que el supuesto de
movilidad perfecta de los fac-tores resulta tan poco realista como la ausencia
total de movilidad. En cualquier caso, parece lógico considerar que los
movimientos de factores son más fluidos entre re-giones o provincias que entre
países, por lo que los ritmos de convergencia deberían ser mayores entre las
primeras que entre los segundos.
Sin embargo, pese a la gran difusión de los planteamientos neoclásicos, su capa-cidad
explicativa resultó ser bastante dudosa. Este hecho se puso de manifiesto du-rante
la década de los ochenta, cuando la disponibilidad de datos acerca del creci-miento
de los diferentes países permitió a los investigadores centrar su atención en
dos regularidades empíricas: las tasas de crecimiento parecían mostrar una
tendencia secular creciente al tiempo que la desigualdad internacional no se
reducía con el paso del tiempo. El primero de estos hechos era fácilmente
incorporable al modelo neoclá-sico mediante la introducción del progreso
técnico. Por el contrario, el hecho de que la desigualdad entre países no
mostrase tendencia alguna a reducirse era, en prin-cipio, difícilmente
interpretable de acuerdo con el esquema neoclásico.
En el inicio de la polémica sobre la convergencia, Baumol (1986) aportó
evidencia empírica referente a diversos países industrializados para un período
amplio de tiempo que aparentemente respaldaba los planteamientos neoclásicos;
sin embargo, este trabajo presentaba limitaciones evidentes, tal y como puso de
manifiesto De Long (1988), ya que existía un sesgo importante generado por la
selección de países incluidos en la muestra - al trabajar con un conjunto de
países que habían alcanzado un determinado nivel de desarrollo en 1979 excluía
de la muestra las economías que no habían convergido -. En estas condiciones, la
reducción de la desigualdad entre los países estudiados estaba poco menos que
garantizada. Por ello, De Long (1988) procedió a ampliar la muestra de Baumol
(1986) en función de la renta por habitante de 1870, de manera que con este
nuevo conjunto de datos no se apreciaba reducción alguna de las disparidades
entre las economías consideradas.
Estos resultados motivaron la búsqueda de alternativas al modelo neoclásico
tradi-cional, dando lugar al desarrollo de los modelos de crecimiento endógeno a
partir del trabajo seminal de Romer (1986). Estos modelos tratan de mejorar la
comprensión de las causas del crecimiento a largo plazo, relajando alguno de los
supuestos funda-mentales de los modelos neoclásicos. En este sentido, una
primera posibilidad con-sistió en considerar que las aportaciones neoclásicas
omitían variables relevantes para el crecimiento, como son el caso del capital
humano o el capital público. La in-clusión de estas nuevas variables en la
función de producción agregada, aún mante-niendo el supuesto de rendimientos
constantes, suponía el alterar sustancialmente las conclusiones señaladas por
los modelos neoclásicos. Las diferencias existentes entre la producción por
trabajador entre distintas economías ya no iban a ser únicamente resultado de
las disparidades en los niveles de capital por trabajador, sino que refle-jaban
además las diferencias existentes entre los niveles educativos de los
trabaja-dores, así como las diferentes dotaciones de infraestructuras y otros
bienes y ser-vicios públicos. Tomando como dada la distribución espacial de
estos factores, la di-rección de los flujos de capital ya no está clara a
priori, puesto que las economías con mayores niveles de capital por trabajador
disponen también de mayores dotaciones de otros factores complementarios. En
esta situación, puede ser posible que la pro-ductividad marginal del capital y,
por tanto, su remuneración, sea superior en las economías más ricas. En
consecuencia, los flujos de capital pueden dirigirse de las áreas más atrasadas
a las más desarrolladas, hasta que las productividades margi-nales se igualen,
generando divergencia.
No obstante, el aspecto más destacado de los modelos de crecimiento endógeno
hace referencia a la incorporación de rendimientos crecientes a escala en los
factores acumulables . Ahora bien, la hipótesis de rendimientos crecientes es
difícilmente con-ciliable con el supuesto neoclásico de competencia perfecta.
Los rendimientos cre-cientes pueden ser explicados a partir de la aparición de
efectos externos como conse-cuencia del aprendizaje en el trabajo - Arrow (1962)
y Romer (1986) -, el incremento de la especialización - Romer (1987) -, la
consideración del capital humano - Lucas (1988) -, o el desarrollo de las
tecnologías y las innovaciones - Grossman y Helpman (1991) -. En este contexto,
puesto que el rendimiento de la inversión es una función creciente del stock
acumulado de capital, el crecimiento es explosivo, incluso en au-sencia de
progreso técnico. En consecuencia, de acuerdo con estos modelos, las eco-nomías
más ricas crecen más rápidamente, de manera que la desigualdad tiende a aumentar
con el paso del tiempo.
La reacción neoclásica a los modelos de crecimiento endógeno está representada
por los trabajos de Barro y Sala-i-Martín (1991) y Mankiw, Romer y Weil (1992).
Estos autores explican el mantenimiento de las disparidades internacionales a
partir del hecho de que los países poseen fundamentos económicos muy diferentes,
de manera que, de acuerdo con el modelo neoclásico, éstos convergen a largo
plazo hacia posi-ciones de equilibrio alejadas - convergencia condicionada -.
El debate entre los defensores de los modelos de crecimiento de corte neoclásico
y los partidarios de las recientes teorías del crecimiento endógeno se traduce
en la apa-rición de una importante literatura que intenta modelizar el problema
de la conver-gencia/divergencia regional. La explosión de la literatura sobre
convergencia se ha visto favorecida por la reciente disposición de bases de
datos adecuadas para abor-dar empíricamente esta cuestión, así como porque la
existencia o no de convergencia ha pasado a representar la forma de contrastar
las predicciones de diferentes familias de modelos de crecimiento económico.
Desde el trabajo pionero de Barro y Sala-i-Martín (1990) sobre el crecimiento
eco-nómico y la convergencia en Estados Unidos, hasta los artículos más
recientes, como el de De la Fuente o Garrido acerca de la convergencia de las
provincias españolas, se han sucedido numerosos estudios empíricos tratando de
probar la existencia de con-vergencia entre distintas areas geográficas . La
mayoría de los estudios realizados se han interesado por determinar la
existencia o no de convergencia así como cuanti-ficar en alguna medida la
velocidad a la que las areas más pobres se aproximan a los estándares de renta
de las más ricas. Hasta fechas no muy lejanas, la literatura sobre convergencia
asumía la existencia de dos hechos estilizados. El primero de ellos es la
confirmación que existe una correlación negativa entre el crecimiento y el nivel
ini-cial de renta de un país o de una región; es decir, la existencia de lo que
se denomina convergencia absoluta. Y el otro era que la velocidad de
convergencia era muy baja - del orden del 2% anual -. La aparición de
posteriores artículos cuestionaron estos dos resultados . Por un lado
cuestionaban la existencia de convergencia absoluta y argu-mentaban que cada
región o país presentan un estado estacionario diferente; y por otro, lado
estiman que la velocidad de convergencia hacia ese estado estacionario es mucho
mayor - del orden del 10% o 20% anual -. Estos resultados derivan de mo-delos
conceptuales distintos, mientras que la convergencia absoluta es el resultado de
la estimación de ecuaciones de convergencia estructurales, la convergencia
relativa se base en la estimación de modelos con datos de panel donde se
incluyen como regre-sores efectos fijos que permiten controlar las diferencias
espaciales. La significati-vidad de las dumies espaciales en la estimación
pondría en entredicho la hipótesis de convergencia absoluta y vendría a plantear
la necesidad de contar con otros factores a la hora de estimar la convergencia
entre diferentes áreas geográficas. En resumen, el marco analítico y empírico
sobre convergencia plantea algunos interrogantes tanto acerca de las
posibilidades reales de acercamiento de las zonas más pobres a las más ricas,
como acerca de los factores que pueden explicar las diferencias.
De los dos posicionamientos teóricos se desprenden prescripciones muy distintas
en lo que respecta a la política económica. Los defensores de la tesis de no
conver-gencia consideran que es imprescindible un sistema de transferencias que
permita a las regiones más pobres competir, en igualdad de condiciones, con las
regiones más desarrolladas, y puedan alcanzar, en un plazo razonable, niveles de
renta per cápita semejantes a los de estas últimas . Estas transferencias
deberán financiar, fundamen-talmente, proyectos relacionados con
infraestructuras básicas y capital humano, cui-dadosamente seleccionados. Los
defensores de las tesis de convergencia consideran que deben abandonarse las
transferencias, dado que dificultan la movilidad geográ-fica y sectorial de los
factores de producción, en especial de la mano de obra. Por el contrario,
defienden todas las medidas que mejoren la movilidad y el libre funciona-miento
de los mercados.
A la luz de los trabajos existentes, es necesario precisar cómo puede definirse
la hipótesis de convergencia ya que han sido numerosos los indicadores
utilizados a lo largo del tiempo. Tras el trabajo seminal de Barro y Sala-i-Martin
(1992), los econo-mistas dedicados al análisis de la convergencia económica han
acuñado dos defini-ciones básicas de convergencia económica cuyo uso se ha
extendido ampliamente en los análisis regionales: se trata de la σ-convergencia
y β-convergencia. Ambos con-ceptos enfocan el problema de la reducción de las
disparidades desde dos perspecti-vas distintas aunque complementarias.
El concepto de σ-convergencia analiza la reducción de la desigualdad examinando
la evolución de la dispersión de la distribución de la variable a través del
tiempo. Para ello se genera series temporales de la dispersión de la variable
que permite observar si se ha producido, o no, la reducción de la misma en cada
momento o pe-ríodo considerado. Cuando dicha dispersión muestra una tendencia a
reducirse se afirma que se está produciendo convergencia sigma. A pesar de ser
un concepto am-pliamente utilizado en la literatura, no está exento de críticas.
Quah (1993) demuestra que esta medida de convergencia no capta adecuadamente
algunos fenómenos de polarización en la distribución de las variables. En este
contexto, a partir de la aplicación de cadenas de Markov, se puede demostrar
que, aunque se produzca cierta reducción de la dispersión, esto resulta
compatible con un modelo caracte-rizado por la existencia de un proceso de
polarización en la distribución que daría lugar a hablar de clubes o grupos de
convergencia.
La σ-convergencia tiende a darse siempre que se da la β-convergencia, pero aun
dándose ésta puede no haber convergencia sigma debido a los shocks que afectan a
unas economías y no a otras, con lo que la dispersión de renta aumenta. Por
ejemplo, los shocks energéticos de 1974 y 1979 ocasionaron σ-divergencia, aunque
se estaba dando β-convergencia, ya que los países más dependientes del consumo
de petróleo tuvieron un crecimiento más bajo. De igual forma, se puede dar
también σ-conver-gencia cuando se produce un cambio en la estructura productiva
por el trasvase de población del sector primario a la industria o los servicios,
aunque la productividad de cada uno de los sectores individualmente no muestre
convergencia.
La definición de β-convergencia parte de una idea sugerente presentada por
Sala-i-Martín (1990): en algunas ocasiones no es sólo interesante averiguar si
la renta por habi-tante de un conjunto de economías tiende a aproximarse en el
tiempo, sino también si las eco-nomías que parte de posiciones más retrasadas
podrán alcanzar en algún momento a las más ricas, de tal manera que se produzca
un efecto de caza o catching-up . El concepto β-conver-gencia se ha desarrollado
sobre la base de los modelos de crecimiento neoclásicos, es decir, el modelo
unisectorial de Solow (1956) y diversas extensiones del mismo pro-puestas por
Cass (1965), Koopmans (1965) y Diamond (1965), entre otros autores. Estos
modelos de crecimiento conducen al establecimiento de una relación inversa entre
la tasa de crecimiento de la renta por habitante o el producto por empleado y el
nivel inicial de dicha renta o productividad:
siendo “yt”el logaritmo de la renta por habitante o productividad, existiendo un
único valor estable de y = y*, de tal forma que y* = ƒ[y*]. Sala-i-Martín (1994)
utiliza la siguiente expresión para contrastar la hipótesis de la β-convergencia
en tiempo discreto a partir de la loglinearización del modelo neoclásico con
tecnología Cobb-Douglas y suponiendo que tanto el progreso técnico como la tasa
de ahorro se de-terminan de manera exógena:
siendo α y β dos constantes, con 0‹β‹1 y ut el término error. El valor de β
denota la ve-locidad de convergencia hacia el estado estacionario del sistema.
De manera equivalente, desde el punto de vista algebraico, se puede construir la
siguiente expresión alternativa :
La existencia de un parámetro β›0 en (3) sería indicativo de β-convergencia.
Nótese que esto implica adoptar el supuesto de que el conjunto de economías
consideradas comparten los mismos fundamentos económicos. En otras palabras,
poseen impor-tantes semejanzas en cuanto a la estructura institucional, la
política macroeconómica, el clima político y social, el nivel de desarrollo
tecnológico, etc. En otro caso, cada economía tenderá a su propio nivel de
equilibrio.
Al igual que sucede con la σ-convergencia, este concepto de convergencia ha sido
objeto de numerosas críticas. Chesheri y Carbonaro (1995) consideran que la apli-cación
del modelo no es válida para contrastar las hipótesis del modelo neoclásico
porque el coeficiente beta no permite distinguir entre las diversas causas que
pueden generar convergencia. Estos autores interpretan el coeficiente de
convergencia como el resultado de la interacción de una serie de fuerzas - unas
convergentes y otras di-vergentes - más que una contrastación de la existencia
de rendimientos decrecientes a escala. Una segunda crítica de estos autores es
que las variables de control de shocks introducidas son arbitrarias y escasas;
si se omiten variables relevantes que están sis-tematicamente correlacionadas,
el coeficiente de convergencia estimado presentará sesgo. De la Fuente (1996),
en la línea de Chesheri y Carbonaro aunque de forma mucho más comedida, sugiere
una interpretación del coeficiente de convergencia como el resultado de diversas
fuerzas con efectos a veces contrapuestos: economías de escala decrecientes en
la acumulación de algunos factores, movilidad de los fac-tores, o el proceso de
difusión de la tecnología como factores que generan conver-gencia, y la
existencia de economías de escalas crecientes en algunas actividades, como la
investigación, generando divergencia.
Por otro lado, Quah (1993) hace referencia a que el coeficiente β es una medida
demasiado pobre como para caracterizar adecuadamente un proceso tan complejo
como el de la convergencia. Presenta como alternativa la utilización de matrices
de probabilidad de transición.
Las críticas ocasionaron una reformulación de la ecuación de convergencia que
supuso la introducción en la literatura económica del concepto de β-convergencia
condicionada, por el que se intenta contrastar la existencia de distintos
estados esta-cionarios. En este caso, el crecimiento relativo de las economías
no depende de su mutua posición relativa, sino de la posición de cada una de
ellas respecto a su propio estado estacionario, por lo que es perfectamente
compatible con una situación en la que las economías más ricas crezcan más que
las menos desarrolladas.
El que la β-convergencia no exista, sea absoluta o condicionada, no es sólo una
cuestión objeto de discusión metodológica o econométrica, las implicaciones de
polí-tica económica que se derivan de ambas son completamente distintas. En el
caso de inexistencia, los modelos con economías crecientes a escala y
competencia imperfecta pueden explicar mejor la evolución de las disparidades, y
la intervención pública y la política regional pueden desarrollar un papel
importante para corregir las externa-lidades. En la medida que la convergencia
sea de carácter absoluto, los argumentos a favor de una política regional se
debilitan, en caso de aplicarse deben ser destinadas a corregir desequilibrios
temporales derivados de shocks asimétricos. Por otra parte, aún cuando la
política regional no sea necesaria en un proceso de convergencia ab-soluta, la
lentitud del proceso puede justificar algún tipo de intervención que altere los
parámetros del coeficiente beta. Si la convergencia es condicionada, el hecho de
admitir que puedan existir distintas realidades regionales o provinciales que
deter-minan tendencias a largo plazo distintas, supone proporcionar un campo de
acción para las políticas públicas mucho más amplio. En este caso la política
regional podría ser necesaria para alterar los parámetros fundamentales de las
economías más pobres, esta debe orientarse a remover los obstáculos que estén
dificultando que una región avance más rápidamente hacia una clara reducción de
su nivel de atraso rela-tivo - dichos obstáculos pueden relacionarse con su
estructura productiva, carencias en materia de infraestructuras, capital humano,
tecnologías, investigación, etc. -.
De todas las dimensiones de la convergencia económica, quizá la más relevante
sea la que se plantea si existe una tendencia, por parte de las diferentes
economías, a alcanzar un nivel semejante de renta per cápita a largo plazo o si,
por el contrario, cabe esperar que persistan diferencias significativas con
carácter permanente en el tiempo. En términos del modelo neoclásico se trata de
comprobar si las economías convergen a un mismo estado estacionario o si los
estados de cada economía difieren. La constatación empírica de estas cuestiones
requiere abordar una especificación que contemple la posible existencia de
diferencias de renta per cápita a largo plazo. Desde el punto de vista de la
estimación, la ecuación de convergencia queda de-terminada por la siguiente
expresión:
en la que aparecen, por una parte, efectos individuales (αi) que capturan todos
aquellos factores específicos de las economías provinciales que determinan el
estado estacionario de las mismas y que, en muchos casos, son muy difíciles de
cuantificar . En segundo término, la introducción de efectos temporales Γt para
la estaciona-riedad de la perturbación aleatoria. La presencia de efectos fijos
significativos denota la presencia de características específicas de cada una de
las regiones y, por tanto, la tendencia hacia un estado estacionario
diferenciado.
De acuerdo con Raymond y García Greciano (1994), la β-convergencia puede cal-cularse
bajo la hipótesis de que cuanto mayor sea la distancia existente entre el valor
de la productividad observado y su nivel de productividad frontera o de largo
plazo, mayor será el potencial de crecimiento de cada una de las provincias. En
términos analíticos, se pretende contrastar la siguiente relación:
siendo ”i “, en nuestro caso, cada una de las ocho provincias andaluzas, “yit”el
loga-ritmo de la renta por habitante o la productividad aparente del trabajo, e
“yf” el valor en frontera o de largo plazo. En la práctica, la renta o la
productividad frontera es una variable que no es directamente observable, por lo
que la hipótesis anterior ha de ser estimada efectuando una ligera modificación.
Si se calculan los valores medios en cada momento de la ecuación anterior, se
obtiene la siguiente expresión:
Calculando las diferencias entre las ecuaciones (5) y (6) se obtiene la ecuación
básica para la estimación de la β-convergencia absoluta:
En nuestro caso, la ecuación (7) analiza la relación existente entre la
diferencia en tasa de crecimiento de la renta per cápita o la productividad del
trabajo de una pro-vincia “i” respecto al crecimiento medio de la muestra, por
un lado, y la diferencia inicial entre la renta per cápita o productividad
laboral del promedio de la muestra analizada y de la provincia “i”. La
existencia de convergencia implica un valor nega-tivo del parámetro “β”.
Aprovechando la estructura de panel de datos de la muestra, la hipótesis de
con-vergencia condicionada se contrasta introduciendo en la estimación efectos
fijos in-dividuales (αi) que recogen la existencia de variables específicas de
cada provincia que permanecen fijas en el tiempo - parámetros fundamentales -.
Estos efectos per-miten aproximarse a la posible existencia de distintos estados
estacionarios. Su esti-mación implica el contrastar la siguiente ecuación :
El uso de de datos de panel tiene la gran ventaja de permitir la estimación de
coefi-cientes de regresión que no podrían ser estimados con otro tipo de datos -
temporales o de sección cruzada -. En concreto, posibilita contrastar la
hipótesis que subyacen en el análisis de la β-convergencia absoluta, una misma
velocidad de convergencia para todas las provincias (βi = β) y/o la existencia
de unos parámetros provinciales que definen el mismo estado estacionario a largo
plazo (αi = α). El planteamiento de un modelo de efectos fijos supone aceptar
que existe una relación entre los efectos fijos provinciales y los niveles de
renta o productividad, hipótesis razonable desde un punto de vista teórico pero
que debe ser contrastada a través de diversos estadísticos. Esta forma de
estimación tiene la ventaja de que no es necesario establecer ningún tipo de
presunción sobre las variables que aceleran o retardan el crecimiento de las
economías consideradas. Sin embargo, presenta un inconveniente fundamental a la
hora de interpretar el valor de los efectos fijos estimados ya que éstos
constituyen una caja negra que es necesario descifrar con análisis
complementarios - Cuadrado y García-Greciano (1995) -.
Si β = 0, las diferencias entre provincias no son estacionarias, lo que supone
que los niveles de renta tenderán a su ampliación aunque αi = α. Por el
contrario, si -1 ‹ β ‹ 0 y además αi = α, las diferencias entre las economías
tienden a anularse y todas al-canzan el mismo estado estacionario. Esto no
implica que las rentas sean iguales en todas las provincias, ya que se producen
perturbaciones con efectos desiguales, pero sí que las provincias con una renta
menor en un momento dado pueden ser las más desarrolladas transcurrido un
período lo suficientemente largo. En el caso de que αi ≠ α , las diferencias
provinciales tenderán a estabilizarse, lo que supone estimar es-tados de
equilibrio distintos para cada una de ellas. Adicionalmente los “αi“ per-miten
obtener una estimación del estado estacionario de cada provincia. Si se supone
que el estado estacionario es “y*” aquel en el que:
Otro enfoque empleado dentro de la literatura económica para analizar el grado
de con-vergencia es el uso de series temporales. Mediante este enfoque se
intenta analizar la persis-tencia de la convergencia/divergencia entre economías
a través del análisis de raíces uni-tarias. Este enfoque es introducido por
Bernard y Durlauf (1995), donde observa el grado de convergencia existente para
un grupo de quince países de la OCDE.
2. Convergencia Agregada en PIB per Cápita y Productividad
2.1. La Convergencia Sigma
Con el fin de analizar el nivel de desigualdad interprovincial existente en
Anda-lucía entre 1965 y 1995 se ha procedido, tal y como es habitual en la
literatura econó-mica , a estudiar en primer lugar la desviación estándar del
VAB por habitante, cuya expresión es:
donde LnVABpcit es el logaritmo del VAB por habitante en la provincia “i” en el
pe-ríodo “t”, y LnVABpct el logaritmo del VAB por habitante medio en el año “t”
- que es equivalente a una media ponderada del VAB por habitante provincial -.
Los resultados muestran que la reducción del nivel de dispersión en VAB por
habitante ha sido importante en la totalidad del periodo considerado -gráfico nº
1-. De hecho, el valor de σt se reduce un 31%, pasando su valor de 0,162 a 0,111
entre 1965 y 1995. Este proceso de convergencia puede haberse debido, bien a que
las pau-tas de crecimiento económico en territorio andaluz se ajustan a los
modelos neoclá-sicos, o bien a que las políticas espaciales orientadas a una
mayor equidad interterri-torial y personal en la distribución de la renta están
teniendo éxito, bien a una cierta combinación de ambos factores.
Sin embargo, este proceso de reducción de las distancias frente a los niveles
me-dios no ha seguido una trayectoria temporal sostenida, lo que indica que la
conver-gencia a largo plazo no es un proceso automático y lineal. Si omitimos el
dato final de la muestra, se advierte que la convergencia se intensificó a
partir de la década de los ochenta; de hecho, el 68,2% de la reducción total se
anota en el subperíodo 1979-1993. La divergencia al final de la muestra podría
indicar que σ-convergencia ha alcanzado su valor estacionario. Si fuese así, no
se puede esperar avances permanentes futuros en la reducción de la dispersión de
la renta real per cápita, aunque sí cambios en la ordenación de las provincias
por niveles de esta variable.
Ahora bien, el concepto de σ-convergencia no refleja adecuadamente la movilidad
en la distribución del VAB per cápita a escala provincial. En consecuencia,
parece ra-zonable analizar el contenido del gráfico nº 2 donde se muestra la
distribución por cuartiles de la evolución del VAB por habitante relativizado.
En él se advierte que una parte importante de la reducción de la dispersión se
debe al acercamiento de los valores extremos - 1º y 4º cuartil - y en menor
medida, a los valores intermedios del 3º cuartil. Los resultados sugieren que
determinadas provincias han tenido un com-portamiento sensiblemente convergente,
bien partiendo de posiciones por encima o por debajo. Por otra parte, el valor
de la mediana - 2º cuartil - se sitúa a lo largo de los treinta años en torno a
la media regional, indicativo de la simetría de la distri-bución. Al respecto se
han calculado los estadísticos de asimetría y curtosis. La asi-metría muestra
valores negativos en casi todos los años - si bien lo suficientemente cercanos a
cero para respaldar la conclusión anterior -, lo que advierte que la distri-bución
se extiende más hacia valores por debajo de la media. Los valores de la cur-tosis
son representativos de una distribución platicúrtica - relativamente más plana
de lo normal -, lo que puede ser indicativo de una falta de representatividad de
la media o de la relativa polarización hacia valores por encima de la media y
por debajo de ella.
Una importante limitación del indicador de dispersión empleado es que el peso
que atribuye a cada provincia en su cómputo es el mismo, de manera que las
desvia-ciones positivas y negativas respecto a la media se ponderan de igual
forma. A fin de soslayar esta deficiencia se ha procedido al cálculo del índice
de Theil . Así:
donde “pi” es la fracción de población total que habita en la provincia “i”,
mientras que “μ” es el VAB por habitante de las ocho provincias en su conjunto .
El gráfico nº 3 muestra, entre otros aspectos, la evolución del índice de Theil
para el conjunto de la región a lo largo del período considerado. Se puede
constatar resultados parejos a los obtenidos con la desviación estándar: una
reducción significativa en el nivel de desigualdad entre 1965 y 1995, mayor
intensidad relativa desde 1979 hasta 1993.
La posible polarización apuntada justifica el análisis sobre la posible
existencia de cierta condicionalidad en el proceso de convergencia. Para ello,
aprovechando las ventajas analíticas ofrecidas por el índice de Theil, se
procede a la descomposición de la convergencia observada en dos componentes: la
convergencia intragrupos o com-ponente within - reducción de las desigualdades
dentro de unos grupos determi-nados - y entregrupos o componente between -
reducción de la disparidad entre cada uno de los grupos -. Un primer paso para
abordar esta cuestión es la definición del número de grupos ha considerar, y el
criterio de agrupación a emplear. En este caso, se ha optado por cuatro grupos,
siendo el criterio los umbrales de renta relativa en el año inicial por
cuartiles.
Teniendo en cuenta que el índice de Theil es una medida de desigualdad aditiva
separable, se ha optado por descomponerlo de acuerdo con la siguiente expresión:
donde “r” se refiere a cada uno de los grupos de provincias consideradas, de
forma que ITr es el índice de Theil correspondiente al grupo “r”. El primer
sumando es el índice de desigualdad entre el VAB por habitante de los diferentes
grupos. Este tér-mino proporciona información acerca del nivel de desigualdad
que se registraría si la desigualdad interna de cada grupo de provincias fuese
eliminada, de manera que únicamente subsistieran las desigualdades entregrupos -
desigualdad externa -. Por su parte, el segundo sumando resulta ser la media de
los índices de Theil internos de cada grupo, utilizando como ponderación la
relación entre el VAB per cápita de cada grupo y la total. Este término refleja
el nivel de desigualdad que se alcanzaría si igua-lásemos el VAB por habitante
de los diversos grupos, manteniendo constantes las de-sigualdades internas
relativas - desigualdad intragrupos -.
De esta manera, a partir de la expresión (12) es posible descomponer el índice
de desigualdad obtenido previamente en desigualdad entregrupos y desigualdad in-tragrupos.
Esta descomposición permite determinar hasta que punto la convergencia observada
se debe a la reducción de las desigualdades en el nivel de VAB por habi-tante
entre los grupos formados. Los resultados obtenidos advierten que la evolución
del índice de Theil esconde trayectorias algo diferentes en sus dos componentes.
De hecho, mientras la desigualdad entregrupos muestra una clara tendencia descen-dente,
la desigualdad intragrupos registra una evolución errática. Por otra parte, las
disparidades intraprovinciales son las que explican el grueso de las
desigualdades agregadas, aproximadamente un 66,5% para el conjunto del período.
Esto sugiere la posible paralela existencia de convergencia entregrupos y
divergencia intragrupos. En consecuencia, parece que el acercamiento en términos
de VAB por habitante de las provincias relativamente más pobres - las que
integran los cuartiles 1º y 2º - se ha concentrado fundamentalmente en las
provincias relativamente más ricas - sería el caso de Almería y Huelva, en
detrimento de Jaén y Granada -. La evolución del índice de Theil de cada uno de
los cuatro grupos formados -gráfico nº 4- corrobora estos términos. Se aprecia
como la evolución errática de la convergencia intragrupos es debida al
comportamiento heterogéneo de las provincias con menores niveles de VAB por
habitante - 1º y 2º grupo -. En el resto de grupos, la dispersión se reduce,
aportando evidencia sobre la no presencia de cambios significativos en cada uno
de ellos. Estos resultados suponen importantes implicaciones en términos de
política económica, ya que parece más idóneo implementar acciones de
reequilibrio terri-torial sobre un diseño más provincial que regional. El
análisis precedente se completa clasificando las provincias de acuerdo con su
nivel de desarrollo en sólo dos grupos.
El gráfico nº 5 muestra de nuevo como la desigualdad interna es el componente
principal de la desigualdad total, y que la desigualdad externa refleja una
reducción de casi el 100% entre 1965 y 1995, lo que sugiere la existencia de un
claro proceso de convergencia entre estos dos grupos de provincias.
Con el fin de completar los resultados se ha calculado el índice propuesto por
Walsh y O´Kelly (1979) que permite obtener una medida de la separación existente
entre los grupos de provincias configurados. Así:
donde “ITe“ y “ITi“ son, respectivamente, los dos sumandos en que se ha descom-puesto
el índice de Theil de acuerdo con la expresión (12), mientras que “P” es la po-blación
total y “Pk” es la población del grupo de provincias con menos habitantes. Este
índice se basa en la idea de que el comportamiento de la desigualdad interna y
externa determina la evolución del grado de separación entre grupos de
provincias.
El gráfico nº 6 muestra un claro acercamiento de las provincias relativamente
más pobres en el año 1965 - este grupo lo integran Almería, Granada, Huelva y
Jaén - al resto, de manera que las diferencias son casi nulas treinta años
después . El proceso de acercamiento no ha sido uniforme a lo largo de todo el
intervalo temporal, la re-ducción experimentada por el índice ha sido mucho más
intensa en el subperíodo 1965-1979 - explica el 82% de la reducción anotada en
los treinta años objeto de aná-lisis -. Esta última circunstancia parece indicar
que el nivel de las disparidades pro-vinciales en VAB por habitante en Andalucía
ha alcanzado ya o está muy próximo a alcanzar su valor mínimo.
Si bien los resultados sugieren que el proceso de desarrollo económico experi-mentado
por la economía andaluza ha mejorando considerablemente los niveles de renta de
sus provincias, esto no significa que las diferencias en renta a la fecha no
sean relativamente importantes o que se hayan producido cambios sustanciales en
el ranking provincial. De hecho, sólo dos provincias que en 1965 se encontraban
por debajo del nivel de renta media están en 1995 por encima - Almería y Huelva
-, de la misma manera que Málaga y Sevilla siguen ocupando niveles del ranking
supe-riores a la media.
La desigualdad interprovincial observada puede explicarse por diferencias en la
productividad aparente del factor trabajo o bien por diferencias en la relación
exis-tente entre empleo y población . Siguiendo el enfoque adoptado
habitualmente en la literatura al tratar este tipo de cuestiones se procede a
calcular separadamente los índices de desigualdad correspondientes a estos dos
factores. De esta forma, el índice de Theil utilizado previamente puede
describirse alternativamente como:
donde “E” es el empleo y “P” la población. El subíndice “i” denota la provincia
y cuando no aparece, las cantidades están referidas al total de la región.
En relación a la productividad, se advierte un claro proceso de convergencia,
tra-tándose de un proceso ciertamente más intenso que el experimentado por el
VAB per cápita -gráfico nº 7-. Al igual que sucediera con la renta, omitiendo el
último dato de la muestra, se advierte que la convergencia en productividad ha
sido especialmente intensa en el segundo de los subperíodos considerados. No
obstante, esta tendencia no ha estado acompañada por una reducción de las
desigualdades en la relación empleo/población, permanecido estas más o menos
estables en el tiempo. Por tanto, la descomposición efectuada sugiere que las
disparidades provinciales en producti-vidad son el principal factor explicativo
de la desigualdad provincial en renta por ha-bitante en Andalucía . Para el
conjunto del período, más del 90% de la desigualdad interprovincial es
atribuible a diferencias en productividad. La escasa contribución de los
denominados “factores laborales” es consecuencia de las relativas tasas altas de
paro que registran todas las provincias. Ahora bien, se advierte que la producti-vidad
ha ido perdiendo parte de su poder explicativo, en el subperíodo 1965-1979
justificaban en media el 96,2% de la desigualdad provincial existente en renta
por ha-bitante frente al 87,9% de la etapa 1979-1995.
Evidentemente, este tipo de resultados son de gran importancia para el diseño de
la política económica de la región. De hecho, si como parece ser el caso, el
principal factor explicativo de la desigualdad son las diferencias de
productividad por em-pleado, las acciones de las autoridades competentes
deberían encaminarse hacia aquellos factores que pueden aumentar la
productividad de las provincias más atra-sadas ya que es condición
imprescindible para materializar el acercamiento de la renta por habitante a los
niveles medios de la región. En este caso, políticas que ten-dieran, por
ejemplo, a incentivar las inversiones en infraestructuras, en capital hu-mano o
en investigación y desarrollo estarían más que justificadas. En el supuesto de
que el empleo per cápita tuviese un papel preponderante, la política de
reequilibrio territorial habría de ir destinada, siguiendo un enfoque
keynesiano, a la promoción de la demanda efectiva.
La descomposición por cuartiles de la convergencia en productividad aparente del
trabajo muestra una distribución muy similar a la del VAB por habitante -gráfico
nº 8-. En este sentido, se observa un mayor acercamiento de los valores extremos
- 1º y 4º cuartil - y en menor medida de los valores intermedios.
La descomposición intragrupos y entregrupos de los cuartiles avalan los comen-tarios
anteriores, la reducción de las disparidades en términos de productividad
computada por el índice de Theil obedecen, fundamentalmente, a la reducción de
las desigualdades externas, mientras que las internas no anotan cambios
significativos –gráfico nº 9-. Esta reducción de la dispersión entregrupos puede
ser atribuida al proceso de convergencia de las estructuras productivas
provinciales. A diferencia del VAB por habitante, las disparidades entregrupos
se configuran como el principal componente de la desigualdad total, explicando
en media el 81,8% de la desigualdad agregada del conjunto del período.
La evolución del índice de separación del nivel de productividad por grupos de
provincias corrobora el proceso de convergencia registrado y su protagonismo
como factor explicativo de las disparidades en renta per cápita de las
provincias andaluzas -gráfico nº 10-. A diferencia que el índice de separación
elaborado para el VAB por habitante, la intensidad del proceso de reducción de
las desigualdades por subpe-ríodos parece ser semejante - un 49,8% y 50,2%,
respectivamente -.
El estancamiento de las desigualdades en la relación empleo/población parece
apuntar que el fenómeno de convergencia en productividad no es compatible con
otro de convergencia laboral. El grupo de provincias con niveles de
productividad más elevados son los que concentran un mayor empleo y,
simultáneamente, registran un balance positivo en materia de creación de nuevos
puestos de trabajo; mientras que el grupo de provincias que más avanzan, que
son, por otra parte, las que parten de niveles relativos de productividad más
reducidos, anotan pérdidas netas de empleo para el conjunto del período -gráfico
nº 11-. Estos resultados parecen ad-vertir que se puede estar asistiendo a un
proceso en que el cumplimiento de una menor desigualdad en renta per cápita o
productividad laboral implica, simultánea-mente, la condena de determinadas
provincias a niveles de crecimiento más redu-cidos - parece ser el caso de
Córdoba, Granada y Jaén -.
Con objeto de concluir este apartado se establece una sencilla tipología
provincial - tomando como indicador básico la variación experimentada por el VAB
per cápita en términos relativos - que permite identificar el papel desempeñado
por cada una de las provincias en el proceso de σ-convergencia ya descrito. En
concreto, y prestando atención únicamente a la totalidad del período objeto de
estudio cabe distinguir:
a) Las provincias convergentes fueron, por el lado positivo , Almería, Huelva y
Jaén; y por el negativo, Cádiz, Sevilla y, en el límite Málaga.
b) El resto, Córdoba y Granada, muestran por un comportamiento neutral .
2.2. La Convergencia Beta
El concepto de σ-convergencia es probablemente el más cercano a la noción intui-tiva
de convergencia, aunque como ya se sabe no es el único posible. Ahora bien, no
sólo es interesante averiguar si la renta por habitante o el producto por
empleado de las distintas provincias andaluzas tiende a aproximarse en el
tiempo, sino también si las economías en una situación de atraso relativo podrán
alcanzar en algún momento futuro a las más ricas. Si esto se produce, se podrá
afirmar la existencia de β-conver-gencia absoluta o no condicionada . Aunque
diferentes, los conceptos de σ-conver-gencia y β-convergencia están
relacionados; de hecho, tal y como demuestran Barro y Sala-i-Martín (1992), la
condición de convergencia beta es condición necesaria pero no suficiente para la
existencia de convergencia sigma: “dado que constantemente se producen
perturbaciones transitorias que afectan a la renta de las diferentes economías
de forma desigual, la dispersión de rentas se dirige hacia un nivel de
equilibrio superior a cero; de esta forma, aunque exista convergencia beta,
puede no producirse convergencia sigma, si el valor de sigma en el pasado era
inferior a su valor estacionario”.
La β-convergencia mide la velocidad a la que las economías estudiadas alcanzan
su estado estacionario o nivel de renta de equilibrio, pero existe la
posibilidad de que las economías tiendan a distintos estados estacionarios si
difieren en los factores de-terminantes del mismo. Ello lleva a introducir el
concepto de β-convergencia condi-cionada , tratando de medir si las provincias
tienden a niveles de renta no coinci-dentes a largo plazo. El interés de este
análisis reside no tanto en qué velocidad de convergencia alcanza el grupo de
economías consideradas, sino en dónde esta la meta de cada una de ellas y qué
factores la determinan.
Con objeto de contrastar la hipótesis de β-convergencia - que las provincias
menos desarrolladas, es decir, las que tienen un VAB por habitante más bajo,
registran un crecimiento superior al de las provincias más ricas - se procede a
la estimación de las ecuaciones (6) y (7) expuestas en páginas anteriores. Otro
aspecto de interés es comprobar si el proceso de convergencia ha sido o no
homogéneo en el tiempo, para lo cual se han efectuado estimaciones con datos de
toda la muestra y con observa-ciones de los subperíodos 1965-1979 y 1979-1995.
Los resultados más relevantes de la estimación de ambas ecuaciones aparecen
recogidas en el cuadro nº 1. Los resultados para el modelo restringido -
ecuación (6) - revela que al tiempo que se produce σ-con-vergencia, también se
asiste, aparentemente, a un proceso de β-convergencia abso-luta - este resultado
se aprecia a partir del signo negativo del coeficiente y de la signi-ficatividad
del estadístico correspondiente -. Las provincias andaluzas han ido hacer-cando
sus niveles de renta por habitante a una velocidad aproximada del 6,45% bienal -
un 3,17% en tasa anual -, lo que implica que, aproximadamente, en treinta años
todas ellas alcanzarían, en media, un nivel de equilibrio similar.
No obstante, este resultado no es fruto de un comportamiento equilibrado en el
tiempo. Las estimaciones para las submuestras consideradas advierten que la
β-con-vergencia absoluta es un fenómeno mucho más intenso a partir de los años
ochenta. Así, la velocidad estimada del primer subperíodo es del 2,16% anual, lo
que supone afirmar que si las provincias andaluzas se hubieran comportado así,
necesitaría trans-currir cuarenta y cuatro años para alcanzar un estado
estacionario común. Pero las circunstancias económicas no son las mismas en el
subperíodo 1979-1995, la esti-mación advierte que la convergencia se acelera -
un 5,72% en tasa anual -, de tal ma-nera que las diferencias provinciales se
verían reducidas, aproximadamente, en diecisiete años. En términos generales,
los resultados son compatibles con la visión general dada al examinar la
σ-convergencia, según el cuál, la reducción de las desi-gualdades provinciales,
aunque patente a lo largo de todo el período, se ha manifes-tado de manera más
intensa en la época más reciente. En este sentido, cabe pensar que el hecho de
ser Andalucía región objetivo nº 1 desde 1988 a efectos de política re-gional de
la Unión Europea ha favorecido una mayor convergencia.
Los resultados de la estimación del modelo sin restringir - ajuste de la
ecuación (7) - muestran un panorama diferente -cuadro nº 2-. En primer lugar, el
valor de esta-dístico Wald al ser superior al valor crítico implica que la
restricción αi = α de la ecuación (6) ha de rechazarse, lo que coloca al modelo
de convergencia condicionada con variables ficticias como superior al de
convergencia no condicionada. Por otro lado, la mejora del ajuste econométrico
pone de manifiesto la capacidad explicativa que tienen los mencionados efectos
individuales específicos, efectos que podrían estar reflejando el crecimiento
autónomo de cada provincia provocado por elementos con influencia económica que
resultan difíciles de medir. La presencia de estos su-pone un notable aumento en
la velocidad de convergencia, si bien cada provincia alcanzaría su propio estado
estacionario; es decir, cada una de ellas llegaría a niveles de renta de
equilibrio desiguales . El valor del estadístico de Hausman indica la pre-sencia
de efectos fijos antes que aleatorios sólo en la submuestra 1979-1995, con lo
que los diferentes estados estacionarios provinciales pueden ser captados
mediante diferencias en el término independiente, puesto que no se rechaza la
existencia de co-rrelación entre los efectos individuales y la variable
explicativa. De esta manera se ha de rechazar la hipótesis de β-convergencia
condicionada con presencia de efectos fijos tanto para la totalidad de la
muestra como para la submuestra 1965-1979.
Los resultados de la estimación para la submuestra 1979-1995 advierte que las
pro-vincias andaluzas avanzas por sendas distintas. Sí las distintas provincias
hubieran seguido evoluciones como las registradas en la época más reciente en
tan sólo cinco años alcanzarían su estado estacionario, lo que es lo mismo que
decir que las desi-gualdades existentes tienden a estabilizarse. Las variables
ficticias son significativas para seis de las ocho provincias, constatando la
presencia de factores que en unos casos retardan - coeficientes individuales de
signo negativo - y en otros impulsan - coeficientes con signo positivo - el
proceso de acercamiento del VAB per cápita de las provincias andaluzas. Esto
significa que, a pesar que algunas provincias tengan la aparente ventaja de ser
más atrasadas y, por ello, de poder crecer más rápidamente, no todas lo hacen
hacia valores de equilibrio similares debido a la existencia de ele-mentos que
lo están impidiendo o retrasando. Los obstáculos aludidos pueden pro-ceder de
diversas fuentes, como son una peor dotación de factores, la propia estruc-tura
productiva, problemas de localización y otros elementos más intangibles, como el
clima empresarial, el nivel de formación de la mano de obra, etc. En este punto
es importante observar que existen diferencias importantes entre provincias,
siendo de destacar el elevado efecto negativo que presenta Granada; en el
extremo opuesto se encuentra Málaga que es la provincia con un mayor efecto
fijo.
A pesar de la evidencia obtenida, el problema que plantea la ecuación condi-cionada
es que, aunque mejora de manera considerable el ajuste econométrico, no ex-plica
en el fondo qué se encuentran detrás de los mencionados efectos fijos; es decir,
no permite identificar que factores determinan esas características
fundamentales es-pecíficas de cada provincia.
La constatación de β-convergencia condicionada parece indicar la posible persis-tencia
de las desigualdades durante un largo período de tiempo. Ahora bien, pese a que
esta apreciación es técnicamente correcta no se puede estar de acuerdo con las
implicaciones que ello conlleva, al menos por dos motivos. En primer lugar,
porque tal conclusión se obtiene a partir del empleo del supuesto de que los
parámetros del modelo estimado se mantendrán inalterados en el futuro, lo cual
parece difícil de asumir en una época, como la actual, de cambios rápidos y
sustanciales. Y en se-gundo lugar, porque aun en el caso de que esto fuera así,
tales disparidades acon-sejan la aplicación de medidas correctoras por parte de
las autoridades competentes, debiendo prestar atención no sólo a las
tradicionales actuaciones por el lado de la oferta - provisión de
infraestructuras y políticas educativas - sino también apoyar la supresión de
distorsiones que limitan la efectividad de la política territorial conven-cional.
Todo ello sin olvidar que todo proceso redistributivo tiene su contrapartida en
la aparición de costes de eficiencia, por lo que habría que buscar un justo
equilibrio entre ambos proceso. Las implicaciones de la presencia de efectos
fijos son impor-tantes, si el futuro que espera a las provinciales no es la
convergencia hacia un mismo nivel de bienestar sino la persistencia de las
desigualdades, más o menos acusadas, las políticas encaminadas a reducir las
disparidades de renta deben incidir sobre las variables que determinan el estado
estacionario de cada una de ellas. Con ello, se re-fuerza la idea, ya expuesta
al analizar la σ-convergencia, sobre la idoneidad de im-plementar acciones de
reequilibrio territorial sobre un diseño más bien provincial que regional.
Tal y como se ha comentado al analizar la σ-convergencia, la productividad la-boral
- VAB por ocupado - es uno de los factores determinantes del nivel per cápita.
Por ello es interesante realizar un análisis en términos de β-convergencia de
esta va-riable. Como era de esperar, en general, los comentarios coinciden con
los ya efec-tuados para el VAB por habitante -cuadro nº 3 y 4-. El parámetro de
convergencia aumenta considerablemente si controlamos en la estimación el efecto
de variables que afectan a los estados estacionarios de las distintas provincias
mediante la intro-ducción de efectos fijos. La existencia de efectos fijos
estadísticamente significativos permite rechazar la existencia de convergencia
hacia un mismo estado estacionario. Si tomamos como referencia los efectos fijos
de la estimación para el submuestra 1979-1995, estos muestran que el avance en
productividad de algunas provincias an-daluzas - Almería, Córdoba, Granada y
Jaén - es inferior al que cabría teóricamente esperar debido a la existencia de
elementos que lo impiden o lo retrasan. Simultá-neamente, en el resto provincias
se detecta lo contrario, existen factores que impulsan la mejora de la
productividad por encima de lo que cabría esperar si la hipótesis de
β-convergencia se cumpliese. La evolución temporal también ofrece resultados
dife-rentes, de manera que la velocidad de convergencia se acelera con el paso
de tiempo.
Entre las diferencias respecto a la convergencia en VAB per cápita cabe destacar
que la condicionalidad del proceso es más evidente - en las tres estimaciones se
ob-tiene un mayor ajuste al introducir las variables ficticias -, la velocidad
de conver-gencia mucho más acusada - si las provincias hubieran seguido
evoluciones como las registradas en el subperíodo 1979-1995 las desigualdades
existentes tenderían a esta-bilizarse en tan sólo tres años - y los estados
estacionarios provinciales pueden ser captados mediante diferencias en el
término independiente para las tres estimaciones - presencia de efectos fijos
antes que aleatorios -.
3. Consideraciones Finales
Del análisis desarrollado en las páginas precedentes pueden destacarse las si-guientes
consideraciones:
a) El proceso de convergencia en renta y productividad entre provincias anda-luzas
durante el período 1965-1995 ha sido importante, reduciendo las dispari-dades
provinciales de manera notable.
b) No obstante, este proceso no es homogéneo ni por etapas - mucho más rápido
desde la entrada en la Unión Europea - ni por variables - mucho más evidente en
productividad que en renta por habitante ni, desde luego, es un proceso libre de
interrogantes, derivado de su carácter condicionado.
c) La condicionalidad del proceso supone que las economías analizadas no al-canzarán
niveles de renta o productividad iguales a largo plazo. Esto no es más que
admitir que el proceso de reducción de las disparidades tiende a esta-bilizarse
y que aparece un conjunto de provincias con niveles de renta y pro-ductividad
superiores a la media y otras que, en cambio, muestran niveles de equilibrio
inferiores.
d) De igual forma, la condicionalidad traslada el análisis hacia cuál es la
natura-leza de estas diferencias más que al estudio de a qué velocidad las
mismas tiende a desaparecer. Los modelos de efectos fijos permiten corroborar la
con-dicionalidad del proceso, pero ofrecen pocos elementos explicativos, ya que
únicamente muestran que existen territorios con niveles de renta de equilibrio
mayores que la media y otros menores.
e) Centrarse en variables como la renta por habitante o la productividad apa-rente
del trabajo puede estar sesgando el análisis y las recomendaciones polí-ticas
que puedan derivarse de él hacia situaciones con un resultado deseable,
descuidando la forma en la que se consiguen las ganancias. Como se ha com-probado
en este trabajo, muchas de las provincias que más han crecido en pro-ductividad
lo han hecho a costa de una fuerte destrucción de empleo.
f) Desde el punto de vista de la política económica, la convergencia en produc-tividad
parece haber sido un objetivo incompatible con la convergencia en el empleo.
Este resultado no es sólo importante en cuanto que el empleo es también un
objetivo básico y un medio de integración social, sino que esta aparente
relación de intercambio puede minar las posibilidades futuras, ya que las
posibilidades de empleo determinan a largo plazo los movimientos de población.
g) Atender a estas manifestaciones no sólo es interesante por cuestiones econó-micas,
sino también por motivos políticos y para el diseño y la articulación de
políticas de desarrollo para el futuro. Hasta fechas recientes, el interés de la
política regional española se ha centrando básicamente en mejorar la dotación de
capital público de la economía y, en especial, el nivel de infraestructuras. Sin
duda, este esfuerzo inversor ha guardado relación con las importantes ne-cesidades
existentes en Andalucía, pero también ha sido el resultado de una cierta
creencia en que las infraestructuras se configuraban como condición ne-cesaria y
suficiente para un crecimiento posterior. Y en algunas zonas la do-tación de
infraestructuras ha mejorado sensiblemente sus posibilidades de cre-cimiento y
ha aumentado la calidad de vida de sus residentes; pero en otras - Granada y
Jaén representan el más claro ejemplo - la mejora no ha supuesto un impulso
claro para el desarrollo de estas zonas. La experiencia parece in-dicar que este
tipo de instrumentos no se configuran como la única solución posible y que,
desde luego, no dinamizan por sí mismos un espacio menos de-sarrollado.
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