Salvador Peniche
Universidad de Guadalajara, CUCEA
speniche@cucea.udg.mx
“¿Para qué ponemos tecnología si no nos compran la fresa?”
Productor de fresa
Resumen
Tradicionalmente, el Bajío Zamorano ha ocupado el primer lugar en la
producción fresera del país, aportando aproximadamente 52% del total. Sin
embargo, en los últimos años, esta actividad ha sufrido una grave crisis que se
expresa en un descenso de su volumen de producción (de 71,227 toneladas en 2004
a tan sólo 41,000 toneladas en el 2005) y superficie sembrada (de 2,437 ha en el
2005 a 1,800 ha en el 2007). Uno de los elementos más importantes que
caracterizan la crítica situación de la actividad fresera es la problemática del
agua, la presión gubernamental para que los productores utilicen agua de alta
calidad en un contexto de contaminación de las aguas superficiales y de
explotación intensiva de las fuentes subterráneas1
El presente trabajo aporta elementos para el análisis de la situación que
actualmente experimenta la producción de fresa, motor del desarrollo regional
durante décadas. En particular se explora, a nivel local, el impacto de las
políticas económicas en el campo mexicano, y la reforma neoliberal en la
administración del agua en las zonas de riego agrícola.
Palabras clave
Administración del agua, agricultura de riego, modelo
neoliberal
Desarrollo sostenible y
población
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El modelo neoliberal de administración del agua es complemento de la
transformación del esquema de producción orientado al mercado externo que se ha
impuesto en la agricultura de riego. Es decir, la instauración de las relaciones
de mercado en la agricultura no hubiera sido posible sin la transformación
neoliberal del sistema de asignación y mercantilización de la tierra y el agua.
La transformación neoliberal en el sector no significa otra cosa que la creación
de las condiciones para el libre funcionamiento del mercado en todos los
elementos que constituyen la lógica productiva en la agricultura. De esta
manera, es necesario anteponer la lógica de mercado para entender los procesos,
las tendencias y las decisiones de todos los agentes sociales que de una u otra
manera participan en los procesos de producción y reproducción del capital.
Si bien es cierto que las relaciones mercantiles siempre han tenido gran
importancia en el desempeño de la agricultura, la filosofía del Estado
benefactor reservaba algunos aspectos de la vida productiva y social, mismos que
no respondían a la lógica del mercado. Tal eral el caso de la asignación de los
recursos naturales, la participación de los diversos sectores sociales en las
actividades productivas, la inversión pública en infraestructura y, sobre todo
la relación existente entre el mercado interno y el externo. El modelo estatista
contribuyó a que los productores (protegidos de los efectos del mercado) se
consolidaran y fueran motor del desarrollo local durante un poco más de 20 años.
La agricultura del modelo de industrialización por la vía de la sustitución de
importaciones se caracterizó por se una palanca del desarrollo industrial. Por
un lado proveyendo alimentos y materias primas baratas a las ciudades y por el
otro, contribuyendo con divisas para la inversión pública paternalista (Link,
2002 y Warman, 2001)
Bajo los principios del modelo ascendente, las nuevas reglas del juego
introdujeron el elemento del mercado internacional como fundamento del sistema
productivo.
Si bien es cierto que en la lógica previa al modelo neoliberal fue el mercado
norteamericano de fresa el que propició el desarrollo fresero en la zona, la
naturaleza del sistema internacional era fundamentalmente diferente, pues no
operaban los elementos que dan forma al sistema de la globalización, a saber,
las reglas del “libre comercio”, los flujos financieros de la actualidad y la
primacía de las compañías transnacionales. En el modelo estatista, la producción
fresera, aunque determinada por el mercado estadounidense, se estableció como
una actividad controlada por el Estado mexicano que favorecía a ciertos grupos
locales en dependencia de la coyuntura del momento. Los productores freseros se
vieron enfrascados en relaciones de poder que definían su posición con respecto
a la distribución de la riqueza. En el nuevo contexto de la globalización, se
instauran en la carpa política nuevos grupos y actores que toman papeles
relevantes en la dinámica productiva de la región y desplazan a los sectores
tradicionales. De igual manera, los arreglos neoliberales transforman la lógica
y los procedimientos productivos, el acceso a los recursos naturales y la
dinámica de su explotación. El poder se traduce en la forma en que se distribuye
el acceso y usufructo de los recursos productivos sean estos naturales,
financieros o tecnológicos. El hilo conductor en todos los casos es la
eficiencia productiva, el mercado internacional y el beneficio marginal.
Para entender las particularidades del proceso en el Bajío Zamorano, se requiere
primeramente poner en perspectiva el mercado globalizado para la producción de
fresa. Sin embargo, el agua (en calidad y en cantidad) es fundamental, ya que en
gran medida posibilita el desarrollo de la producción. Las reglas de utilización
del agua explican la lógica productiva y los reacomodos políticos de los
actores. Es decir, es una realidad que para el futuro inmediato, la producción
de fresa y la posibilidad de acceder al mercado internacional dependerán del
acceso a agua de pozo y al acceso al paquete tecnológico correspondiente. Lo
anterior depende del acceso a recursos financieros importantes y conlleva, a una
diferenciación social y geográfica de la producción que separa a los productores
tradicionales de sus tierras y del agua y genera un nuevo tipo de
productor-encargado de las parcelas vinculado por contrato con la empresa
transnacional.
De esta manera, a través del análisis de las regulaciones de mercado en el
sector, se puede entender por qué la prioridad consiste en la supervivencia en
el mercado y no la preservación o recuperación del recurso aunque la actividad
fresera dependa cada vez más de la calidad del agua.
El principal motor de desarrollo de la actividad fresera sigue siendo la demanda
estadounidense de la fresa mexicana, sobre todo en épocas en las que la
producción interna de ese país no alcanza a abastecer los requerimientos de
frutilla fresca y congelada. Este factor determina el desarrollo de la actividad
y de acuerdo a las necesidades del mercado genera una oferta de los productores
tradicionales en el Bajío Zamorano. Las características físicas de la frutilla
mexicana, su consistencia y resistencia a los procesos de industrialización, la
hacen especialmente valiosa para subproductos como mermeladas y yogures. Según
opiniones de los productores, cuando hay necesidad de fresa en los EU, las
regulaciones de inocuidad se hacen más laxas y los precios suben estimulando la
producción de fresa en todo el Bajío Zamorano. Tan pronto baja la demanda en EU
y empieza la temporada en California y la Florida, en mayo aproximadamente, los
inspectores de inocuidad y buenas prácticas, los brokers y las empacadoras
endurecen sus políticas hasta cerrar sus instalaciones. Surge entonces el
mercado de excedentes en los cruceros carreteros de la región.
La expresión más clara de este nuevo esquema lo representa la compañía Driscoll.
En los contratos de esta empresa se deja poco espacio para el libre juego de la
oferta y la demanda ya que su capacidad monopólica le permite controlar precios,
volúmenes y hasta cierto punto manejar fluctuaciones relacionadas con las
incertidumbres naturales. El control del proceso tecnológico-productivo conlleva
a una cierta certeza de la capacidad productiva, y los rendimientos esperados
son “realidades” en los mercados bursátiles. Las decisiones de compra, venta o
destrucción del producto en el Bajío Zamorano responden a la utilidad marginal
de la producción mundial de fresa, o al valor de las acciones y no a la lógica
productiva del agricultor mexicano o del broker - intermediario.
El nuevo contexto regulatorio neoliberal de la producción y la administración
del agua facilita el funcionamiento de este sistema. La política agrícola de
apertura comercial, la reducción de los subsidios a la producción e insumos, la
desaparición de los instrumentos financieros y las facilidades para la inversión
extranjera, generan un contexto productivo empresarial. Con ello, la eficiencia
productiva hace una diferencia entre los agentes productivos que pueden
participar en el mercado y los que abandonan sus tierras por la vía de la renta
de parcelas, el cambio de suelo o los contratos (gracias a las reformas del
artículo 27 constitucional referente al cambio de estatus de propiedad de los
ejidos).
La política federal que favorecer a los productos de alto valor (frutas y
hortalizas) en detrimento de los productos tradicionales (granos), toma forma en
el Bajío Zamorano en los programas de apoyo a la tecnificación, como el Plan
Director del DR 061. Sus políticas fomentan el cultivo de fresa con agua de pozo
y riego por goteo e influye en los campesinos abandonen la producción de maíz.
Sin embargo, los productores se resisten a ceder sus derechos de agua
superficial pues no confían en el volumen o rendimiento de los pozos profundos,
ni en su calidad. Por ello, y por los costos de energía y mantenimiento,
prefieren tener acceso a las dos fuentes de agua, superficial y subterránea, y
producir granos y fresa aunque sea ilegal (por las regulaciones sanitarias en el
distrito de riego).
En lo que corresponde a las reformas del modelo de administración del agua se
percibe que la transferencia de los distritos de riego a los usuarios fortalece
la tendencia a la concentración de la producción en los agricultores más
competitivos. Esto es porque posibilita la asociación política de aquellos que
tienen más poder económico y las decisiones sobre la utilización del agua
tienden a favorecerlos. Tales productores aprovechan las mejores tierras que
pueden adquirir en renta, o por contrato y controlan la distribución del agua a
través de su influencia en la administración del distrito de riego como sucede
en el módulo 1 del DR 064, el cual mantiene una clara situación de privilegio
sobre los demás módulos.
El aumento de los precios de los insumos agrícolas y de los servicios de riego,
como pagos y tarifas de electricidad, produce más presión hacia los productores
marginales y fomenta el abandono de tierras. Con ello se amplia el control de
los que si pueden participar como son los caciques locales y nuevos
inversionistas.
Al propiciar la participación de la iniciativa privada en el diseño y
construcción de obras hidráulicas y en la administración del agua se fortalecen
los grupos locales que ya dominan el sector. La tendencia demuestra que los
grupos de influencia controlan los sistemas que posibilitan la producción de
fresa (en el nivel económico e hidráulico). Tal certidumbre estratégica estimula
que el modelo de contrato de alto rendimiento aumente su presencia en la zona,
pues tanto los productores favorecidos como la transnacional coinciden en este
mismo interés.
Sin embargo, el cambio de régimen de uso de agua en la producción de fresa, es
decir, el régimen que fomenta el uso de agua de pozo profundo para cultivos de
exportación con alta tecnificación en detrimento del uso de agua rodada sin
tratar para los productos marginales, crea un ambiente propicio para la
sobreexplotación del acuífero y no da incentivos para sanear la cuenca
superficial. La reforma a la ley de 2004, donde se abre la posibilidad de que la
iniciativa privada participe en el saneamiento de los cauces superficiales, no
es suficiente para resolver el conflicto entre el uso urbano y rural del agua ya
que no contiene los elementos de ingeniería institucional necesarios para
hacerlo ni los recursos financieros correspondientes: el mensaje institucional
consiste entonces en identificar a la exportación de fresa regada con agua de
pozo como la tendencia favorecida en las políticas sectoriales.
Foto 12
Entarquinamiento en Tamándaro
La calidad del agua se ha convertido en el principal problema para la actividad
fresera del Bajío Zamorano. La gran paradoja consiste en que existe en la zona
agua de excelente calidad pero no se implementan los mecanismos institucionales
ni de gobernanza ambiental para preservar este recurso de gran valor. En lugar
de eso, el agua prístina se está utilizando para producir y exportar fresa a los
EU. El esquema normativo-institucional permite que se mezcle el agua de calidad
que brota de los manantiales con las descargas urbanas, y que el agua ya
contaminada se utilice para producir grano fundamentalmente, pero también fresa
para mercados alternativos (ciudades cercanas, compradores en las carreteras,
etc). Últimamente se han agudizado las presiones para que no se produzca fresa
con agua contaminada o de baja calidad. Sin embargo, la lógica del mercado
obliga a usarla ya que la demanda de EU de fresa mexicana de temporada es más
fuerte que las regulaciones sanitarias. El sistema lleva a la utilización del
agua de calidad para la exportación de fresa y desestima los requerimientos de
los otros tipos de agricultura y del consumo humano.
Por desgracia, no existen mecanismos institucionales que permitan pensar en que
se revierta el desperdicio de agua de calidad que existe en el Bajío Zamorano.
El modelo anterior de administración de agua, el modelo estatista, que fue
diseñado cuando lo importante era el volumen de agua, que distribuía el líquido
por bloque, sigue prevaleciendo aunque ahora el valor de agua de calidad es
evidente y real en el mercado. La realidad actual señala que el problema del
agua no sólo es de cantidad sino que surge el tema de la calidad por los
requerimientos de inocuidad productiva. Con el modelo actual, el agua
superficial va siendo reemplazada por el agua subterránea con los riesgos de
sobreexplotación de acuíferos y de contaminación que esto conlleva.
El mercado internacional le asigna al agua de calidad, agua proveniente de los
acuíferos zamoranos utilizada en la fresa, un precio de mercado. Sin embargo, en
nuestro país el agua de calidad simplemente carece de precio y no figura en el
esquema de costos de la producción de fresa: por ello se exporta como agua
virtual a los EU. Lo anterior tiene graves consecuencias ambientales (como el
previsible agotamiento del recurso por la sobreexplotación de los mantos
freáticos), sociales (por la segregación entre productores favorecidos y
marginales) y económicas (por la disminución de la actividad fresera y su efecto
multiplicador en el Bajío Zamorano). Así, la presión que se ejerce sobre el
sistema biofísico, social y productivo, llegará a su límite y será cuando el
modelo maquilador en la agricultura se agote en la zona.
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