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Resumen
En la sociedad postindustrial se inicia la disgregación de la sociedad como
sistema social significativo, la disolución de las identidades sociales y
culturales compartidas, y la anuencia de crear identidades, mientras que se
origina la actual sociedad red. Esta nueva sociedad, a nivel microsocial, está
caracterizada por que los cálculos estratégicos están centrados en uno mismo, a
consecuencia de la crisis y decadencia de la familia, la sublimación del
individualismo, la imposición de los instintos básicos, y la lucha por poder de
todos y cada uno de los miembros de la humanidad. Y, a nivel macrosocial, con la
desaparición del Estado-nación, la localización de la vida social y la
globalización de la economía y la política, se conforma una aldea
global-virtual.
En este cambio de sociedad, la mujer juega un papel clave a través de la
revolución femenina e indirectamente formando parte del colectivo femenino
mundial, con el lema “consumidores del mundo uníos” contra el hombre, por el
nuevo poder de la sociedad, que está caracterizado por la crisis de la familia
patriarcal, la decadencia del matrimonio, la feminización o participación
destacada de genero en el empleo y el consumo, y la paridad del poder en todos
los órdenes de la vida social. Esta realidad política, económica, cultural y
social cambiante la aludo no como una simple cuestión a estar a favor o en
contra de forma partidista o visceral, sino como una constatación objetiva de la
transformación de la sociedad que está teniendo lugar en el mundo, de forma
desigual, desde finales del siglo XX.
The woman in the society network
Abstract
From the postindustrial society the dissolution of the social identities begins
and cultural shared, with which the disintegration of the society like
significant social system is originated, and network, present takes control well-known
of the beginning of the society, in which apparently there is no necessity to
create identities, and in that on the contrary at microsocial level it is
characterized so that the stategic calculations are trims in one same one (with
the crisis and decay of the patriarchal family and the subliming of the
individualism), being guided by basic instincts, and impulses of being able, and
at macrosocial level which the disappearance takes place of the Be-nation, the
location of the social life and the world-wide extension of the economy and the
policy, in the conformation of a true global-virtual village. In the change of
society, the woman plays a key role, directly, like contributor element in
feminine revolution by the power and indirectly comprising of world-wide the
feminine group. This changeable political, economic, cultural and social reality
I treat it not as a question to being to favor or in opposition to partisan form,
but as an objective constación of the reality of a change of society who takes
place in the world, of unequal form, from the ends of the XXth century.
Palabras claves: relaciones-poder, mujer, cambio de sociedad, red, global.
Key words: relations-powers, woman, change of society, net, global.
1 Introducción
La revolución de la información/comunicación ha dado lugar, a partir del último
cuarto del siglo XX, a un cambio de sociedad , que se muestra más sutil, por la
red, y se ha globalizado. Por las peculiaridades que le confiere el
“informacionalismo” (Castells) a la cibersociedad o “sociedad red” (Castells),
este control se ejerce unilateralmente desde la actual superpotencia, los
Estados Unidos con la supervisión técnico, gestión y la inapreciable
manipulación de los contenidos presentes en la red, y por ende de la sociedad,
que aparenta ser multidireccional por el variado acceso que tiene los distintos
usuarios a internet. Y, en este cambio de sociedad, la mujer juega un papel
clave.
2 Condicionantes generales del cambio social en la sociedad red
En los inicios de la era digital, “informacional”, se vive una crisis de
identidad de los valores comunes de la era industrial, a consecuencia de la
especial influencia de las redes globales de riqueza, poder e información sobre
la propia sociedad postindustrial existente, y que está modificando, “cambiado
de significado” (Castells) y de función sus principales instituciones generales:
el Estado-nación (que fue el órgano político clave de los últimos siglos), y
particulares: la familia (nexo de unión biológica y de común acuerdo durante
siglos)… o grupos sociales (unidos por diversos motivos igualmente perdurable
durante siglos). Se ha iniciado la privatización de los órganos públicos;
disgregado los Estados-naciones; diferenciando la política de representación y
la política de intervención; internacionalizado las finanzas y la producción;
individualizado el trabajo y feminizado el empleo; desvanecido la familia;
individualizado la sociedad (el yo se impone sobre el colectivo –ellos-) y se
fomenta el declive del estado de bienestar a favor de un beneficio
exclusivamente personal…, y con todo ello se ha dado paso un nuevo tipo de
sociedad.
En este proceso de cambio obligado, las antiguas instituciones han iniciado una
interminable serie de adaptaciones, poniendo en evidencia –así como lo hace las
nuevas tendencias de poder global- las fuentes de las “identidades
legitimadoras” (Castells), y por tanto surgen otras nuevas identidades aún en
construcción. Por esto, las instituciones y las organizaciones de la sociedad
civil-industrial, que se construyeron en torno al Estado-nación democrático, y
al contrato social entre el capital y el trabajo, han dado paso a la red de
seguridad social, la defensa de la vida, y la propia identidad de hecho, en
contra de su voluntad . Es un cambio obligado, es una transformación impuesta
por la red.
Se vive la disolución de las identidades compartidas, como la disolución de la
sociedad como sistema social significativo, más que la creación de una nueva
sociedad, pues se sabe muy bien lo que se deja, pero no lo que se comienza a
vivir. Aunque se entrevé un nuevo mundo creado exclusivamente en torno a los
mercados, a las redes, a los individuos y a las organizaciones estratégicas,
aparentemente gobernadas por modelos de “expectativas racionales” inconexas .
En este nuevo mundo no hay aparentemente necesidad de identidades colectivas,
pues se impone individualmente la cultura de la supervivencia del día a día, los
instintos básicos, los impulsos de los poderes particulares (personales),
locales o globales, los cálculos estratégicos centrados en uno mismo, y a nivel
macrosocial “los rasgos claros de una dinámica nómada y bárbara, de un elemento
dionisiaco que amenaza con inundar todas las fronteras y volver problemáticas
las normas políticas-legales y civilizadas internacionales” (Panarin: 1994, 37).
Se trata de un nuevo mundo en el que se reafirma el nacionalismo y el localismo,
basado en el poder por el poder, en la imposición de la ley del mercado
(arbitraria moralmente hablando, y guiada fundamentalmente por razones
financieras)…, y sobre todo el individualismo social en torno a una visión del
mundo centrada en el yo (“selbstanschauung”) frente a un mundo guiado por la
cultura y los valores generales (“weltanschauung”), bajo una potencia (“macht”)
distinta a las del pasado, que en la nueva sociedad aparenta no existir por su
camaleónica representación en la red .
Como alternativa de futuro, en beneficio del colectivo humano que aspira a un
nuevo contrato social entre la propia sociedad, el capital y el trabajo, dentro
de un ente político reconocible, en las nuevas instituciones, que le engloba a
nivel nacional o supranacional, o en la toma de decisiones o al menos la
elección de las directrices políticas surgen los nuevos movimientos sociales o
“comunas de resistencia” opuestas a los flujos globales y al individualismo
radical. Existen varios tipos de protestas, las que se organizan en torno a los
valores tradicionales de Dios, patria y familia, al que se les une emblemas
étnicos y la defensa territorial (grupo étnicos, grupos con identidad
territorial, comunidades religiosas…). Pero también existe otro tipo de grupos
contestatarios variados que sin llegar a incluirse en un principio en los
movimientos antiglobalización, se agrupan en torno a los actuales movimientos de
mujeres, con conciencia antipatriarcal; ecológicos, que defienden el entorno
natural, la salud y el bienestar propio… Todos estos colectivos conforman la
“identidad de resistencia” –según Castells-, pero deben tender a constituir las
“identidades proyecto” (Castells), y tienen tres opciones de futuro:
1 Mantenerse como comunidad defensiva.
2 Convertirse en grupo de interés y unirse a la lógica de la negociación
generaliza o la lógica dominante.
3 Elaborar proyectos de transformación de la sociedad en su conjunto .
2.1 Fin de la sociedad tradicional: familia, pareja y colectivo
Con la sociedad red se ha puesto fin al patriarcado como estructura básica de
todas las sociedades contemporáneas, que estaba caracterizada por la imposición
de la autoridad de los hombres en diferentes instituciones: sobre las mujeres y
sus hijos en la unidad familiar, y sobre sus subordinados, en el resto de
instituciones sociales. Esta autoridad se daba en todos los ámbitos de la vida
social, dominando la organización de la sociedad, la producción y el consumo en
la política, el derecho y la cultura. Asimismo, esta autoridad se desarrollaba
en general desde hace siglos por costumbre o “derecho”, pues de hecho en la
familia en algunos países (mediterráneos: España…) y en la práctica política
(nórdicos: Noruega, Dinamarca…), dominaba la mujer sobre el hombre, en incluso
en las relaciones interpersonales.
En el último cuarto del siglo XX, desde finales de los setenta, la
transformación del trabajo y la conciencia política de la mujer ha puesto fin al
patriarcado y ha fomentado el cambio de la sociedad. Las fuerzas impulsoras que
subyacen en estos procesos de cambio son el desarrollo de la nueva economía
global, los avances tecnológicos en la reproducción de la especie humana, el
control de la reproducción, y en suma la lucha de la mujer por imponerse en la
sociedad . Y, sus principales factores son la incorporación masiva de mujer en
los puestos de trabajo remunerados, su deseo primero de vivir en igualdad de
condiciones y posteriormente desbancar al hombre del poder, desde la familia a
las instituciones políticas.
Históricamente, el proceso reivindicativo contra el poder establecido se inicia
en la Edad Moderna, a finales del siglo XVIII, con el periodo de las grandes
revoluciones, con el movimiento de los desplazados (colonos) por la
independencia y los derechos del hombre en los Estados Unidos (1773-1783 y 1789,
respectivamente). Posteriormente, con la revolución burguesa en Francia
(“revolución francesa” -1789-1792-), y a principios del XX con la revolución del
proletariado en Rusia (“revolución rusa” –1917-). Todas estos cambios pueden
considerarse revoluciones nacionales, aunque tuvieran unos propósitos y
repercusiones universales, pero es precisamente la última revolución social de
la mujer en todo el mundo, a finales del XX, la que se puede denominar global, y
es especialmente importante porque afecta directamente al fundamento de la
sociedad , pues una parte del mundo se enfrenta a la otra (por encima de la
estratégica guerra fría): la mujer contra el hombre, cuya cronología es aún
imprecisa, está en proceso de desarrollo, y se produce en diferentes momentos y
países al mismo momento. Esta última revolución ha sido silenciosa en un
principio (a excepción de la actitud seguida por las sufragistas de los Estados
Unidos…), hasta ultimar en violenta , a finales del XX.
La crisis de la familia patriarcal es notoria y se constata en todo el mundo,
especialmente en los países más desarrollados. Social y estadísticamente se
aprecia a través de la disolución de los hogares con parejas, por divorcios,
separación o no crearse como tales; por la falta de sanción legal de las
parejas; el debilitamiento de la autoridad tanto institucional como psicológico
; la inestabilidad familiar y una mayor autonomía de la mujer en su conducta
reproductora, lo que fomenta la crisis de los patrones sociales de reemplazo
generacional. Asimismo, con el debilitamiento de la norma heterosexual , el
envejecimiento de la sociedad y la diferencia de la incidencia de la mortalidad
según el sexo , diluye el predominio del modelo de la familia nuclear
tradicional, constituidas por parejas casadas en primeras nupcias y con hijos, y
en su contra proliferan los hogares unipersonales y los de un solo progenitor. A
pesar de que puede perpetuarse el patriarcado, con la reproducción del modelo
con diferentes participantes (segundos matrimonios, familias gays…), aunque las
estructuras de dominación y obviamente los mecanismos de confianza se han visto
debilitados, tanto para las mujeres como para los hijos, debido normalmente a
lealtades en conflicto y por el creciente individualismo en la sociedad hacia
otras estructuras familiares unipersonales .
Existe discrepancia en las tasas de divorcio por cada 100 matrimonios en los
diferentes países desarrollados, aunque por lo general mantienen una tendencia
ascendente entre 1970 y 1980 y entre 1980 y 1990 (Cuadro 1). Se constata un alto
índice de divorcio en Estados Unidos (superando el 50%, en 1990), seguido de los
países del norte de Europa en el que la mujer tiene preponderancia social
(Suecia, Dinamarca), después Gran Bretaña, Canadá, y en general todos los países
desarrollados, a excepción de algunos países mediterráneos (Italia, España y
Grecia), y en cambio presenta un alto porcentaje Francia (más del 31%, en 1990).
En estos datos de las estadísticas oficiales no se tiene en cuenta las
separaciones de facto, ni tampoco las tasas de disolución de las uniones libres.
En cambio, es conocido, por las investigaciones realizadas sobre los hogares de
unión libre, que estos son más proclives a separarse que los de las parejas
casadas y que las separaciones están en relación directa con la tasa de divorcio
y los hogares disueltos , o lo que es lo mismo, la tasa decreciente de
supervivencia del matrimonio .
De los setenta a los ochenta las tasas de divorcios se incrementaron hasta
duplicarse en un gran número de países, con un índice por encima del 10%, en
Suecia, Países Bajos, Inglaterra y Gales… y Francia, y otros muestran un alto
índice del 50% (Estados Unidos, Dinamarca…). Posteriormente, en la década de los
noventa, se ha estabilizado en Europa el número de divorcios frente a los
matrimonios, pero esto se debe fundamentalmente a la reducción del número de
matrimonios habidos desde los sesenta, así como la proporción de hogares con dos
progenitores casados ha descendido considerablemente , a pesar de que esta
última tendencia no se limita a los países desarrollados, sino que también es
extensible en los menos desarrollados.
También se puede atender al porcentaje de mujeres que no se casan, en edades
comprendidas entre los 20 y 24 años, el mayor número se da en los países
desarrollados (España 59%, en 1981; Estados Unidos, 51%, en 1980…), y en algunos
países en vía de desarrollo (Túnez, 64%, en 1988; Perú, 56%, en 1986…), mientras
que el menor número se produce en los países subdesarrollados de África
subsahariana (Senegal, 23% en 1986…) y en Asia (Ghana, 23%, en 1988…). Es
conocida la tendencia universal de retrasar la edad de matrimonio, y es
especialmente importante en el caso de las mujeres jóvenes, hecho que se repite
igualmente en el caso de la concepción del primer hijo. A nivel general, se
puede indicar que ha descendido la proporción de mujeres casadas de quince años
y mayores, del 61% en 1970 al 56% en 1985 .
Otro aspecto importante a tener en cuenta en la comprensión del movimiento
emancipador de la mujer es conocer los nacimientos que se producen fuera del
matrimonio, a parte de los embarazos no deseados, en este último caso destaca
los países escandinavos, en el que los embarazos de hijos fuera del matrimonio
alcanzan en los noventa cerca del 50%. Mientras la conjunción del primer y
segundo caso (embarazo no deseado y deseado) es patente en los Estados Unidos
(que pasó del 4,5 en 1970 al 28% en 1990), y las proporciones menores le
corresponden a las mujeres afroamericanas, entre 15 a 34 años, que alcanza el
70,3% . Este aspecto de los nacimientos fuera del matrimonio ha sido introducido
recientemente en el análisis sociológico del tema, ya que normalmente el
análisis sólo se centraba en la comprensión demográfica de los índices de
fecundidad. En este sentido Castells indica que el descenso abrupto de las tasas
de fecundidad en los países desarrollados es una consecuencia de la crisis de la
familia patriarcal, y en parte lo es, pero también es debido al proceso de
crecimiento de la sociedad del bienestar, por el que las familias establecidas y
la mujer en particular quiere mejorar lo más posible sus niveles de vida, y
posteriormente atiende a su emancipación. La tasa total de fecundidad en el
mundo ha descendido, en general, en las dos últimas décadas, y en especial en
las regiones desarrolladas, por debajo de la tasa de reemplazo y permanece de
esta forma hasta la actualidad. En los Estados Unidos, la tasa total de
fecundidad ha bajado de forma significativa en las tres últimas décadas del
siglo XX, desde un pico ascendente a finales de los cincuenta (debido a la
fecundidad baby boom) para alcanzar un nivel inferior a la tasa de reemplazo
durante las décadas de los setenta y los ochenta hasta estabilizarse al nivel de
reemplazo en los noventa, debido a la incidencia de la población inmigrante.
Este último proceso se repite en otros países desarrollados: España, Francia… Y
en una posición intermedia, en el que la tasa de fecundidad total está por
debajo de la tasa de reemplazo generacional, se encuentra el Japón, con un 1,54
en 1990. Por el contrario, las regiones en vía de desarrollo muestran los
mayores índices de fecundidad, más del doble que los países desarrollados, en el
quinquenio de los setenta (1970-1975), 2,2 frente al 5,4; en 1980-1984, y de
1990 a 1995 pasa de 2 a 4,1 y de 1,9 y 3,6, respectivamente. Y, de entre todos
los continentes es África, seguida de cerca por Asia, los que alcanzan el mayor
índice de fecundidad, con el 6,5 y 5,1, respectivamente, en los setenta; pero,
desciende levemente para el continente africano, en los noventa, alcanzando el
6, mientras que en Asia se reduce al 50%, llegando a la cifra del 3,2, que
coincide para el mismo periodo con América Latina (3,1). La inmigración en masa
de los países en vía de desarrollo a los desarrollados, a finales del siglo XX,
fomenta el crecimiento demográfico, la multietnicidad, el multicultralismo y el
cambio de sociedad en general, cuyos efectos positivos o negativos en la
sociedad receptora dependerán del grado de integración o rechazo, que muestren
dichos grupos migrados .
Un caso a parte es el que se aprecia en los países escandivanos, en el que el
poder social de la mujer ha determinado una recuperación de la tasa de
fecundidad, con la proliferación de los nacimientos fuera del matrimonio, con un
50%, en los ochenta . Y, sucede lo contrario, en el Japón, debido al
tradicionalismo cultural predominante en la sociedad, despierta vergüenza hacia
los nacimientos extramaritales, aunque recientemente la mujer trabajadora
comienza a rebelarse contra su relegación en el mercado laboral y la cultura
predominante oriental nipona . Y, en un posicionamiento intermedio, podría
atenderse al caso español, que a las razones culturales y religiosas debe unirse
las circunstancias económicas en la que viven los jóvenes, por el desempleo y la
escasez de vivienda . En este mismo sentido se expresa Antonella Pinelli, al
indicar que
vemos que la inestabilidad matrimonial, la unión libre y los nacimientos
extramaritales se dan donde se otorga un alto valor a los aspectos no materiales
de la calidad de vida y donde las mujeres disfrutan de independencia económica y
un poder político relativamente grande. Debe hacerse hincapié en las condiciones
de las mujeres. El divorcio, la unión libre y la fertilidad extramarital están
más extendido allí donde las mujeres disfrutan de independencia económica y
están en posesión de afrontar la posibilidad de ser una madre sola sin
convertirse, por esta razón, en un sujeto social en riesgo (Pinelli: 1995, 88).
Pero asimismo, existen importantes excepciones a esta formulación de Pinelli,
como las que introduce el comportamiento social establecido por las personas
desclasadas, por la pobreza y por sus convicciones culturales y religiosas, como
sucede por ejemplo en los Estados Unidos, en el que los niños nacidos fuera del
matrimonio “son tanto resultado de la pobreza y la falta de educación como de la
autoafirmación de las mujeres” (Castells: 2000 -4-: 181), y a lo que hay que
añadir los factores culturales y religiosos de parte de la población negra e
hispana que habita en dicho país, pues es precisamente esta población la que
muestra un mayor índice de nacimientos después de su primer matrimonio (como
constata la Oficina del Censo de los Estados Unidos, indicando que de 1985 a
1989, la población “blanca” cuenta con un porcentaje del 21,6 frente al 37,5 de
los hispanos y los 70,3 de la población “negra”). Este comportamiento –según la
terminología aplicada por Castells- es consecuencia directa de la disolución
potencial del modelo tradicional de familia con dominio patriarcal. Y, esta
tendencia presente en los países se repite en los que están en vía de
desarrollo, en las áreas urbanas, aunque al predominar en ellos economías
agrarias, se minimiza la tendencia, al ofrecer las estadísticas nacionales un
reflejo de sociedades rurales tradicionales, sobre todo en África y Asia.
Otro aspecto distintivo de la emancipación de la mujer actual es la constatación
como cabeza de familia de jure (Cuadro 3). Los divorcios, o separación de hecho
(convencional hasta la aprobación legal de los divorcios en algunos países), la
maternidad individual, la proporción de hogares con un solo progenitor con hijos
dependientes (principalmente con una mujer como cabeza de familia) u hogares
unipersonales se ha venido incrementando en todo el mundo, en general, a lo
largo de la segunda mitad del siglo XX, y aumentó especialmente entre comienzos
de los setenta y mediados de los ochenta, en los países desarrollados, y ha
continuado en los noventa, sobre todo en los Estados Unidos. De igual forma esta
evolución se sigue en los países en vía de desarrollo, entre los que destaca
Brasil, con más del 14% de hogares con una mujer como cabeza de familia de jure
en 1980 y el 20% en 1989, mientras que es una excepción, por ejemplo, Indonesia
y Filipinas.
Como consecuencia del proceso emancipador de la mujer, tras el creciente número
de divorcios en la sociedad actual, en la segunda mitad del siglo XX, se ha
producido un incremento de hogares unipersonales, que está dando paso a la
conformación de la mujer como cabeza de familia de jure, como se ha expuesto
(Cuadro 3). En un posicionamiento intermedio hay que hacer mención del
importante porcentaje de hogares con un solo miembro, que comienza a
caracterizar a la nueva sociedad. Con la excepción del área de Europa del Sur,
en el mundo oscila entre el porcentaje del 20 y el 39,6% del total (que fluctúa
entre el 34,2% de Alemania, al 22,3% de Japón, pasando por el 28% de Francia y
los 24,5% de los Estados Unidos). Este proceso actual muestra una tendencia de
futuro, que hasta el momento es el resultado directo del envejecimiento de la
sociedad de los países industrializados, constituida por un anciano solo, y que
en su mayoría son mujeres, viudas que han sobrevivido a sus esposos. Y, por
ello, entre un quinto y más de un tercio de los hogares son de una sola persona,
poniendo en evidencia el modo de vida patriarcal, y sobre todo en los países en
los que pervive las familias patriarcales, en lo que existe un menor número de
divorcios…, y se da una baja tasa de fecundidad (1,2 en Italia, 1,3 en España o
1,54 en Japón).
Cuadro 1. Tendencias en las tasas de divorcios de cada 100 matrimonios en países
desarrollados
Fuentes: Encuestas demográficas para Ghana; Cynthia B. Lloyd y Anastasia J. Gage-Brandon:
“Women´s role in maintaining households: family welfare and sexual inequality in
Ghana” en Population Studies 47 (1993), pp. 115-131; para Ecuador: Keiko Ono-Osaku,
y A. R. Teme: “Comparative análisis of recent changes in households in Latin
America” en IUSSP, Proceedings of Conference on the Ameritas, Vera Cruz (1993),
y para todos los demás países: Mohamed Ayad et al: “Demographic Characteristics
of Housesholds” en Demographic and Health Surveys Comparative Studies Nº 14
(1994), y para los censos: ONU: The World´s Women 1970-1995: Trenes and
Statistics (1994), compilado por Bruce et al (1995). Elaboración propia
Nota: de jure= cabeza de familia “usual” (a) de facto= cabeza de familia el día
de la entrevista
Cuadro 4. Tasa total de fecundidad por continentes
Cuadro 5. Porcentajes de nacimientos fuera del matrimonio por regiones (medias
nacionales)
Cuadro 7. Tendencias porcentuales de los hogares cuya cabeza de familia de jure
es una mujer
Fuentes: Encuestas demográficas, para Ghana; Cynthia B. Lloyd y Anastasia J.
Gage-Brandon: “Women´s role in maintaining households: family welfare and sexual
inequality in Ghana” en Population Studies 47 (1993), pp. 115-131; para Ecuador:
Keiko Ono-Osaku, y A. R. Teme: “Comparative análisis of recent changes in
households in Latin America” en IUSSP Proceedings of Conference on the Ameritas,
Vera Cruz (1993), y para todos los demás países: Mohamed Ayad et al:
“Demographic Characteristics of Housesholds” en Demographic and Health Surveys
Comparative Studies Nº 14 (1994), y para los censos: ONU: The World´s Women
1970-1995: Trenes and Statistics (1995), compilado por Bruce et al (1995).
Elaboración propia
Nota: de jure= cabeza de familia “usual” (a) de facto= cabeza de familia el día
de la entrevista
3 Breve situación de la mujer en España, a lo largo de la historia
La mujer ha sido mal considerada a lo largo de todos los tiempos, en todo el
mundo, con excepciones en el tiempo, y es tenida con otra consideración en la
sociedad actual, a partir de la lucha reivindicadora desarrollada por la propia
mujer y del posicionamiento progresista de algunos hombres. Esta mala
consideración está presente en los escritos de filósofos, políticos… y
escritores, como Aristóteles en Poética (323 a. de C), Platón en Timeo (ca. 360
a. de C), Plinio el Viejo en Historia natural (777), León Tolstoi en Diario (19-XII-1900)…,
y cuya lista es interminable. Mientras que en contra se expresa, por ejemplo,
Emilia Pardo Bazán, con la siguiente expresión:
(…) hoy [1890] ninguna mujer de España –empezando por que ocupa el trono- goza
de verdadera influencia política; y en otras cuestiones no menos graves, el
pensamiento femenil tiende a ajustarse fielmente a las ideas sugeridas por el
viril, el único fuerte” [y expondrá de forma extrema la realidad familiar en el
mundo rural en el que] el pobre hogar de la mísera aldeana, escaso de pan y
fuego, abierto a la intemperie y al agua y al frío, casi siempre está solo. A su
dueña la emancipó una emancipadora eterna, sorda e inclemente: la necesidad ,
y por ello la mujer primero con el matrimonio, y después con el desarrollo
burgués de las ciudades decimonónicas y la industrialización tenderá a la
emancipación económica, con su propio trabajo remunerado. Por lo que, algo menos
de un siglo más tarde, Salvador de Madariaga escribirá que
en la lucha por la existencia, ya planteada en pleno rigor aunque aún más le
quede, no parece que las mujeres españolas hayan de ser las menos bien armadas
por la naturaleza. Lo que se nos viene encima [a los hombres] es un formidable
rollo apisonador que comprimirá todos los tipos humanos hasta, si Dios no lo
remedia, reducirlos a un cemento uniforme .
La situación de la mujer en España, ha sido muy similar a la que ha tenido el
resto de mujeres en el mundo occidental, de dependencia del hombre . En parte de
los siglos XVIII y XIX las diferencias eran más de orden tributario, penal y
procesal que de derecho privado estricto (López-Cordón: 1986, 78-79), y en este
sentido la estructura familiar condiciona las disposiciones legales, por lo que
las mujeres casadas por el simple hecho de serlo, estaban sometidas a una
“capitis diminutio” de supeditación al marido, pues la condición de esposa
suponía un cambio sustancial en la personalidad jurídica y una delimitación de
sus atribuciones sociales, mientras que al hombre le ocurría al contrario, que
al casarse alcanzaban plena independencia y superioridad familiar, pero en
cambio el régimen económico de la mujer casada le era beneficioso, incluso en el
caso que fuera directamente la poseedora del patrimonio familiar, porque la
Novísima Recopilación, recoge una antigua tradición secular que calificaba los
bienes del matrimonio como gananciales .
Cuadro 8. Población española de 1768 a 1797, según composición por sexo y estado
civil
(a) Censo de 1768, o del conde de Aranda, (b) Censo de 1787, o de Floridablanca,
(c-) Censo de 1797, o de la Oficina de la Balanza
La mujer española, al igual que le sucediera a la de otros muchos países del
mundo, a lo largo del siglo XIX entiende primero que la política y después la
educación serán dos elementos claves en el cambio social, casi silenciosamente,
como reivindicación de unos derechos mínimos nacionales, pero a partir de la
segunda mitad del XX con el feminismo se extiende a todo el mundo, pues se hace
pública que es una revolución de la mujer para todas las mujeres. A nivel
educativo, en el sexenio revolucionario, Fernando de Castro y los círculos
krausistas en España inicia el reconocimiento del derecho femenino a la
educación, de 1869 a 1888 . Se inicia con la inauguración de las “Conferencias
dominicales para la educación de la mujer”, organizadas por Fernando de Castro y
que alcanza su esplendor con la celebración, igualmente en Madrid, del “Congreso
Pedagógico Hispano-Portugués-Americano”, en 1892, vinculado al Instituto Libre
de Enseñanza, y en el que se demanda la igualdad educativa y profesional entre
los sexos.
A nivel político, la mujer lo ha venido haciendo desde diferentes
posicionamientos en la historia contemporánea de España , y en particular de
forma colectiva, y especialmente a partir del primer tercio del siglo XX . Desde
finales del antiguo régimen en la monarquía española al contrario de lo que
sucediera en otras monarquías de su entorno, las mujeres podían ser reinas,
regentes y hasta gobernadoras, pero no podían ejercer oficios municipales,
aunque sí transmitirlos. En cambio, posteriormente en la época de la
restauración (1876-1931), en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, en
1924, se otorga la concesión del voto a la mujer, y participa en la Asamblea
Nacional de Rivera, en 1927. Con anterioridad, a partir de 1924, accede a la
representación de concejales y alcaldías en diferentes municipalidades
españolas, con la notoriedad pública que esta acción conlleva. Asimismo, con la
segunda república, se produce un polémico debate sobre el reconocimiento del
sufragio femenino, por la tendencia mayoritaria de derechas que representaban,
aunque en realidad eran de derechas y de izquierdas. Igualmente es marcada su
intervención política durante la guerra civil, de 1936 a 1939, en la zona
republicana como en la zona golpista y posteriormente durante la dictadura
franquista , así como durante la democracia , y en este último período, destaca
Carmen Ortiz su “autoposicionamiento ideológico”, pero este autoposicionamiento
ha sido relativo, pues la política nacional aún continúa siendo dominada por los
grandes partidos nacionales y nacionalistas, en el que la mujer forma parte
principalmente de la militancia de base, y en menor medida de la dirección. Por
esto, el Instituto de la Mujer y el Ministerio de Asuntos Sociales sensibilizado
especialmente por el tema femenino, en conmemoración del día internacional de la
mujer reivindica “la defensa de la democracia paritaria”, en voz de la ministra
de entonces (1994), Cristina Alberdi. Ese mismo año Elena Valenciano
(coordinadora nacional para España del Lobby Europeo de Mujeres) proclama que
un nuevo fantasma recorre Europa, el fantasma de la paridad. Desde la cumbre de
Atenas, noviembre de 1992, las mujeres, desde los niveles más dispares y
heterogéneos, hemos ido trabajando en el discurso y en el diseño de una
estrategia que nos permita dar el salto decisivo en cuanto a nuestro acceso al
poder .
Y, en iguales términos se expresa Giselle Halimi (presidenta del movimiento
feminista Choisir”:
Yo creo de verdad que la lucha hoy en día de las mujeres, y no solamente de las
feministas, tiene que tener como objetivo principal, incluso único, para no
desperdigarnos, la participación igualitaria de las mujeres en el poder político
.
Son las proclamas de una nueva revolución, en las que se reclaman la paridad (Halimi),
pero sobre todo se desea el “acceso al poder” (Valenciano). Luchan por llegar al
poder, por tener el poder de forma pacífica, casi convenciendo a su oponente
(los hombres), pero esto es imposible, y por ello hay muertes en el camino, y
por ello Sabine de Bethune (coordinadora de la red europea Mujeres y toma de
decisiones de la Comisión Europea), propone que
(…) tenemos que movilizar a las mujeres. No nos damos cuenta, suficientemente,
que cuando reunimos a todas las mujeres en los movimientos de mujeres, llegamos
a cientos de miles de mujeres en su vida diaria, y si queremos que suba la
presión, que se ejerza más presión sobre los partidos políticos y sobre la
política, es esencial que se den cuenta que las mujeres en la sociedad civil
están muy sensibilizadas y se ocupan de este tema (…). Hay muchos temas sobre
los que a lo mejor estamos divididas, pero, aquí, con este tema, ahí estamos de
acuerdo. Todas las mujeres están de acuerdo, y si logramos explicar este
consenso, un consenso que está implícito, escondido entre las mujeres, si lo
hacemos visible, lo concretamos, vamos a poder tener un fenómeno automático sin
utilizar mucho poder” .
En otro sentido se expresa Carlota Bustelo al señalar que
a pesar de que las mujeres constituyen en los países europeos, industrializados
y democráticos, la mayoría de la población, participa mucho menos que los
hombres en las instancias en las que se toman las decisiones que afectan a
muchas personas o a toda la población y, por tanto, a ellas mismas. Por ello,
les resulta difícil defender sus intereses específicos y, entre ellos, los que
tienen relación con el mundo hasta ahora considerado privado,
y para ello propone una serie de “Estrategias” políticas, como son:
1 Tener más mujeres en el sistema político “oficial”…
2 Que las mujeres que acceden a los órganos de decisión política puedan trabajar
eficazmente a favor de los cambios que necesitan y demandan las mujeres…
3 Incluso cuando no hay un número alto de mujeres en la política “oficial”, las
mujeres pueden conseguir un grado significativo de poder organizándose y
coordinándose entre ellas.
4 Formar coaliciones o alianzas entre mujeres de los partidos políticos, del
movimiento feminista y mujeres externas a él, que tienen influencia social, para
trabajar a favor de objetivos muy concretos, pues -según Carlota Bustelo- suele
dar muy buenos resultados.
5 Actuar como grupo de presión ante los legisladores y los gobernantes para
obtener un programa específico o cambios legislativos o políticos determinados.
“Este tipo de acción es especialmente eficaz cuando el grupo que lo realiza
cuenta con una buena organización que le permite suministrar permanentemente
documentación rigurosa y bien elaborada y movilizar rápidamente un número
sustancial de mujeres para escribir cartas, hacer llamadas de teléfono, firmar
peticiones, participar en manifestaciones, etc.” y en la lucha diaria.
Cuando aparentemente está en marcha la lucha por la paridad de la mujer con el
hombre, surge una otra reivindicación de la mano de una “nueva realidad de la
desigualdad de las mujeres”, por parte de Judith Astelarra, al indicar que
no se debe subestimar los cambios producidos ya que, partiendo del modelo
franquista, que las jóvenes estén hoy donde están no es cuestión baladí. Se ha
corregido lo que hemos denominado “la ausencia” de las mujeres del mundo
público. Pero, ahora, una vez que se han incorporado al mundo público es
necesario que éste también cambie. Esto supone un cambio estructural en el
sistema de género de mucho alcance y que también afecta, aunque en menor medida
porque comenzaron antes, al resto de los países europeos. Si se aborda este
cambio estructural, aparecerá inmediatamente el tema de la “presencia” de las
mujeres en el ámbito privado doméstico que también debe ser resuelta a través de
una reorganización estructural. Sólo a través de cambios de la estructura básica
del sistema de género y de su jerarquización que conduce a la desigualdad será
posible que la mujeres puedan realmente ejercer su ciudadanía [¿]. Y ésta no es
sólo una tarea de mujeres: los hombres también deben cambiar y asumir el desafío
de construir una sociedad en que la dimensión de género no contribuya a la
desigualdad”
ahora, en el futuro, previsiblemente, el hombre tendrá que demandar su paridad,
y si no lo tendrá que hacer los niños y los ancianos. Esta revolución ha
permanecido la mayor parte del tiempo como una reivindicación más del proceso de
igualdad surgida entre los seres humanos, que de una simple luchar por el poder,
aunque coexiste los dos aspectos reivindicativos, y por ello se puede indicar
que ha sido compartido por las mujeres, pero con la cooperación de un gran
número de hombres (Cuadro 10).
Para lograr esta igualdad de hecho entre hombres y mujeres, en España el
Instituto de la Mujer, del Ministerio de Asuntos Sociales ha creado un “Sistema
de Indicadores” sociales de igualdad entre géneros, que actúa de “Observatorio
Permanente de Igualdad”, y para ello comenzaron organizando un primer seminario
en 1992, donde hacer pública sus intenciones y al mismo tiempo presentar la
“Propuesta de un sistema de indicadores sociales de igualdad entre géneros” . Y,
entre los indicadores que proponen, destacan los siguientes: medición de la
calidad de vida; parecidos y diferencias entre el bienestar subjetivo de los
hombres y de las mujeres; medición global de la participación en el mercado de
trabajo; out puts de la actividad laboral, y el uso del tiempo libre y ocupado.
En este mismo sentido se expresa los Estudios y encuestas, realizadas por el
Centro de Investigaciones Sociológicas, con el significativo subtítulo de “Las
mujeres españolas: [entre] lo privado y lo público” .
Cuadro 10. Respuesta a la pregunta “El deber de un hombre es ganar dinero, el de
una mujer es cuidar de su casa y su familia”
Económicamente es un país agrícola, hasta mediados del siglo XX (aunque desde el
primer tercio del siglo XIX se inicia el desarrollo industrial ), cuando se
inicia los Planes de Desarrollo para la industrialización, en perjuicio directo
de la agricultura, la participación de la mujer en el trabajo es principalmente
como proletariado campesino y en el servicio doméstico en las urbes. Se emplea,
por lo general, para sustituir o completar la mano de obra masculina, cuando la
mano de obra campesina resulta insuficiente en los periodos de recolección
(peonaje agrícola), o en las industrias (obrera fabril…) y servicios
(comercio…), en los años de un cierto desarrollo a partir de 1914. Al mismo
tiempo su colocación se adscribe a los puestos inferiores o secundarios , con
bajísimos salarios, sólo superados por los de los trabajadores infantiles. En la
industria, las obreras suelen concentrarse en faenas de lavado y preparación de
las materias primas y, a lo sumo, a las primeras etapas de elaboración
(hilado…), aunque existe excepciones como sucede en la industria del tabaco, que
desde finales del siglo XVIII, esta conformada principalmente por puestos de
trabajo de tabaqueras (88% en 1930). Pero esta discriminación en el trabajo, no
impide apreciar la participación activa de la mujer en el mundo laboral, durante
el primer tercio del siglo XX, tanto en el mundo agrario como el industrial y el
de servicio, en diferentes porcentajes (Cuadro 11).
Durante el primer tercio del siglo XX, la participación de la mujer en el mundo
laboral es del 18,32% sobre el total de trabajadores, y el 14,5 de la población
femenina, en 1900, aunque posteriormente desciende al 12,6% del total o 9,16% de
su propio sexo, en 1930. El destino laboral femenino en 1900, era en primer
lugar la agricultura, con el 57,81% de la población activa femenina, seguida por
el servicio doméstico, posteriormente, en la década de los veinte a la industria
y en los treinta con “diversificación de tareas” (Cuadro 12 y 13).
Cuadro 11. Población activa y trabajo diferenciado por sexos, 1900-1930
1900 1930
4 El papel de la mujer en el cambio social actual
Después de haber determinado las causas del fin de la sociedad tradicional a
través del ataque que ha mantenido la mujer contra la familia, la sociedad
patriarcal en general y en lucha en general por el poder, y ante de la
formulación de los diferentes grados de emancipación de la mujer en la sociedad
actual, en la decadencia de la sociedad industrial/postidustrial y avance de la
sociedad red (como se constatará en el siguiente apartado 5 sobre “La revolución
de la mujer: factor clave de la transformación de la sociedad actual”),
determino el proceso global seguido por la mujer en su emancipación, a través de
la tasa de participación en el proceso de trabajo y su participación en la
política directa.
La familia, el trabajo, los mercados laborales y la representación política se
han transformado de forma significativa en el último cuarto del siglo XX, con la
incorporación masiva de la mujer al trabajo remunerado, fuera del hogar . En
todo el mundo, en 1990, existía 854 millones de mujeres activas -según la ONU
(1995)-, representa el 32,1% de la mano de obra global. Y, en los países de la
OCDE, la participación es mayor, siendo del 48,3% en 1973 y asciende al 61,6 en
1993, mientras que las de los hombres desciende del 88,2% al 81,3% (Cuadro 18).
Asimismo, el aumento de las tasas de empleo de 1973 a 1993, indican de forma
general una tendencia ascendente del trabajo por cuenta ajena de las mujeres,
invirtiéndose en algunos países europeos en los noventa, y por ello resulta un
diferencial positivo en todo el mundo, frente al de los hombres (Cuadro 19). Y,
se hace más notorio en los Estados Unidos, en el que la tasa de participación de
las mujeres ha ascendido del 51,1% en 1973 al 70,5% en 1994. Estos datos se
pueden comparar con la clasificación de la “tasa de actividad económica”
elaborada por la ONU, cuyos porcentajes son menores que los de la participación
en la mano de obra, aunque por lo general muestran una tendencia igualmente
ascendente de la participación de la mujer, con la excepción de Rusia, que ya
tenía un alto nivel en 1970 (Cuadros 19 y 20).
En la mayor parte del mundo, el trabajo se desarrolla principalmente en el
sector primario (aunque la tendencia es decreciente), por lo que el número más
numeroso de mujeres trabajan en la agricultura (el 80% de las mujeres
económicamente activas del África subsahariana y el 60% del sur de Asia),
seguidamente alrededor de la mitad de las mujeres trabajadoras pertenecen al
sector terciario (según indicación de la ONU -1991-). En este último sentido, la
proporción de mujeres activas del sector servicios es más elevada en los países
desarrollados y va en aumento, hasta alcanzar el 85% de la mano de obra femenina
existente en los Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, mientras que en España
es del 77,2%. El incremento del trabajo femenino en los servicios está marcado
por la labor que realizan específicamente en los servicios a la empresa
(financieros, seguros, inmobiliarios y empresariales en general) y en los
servicios sociales, característicos de la nueva economía, como previeron los
primeros teóricos del postindustrialismo. Pero si atendemos a su distribución
por actividades y grado de intensidad en la nueva economía (“informacional”,
Castells) en los países desarrollados, este trabajo se centra sobre todo en los
servicios sociales y los servicios personales. Aunque, cuando se calcula la tasa
de crecimiento de cada tipo de servicio en relación al empleo femenino total,
para el periodo de 1973 a 1993 (Cuadro 21), se constata un notable incremento en
los servicios a empresas, seguido a cierta distancia por los servicios sociales
y personales. A pesar de que las trabajadoras de oficina siguen suponiendo el
mayor número de trabajadoras contratadas, y se está produciendo un incremento de
las categorías profesionales técnicas y administrativas y ejecutivas. Así como
las economías de industrialización recientes han introducido en el trabajo
remunerado a mujeres mal pagadas en casi todos los niveles de su estructura
ocupacional . En cambio en el trabajo desarrollado en el comercio y la
restauración es donde se aprecia una menor dinamización de la mujer, pues como
se ha indicado, realmente el incremento del trabajo de la mujer se produce en
los servicios relacionados de forma intensiva con la nueva economía, como se
puede observar al analizar la evolución cambiante del empleo femenino por
ocupaciones, en los países de la OCDE, entre 1980 y 1989. Mientras, que en los
países en vía de desarrollo, la mujeres son contratadas en el mundo urbano en el
sector informal, sobre todo en el servicio de restauración (comidas) y servicios
generales para los habitantes de las metrópolis .
En general, en las últimas tres décadas del siglo XX, se ha producido una
creación sostenida de puestos de trabajo para las mujeres, con excepción de
Europa, y en la que la ocupación de esta mano de obra ha aumentado a un ritmo
superior, mientras que la del hombre ha disminuido, lo que significa que unas
sustituyen a otros, e incluso si se hace referencia al índice de desempleo, el
de las mujeres es menor que el de los hombres. Por ejemplo, en los Estados
Unidos, en 1994, era inferior a de los hombres (6 frente al 6,2%), en Canadá
(9,8 frente a 10,7) y mucho más acentuado es en Gran Bretaña (7,5 frente al
12,4%). En cambio, es superior, incluso cuatro años antes (incrementándose para
1994), en Japón (10,4 frente 10,7%), Francia (6,6 frente 6,8%) e Italia (11,7
frente a 12,3%).
Resumiendo, las mujeres en una evolución creciente no se encuentran relegadas a
los puestos de trabajo en servicios menos cualificados, sino que se emplean en
toda la estructura de cualificación, e incluso aumenta su colocación en el
extremo superior de la estructura ocupacional. Aunque, en los países
desarrollados, persiste la discriminación en el mundo laboral, en cuanto la
mujer realiza trabajos de cualificación similares a los realizados por los
hombres por un salario más bajo, con mayor inseguridad laboral y con menores
posibilidades de ascender en el escalafón superior de las empresas.
Cuadro 18. Tasa de participación por sexos en la mano de obra (%)
Países Hombres Mujeres
Fuente: OIT, Yearbook of Labour Statistics. Elaboración propia
(a) Principales grupos de la International Standard Classification of
Occupations (ISCO), (b) No todos los países publican los datos acogiéndose a las
normas establecidas por ISCO. Se omiten los países en los que los sistemas de
clasificación ocupacional han cambiado durante el periodo considerado, (c) El
índice indica el aumento en cifras totales de empleados en la ocupación durante
la década, (d) Índice (1980=100), (e) Índice (1983=100), (f) Índice (1981=100)
Las razones de la contratación masiva de la mujer en el actual mundo industrial,
no depende exclusivamente al género de las laborares que realizan , y aún menos
es por motivos biológicos , ni incluso por la aparente mayor docilidad que
muestran en el trabajo , ni por la falta o menor sindicalización . En cambio,
los factores que determinan su empleo en masa, pueden estar motivado, por los
siguientes condicionantes:
1 Segmentación por géneros del trabajo, que aprovecha las condiciones
específicas femeninas para aumentar la productividad bajando los costes
laborales (salarios ).
2 La diferenciación salarial, persiste en todo el mundo. Con la socialización
educativa, la mujer ha adquirido una cualificación, sobre todo en los países
desarrollados, por lo que en algunos de ellos es más numerosa que la de los
hombres, lo que unido a la propia motivación femenina de colocarse, por
independizarse económicamente, han reducido el perfil ocupacional con los
hombres en el mundo desarrollado, aunque persiste el motivo que le facilitó su
entrada en masa en el mundo laboral: cobrar menos por realizar igual o similar
trabajo que sus compañeros. En Gran Bretaña, las mujeres ganan el 69,5% que los
hombres, a mediados de los ochenta. En Alemania, el 72% en 1980 y asciende al
73,6%, en 1991. En Francia ha pasado de ser el 79% al 80,8%, y en los Estados
Unidos, han pasado de cobrar un 60 a un 65%, en los setenta, al 72% en 1991 ,
esto es debido principalmente a que ha descendido el salario de los hombres .
3 Debido al cambio de condiciones del trabajo, tras la innovación tecnológico de
las empresas, la interconexión y la globalización de la economía .
4 La capacidad de relacionarse, fundamental en la nueva economía, donde la
administración de las cosas queda postergada por la gestión de la gente .
5 Flexibilidad del trabajo: las mujeres representan el mayor porcentaje del
empleo a tiempo parcial y temporal, y además persiste en un número pequeño pero
creciente de trabajo autónomo. Y, significativamente, esta flexibilidad laboral
(de horario, tiempo, entrada y salida) es demanda especialmente por la nueva
economía .
6 La mujer juega un papel político clave para los promotores de la nueva
economía (Estados Unidos), pues favorece el cambio de sociedad, para la
consolidación del nuevo poder global.
Resumiendo, la participación de la mujer en el mercado laboral tiene
consecuencias directas en el cambio de sociedad, a causa de la crisis del modelo
de sociedad patriarcal. En el patriarcado, la mujer dependía del hombre, y su
principal trabajo era crear hogar, y por ello en épocas pasadas (o en sociedades
patriarcales) la rebelión contra la autoridad patriarcal sólo podía ser extrema
y las postraba en la marginalidad. Mientras que cuando la contribución económica
de la mujer se hace decisiva, para sostener el nivel de vida del hogar y además
coincide con la bajada de sueldo de los hombres o el desempleo de estos, los
puntos de desacuerdo tuvieron que discutirse entre ambas partes, sin posibilidad
de debate ante la inmediata represión patriarcal. La ideología de dominación
patriarcal se basaba en el privilegio de quién mantenía a la familia, pero con
la colocación de la mujer este razonamiento resultó debilitado, por tanto
cuestionado y al final refutado y no aceptado. Si a esta cuestión se le añade,
que generalmente, no existen guarderías apropiadas (precios/horarios) a las
necesidades particulares que tienen las familias, crean dificultades adicionales
que exigen un tiempo extraordinario para el traslado diario entre el hogar, el
trabajo y los servicios, y todo ello se da dentro de un persistente deterioro de
los servicios sociales , que perjudica de forma notoria las uniones
matrimoniales. Todo ello unido al hecho que las mujeres que trabajan fuera del
hogar les abre un mundo de posibilidades económicas, y les amplía sus redes
sociales, que favorece la difusión de sus experiencias y la toma de posición de
forma cuasi silenciosa con el resto del género.
5 La revolución de la mujer: factor clave de la transformación de la sociedad
actual
En el cambio de sociedad, la mujer está jugando un papel fundamental, formando
parte del colectivo femenino mundial, creando su propia revolución (“revolución
de género”, Fdez-Carrión, iniciada en Norteamérica) por el poder global. Es
importante, señalar la diferencia habida en el proceso revolucionario seguido
por las mujeres, a otros distintos movimientos reivindicativos habidos en la
historia, pues en esta ocasión ha sido la mujer únicamente la que ha realizado
su revolución en el propio núcleo familiar, en el trabajo… En cada una de estas
acciones ha marcado el devenir del comportamiento general del movimiento y, ha
sido distinto a todos los anteriores procesos revolucionarios, pues, las clases
sociales burguesas (con la revolución burguesa, en Francia) y las proletarias
(con la revolución rusa) han luchado en un país con unas directrices comunes,
como son la ostentación del poder político y económico nacional. Mientras, que
la revolución de género, a pesar de la aparente interconexión con otros poderes
establecidos y parecer la consecuencia de una reacción espontánea, ha sido
dirigida subliminalmente por los poderes fácticos de los Estados Unidos, con el
principal objetivo de establecer un nuevo orden político, económico y social
universal, y para ello lo ha hecho global, ayudándose del único colectivo que no
lo había hecho hasta entonces, sino con un posicionamiento secundario (con
algunos de los teóricos de la causa femenina intenta propagar, por los medios de
comunicación, y a través de conferencias y libros impresos).
En este proceso revolucionario femenino, global, no se ha luchado por un cambio
político, entendido como un cambio de sistema político, ni del sistema, que
perpetua, sino que pretende un cambio interno de la sociedad, no sólo busca un
simple cambio social, sino de la sociedad misma en su conjunto, para ello lucha
contra la familia patriarcal y por ende contra el poder generalizado del hombre.
Aparenta ser un cambio de género en el poder, pero realmente pretende comenzar
de cero, en una hipotética igualdad de condiciones de la mujer con el hombre,
cambiando el escenario mundial con la modificación radical de su estructura
social, sin cambiar la política y la económica dominante, en beneficio de la
nueva potencia global (EEUU). Por esto los movimientos de protesta comienzan
siendo anticapitalista y rápidamente se transforman en antiglobalización, aunque
en ellos anden juntos verdugos y víctimas, pues unos, la mayoría de los hombres
piensan que luchan contra los Estados Unidos, mientras que la otra mayoría, las
mujeres luchan por su espacio de poder, y entre medias los Estados Unidos se
perpetúan –por un tiempo-.
En este proceso evolutivo, se puede indicar que el mayor exponente de cambio se
constata en la decadencia de la sociedad patriarcal, por lo que, en general, la
mayoría de los países desarrollados, con la excepción por ahora de España y
Japón, la familia patriarcal está en franca decadencia, y por ello se encuentra
en un proceso de convertirse en un modo de vida minoritario. Baste el ejemplo de
los Estados Unidos, en el que sólo un cuarto de los hogares totales, en los
noventa, cumple con el ideal clásico de una pareja casada con hijos, y si además
sólo se hace mención a los “hijos biológicos de la pareja” el porcentaje
desciende aún más. Según expone Castells, de forma documentada, este proceso de
decadencia cuenta, con cuatro razones que lo determina:
1 El incremento de divorcios.
2 El retrazo y disminución del número de casamientos.
3 El aumento de nacimientos fuera del matrimonio.
4 La tendencia creciente de hogares unipersonales.
Asimismo, Castells indica otras cuatro razones relacionadas con la crisis de la
familia patriarcal, y que de alguna manera están relacionadas o son equivalentes
con otras cuatro razones, expuestas anteriormente, que se pueden indicar de la
siguiente forma (1/A), (2/B), (3/D):
A La disolución de los hogares de las parejas casadas, a través del divorcio o
separación de sus miembros.
B Incompatibilidad del matrimonio, el trabajo y la propia (vida anhelada) por la
mujer, con el retrazo de la formación de pareja, y la vida en común sin
matrimonio.
C Envejecimiento de la población y diferente grado de mortalidad por géneros.
D Control de la natalidad.
Mientras, que Antonella Pinelli fundamenta la razón, en:
1 El propio proceso emancipador de la mujer (en las propias “condiciones” de la
mujer).
2 El contar prácticamente con independencia económica.
3 Tener un relativo gran poder político.
Personalmente, conjuntaría las dos teorías de Castells y Pinelli, e incluso las
matizaría y ampliaría para comprender todo el proceso global de cambio de
sociedad, que viene motivado por la revolución de la mujer a finales del siglo
XX:
1 Inicial proceso de demanda de igualdad de género.
2 Revolución de género (proceso emancipador político, económico... de la mujer).
3 Consideración de la mujer como centro del mundo y de la vida (especial
desarrollo del yo femenino).
Y, estos tres elementos claves del proceso de cambio en la sociedad red, son
posibles, por estas razones:
1 Establecimiento de un nuevo poder político y económico global, representado
por los Estados Unidos, que necesita de un cambio de escenario para consolidarse
en el tiempo, y por ello favorece un cambio total de sociedad (el anticipo fue
la revolución juvenil de los sesenta, actualmente la revolución de género
adquiere otras dimensiones).
2 Independencia económica, poder político y toma de conciencia de la condición
de mujer (por la incompatibilidad del matrimonio, el trabajo y la vida anhelada
por la propia mujer, favoreciendo el control de la natalidad, retrazando y
disminuyendo el número de casamientos...).
3 Envejecimiento de la población y diferente grado de mortalidad por géneros, y
la disolución de los hogares de las parejas casadas, a través del divorcio o
separación de sus miembros..., y la tendencia creciente de hogares
unipersonales.
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