Deuda Externa y pobreza: frenos al cumplimiento de las
Metas del Milenio
MSc. Teresa Machado Hernández.
teresa@uclv.edu.cu
MSc. Ariel Lemes Batista.
lemes@uclv.edu.cu
Universidad Central de las Villas. CUBA
Tercer Encuentro Académico
Internacional sobre POBREZA, DESIGUALDAD Y CONVERGENCIA
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Resumen:
El tema de la deuda externa y el tema un mas general de la pobreza por separado
y en sus relaciones mutuas han prestado mucho la atención a los intelectuales
que estudian América Latina. Aun cuando el tema de la deuda externa por etapas,
pierde la centralidad dentro del debate teórico , el tema general de la pobreza
es expresión de una realidad tan dolorosa y vasta, que es imposible de ocultar,
incluso para los mas optimistas defensores del modelo neoliberal.
En el pasado evento de Globalización Financiera convocado por el grupo EUMED.NET
los autores Ariel Lemes Batista y Teresa Machado Hernández presentaron un
trabajo sobre los vínculos del problema de la deuda externa con el proceso más
amplio de la globalización financiera, y en el marco de este evento presentan
una ponencia donde establecen su posición sobre la relación deuda externa-
pobreza.
El punto de partida de su trabajo, igual que el anterior es el de tratar la
deuda externa, no solo como un problema financiero, sino como un problema
multilateral y mucho mas amplio que muchos autores han dado en llamar como
crisis de la deuda proceso aun no terminado y con vínculos estables con la
generación de la pobreza actual y la incapacidad para superarla. La presente
ponencia revela la relación deuda externa – pobreza y viceversa, como parte de
un círculo vicioso que afecta la capacidad de desarrollo sustentable de nuestros
pueblos y la posibilidad del cumplimiento de los objetivos del Milenio.
Palabras claves
Deuda externa, crisis de la deuda, pobreza, desarrollo, gobernabilidad,
Objetivos del Milenio.
El problema del endeudamiento externo no es nuevo, ni privativo de la región
latinoamericana. Podría decirse que es tan antiguo como las naciones mismas. Las
crisis de la deuda desde el punto de vista estrictamente financiero, son
entendidas como una dificultad coyuntural (voluntaria o no) de pagos de un país,
lo que le impide cumplir temporalmente sus compromisos financieros. Visto desde
este punto de vista América Latina ha pasado por diversas crisis de la deuda:
En dos siglos, las economías de América Latina han sido golpeadas por cuatro
crisis de la deuda. La primera se declaró en 1826 y se prolongó hasta la mitad
del siglo XIX. La segunda comenzó en 1876 y terminó en los primeros años del
siglo XX. La tercera comenzó en 1931 y se terminó a fines de los 40. La cuarta
estalla en 1982 y sigue en curso (aún cuando la forma ha evolucionado).
Las crisis de la deuda no son solo fenómenos puramente internos sino que están
muy relacionados con los comportamientos de ciclo económico del capitalismo
mundial. Según Eric Toussaint:
Existe un nexo entre las cuatro crisis y las ondas largas del capitalismo (…).”
Los orígenes de estas crisis y los momentos en los cuales han estallado están
íntimamente ligados al ritmo de la economía mundial y principalmente a la de los
países industrializados. (…)”
La cuarta crisis, la de 1982, fue provocada por el efecto combinado de la
segunda recesión económica mundial (1980 – 1982) después de la guerra y la alza
de las tasas de interés decidida por la Reserva Federal de los Estados Unidos en
1979.”
En esta misma línea, Carlos Marichal, en su libro Historia de la deuda externa
de América Latina (1988), y en trabajos posteriores como el ensayo ¿Existen
ciclos de la deuda externa en América Latina?, defiende la ideas de la
existencia de ciclo interno de movimiento de las crisis de endeudamiento con sus
fases bien definidas; un vínculo entre las crisis de la deuda externa en la
región y los ciclos económicos del capitalismo; y de un claro desfasaje de esta
relación en lo tocante con la cuarta etapa.
Al respecto señala: “Nuestro argumento central es que hasta la Segunda Guerra
Mundial, la mayor parte de los procesos de endeudamiento pueden ser descritos en
términos de los ciclos clásicos de las economías capitalistas descritos por la
literatura sobre este campo (business cycles)… (...)
En cambio, desde la Segunda Guerra Mundial, esta correlación es mucho más débil,
siendo factible inclusive el proponer que los ciclos de endeudamiento
latinoamericano operan de manera inversa a las tendencias de crecimiento de buen
número de las economías más industrializadas.
La crisis económica mundial de los años 70 del siglo pasado; el tránsito brusco
hacia un nuevo patrón de acumulación; la entrada acelerada al proceso de
globalización de la economía mundial con un dinamismo particular en las finanzas
modificó el comportamiento de las crisis financieras. Estas anteriormente eran
manifestaciones de desequilibrios coyunturales de pagos internacionales. La
cuarta crisis de la deuda (1882) no, pues la subida de la tasa de interés del
dólar norteamericano sería una medida permanente que provocaría efectos
duraderos en los órdenes monetario y financiero a nivel internacional: la
apreciación del dólar, y la desinversión y descapitalización de América Latina.
En un trabajo anterior reflexionamos:
Una de las consecuencias más negativas de la apreciación del dólar fue el
aumento brusco y automático de la deuda nominada en dólares de América Latina.
Esta consecuencia es conocida como crisis de la deuda. El problema de la deuda
externa de los países africanos y latinoamericanos preferentemente ha sido
presentado como un resultado de la implementación por parte de sus gobiernos de
políticas económicas desacertadas. Este criterio está presente en el enfoque del
BM y el FMI en sus informes de esa etapa.
Esta claro que este es un factor causal que estuvo presente en el momento en que
se contrajo esa obligación financiera, no obstante es necesario tener en cuenta
que no tiene nada que ver con la apreciación que sufrió la deuda en los primeros
años de la década de 1980. La deuda ya existía y se pagaba en sus plazos
normales. Ahora el fenómeno conocido como crisis de la deuda surgió en los
inicios de esa década, (1982 Toussaint) asociado con el comportamiento de las
finanzas a nivel internacional.
No es tampoco una situación única. Existe una relación entre el ciclo económico
capitalista y las crisis de la deuda que han afrontado los países
latinoamericanos. No obstante, el enfoque de las instituciones financieras
internacionales acerca de la crisis de la deuda en las primeras etapas la
enfocaba como un problema coyuntural cuyas causas eran las políticas económicas
de los países deudores; la crisis se enfocaba como un problema interno y la
solución propuesta se derivaba de este diagnóstico un ajuste estructural
esencialmente financiero.
Los programas de ajuste incluyen la aplicación de severas medidas de disciplina
fiscal, reorientación del gasto público, liberalización financiera y comercial,
privatizaciones, estímulo a la inversión extranjera directa, etc. El propósito
era sanear la economía nacional mediante el incremento de los ingresos
gubernamentales en divisas gracias al aumento de las exportaciones, y la
reducción del gasto público.
Esto haría posible el pago de la deuda, desde el punto de vista mas estrecho.
Por eso para los organismos financieros y acreedores en general, ha dejado de
ser una preocupación. No obstante para los deudores continúa siendo un problema:
la crisis de de la deuda es un obstáculo permanente al desarrollo de América
Latina y al cumplimiento efectivo de los Objetivos del Milenio.
La crisis de la deuda es un problema complejo que incluye el aumento de la misma
por la sobre evaluación de la tasa de interés, la brusca interrupción del
ingreso de capitales, y el pago de utilidades e intereses excesivos, que han
convertido a la región latinoamericana en exportadora neta de recursos a partir
del 1982.
Hasta el año 1977 la transferencia neta de recursos era positiva: a la región
ingresaban capitales en el orden de los 20.000 millones de dólares anuales, que
le permitían el cumplimiento de sus obligaciones. La consecuencia directa es la
acumulación de la deuda de 40.000 millones de dólares en 1973; en 1975, 68.000
millones. Sin embargo, en 1980 sobrepasó los 200.000 millones. Ya en 1990
alcanzó la cifra de 440.000 millones de dólares; y después de una desaceleración
a inicios de los años 90, ya en el 1996 se encontraba por encima de los 650.000
millones de dólares y en el 2004 se calcula en 762.480 millones de dólares.
Insistimos en la complejidad del problema por que la crisis de la deuda no debe
ser entendida como una dificultad coyuntural de pagos que amenazaba con
derrumbar el sistema financiero internacional, como fue entendida por los
estudiosos del FMI y el BM. Constituye un problema estructural de un conjunto de
economías subdesarrolladas que, además, de lo anterior incluye la acumulación de
altos niveles de pobreza, desigualdad y la imposibilidad de retomar una
coherente y permanente estrategia de desarrollo por ausencia de financiamiento.
Ahora el fenómeno denominado como crisis de la deuda externa que comenzó en el
año 1982 y, a nuestro juicio se extiende hasta nuestros días es la ruptura
brusca de todo el proceso de reproducción y acumulación que se da en la región
por incapacidad de pago y todas sus consecuencias económicas políticas y
sociales: entre ellas la subordinación de toda la política económica a un
objetivo esencial: garantizar el servicio de la deuda; el giro brusco hacia un
nuevo patrón de acumulación y de desarrollo, no como resultado de una maduración
de las condiciones internas, sino como consecuencia de una imposición de los
organismos financieros internacionales; el aumento brusco y acumulación, por
estas causas de graves problemas sociales como la pobreza y la exclusión.
La deuda externa es un fenómeno político porque fue desencadenado por la
política económica irresponsable del gobierno de los EU; porque fue contraída,
muchas veces también de forma irresponsable por los gobiernos latinoamericanos
en virtud de sus prioridades de política económica y social; porque los estados
están en el deber de pagarla y de diseñar políticas que permitan el crecimiento
y el pago de las obligaciones contraídas.
El endeudamiento y el conjunto de consecuencias económicas y sociales a él
aparejado, ha cumplido la misión de deteriorar el prestigio de los gobiernos
democráticos en América Latina. Después de la generalización de las dictaduras
militares en la década de los setenta, el fracaso de éstas en el ámbito
económico y social, el retiro del respaldo recibido por ellas desde los Estados
Unidos; el creciente reclamo de los trabajadores y de las poblaciones por
recuperar sus libertades, condujeron en los años ochenta a una extensión casi
universal de los regímenes democráticos. Estaba claro que las nuevas democracias
emergentes requerirían apoyo político y económico para consolidarse. Ha ocurrido
todo lo contrario: el endeudamiento por una parte y el cierre de los mercados
por el proteccionismo de los países ricos, han generado costos sociales que han
desgastado a los partidos en el gobierno, lanzado a las mayorías detrás del
espejismo del caudillismo personal efímero, y empujado a los sistemas políticos
hacia una peligrosa inestabilidad frente a la cual todavía se alza todavía un
fuerte resentimiento antimilitar, que puede sin embargo debilitarse con el
tiempo.
El efecto más negativo, más cargado de consecuencias y difícil de enfrentar para
cualquier gobierno, es el que afecta a la distribución del ingreso y la pobreza.
Los hechos económicos descritos sea por efecto directo de la crisis de la deuda
y del drenaje de recursos, sea por efecto de las políticas de ajuste adoptadas
para neutralizar los desequilibrios macroeconómicos, provocaron un cambio
decisivo hacia la concentración del ingreso, el aumento de la pobreza y el
agravamiento de la segmentación social, en un continente donde la profundidad de
las desigualdades era ya uno de los mayores obstáculos al desarrollo equitativo
y a la convivencia democrática.
Durante los años setenta, la población pobre en América Latina se había reducido
porcentualmente del 47% al 40%, aumentando sin embargo en números absolutos de
130 a 144 millones. Entre 1980 y 1986, en poco más de la mitad de ese tiempo, el
porcentaje volvió a dispararse por encima del 50%. El Panorama social de América
Latina 2006, recientemente publicado presenta las más recientes estimaciones de
la magnitud de la pobreza realizadas por la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL). Estas indican que en 2005, el 39,8% de la población
de la región vivía en condiciones de pobreza (209 millones de personas) y un
15,4% de la población (81 millones de personas) vivía en la pobreza extrema o la
indigencia. En el capítulo se presentan, además, proyecciones sobre la magnitud
de la pobreza en el presente año, según las cuales el número de pobres y de
personas en situación de extrema pobreza volvería a disminuir, a 205 y 79
millones, respectivamente. A partir de estas últimas cifras, se hace un nuevo
examen del progreso de los países hacia el logro de la primera meta de los
objetivos de desarrollo del Milenio
La aplicación del ajuste y el conjunto de reformas de corte neoliberal evitó por
esta vía el colapso sistémico mejorando la capacidad de pago sistemático de la
región. Con esto ha dejado de ser un problema a considerar por los organismos
financieros internacionales entendiéndose por los mismos como un problema
interno o, en el mejor de los casos, bilateral (acreedor- deudor). La solución
para los mismos es posibilitar a toda costa que se pague la deuda y su propuesta
consiste en la formula pagar para desarrollarse.
A pesar de su importancia la reflexión alrededor de la deuda externa se ha ido
difuminando y relativizando en los últimos años. Mientras que en los ochenta la
deuda externa fue el centro de los debates, dos décadas después aparece como un
tema marginal dentro de la discusión tanto de políticas públicas de
financiamiento al desarrollo alternativas al esquema vigente, cuanto del
pensamiento crítico.
Aun cuando el tema de la deuda externa, con el predominio del enfoque financiero
ha podido relativizarse. El tema de la pobreza no ha podido ser acallado. La
crisis deuda externa no es causa general de la pobreza , pero si es un factor
que la agravo y se alza como un obstáculo que impide su superación definitiva. A
pesar de la ligera mejoría de los últimos años el 39,8% de la población de la
región en condiciones de pobreza (209 millones de personas) y un 15,4% de la
población (81 millones de personas) en la pobreza extrema o la indigencia es un
problema imposible de ignorar.
La acumulación de la penuria y de los males sociales extremos más las pandemias
en África denunciadas por organismos como la UNICEF, la OIT, la OMS, obligaron a
estos organismos a repensar su visión partiendo de un reconocimiento de la
relación deuda externa-desarrollo- superación de la pobreza, esencialmente para
los países subdesarrollados. El más alto colofón de esta toma de conciencia es
el lanzamiento de los Objetivos del Milenio en el año 2000.
Desde este punto de vista se reconoce que existe una relación servicio de la
deuda/crecimiento económico que tiene un límite, más allá del cual el pago de
las obligaciones hace imposible el crecimiento y el pago permanente de los
compromisos. De tal manera que, sin desprenderse de su interpretación anterior,
se sometan a consideración otras proposiciones fundamentalmente para los países
más endeudados. De ahí y a partir de una recomendación del grupo de los 7 (G-7)
en su cita del 1995, el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, presentó
la Iniciativa para el alivio de la deuda de los Países Pobres Muy Endeudados la
HIPC: Heavily Indebted Poor Countries. Esta iniciativa propone rebajar la deuda
a niveles “sostenibles”. La sostenibilidad se deduce de la relación entre el
monto de la deuda y las exportaciones. Si el monto total o el servicio anual de
la deuda superan un porcentaje establecido con relación a los ingresos por
exportación, que constituyen para esos países la fuente fundamental de divisas;
entonces la deuda rebasa los niveles sostenibles y se considera la reducción de
su carga.
Esta iniciativa aplicada con resultados muy limitados debido a que solo se
extiende a 41 países, y se ha aplicado concretamente en dos; no reduce
sensiblemente el monto de la deuda; ha sido muy criticado su definición de deuda
sostenible y además sigue siendo muy onerosas las condiciones de un ajuste
estructural de tres a seis años para acceder a una modesta reducción de la
deuda. En resumen, aparece una vez que los acreedores y sus representantes han
garantizado por casi dos décadas que los deudores paguen lo posible a un costo
social alarmante. Aun así la deuda externa sigue aumentando.
Y lo que es más importante imposiciones de tal alcance que ha modificado el
patrón de acumulación y desarrollo de los mismos, al obligarlos a través de las
políticas de ajuste a hacer cambios estructurales a lo interno de los países.
Tanto la imposición del ajuste estructural en los 80s, como las Iniciativa para
el alivio de la deuda de los Países Pobres Muy Endeudados del 1996 y su variante
“HIPC reforzada” del 1999, han sido impuestas como condiciones para la concesión
de los nuevos prestamos.
El reciente Informe Sachs Reflexiones sobre la asignación geográfica de la ayuda
(2006) deja claro que la principal responsabilidad es de los países pobres,
estima que los Objetivos de Desarrollo del Milenio se pueden cumplir si el
conjunto de los países donantes del mundo aumenta su ayuda al desarrollo al 0,7
por ciento de su producto nacional bruto (PIB), aconseja la retirada de la ayuda
de los países de renta media, alegando que la mayor parte de los países de renta
media puede financiar su desarrollo y el cumplimiento de las Metas del Milenio
con sus propios recursos, flujos no concesionales, y flujos de capital privado.
Los autores llegan a recomendar la conversión de los países de renta media en
donantes para los países de renta baja aunque, no obstante, también consideran
la posibilidad de cancelar la deuda a los países de renta media altamente
endeudados. En lo tocante a la distribución geográfica de la deuda, los autores
proponen la concentración de la ayuda a África Subsahariana por ser la zona que
concentra la mayor cantidad de países pobres y altamente endeudados. Estas
recomendaciones que tienen como valor la solicitud del mayor volumen de Ayuda
Oficial para el Desarrollo (AOD) y la propuesta de una mayor asistencia para
África deja pocas esperanzas para América Latina en el alivio de la carga de la
deuda. Una parte de los países latinoamericanos son considerados por el FMI como
países de renta media, por ejemplo Bolivia, y no serían beneficiados por la
ayuda de ser aprobadas las recomendaciones del equipo de Sachs.
En 1980 los países del Sur debían 567 mil millones de dólares, que desde
entonces se han pagado 3 billones 450 mil millones, es decir seis veces el monto
de la deuda de 1980 y que, sin embargo, se deben actualmente algo más de dos
billones, es decir tres veces y media más que en 1980. Entre 1980 y 2002 la
deuda externa de América Latina per. Cápita se multiplicó por 1.86. Este
incremento fue menor que el de la deuda total que se multiplicó por 2,78. La
situación actual desde el punto de vista financiero es que, a pesar de los
esfuerzos evidentes de los países deudores, la deuda externa en la mayoría de
los casos ha aumentado. Los países que han podido pagarla han sido a cuenta de
un costo político y social abrumador. Los países contraen nuevas obligaciones
para hacer mediante el subsidio a las exportaciones frente al pago de intereses;
en 15 años se ha acumulado una deuda social sin precedentes y se ha limitado la
posibilidad de desarrollo. Hasta inicios del Milenio los países dedicaban del 40
al 50% de su PIB a los pagos de la deuda externa.
Las estadísticas denuncian el modesto desempeño de la región latinoamericana,
que después de la década perdida se recuperó en los años 90 a tasas de
crecimiento de 5,3% anual, no obstante el ritmo de expansión está por debajo de
la media histórica 5,5% anual, y del nivel necesario para resolver los problemas
económicos y sociales acumulados. La pobreza y la indigencia se han reducido
modestamente y continúa siendo América Latina la región con la distribución del
ingreso más regresiva del mundo. A finales de 2004, el saldo de la deuda externa
de América Latina y el Caribe ascendió a 762.480 millones de dólares.
El Panorama Social de América Latina en el 2006 da cuenta de una recuperación en
el cuatrienio 2003-2006 que puede calificarse como el de mejor desempeño
económico y social de América Latina en los últimos 25 años. Aun así el total de
pobres ascendía a 209 millones de personas, de las cuales 81 millones eran
indigentes. Según la publicación;
Por lo tanto, se puede considerar que el último cuatrienio (2003–2006) ha sido
el de mejor desempeño social de América Latina en los últimos 25 años. Por una
parte, la tasa de pobreza ha descendido por primera vez bajo el nivel de 1980,
año en que un 40,5% de la población fue contabilizada como pobre, mientras que
la tasa de indigencia ha descendido más de tres puntos porcentuales con respecto
al 18,6% observado en dicho año. Además, las nuevas cifras dan cuenta de una
reducción por tercer año consecutivo del número absoluto de personas en
situación de pobreza e indigencia, hecho sin precedentes en la región. Con ello,
el número de pobres proyectado para 2006 sería similar al de 1997, lo que
representaría una recuperación del nivel previo a la crisis asiática.
Sin embargo, esta mirada a largo plazo muestra que la región ha demorado 25 años
en reducir la incidencia de la pobreza a los niveles de 1980. Por tanto, los
alentadores progresos recientes en esta materia y los que se proyectan para el
presente año no deben hacer olvidar que los niveles de pobreza siguen siendo muy
elevados, y que la región todavía tiene por delante una tarea de gran magnitud.
Esto significa que América Latina ha avanzado en un 69% en la consecución de la
meta del milenio que plantea la reducción a la mitad del % de la pobreza extrema
vigente, para el año 2015. Para esto, según los cálculos de la CEPAL. Los países
deberán crecer a niveles iguales o superiores al promedio del período 1991-2006.
Esto significa que la región debe mantenerse en una recuperación económica
relativamente estable. Esto contrasta con las propias predicciones de la
Comisión que vaticina en su Balance Preliminar del 2006 que prevé una ligera
desaceleración del crecimiento. También en lo tocante a la pobreza relativa el
informe revela que se ha mantenido. En lo tocante con la distribución del
ingreso, los datos aportados por Coeficiente Gini enseñan que la mayoría de los
países de América Latina el nivel de desigualdad es alto o muy alto.
Dejar al comportamiento del ciclo económico la posibilidad de solución al
problema de la pobreza, aun cuando es posible, es incierto. Aun cuando el
crecimiento propicia el desarrollo, este no es lo suficientemente estable como
para asignarle esa responsabilidad. Lo mismo sucede con las posibilidades de
financiamiento en una etapa de transición de la financiación bancaria a los
mercados libres de capitales. La posible anulación de la deuda externa, la
eliminación de la carga que constituye su servicio y el drenaje de recursos
financieros al exterior; y la posible conversión de estos recursos en fondo para
la superación de la pobreza, podría ser una vía que cualquier caso podría, en
combinación con las restantes, garantizar un crecimiento sostenido y el logro de
las ambiciosas, pero definitivamente justas y dignas metas del milenio.
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