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Abstract
Esta investigación tiene como objetivo analizar la participación socioeconómica
de las mujeres en comunidades marítimas durante el proceso de industrialización.
Para ello hemos elegido el análisis microhistórico y el cruce de múltiples
fuentes (patronales, de empresa, municipales) referidas un municipio costero de
Galicia, Bueu, una de las primeras poblaciones donde tuvo lugar la
industrialización de la pesca, actividad que empleaba mayoritariamente mano de
obra femenina. En la misma constatamos las altas tasas de actividad femenina en
pueblos pesqueros y conserveros como Bueu así como la importante contribución de
las mujeres a los ingresos de las familias de pescadores y al progreso
industrial en general.
Palabras clave (Key words): trabajo femenino, economías familiares, actividad,
salarios nominales y reales.
Introducción
Esta ponencia analiza la importancia del trabajo femenino en comunidades
marítimas donde tanto la pesca como su transformación fueron actividades
fundamentales para las economías familiares y para el desarrollo económico del
litoral. El espacio de análisis es la costa de Galicia, que fue la región líder
de la actividad pesquera y conservera de España y el marco temporal el último
tercio del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, periodo en el que tuvo
lugar el proceso de industrialización del litoral. Para esta investigación
empleamos el análisis microhistórico y el cruce de múltiples fuentes
(demográficas, de empresa, municipales), todas ellas referidas a un caso de
estudio, la población de Bueu, situada en la costa del Sur de Galicia, en la
provincia de Pontevedra. Este municipio fue uno de los primeros en modernizar la
transformación de la pesca en la década de 1880, que fue la de despegue del
sector (Carmona, 1985). En 1883, la compañía mixta (de capital francés y
gallego) “La Perfección”, que más tarde pasaría a denominarse Massó Hermanos,
S.A., adoptaba la tecnología francesa de preservar el pescado en envases
cerrados herméticamente llevando a cabo la transición de la salazón de pescado a
la moderna conserva enlatada y consolidándose como una de las empresas
conserveras más importantes en términos de producción y empleo del siglo XX
(Muñoz, 2002). Ambas actividades, salazón y conserva, empleaban mayoritariamente
mano de obra femenina, integrando a las mujeres en el mercado de trabajo
asalariado de las poblaciones costeras.
Para analizar la actividad económica y social de las mujeres en comunidades
marítimas en esta investigación utilizamos los padrones de población del
municipio de Bueu cruzados con otras fuentes, principalmente datos de las
trabajadoras de la empresa Massó Hermanos, S. A., pero también fuentes
municipales (informes de las Juntas locales del Instituto de Reformas Sociales,
registro de regateras, estadísticas laborales) y testimonios orales de las
obreras conserveras. Esta ponencia se divide en tres epígrafes: en el primero
presentamos la participación femenina en la actividad económica, en el segundo
analizamos la contribución de las mujeres a las economías familiares y en el
tercero exponemos la percepción del trabajo femenino y valoración social del
mismo en comunidades marítimas.
1. La actividad femenina en poblaciones pesquero-conserveras
Históricamente, las mujeres que habitaron y habitan en comunidades pesqueras de
los distintos continentes han participado en múltiples actividades económicas
relacionadas directa o indirectamente con la pesca: en la extracción de pescado,
en la venta o subasta del mismo, en el marisqueo, en la transformación de la
pesca. En el litoral de Galicia, y, concretamente en el municipio de Bueu los
padrones de población registraban una gran proporción de mujeres que trabajaban
estacionalmente en los almacenes de salazón en el siglo XIX y en las fábricas de
conservas en el siglo XX, compatibilizando esta actividad con el trabajo agrario
y con tareas auxiliares de la pesca.
Tabla 1. Ocupaciones por sexo en Bueu, 1870 y 1924
Fuente: Padrón de Población en 1870, AMB.
Como se observa en la Tabla 1 y en el Gráfico 1 existía un amplio número de
mujeres registradas como jornaleras en el padrón de población. Pese a lo
genérico de esta clasificación, no se trataba de jornaleras agrarias dadas las
características geográficas y económicas de la población . Aunque pudiese haber
una subestimación de los hombres ocupados en el padrón debido a que se hallasen
ausentes en el momento de la elaboración del mismo por causa de la emigración
temporal, típica de familias de pescadores, es muy destacable la ocupación
femenina en el sector secundario que, por otra parte, representaba el cincuenta
y siete por cien de la población ocupada (Tabla I) . En el comercio, mujeres y
hombres presentaban unos porcentajes similares de ocupación y el sector
servicios estaba compuesto mayoritariamente por el empleo doméstico femenino
(Tabla I).
Fuente: Padrón de Población en 1924, AMB.
Nota: Las demás ocupaciones femeninas representan un número muy pequeño como
para aparecer en el gráfico.
En el primer tercio del siglo XX el empleo industrial creció porque se mantuvo
la industria salazonera en la localidad consolidándose también la conservera
(dos fábricas de salazón y tres de conservas) por lo también aumentó el número
de mujeres ocupadas en el sector secundario, representando el ochenta por cien
del total de mujeres ocupadas (Tabla 1). Además, el número de pescadores se
duplicó en el primer tercio del siglo XX. El cambio sectorial más significativo
fue la reducción de la ocupación en el campo debido a los avances del sector
conservero y pesquero: en 1924, las mujeres registradas como labradoras
constituían tan solo un 0,2 por ciento de la ocupación femenina y los hombres
tan solo un 1,9 por ciento (Tabla I). Estas variaciones sectoriales indican la
existencia de un significativo cambio estructural y de avance en el proceso de
industrialización local, algo predecible por ser Bueu una de las primeras
poblaciones en proceder a la transición de la industria salazonera a la
conservera.
La elevada participación de las mujeres en el mercado de trabajo de poblaciones
pesqueras y conserveras como Bueu se observa a través de las tasas de actividad,
que fueron muy elevadas tanto en el siglo XIX como en el XX (Tablas II y III).
Tabla II. Tasa de actividad femenina en Bueu, 1870
Las mujeres entraban muy pronto en el mercado de trabajo, entre los 6 y 11 años
en el siglo XIX y en el siguiente grupo de edad en el primer tercio del siglo XX,
registrándose las tasas de actividad más altas en la industria. En 1870 las
niñas ayudaban a sus madres en los almacenes de salazón de sardina, aprendían a
elaborar redes o ayudaban en labores agrarias. Su tasa de actividad crecía hasta
los veinte años, de forma que las adolescentes de entre 15 y 20 años estaban
menos vinculadas a tareas agrarias que al procesado de pescado, lo contrario que
sucedía con las niñas. Entre los veinte y treinta años las tasas de actividad se
elevaron para todos los grupos de edad, declinando ligeramente para el grupo
comprendido entre los 31 y 35 años. Esta caída tiene que ver con un tardío
acceso al matrimonio (27 años) y el cuidado de niños pequeños. En todo caso, la
actividad tornaba a elevarse en el siguiente grupo de edad, permaneciendo alta
hasta los 50 años y más (Tabla II) . En este sentido, la pauta de actividad
femenina en comunidades pesquero-salazoneras difería de la de ciudades
industriales, donde las tasas de participación de las casadas se reducían . Las
mujeres también desarrollaban parte del comercio local, algunas eran incluso
propietarias de tiendas y tabernas, lo que conllevaría una cierta independencia
económica y movilidad social, también trabajaban como criadas para las familias
de fomentadores.
Durante el primer tercio del siglo XX las tasas de actividad femenina fueron muy
elevadas en todos los grupos de edad desde los 16 años, como se observa en la
Tabla III, llegando a representar el empleo femenino el sesenta y tres por
ciento del total industrial . La actividad femenina se concentró totalmente en
el sector secundario, y, a diferencia la época en que sólo existía salazón en el
siglo XIX, prácticamente desapareció el empleo agrario. Tomando Bueu como
ejemplo de población costera en la cual las industrias del mar empleaban a un
gran número de mujeres concluimos que las tasas de actividad femeninas en el
litoral fueron mucho más elevadas de lo que rezan los datos oficiales de los
censos. Aunque trabajasen por temporada, la participación de las mujeres en el
mercado de industrias marítimas se acercaba en el pasado a la de los países
industrializados, pues su curva de actividad tuvo forma de “M” muy suavizada
tanto en 1870 como en 1924. Esto significa que la mayoría de mujeres no se
retiraban del mercado ni siquiera cuando los hijos eran pequeños, sino que iban
como eventuales a las fábricas de salazones y conservas . Las mujeres de Bueu
tendían a moverse dentro y fuera del mercado de trabajo de acuerdo con la
disponibilidad de empleo en primer término y las necesidades familiares en
segundo lugar. En todo caso, el trabajo de las casadas en industrias
alimentarias y textiles representaba una continuidad de lo que había sido
tradicionalmente producción doméstica, conectando el trabajo en la casa y en la
fábrica. El trabajo de las casadas, no sólo en este sector, sino en otros se ha
demostrado de enorme importancia para sostener la economía familiar como veremos
en el siguiente epígrafe .
2. La contribución de las mujeres a la economía familiar
Aún sufriendo segregación ocupacional y formando parte del segundo segmento del
mercado laboral, las mujeres de poblaciones costeras contribuyeron con sus
ingresos a superar los niveles de subsistencia de las economías familiares a las
que pertenecían (Muñoz, 2003:239-307; 2006:83-109). En las industrias marítimas,
la salazón a lo largo de todo el siglo XIX y la conserva desde 1880, los
salarios femeninos representaron aproximadamente la mitad de los masculinos
durante todo el periodo de estudio. A pesar de formar parte del segmento
secundario del mercado laboral, las mujeres conserveras asumían con su jornal
diario alrededor de un cincuenta por ciento del gasto alimentario familiar en la
década de los veinte del pasado siglo, porcentaje que se incrementaba a un
sesenta por ciento en los años treinta debido a los incrementos salariales que
tuvieron lugar durante la Segunda República (Gráfico 3).
Fuente: Muñoz (2002: 236)
Los salarios nominales representados en el gráfico son los de los hombres y
mujeres englobados en la categoría de oficial segunda, en la cual se situaba el
mayor número de trabajadores/as. El salario real nos informa sobre la capacidad
adquisitiva de las obreras y obreros medida mediante las cestas de alimentos que
por término medio podían adquirir al día (Muñoz 2002:235-239). Aunque en los
salarios nominales no se han computado ni el valor de las horas extras ni el
trabajo en festivos, la aportación de las obreras al presupuesto familiar era
crucial en la mejora del nivel de vida de las familias que trabajasen en la
industria conservera (Gráfico 3).
También fue importante la cooperación económica de las mujeres a las familias
marineras. Dada la irregularidad de los ingresos de los pescadores, los jornales
femeninos, tanto de mujeres adultas como de niñas/os y adolescentes se hacían
imprescindibles para superar los niveles de subsistencia. La irregularidad de
los ingresos del cabeza de familia que dependían de la fortuna de la actividad
extractiva y del sistema de remuneración a la parte era paliada con el ingreso
más estable de las obreras conserveras y de sus hijas que ganaban
aproximadamente la mitad que una obrera adulta de cualificación media, aportando
también su jornal a la familia (Muñoz, 2002:235-239).
En suma, las familias obreras conserveras, y, especialmente las de pescadores,
precisaban de los jornales de las mujeres para garantizar su subsistencia.
Aunque bien es cierto que en la conserva, los salarios de las obreras eran
bajos, la mitad de los de los obreros, cubrían una buena parte del gasto
alimentario. En el caso de las familias de pescadores no solía ser ni
complementaria ni muy inferior a la masculina, todo dependería de los ingresos
obtenidos por la actividad extractiva.
Pero además de la aportación de las mujeres a las economías familiares queremos
aproximarnos en esta ponencia a lo que sería la percepción del trabajo de las
mujeres en las sociedades de comunidades marineras.
3. Percepción del trabajo femenino en comunidades pesqueras
En familias obreras conserveras el que la mujer contribuyese con su jornal a la
economía familiar y que ambos cónyuges trabajasen para la misma empresa se
traducía en una cierta responsabilidad por parte de los dos miembros de la
pareja de compartir tareas domésticas, como lo demuestran los testimonios de
algunos trabajadores de Bueu nacidos a principios del siglo. En familias de
pescadores, algunos hombres ayudaban en casa para que las mujeres pudiesen
mantener su puesto en las fábricas de conserva. Esto muestra el testimonio de
una anciana obrera de Massó:
“Antes de casar ía diario, despois de casar xa fun eventual coma a xente. Cando
empecei a ter aos rapaces perdía moito de traballar........Meu marido axudaba na
casa, amasaba o pan, facía a comida, traballaba na horta. Facer de comer non
sabía moito, pero si eu non podía facelo el facíao”. (“Antes de casarme iba a
diario, después ya fui eventual como la gente. Cuando empecé a tener a los niños
perdía de trabajar. Mi marido ayudaba en casa, amasaba el pan, hacía la a
comida, trabajaba en la huerta. Hacer de comer no sabía mucho, pero si yo no
podía lo hacía él”).
En familias conserveras existía reparto de tareas en el hogar: una pareja de
obreros conserveros –trabajadores de la factoría de Massó en Bueu durante 51
años, ambos desde los 14 hasta los 65- lo relata:
“Ela: O meu marido traballaba na conserva tamén no taller de carpintería facendo
caixas. Eu non deixei de traballar para cuidar aos nenos eu viña para casa, e si
eu velaba el viña para darlle de cear aos rapaces, tivemos oito. Él: Aceite e
pan tiñamos abondo. O aceite traiao de Massó. Eu facía caldo de calabaza, ou
verdura e fretía o pan. Ela: E mira pola mañán, el marchaba máis cedo ca min. Eu
quedaba na casa e dáballes de almorzar e eles quedaban na casiña. Eu deixaba a
leñiña preparada e iba a traballar.”(“Ella: Mi marido trabajaba en la conserva
también, en el taller de carpintería haciendo cajas. Yo no dejé de trabajar para
cuidar a los niños. Si yo velaba él venía para darle de cenar a los ocho niños.
El: Aceite y pan teníamos bastante. El aceite lo traía de Massó. Yo hacía caldo
de calabaza, o verdura y freía el pan. Ella: Y mira, por la mañana él marchaba
más temprano que yo. Yo quedaba en casa y les daba el desayuno porque ellos
quedaban en casa. Yo dejaba la leña preparada e iba a trabajar”).
A pesar de que estos casos no permitan concluir que existiese igualdad por sexo
en la distribución de tareas domésticas, los datos cualitativos presentan una
imagen distinta de la posición femenina dentro del hogar de familias obreras y
pescadoras, pues la asignación del trabajo sería más equitativa de lo que la
historiografía sobre género ha considerado hasta el momento .
Dejando aparte el trabajo en las fábricas de salazones y de conservas, las
mujeres de Bueu, como de otras localidades costeras, también se dedicaban a
algunas actividades que les permitían participar activamente en la vida
económica y en la esfera social de las comunidades marítimas. Hacia 1870 algunas
poseían “botes polveiros”, usados en la pesca del pulpo y eran tratantas de
pulpo, mercancía que negociaban con los pescadores en los botes, para luego
limpiarla y secarla en tierra firme, trabajando en equipo, dirigidas por una con
mayor experiencia; finalmente, lo transportaban y vendían en los municipios más
cercanos como Cangas y Vigo. Otras trabajaban en los muelles en la carga y
descarga de pescado, también en el arreglo y transporte de aparejos, otras, las
“regateiras”, surtían de sardinas a los pueblos del interior de la provincia .
Todo este conjunto de ocupaciones femeninas remuneradas induce a considerar que
en las comunidades pesqueras, particularmente en Bueu, la participación femenina
en el mercado laboral no fue durante el siglo XIX tan sólo complementaria al
papel reproductivo, ni su contribución monetaria tan sólo suplementaria a la del
resto de miembros de la familia; prueba de ello son las familias de pescadores
estudiadas por Le Play, en las que las mujeres aportaban entre el dieciocho y el
veinticuatro por ciento al total del ingreso familiar, sin incluir su trabajo en
la casa . A parte de esto, las mujeres se erigían en administradoras de la
economía doméstica puesto que sus maridos se hallaban la mayoría del tiempo en
el mar .
En el primer tercio del siglo XIX las principales ocupaciones marítimas
femeninas no cambiaron. Las “regateiras” continuaban vendiendo el pescado en la
lonja o en las aldeas y municipios cercanos. Aunque las regateras más expertas
participaban en la subasta de pescado comprando la mercancía, había pocas
mujeres que subastasen; en Bueu hubo una subastadora desde finales del siglo XIX,
a la que relevó su hija a principios del XX . Como eran los propios armadores
los que elegían al subastador, la mujer debía ser muy buena vendedora, despierta
en el cálculo matemático, honesta y a la vez con mucho carácter para aguantarse
en un mundo de hombres; por ello, no cabe duda alguna de que estas mujeres
pisaban con fuerza el terreno de lo público en la comunidad. Incluso a finales
del siglo XX era una mujer la que dirigía la subasta de pescado en el mercado
público, descendiente de la misma familia de vendedoras, llamadas las
“Julianas”, pues el oficio de subastadora fue pasando de generación en
generación, constituyendo un caso particular en la región, donde son los hombres
los que normalmente llevan a cabo esta tarea.
“Mi abuela Concepción y mi tía María eran las únicas mujeres que subastaban el
pescado en Bueu. Mi tatarabuela Juliana era también vendedora de pescado. Mi
abuela trabajó en la lonja de pescado desde principios del siglo XX hasta sus 69
años. Yo recuerdo a mi abuelo venir a su oficina aquí en la lonja -al lado del
mercado de pescado- para ayudarla con los libros de contabilidad. Cuando
llegaban los barcos los dueños o patrones decidían quien sería la persona que
iba a subastar sus lotes. Aunque hubo dos hombres haciendo este trabajo, mi
abuela estaba muy solicitada porque era muy buena en su trabajo, manejando un
gran número de ventas de capturas. Mi tía guardó y expandió el número de barcos
a su cargo. Yo también me quedé con la clientela de mi tía María y los llevé a
la Cofradía.”
Las esposas e hijas de pescadores elaboraban y reparaban las redes –“atadeiras”
o rederas-, siendo la maestra responsable del negocio en el almacén o atadero,
pues era ella quien contrataba a las otras obreras, les pagaba y comprobaba la
calidad del producto antes de efectuar la entrega al armador . En Bueu, los
armadores competían por dejar sus aparejos en manos de las mejores: bien los
mismos armadores o bien los patrones reclutaban buenas ataderas cuyos servicios
eran extremadamente demandados durante la estación de pesca, al ser
imprescindible reparar las redes rápido y bien para volver a faenar. Las
maestras rederas tenían una cierta autoridad sobre los patrones, que aceptaban
de buen grado sus sugerencias. Remendar y armar redes -un oficio tradicional que
permanece hasta la actualidad- requiere mucha cualificación, adquirida por medio
de un largo periodo de aprendizaje informal de cinco o seis años, que comenzaba
durante la infancia dentro de la familia y tan sólo unas pocas llegaban a ser
maestras .
“A miña nai aprendeume desde os 8 anos. Aos 10 anos mandoume a unha casa na que
que tiñan atadeiro para que acabara de aprender. Alí aprendín casi todo. Eles
tiñan aparellos de todo tipo: xeitos, rapetas, medios mundos. Logo xa empeceí a
ir a atar por fora a ganar cartos no atador de Ramiro.Tardei en ser unha
atadeira profesional dos 10 aos 16 anos. Logo de ahí fun para a empresa Massó. A
maestra de Massó ataba tamén con Ramiro e foi a que me levou para a empresa. Ali
fíxenme armadora profesional. Traballeí 45 anos no atador de Massó, primeiro de
atadeira e logo de armadora, e tiña ao meu cargo vinte atadeiras, as veces máis...”
(“Mi madre me enseñó desde los 8 años. A los 10 me mandó a una casa con atador
para que acabase de aprender. Allí aprendí casi todo pues tenían todo tipo de
aparejos: xeitos, rapetas, medios mundos. Luego empecé a ganar dinero en el
atador de Ramiro. Tardé en ser una redera profesional desde los 10 a los 16
años. Después fui para la empresa Massó porque la maestra de Massó ataba también
con Ramiro y fue la que me llevó a la empresa. Allí me hice armadora
profesional. Trabajé 45 años en el atador de Massó, primero de redera y luego de
armadora, teniendo a mi cargo veinte ataderas, a veces más...”
Esta es parte de la trayectoria laboral de una de las mejores rederas de Bueu y
la más anciana viva ya que nació en 1910. Debido a su mucha habilidad en la
elaboración de redes, fue pronto promocionada en la empresa Massó Hermanos S.A.,
pues después de trabajar dos años para la compañía, su contrato temporal se
transformó en permanente y fue elevada a categoría de maestra. Incluso después
de retirarse, muchos patrones demandaban sus servicios.
Conclusión
Por todo lo que hasta aquí hemos visto se puede afirmar que las mujeres en
comunidades pesqueras, particularmente en Bueu, ganaron cierto poder en el
ámbito doméstico, integrándose más en el social y público a medida que se
desarrollaba la industria y aumentaba la actividad pesquera local. En primer
lugar, las mujeres se ocupaban en tareas relacionadas con la pesca, participando
en las asociaciones locales de pescadores. En segundo lugar, llevaban el pan a
casa a la par que los hombres, y, siendo irregular el ingreso de los pescadores,
podía incluso suceder que éstos dependiesen de los ingresos de sus esposas
conserveras -sobre todo si eran trabajadoras diarias-, regateras o rederas.
Además, en otras comunidades costeras, los historiadores han subrayado que las
vendedoras de pescado eran mayoritariamente solteras o viudas, por lo que no
dependían de las ganancias masculinas para sobrevivir. A las casadas, el llevar
parte del pan a casa les daría también una cierta autoridad; de hecho, todas las
mujeres entrevistadas –conserveras, regateras, rederas, subastadora- valoraban
tanto el salario como la libertad que su oficio les ofrecía, y, por la propia
percepción del trabajo que tenían, ninguna hubiese cambiado su trabajo fuera de
casa por dedicarse al campo o tan solo a “sus labores”; esta percepción la
tenían también en otras áreas conserveras, es más, se sentían identificadas con
la participación en las pesquerías locales. En tercer lugar, la relativa
independencia económica femenina se deja ver en que algunas mujeres poseían
botes, lanchas, incluso traineras no sólo debido al sistema de herencia, sino
también a la compra de embarcaciones y también tenían casas en propiedad. Por
último, las mujeres de marineros que vendían la pesca extraída por sus maridos
eran las administradoras del dinero. La venta de pescado, común en el litoral
español, sacaba a las mujeres de la esfera privada y las ponía en contacto con
lo público: el trato con los compradores, el continuo regateo, el evitar engaños
requerían de habilidad, astucia y bastante carácter, rasgos de las mujeres de la
costa, que aún hoy en día, presentan una cultura propia frente a las de
comunidades rurales. Todo esto no es exclusivo de Bueu, sino que en otras
poblaciones del litoral español se ha consignado el papel activo de las mujeres
en la vida económica, política y social de la comunidad. También en el ámbito
internacional, hay múltiples ejemplos del importante papel jugado por las
mujeres en comunidades pesqueras.
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