Tercer Encuentro Académico
Internacional sobre POBREZA, DESIGUALDAD Y CONVERGENCIA
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INICIATIVAS GLOBALES CONTRA LA POBREZA:
MÁS ALLÁ DE LOS OBJETIVOS DEL MILENIO
INTRODUCCIÓN
Sin duda alguna la pobreza, en sus distintas dimensiones, se configura como una
de las cuestiones más acuciantes y preocupantes de la humanidad. Se trata éste
de un problema que, a pesar del indudable crecimiento y progreso asociado al
desarrollo económico y social, se encuentra siempre presente cualquiera que sea
la perspectiva desde la que se analice. La gravedad de este fenómeno lleva
incluso a muchos autores a plantearlo como un problema irresoluble que, además,
se agrava con el transcurrir de los tiempos. Frente a este planteamiento se
sitúan otros más optimistas si bien, todos y cada uno de ellos, plantean la
existencia de la pobreza como un claro lastre al que deben hacer frente las
sociedades modernas.
La repercusión de la pobreza (esto es, de la existencia de pobres) al máximo
nivel, tanto desde una perspectiva global como local, es un hecho incuestionable
y prueba de ello son los cada vez mayores esfuerzos emprendidos para solucionar
este problema. Así, las iniciativas a este respecto son cada vez más frecuentes
al tiempo que los recursos destinados a los mismos y sus implicaciones
materiales, económicas y financieras han venido aumentando significativamente en
los últimos años.
Por tanto, y cada vez con una mayor intensidad, sigue revistiendo suma
importancia el objetivo de reducción de la pobreza y desigualdad de tal manera
que, como se recoge en la Agenda 21 (NN.UU, 1992): “la lucha contra la pobreza
es una responsabilidad común a todos los países”. Además, sobre este particular
también hay que señalar que las estrategias y programas son cada vez más
globales, pasando a un ámbito de actuación supranacional con la clara intención
de que el número de países implicados alcance el mayor número posible.
ALGUNOS ANTECEDENTES
La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible celebrada en septiembre de 2002 en
la ciudad sudafricana de Johannesburgo, auspiciada por las Naciones Unidas (NN.UU),
fue concebida como continuación de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de
1992. Su objetivo principal consistía en dar respuesta de forma más realista a
las cuestiones planteadas (pero no solucionadas) de la década anterior .
Diferentes reuniones multilaterales, tanto de las NNUU como de otros organismos
tales como la Organización Mundial del Comercio (OMC) o el Banco Mundial (BM),
incidieron en el hecho de que, a pesar de las buenas intenciones de la Cumbre de
Río, su planteamiento adolecía de una serie de errores que la hacían
prácticamente inviable. En concreto, la Declaración del Milenio de las NNUU
(septiembre 2000) así como la Agenda 21 (1992) expresan de forma suficientemente
explícita la necesidad de reconducir o reformular los principios que guiaron la
Cumbre de la Tierra.
El desarrollo sostenible es definido por el Brundland Report (1987) como “el
desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la
capacidad de generaciones futuras para satisfacer las suyas propias.” De forma
específica se recoge la necesidad de plantear el aspecto social del desarrollo
económico y, a su vez, éste hacerlo compatible con los objetivos
medioambientales. Es decir, tal y como establece J.D. Worfenson (1992): “las
políticas de desarrollo tendrán que estar orientadas a proteger nuestros
bosques, nuestros mares y nuestra fauna, así como a mejorar su productividad si
queremos que los pobres puedan cerrar la brecha de desigualdad abierta en los
últimos cincuenta años”.
En la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas celebrada en Nueva York en el
año 2000 , los Estados miembros de las Naciones Unidas reafirmaron su compromiso
de luchar por un mundo en el que el desarrollo sostenible y la eliminación de la
pobreza tuvieran máxima prioridad. Fue ésta una oportunidad histórica de
convenir en un proceso para la revisión fundamental del papel de esta
institución y de los desafíos a los que enfrenta en el nuevo siglo. En este
sentido, y como consecuencia principal la Cumbre, se encuentra la conocida como
Declaración del Milenio en el que se plasman los Objetivos de Desarrollo del
Milenio.
La Cumbre de Johannesburgo nace ya desde el mismo momento de su partida con un
doble desafío: en primer lugar mejorar las condiciones de vida de todo ser
humano y, por otro lado, proteger el medioambiente. Es el primero de estos retos
el que supone una novedad en el planteamiento interno de las NNUU y al que se le
presta atención en esta ponencia, sin olvidar que todo este movimiento tiene su
origen en el constante y creciente deterioro medioambiental.
Las distintas fases preparatorias de la Cumbre, así como otras conferencias
relacionadas tales como la Conferencia Ministerial de Doha (noviembre de 2001) y
la Conferencia Internacional sobre Financiamiento al Desarrollo de Monterrey
(marzo de 2002) tienen como objetivo la búsqueda de un balance entre el
desarrollo económico – social y medioambiental. Más aún, estos tres aspectos
interdependientes se plantean como los componentes principales del anteriormente
señalado “desarrollo sostenible”, y que constituye la expresión que da nombre a
la Cumbre.
De forma específica dentro de los objetivos y requisitos necesarios de esta
nueva concepción del desarrollo socioeconómico planteado en Johannesburgo
aparece, junto a la protección del medio natural, aspectos tales como la
erradicación de la pobreza o el cambio en los patrones de consumo y de
producción. Se muestra de esta manera la preocupación internacional por la
prosperidad, la seguridad y la estabilidad del mundo y se hace hincapié en la
necesidad de reducir las diferencias. De esta manera, cabe hacer hincapié en el
hecho de que, frente a los planteamientos exclusivamente ecológicos de la Cumbre
de Estocolmo, aparecen ahora otra serie de planteamientos al mismo nivel. En
este sentido, puede llamar la atención que, por ejemplo, aspectos tales como la
protección de la biodiversidad se sitúe de modo paralelo a la disminución de las
diferencias entre los pobres y no pobres de la Tierra. Es por ello que, tal y
como señala Mbeki (2002) “por primera vez en la historia de la humanidad, la
sociedad tiene la capacidad, el conocimiento y los recursos para erradicar la
pobreza y el subdesarrollo”.
En cuanto a los objetivos propios establecidos conviene recordar la necesidad
del uso inteligente de los mismos. En este sentido, tomando la referencia del
Department for International Development del Reino Unido (2000), conviene
recordar que “estos [los objetivos] no pueden capturar la totalidad y
complejidad de las transferencias individuales y colectivas necesarias para el
desarrollo sostenible ”.
Asimismo, resulta necesario señalar que esta Cumbre pretende reflejar las nuevas
características de la problemática del desarrollo socioeconómico. En concreto,
la tan repetida globalización de la que somos testigos y actores es foco de
atención en las discusiones y conclusiones. Este proceso ha añadido una
dimensión importante al desarrollo sostenible abriendo nuevas oportunidades al
incrementar los flujos financieros y materiales mediante la integración de
mercados y la movilidad de capital. Sin embargo, también es necesario mencionar
las amenazas latentes que conlleva esta corriente, puesto que tal y como
establece J. Sachs (2002) “si los países ricos culpan a los desafortunados
(aduciendo su inadecuación a la globalización) no sólo crearemos bolsas de
pobreza más profundas sino también un descontento creciente”
De igual modo, la preocupación por la dignidad humana es recogida en la
Declaración de Johannesburgo expresando una serie de requisitos necesarios entre
los que se sitúa el acceso a recursos financieros, la apertura de mercados, el
uso y transferencia de tecnología y la importancia de la educación y el
aprendizaje. No obstante, como requisito indispensable para el desarrollo
sostenible en todas las declaraciones institucionales sobre este tema aparece la
erradicación de la pobreza.
Finalmente hay que destacar que esta Cumbre tiene como uno de principales
objetivos los ya anticipados por las NNUU en la Declaración del Milenio, que se
pretenden conseguir a conseguir antes del año 2015 . Éstos surgen como
derivación de acuerdos e iniciativas emprendidas por diferentes conferencias
mundiales organizadas por las Naciones Unidas en los últimos años. Los Objetivos
han sido aceptados, con carácter global, como marco para la medición de los
progresos en materia de desarrollo y para ello centran la labor de la comunidad
mundial en la introducción de mejoras importantes y mensurables en la vida de
las personas. De ellos, cabe destacar el establecimiento de criterios para
cuantificar los resultados, ya no sólo de los países en desarrollo, sino también
de los países desarrollados que contribuyen a financiar programas de
cooperación, así como de las instituciones multilaterales que ayudan a los
países destinatarios a aplicarlos
OTRAS INICIATIVAS GLOBALES
De modo paralelo y con carácter complementario a las iniciativas que se llevan a
cabo en el seno de las Naciones Unidas, existen cada vez más actuaciones que
desde una perspectiva global, regional o local inciden sobre el problema de la
pobreza. De ellas, cabe destacar otro foro donde la pobreza es objeto de intenso
debate y preocupación como es la Cumbre de los países desarrollados, conocida
originalmente bajo el nombre de G-7. En la actualidad, con la incorporación de
Rusia, se denomina G-8 y, concretamente, en su Cumbre de 1999 en Colonia
(Alemania) se decidió la elaboración de un informe sobre esta problemática y
sobre sus posibilidades de solución y perspectivas futuras, el denominado Global
Poverty Report.
En su preparación participan el Asian Development Bank, el African Development
Bank, el Banco Europeo para Reconstrucción y el Desarrollo (ERDB), el Banco
Inter-americano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y su edición es anual, coincidiendo con la reunión de jefes
de estado y de gobierno del G-8. Cada año, junto con un repaso general de las
cuestiones clave se centra en algún asunto de interés relacionadas con la
pobreza a nivel global o en alguna región específica.
Así, la edición de 2000 realiza una revisión de las tendencias en la reducción
de la pobreza y la situación de problemas específicos. Por su parte, el año 2001
ofrece un repaso de los efectos de la liberalización del comercio sobre la
pobreza mientras que la última edición disponible, 2002, se centra en los
esfuerzos a estos efectos llevados a cabo en África.
El G-8 reconoce la lucha contra la pobreza como “un imperativo moral y una
necesidad para un mundo estable” (2000) y, también, se remite a los Objetivos
del Milenio anteriormente comentados como meta a cumplir. Asimismo, y en la
línea de la naturaleza de la pobreza mencionada en el capítulo 1, esta Cumbre de
países recalca el hecho de que los pobres están privados de algo más que de
recursos e ingresos. En concreto, muestran su preocupación por la privación de
oportunidades que se ven agravadas por los problemas de educación, salud o
inseguridad que hacen que la población pobre se vea apartada de los procesos de
toma de decisiones.
En las medidas a tomar el Global Poverty Report establece una primera distinción
según el nivel de las mismas: uno regional/nacional y otro global. Igualmente
este Informe presta atención al papel que deben jugar instituciones tales como
el FMI, el BM o los Bancos de Desarrollo de los distintos continentes como ejes
sobre los que debe bascular las políticas antipobreza en sus distintas
dimensiones. Por otra parte, la cumbre que estos países celebraron en Evian
(Francia) en junio de 2005 impulsó sendos Planes de Acción para dos temas como
la salud y el agua los cuales resultan de incuestionable repercusión para las
condiciones de vida de las personas.
La siguiente de estas cumbres, a celebrar en Heiligendamm (Alemania) en verano
de este año pondrá de manifiesto una iniciativa personal de la propia cancillera
alemana Angela Merkel al poner un acento especial sobre el problema de la
pobreza, al que se le pretende agregar la cuestión energética, enfatizando en lo
sostenible, renovable y el impacto ecológico de las nuevas estrategias. También
en este sentido se incluirá de manera expresa en la agenda de la Cumbre el tema
de África en la que se centrarán en el buen gobierno, desarrollo sostenible, paz
y seguridad, así como se cursará invitación a determinados países en vías de
desarrollo para contribuir a la pluralidad de opiniones.
Con un carácter antagónico pero cada vez con mayor repercusión mediática se
sitúa el Foro Social Mundial, más conocido como Foro de Portoalegre, al ser ésta
ciudad brasileña la primera sede de sus encuentros anuales. Esta iniciativa se
configura como una reunión anual alternativa llevada a cabo por sus miembros con
los siguientes objetivos: coordinar campañas mundiales, compartir y refinar las
estrategias de organización, e informarse unos a otros sobre los movimientos que
hay en marcha en todo el mundo. Como fue señalado anteriormente el primer Foro
fue organizado en enero de 2001 en Portoalegre por la Asociación Francesa para
la Tasación de las Transacciones Financieras para la Ayuda al Ciudadano (ATTAC)
y el Partido de los Trabajadores de Brasil (PT). En esta ocasión acudieron
12.000 asistentes provenientes de todo el mundo. Su propia Carta de Principios
define al Foro como un espacio de debate democrático de ideas, profundización de
la reflexión, formulación de propuestas, cambio de experiencias y articulación
de movimientos sociales, red, ONGs y otras organizaciones de la sociedad civil
que se oponen al neoliberalismo y al dominio del mundo por el capital y por
cualquier forma de imperialismo. Después de este primer encuentro mundial se
consolidó como un proceso global y permanente encaminado a la búsqueda y
construcción de alternativas políticas neoliberales.
La realización del Foro Social Mundial en Porto Alegre ha inspirado la
multiplicación de diversos eventos de ámbito local, regional o temático,
manteniendo el mismo espíritu. De esta manera surge el Foro Social Europeo o el
Foro Social Asiático con importantes iniciativas en sus respectivos ámbitos de
actuación.
Como no podía ser de otro modo uno de los temas presentes en todas estas
reuniones es la pobreza y, de manera específica también han aparecido los
Objetivos del Milenio. Sobre este particular existe un consenso generalizado en
el sentido de que el comercio puede jugar un importante papel como motor para el
crecimiento económico. Así pues, podría ayudar a los países en vías de
desarrollo en sus posibilidades económicas y para la reducción de la pobreza,
como meta clave de estos Objetivos. Sin embargo debe tenerse presente que el
vínculo entre el crecimiento de las exportaciones y la reducción de la pobreza
no es automático.
La última reunión en su séptima edición de esta Cumbre tuvo lugar el pasado mes
de enero en Nairobi, siendo ésta la primera ocasión que daba “el salto” al
continente africano. Este hecho pretendía llevar las iniciativas del foro,
precisamente, a uno de los continentes, sino el que más, afectados por el
problema de la pobreza. De manera particular relacionada con esta temática, se
trató la cuestión del cambio climático que amenaza con frustrar los esfuerzos de
erradicación de la pobreza y hacer más incierta la perspectiva de alcanzar los
Objetivos de Desarrollo del Milenio, en línea con lo establecido por el Informe
Stern sobre cambio climático .
Paralelamente, por parte de la NNUU se ha dado a conocer un plan, denominado el
“Marco de Nairobi”, a través del cual seis de sus organismos han implementado
una iniciativa para ayudar a los países en desarrollo (en particular a los
africanos). La justificación a este tipo de iniciativas viene motivada porque un
escenario de clima futuro con alteraciones relevantes genera, sin lugar a dudas,
importantes impactos. Éstos tienen incidencia relevante tanto en los ecosistemas
como en los sectores socioeconómicos y amenazan de manera desigual y
desproporcionada, a quienes, siendo más pobres, tienen menor capacidad de
reacción y adaptación. Por tanto, los efectos del cambio climático son no sólo
desproporcionadamente mayores en los sectores de población más vulnerable, e.i.
la población pobre .
OBJETIVOS DEL MILENIO: EVOLUCIÓN Y HORIZONTE FUTURO
La consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio no tiene un signo bien
definido. Así, algunos países están bien encaminados cara a su consecución
mientras que en otros (más de los que sería deseable) es probable que no se
puedan conseguir si se prosigue con la actual evolución de progreso mundial .
Situados en un momento crucial de la evolución de los objetivos, al haber
transcurrido ya cinco años de la aprobación del Milenio y a menos de diez años
de que se cumpla el plazo para su cumplimiento se está en condiciones de
efectuar una evaluación de los mismos. Ésta tarea también ha sido realizada por
las propias NNUU a través de Informes Anuales y el trabajo de otras
instituciones multilaterales y bilaterales tales como el FMI mediante
respectivos Informes de Seguimiento que se llevan a cabo con periodicidad
regular y de manera global, entre los que destacan los Indicadores de los
objetivos de desarrollo del milenio y su Base de datos .
De hecho, las principales conclusiones que pueden ser extraídas (NNUU, 2006) se
recogen a continuación clasificadas según cada objetivo:
Por lo que se refiere al Objetivo 1 (Erradicar la pobreza extrema y el hambre)
se constata que las tasas mundiales de pobreza se están reduciendo,
principalmente en el continente asiático. Por el lado contrario nos encontramos
la situación del África subsahariana, donde millones de personas más han caído
en la pobreza extrema y, por tanto, donde los pobres son cada vez más pobres. En
este sentido se han logrado progresos en la lucha contra el hambre, pero en
algunas regiones ha habido un retroceso debido a factores tales como el lento
aumento de la producción agrícola o a la evolución demográfica. Desde el año
1990, hay varios millones más de personas que sufren hambre crónica en el África
subsahariana y Asia meridional, donde la mitad de los niños menores de 5 años
padecen de malnutrición.
De modo similar el Objetivo 2 (Lograr la enseñanza primaria universal) observa
una evolución favorable con alguna marcada excepción. Concretamente cinco
regiones en desarrollo se están acercando a una tasa de matriculación del 100%,
mientras que en el África subsahariana, menos de las dos terceras partes de los
niños están matriculados en escuelas primarias. Asimismo en otras regiones,
incluidas Asia meridional y Oceanía, queda aún mucho por hacer. En estas
regiones y en otras zonas, el aumento de la matriculación debe ir acompañado de
esfuerzos para lograr que los niños no abandonen la escuela y reciban una
educación de buena calidad.
Una evolución lenta aunque positiva también se da en el Objetivo 3 (Promover la
igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer). Concretamente sobre este
particular hay que mencionar que se están reduciendo, si bien más lentamente de
lo que sería deseable, la diferencia entre géneros en la tasa de matriculación
en educación primaria del mundo en desarrollo. Esto constituye un primer paso
para reducir las desigualdades existentes desde hace mucho tiempo entre mujeres
y hombres. En casi todas las regiones en desarrollo, las mujeres representan una
proporción más pequeña de los empleados asalariados que los hombres y con
frecuencia se ven relegadas a trabajos inestables y mal remunerados. Aunque se
están logrando progresos significativos, las mujeres siguen sin estar
representadas de forma equitativa en los niveles más altos de gobierno, pues
ocupan tan sólo el 16% de los escaños de los parlamentos del mundo.
La reducción de la mortalidad infantil recogida en el Objetivo 4 dirigida a los
niños menores de cinco años supone otro ejemplo de evolución positiva pero no al
ritmo necesario. Así cada año, y motivado por enfermedades que se pueden
prevenir o tratar, mueren once millones de niños menores de cinco años, lo cual
supone unos 30.000 al día. Esto resulta especialmente grave si se considera que
la mayoría de esas vidas se podrían salvar ampliando programas existentes que
promueven soluciones sencillas y además de bajo costo.
El Objetivo 5 está dedicado a mejorar la salud materna y muestra como aún queda
camino por andar. Cada año muere más de medio millón de mujeres durante el
embarazo o el parto. Esta cifra, multiplicada por veinte, es el número de
mujeres que sufren lesiones graves o casos de discapacidad. En este sentido se
han logrado algunos progresos en la reducción de la mortalidad materna en las
regiones en desarrollo, pero no en los países donde es más peligroso dar a luz
como son los del África subsahariana.
El SIDA se ha convertido en la causa principal de muerte prematura en zonas como
el África subsahariana, al tiempo que ocupa el cuarto lugar dentro de las causas
de muerte en todo el mundo. Por este motivo constituye el Objetivo 6 dedicado a
combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades. En los países de la
Europa del Este y en algunas partes de Asia, el VIH se está propagando a una
velocidad alarmante. Aunque los nuevos tratamientos prolongan la vida, no hay
cura para el SIDA, por lo que, para cumplir este objetivo, se deben intensificar
las tareas de prevención en todas las regiones del mundo. Cada año, de manera
conjunta, dos enfermedades tales como el paludismo y la tuberculosis, causan la
muerte de casi tantas personas como el SIDA, además de ocasionar graves pérdidas
a las economías nacionales. El 90% de las muertes por paludismo se producen en
el África subsahariana, donde se están incrementando las actividades de
prevención y tratamiento. La tuberculosis sigue presentando una tendencia al
alza, en parte como resultado del VIH/SIDA, aunque hay un nuevo protocolo
internacional para detectar y tratar esta enfermedad que parece, por el momento,
prometedor.
El Objetivo 7 (Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente) también ha
experimentado una evolución con luces y sombras. Así, aunque la mayoría de los
países se ha comprometido a cumplir los principios del desarrollo sostenible,
ello no se ha traducido en un avance suficiente para dar marcha atrás a la
pérdida de los recursos ambientales del planeta. Para alcanzar este objetivo se
necesitará prestar más atención a la difícil situación de los pobres y un nivel
de cooperación mundial sin precedentes hasta la fecha. Las medidas adoptadas
para impedir que siga deteriorándose la capa de ozono demuestran que es posible
progresar. En sentido positivo destaca que ha aumentado el acceso al agua
potable, aunque una parte importante de la población mundial (aún un 50%) sigue
sin disponer de retretes u otras formas básicas de saneamiento. Casi 1.000
millones de personas viven en barrios urbanos de tugurios porque la población
urbana aumenta a un ritmo muy superior al de las mejoras de viviendas y al de la
disponibilidad de puestos de trabajo productivos.
La Declaración del Milenio aprobada por las Naciones Unidas representa un pacto
social mundial: los países en desarrollo se esforzarán más para impulsar su
propio desarrollo y los países desarrollados los apoyarán prestándoles ayuda,
aliviando su deuda y brindándoles mejores oportunidades de intercambio
comercial. Esto constituye la esencia del propio Objetivo 8 dedicado a fomentar
una asociación mundial para el desarrollo. En este particular los progresos
alcanzados en cada uno de estos ámbitos ya han comenzado a producir resultados,
pero los países desarrollados no han cumplido las metas que se habían fijado.
Para cumplir los objetivos de desarrollo del Milenio, el aumento de la ayuda y
el alivio de la deuda deben ir acompañados de una mayor apertura de los
intercambios comerciales, de una aceleración de la transferencia de tecnología y
de mayores oportunidades de empleo para el creciente número de jóvenes que viven
en el mundo en desarrollo. En resumen, la evolución de la mortalidad infantil
muestra un signo favorable , al tiempo que destaca el rápido aumento de la
matrícula en la escuela primaria (50 países han logrado la terminación universal
del ciclo de educación primaria, cifra que representa un aumento respecto de los
37 países que se encontraban en esa situación en 2000). Paralelamente se
constata que existen señales de que, por primera vez, están disminuyendo las
tasas de infección por el VIH/SIDA en países de alta incidencia (como Haití,
Uganda y Zimbabwe)
No obstante, y como principal lastre en esta evolución se observa que los
avances siguen siendo desiguales. Un gran número de países, especialmente en
África y América Latina, todavía no logran avances importantes en la lucha
contra la pobreza, y el progreso en los indicadores de desarrollo humano en Asia
meridional ha sido insuficiente.
Falta menos de una década para alcanzar los Objetivos del Milenio que la
comunidad internacional fijó a comienzos del nuevo siglo. En 2005, se realizó la
Cumbre del Milenio +5 con el objetivo de analizar su evolución. Esta Cumbre que
vino precedida de una serie de audiencias y reuniones con la sociedad civil, las
ONGs y el sector privado, reafirmó su compromiso con respecto a la
responsabilidad mutua para lograr resultados y centró la atención en aumentar
los recursos de ayuda.
En esta línea, la Declaración de París sobre Eficacia de la Ayuda al Desarrollo,
que reunió en marzo de 2005 a responsables de instituciones multiraterales de
desarrollo, entre las que destacan el Banco Mundial o el Fondo Monetario
Internacional, sirvió para que los donantes reforzaran los compromisos de
incrementar la eficacia de la ayuda por medio de una mejor armonización y mayor
convergencia. Igualmente en la reunión anual del G-8 llevada a cabo el año
pasado en la Cumbre de Gleneagles sirvió para formular nuevos compromisos de
ayuda y alivio de la deuda. Los países en desarrollo reafirmaron su compromiso
de fortalecer la gobernabilidad y aplicar enérgicas estrategias de desarrollo.
Sin embargo, y pese a lo dicho y alto grado de concienciación e implicación en
determinados niveles, se puede afirmar que la consecución de los Objetivos del
Milenio está lejos de ser alcanzada. Muchos países, sobre todo de África y Asia
meridional, no han progresado conforme a lo previsto y, así, nos encontramos con
numerosos ejemplos de la lentitud o el fracaso de los esfuerzos. Ello viene
explicado por la insuficiencia de los recursos y una deficiente gestión en
determinados niveles gubernamentales que hacen, como fue ya apuntado, que más de
diez millones de niños mueran anualmente a causa de enfermedades fácilmente
prevenibles o que en muchos países en vías de desarrollo solamente dos tercios
de los hogares de ingreso bajo de las zonas urbanas y un cuarto de los de las
zonas rurales tengan acceso a algún tipo de red de saneamiento.
Igualmente, sigue siendo frecuente que la ayuda no se destine a los verdaderos
necesitados y que las instituciones financieras internacionales continúen
poniendo énfasis en la concesión de créditos y préstamos, así como en la
preparación de informes, y no en los resultados en términos de desarrollo. En
definitiva hace falta intensificar los esfuerzos para implementar la acción
mundial y la responsabilidad mutua por la obtención de resultados forjada en las
Cumbres señaladas. Asimismo, la actuación de modo global y no tanto local sigue
siendo una necesidad más que una realidad en este tipo de propuestas y
actuaciones, las cuales deben debe ir acompañadas de medidas que permitan
utilizar la ayuda de manera más eficaz en la procura de incrementar las
responsabilidades mutuas.
En este sentido, y tal y como se señala en los últimos Informes sobre
seguimiento mundial, un elemento clave en este sentido es mejorar la
gobernabilidad, tanto en los países en desarrollo como en el resto del mundo, a
fin de intensificar la rendición de cuentas con respecto a la utilización de los
recursos y los resultados en términos de desarrollo. Así pues, se debe prestar
atención de manera especial en la medición y el seguimiento de la
gobernabilidad, en apoyo de una rendición de cuentas más intensa y mejores
resultados con respecto a los objetivos propuestos.
La evaluación y control de la gobernabilidad debería ayudar a definir mejor las
opciones para aumentar la asistencia ofrecida, y apoyar las iniciativas globales
para aumentar la transparencia y la rendición de cuentas (tanto a nivel nacional
como mundial). Con esta finalidad recientemente el Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial a través de su Comité para el Desarrollo (2006) ha apuntado
una serie de medidas encaminadas a intensificar las responsabilidades mutuas.
En concreto se destacan seis medidas fundamentales que, además de servir para
fortalecer las responsabilidades mutuas, servirían también para acelerar los
progresos en la consecución de los Objetivos del Milenio. Estas medidas son las
siguientes:
Medida 1: El crecimiento ha ayudado a reducir la pobreza, pero para acelerar y
uniformar los progresos hace falta mejorar la infraestructura y el clima para la
inversión en los países.
Medida 2: Los progresos realizados recientemente con respecto al desarrollo
humano señalan la necesidad de contar con ayuda más flexible y de mejorar la
coordinación y la gobernabilidad.
Medida 3: En 2005 se hicieron importantes compromisos relativos al suministro de
ayuda y de alivio de la deuda, pero es preciso realizar un seguimiento atento a
fin de protegerse de los riesgos que podrían obstaculizar su eficaz
implementación. Así mismo, hace falta revitalizar las reformas comerciales.
Medida 4: La atención de las instituciones financieras internacionales debe
dejar de ponerse en la gestión de los insumos y concentrarse en el logro de
resultados concretos, lo que plantea grandes desafíos tanto para los organismos
internacionales como para los países en vías de desarrollo.
Medida 5: Se debería hacer un seguimiento permanente de la gobernabilidad a fin
de ayudar a evaluar los progresos, mejorar la rendición de cuentas y exigir
mayores consecuciones.
Medida 6: La comunidad internacional debe apoyar los esfuerzos orientados a
fortalecer los sistemas de gobernabilidad ratificando y apoyando los sistemas
internacionales de frenos y contrapesos.
Junto a estas seis medidas para poder cumplir los compromisos de ayuda y alivio
de la deuda que posibilitaría la consecución de los Objetivos es necesario
intensificar determinadas actuaciones que se vienen emprendiendo de modo global.
Así, de manera específica cabría hablar de la necesidad de asegurar el alivio de
la deuda mediante un cuidadoso establecimiento de puntos de referencia y
seguimiento de los flujos de ayuda.
Además, en línea con lo establecido previamente respecto a la ayuda oficial para
el desarrollo, resulta imprescindible hacer un seguimiento de sus desembolsos y
de su composición para así determinar las mejoras en la calidad y las
modalidades de la ayuda. Concretamente las estrategias deberían encaminarse a la
procura de una ayuda menos volátil, más flexible, y en consonancia con las
estrategias para la reducción de la pobreza). Finalmente, también se sostiene
que en los países receptores de este tipo de ayudas se debe mejorar de manera
notable el seguimiento del gasto público y de la gestión de sus finanzas
públicas.
En definitiva, y parafraseando a P. Wolfowitz (2006), con respecto a la
evolución reciente en la consecución de los Objetivos del Milenio “estamos
logrando progresos en muchos países, y ello demuestra que los esfuerzos en pos
del desarrollo pueden generar resultados. No obstante, faltando sólo un decenio
para alcanzar los objetivos, urge que tanto los países en desarrollo como la
comunidad de donantes mejoren la gobernabilidad para que podamos obtener los
resultados previstos”.
CONCLUSIONES: PERSPECTIVAS ECONÓMICAS FUTURAS
Bajo el ambicioso título de “Perspectivas económicas mundiales 2007” y con el
subtítulo añadido de “afrontar la nueva etapa de la globalización” el Banco
Mundial acaba de publicar en Washington su último informe sobre previsiones de
desarrollo donde, como viene siendo tónica habitual en los últimos años, la
globalización adquiere un papel predominante. En cuanto al contenido de este
Informe, son varios los aspectos que deben ser enfatizados, situando por encima
de todos la previsión de que hasta el horizonte del año 2030, el fenómeno de la
globalización podría generar un crecimiento del ingreso promedio más rápido que
el registrado durante las últimas tres décadas. Así en este efecto de la
globalización, los países en desarrollo (antes denominados países en vías de
desarrollo) desempeñarían un papel fundamental al alcanzar un crecimiento que se
cifra en torno al 7%. No obstante, según alerta el Banco Mundial, este
crecimiento debe gestionarse debidamente, puesto que en caso contrario estaría
acompañado de una creciente desigualdad así como de una dispersión en los
principales indicadores de renta (fundamentalmente lo que se refiere a los
ingresos) y de presiones ambientales considerables.
Por otra parte también son dignos de mención los efectos que en la pobreza
mundial tendría este crecimiento generalizado de los países en desarrollo. Así
el número de personas consideradas pobres podría reducirse a la mitad en este
horizonte temporal. De esta manera, se pasaría de los 1.100 millones de pobres
que existen en la actualidad en el mundo a unos 550 millones en 2030. Nuevamente
estas esperanzadoras perspectivas se ven mitigadas por su desigual evolución,
puesto que en algunas zonas (fundamentalmente del África subsahariana) se corre
el riesgo de quedar rezagados. Esto vendría a acentuar la desigualdad de ingreso
en estos países y propiciaría un desarrollo económico no homogéneo a nivel
mundial.
La lectura de esta publicación también arroja datos interesantes referidos a
otras variables económicas tales como el comercio mundial o los mercados
internacionales financieros y de productos básicos. Así, por lo que se refiere
al comercio mundial de bienes y servicios, se prevé un crecimiento hasta
alcanzar un total de 27 billones de dólares en 2030, lo cual supone triplicar
las cifras que se dan en la actualidad. Según estas estimaciones es posible que
la mitad del incremento provenga de los países en desarrollo, los cuales han
venido experimentando una evolución que puede ser considerada como espectacular
en importaciones de productos manufacturados por los países ricos. Así, hoy en
día estos países aportan el 40% mientras que en 2030 representarán más del 65%.
Por su parte, los mercados proseguirán e intensificarán su proceso de
integración continua ya comenzado la década anterior. Esta circunstancia
provocará que el mercado laboral se vean sometido, cada vez más, a las presiones
de la competencia trasnfronteriza de tal modo que, a medida que aumente la
actividad comercial y se extiendan las tecnologías, los trabajadores no
cualificados y los empleados de oficina menos preparados, deberán hacer frente a
una competencia cada vez mayor. Por este motivo desde esta Institución se hace
un llamamiento a los gobiernos como solución a largo plazo para brindar apoyo a
los trabajadores desplazados y darles nuevas oportunidades, en vez de tratar de
mantener los puestos de trabajo existentes. En este sentido también se insiste
sobre aspectos tales como la importancia de la educación y la flexibilidad del
mercado laboral.
En cuanto al mercado de productos básicos las previsiones son continuistas con
respecto a lo ocurrido a lo largo de esta década. Destaca aquí el efecto del
sólido crecimiento mundial en el incremento experimentado en el precio de estos
productos. Así mismo, cabe esperar que las mejoras en tecnología y los nuevos
descubrimientos eviten cualquier interrupción importante del crecimiento a largo
plazo aunque en sentido contrario aparece el aumento de la demanda energética
así como de otros recursos naturales los cuales podrían generar presiones
ambientales en este contexto.
La expansión continua de las economías en desarrollo y la firmeza en el
crecimiento mundial probablemente tendrá otra consecuencia en el mantenimiento
de los elevados precios de los productos básicos. No obstante, los aumentos de
la oferta, combinados con las medidas de conservación y la sustitución del lado
de la demanda, permitirán que los precios de los productos básicos (incluidos
los del petróleo) disminuyan en cierta medida.
Otro aspecto beneficioso de la globalización viene dado por la previsible
generalización de la clase media que se anticipa que alcanzará al 15% de la
población mundial en el año 2030. Por tanto, desde los 400 millones de personas
actuales se aumentarán hasta un total de 1.200 millones. Desde un punto de vista
financiero se espera que las limitadas presiones inflacionistas y los elevados
ahorros que se dan en los países exportadores de petróleo (y en menor media en
la Unión Europea) mantengan en el largo plazo las tasas de interés a niveles
reducidos.
Finalmente, y como contenido menos halagüeño y con una perspectiva nuevamente
largoplacista, se advierte del peligro del proceso motivado por la fuerte
presión los bienes comunes, es decir, de los bienes fundamentales y prioritarios
para la humanidad. Esta circunstancia supone un significativo riesgo y puede
poner en jaque muchos de los avances conseguidos. Es por ello que los países
deberán intervenir más en las cuestiones relacionadas con asuntos de interés
general, colaborando sobre todo en lo referido a los recursos naturales y
ambientales. Por ejemplo, se recogen cuestiones de diversa índole que van desde
la lucha contra el calentamiento de la Tierra o las enfermedades infecciosas
hasta medidas para evitar la extinción de los recursos pesqueros.
Por otra parte la valoración y evaluación del desarrollo de los Objetivos del
Milenio admite, como es habitual en estos casos, múltiples interpretaciones. No
obstante, el punto de partida debería descansar en la trascendencia del esfuerzo
realizado por la comunidad internacional en situar estos Objetivos como pilar
fundamental de la actividad de los organismos de cooperación internacional y de
los propios gobiernos de los países desarrollados. Al margen de otras
consideraciones, lo que sí resulta un hecho evidente es que en la actualidad se
cuenta con unas metas perfectamente especificadas y, por ende, cuantificables en
cuanto a su evolución y consecución, lo cual no se había dado de esta manera
hasta el momento actual.
A partir de aquí se abre un abanico de consideraciones que van desde un gran
optimismo hasta la decepción total según sea de quien proceda y en función de la
parte que está implicada. Una de las principales llamadas de atención, sino la
principal, sobre los riesgos de no alcanzar los Objetivos viene dado por el
conocido como Informe Sachs (2005) que fue entregado al Secretario General de la
ONU relatando e informando sobre las mejores estrategias para lograr los
Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Las recomendaciones de este Informe agrupadas en torno a diez medidas centran
sus implicaciones en dos aspectos clave para el sistema internacional de
cooperación al desarrollo. Concretamente, se habla del reparto geográfico de la
ayuda al desarrollo y el papel relativo de las políticas internacionales en las
políticas de desarrollo en el marco de acción global y multilateral. De hecho,
en términos generales, se desprende que los países que más deberían estar
comprometidos no están cumpliendo con los compromisos de ayuda adquiridos. Así,
no se debe obviar el esfuerzo económico que supone la consecución de los
Objetivos de Milenio, que suponen los 195.000 millones de dólares al año (según
estimaciones de las propias Naciones Unidas) lo que supone el 0,54% del Producto
Interior Bruto de los países desarrollados .
Como conclusión, puede afirmarse que se ha iniciado el camino pero queda aún un
largo trayecto, el cual no está exento de dificultades. La globalización
económica y financiera presenta, en el contexto socioeconómico, amplias ventajas
que deben ser aprovechadas por las instituciones multiraterales de cooperación
para conseguir sus propósitos principales. Los Objetivos del Milenio pueden (y
deben) marcar un hito en este sentido pero, para ello, hay que tener presente de
manera constante que se precisan más inversiones para realizar el seguimiento de
algunos aspectos de la gestión de gobierno de los países. Entre estas cuestiones
cabrían destacar la administración de las finanzas públicas o las prácticas de
adquisiciones que deben ser evaluadas y controladas de modo correcto y continuo.
Así se conseguiría no sólo determinar los progresos logrados en la consecución
de los Objetivos, sino también aspectos tan necesarios como generar mayores
exigencias en cuanto a la gobernabilidad y aumentar la rendición de cuentas.
En definitiva, y tal se recoge en la propia Declaración del Milenio (NN.UU,
2000), “el cambio de siglo constituye un momento único y que simbólicamente
apremia a los 189 Estados Miembros para articular y afirmar una visión llena de
inspiración para las Naciones Unidas en la nueva era”. De nosotros, y nadie más,
depende el ser capaces de conseguirlo.
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