Eric Mollard, Eric.Mollard@ird.fr
Institut de Recherche pour le Développement, Montpellier, Francia
Resumen: Este texto preliminar intenta distinguir las gobernanzas del agua en
los países del norte y del sur, así como también examinar la relación entre las
dos. Los países del norte se caracterizan por una mayor gobernabilidad o Estado
de derecho, es decir por una relativamente mejor aplicación de la ley y, por lo
pronto, por una mejor mitigación de las crisis medioambientales. Debajo del modo
de mayor gobernabilidad, la dinámica se ha caracterizado por el cambio desde una
gobernanza autoritaria hasta una gobernanza de opinión (o democracia de
opinión). Esta última se caracteriza por una comunicación profesionalizada con
sus consecuencias ventajosas y dañinas, entre las cuales identificamos la falta
de objetividad de las crisis del agua y de debates científicos en torno al tema.
En los países de sur, la gobernabilidad es relativamente más baja con una menor
aplicación de la ley, debido en particular a intereses organizados que son
insuficientemente regulados. Si las crisis del agua resultan bien de una crisis
de gobernanza, la investigación social empieza a identificar los procesos
sociales que explican los fracasos a pesar de los esfuerzos costosos y las
reformas ambiciosas (participación, descentralización). Es así que los programas
técnicos sin análisis de gobernanza no pueden solucionar las crisis del agua ya
que no son acompañados por “soluciones de gobernanza”.
El marco de la “democracia medioambiental” permite iluminar los procesos de
ingobernabilidad en la gestión del agua y proponer algunas soluciones en torno a
la democracia de base. Además, identifica el caso de las doctrinas
internacionales, que resultan de la gobernanza de los países del norte, como
contraproducentes y hasta dañinas para el medio ambiente ya que sirven antes que
todo para afianzar los intereses organizados locales que retan la acción
pública. Finalmente recalca la incertidumbre de la decisión pública a la cual
una investigación dedicada e independiente puede ayudar en parte.
Desarrollo sostenible y
población
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Introducción: En este papel, intento precisar el concepto de gobernanza, por el
cual propongo asignar la exclusividad a los países del sur mientras que los
países del norte se situarían más bien en una crisis de comunicación. Por esta
crisis de comunicación, no pienso en un defecto de capacity-building o
sensibilización, al contrario: se trata de un exceso de propaganda cada vez más
profesionalizada y eficaz con un determinado número de consecuencias ventajosas
y dañinas para el medio ambiente.
Con el concepto de crisis de comunicación se pretende ampliar nuestra visión de
los problemas del agua en el mundo y articular los papeles respectivos
desempeñados por los países del norte y los del sur. Integra también las escalas
desde el local hasta el internacional y pone de relieve la dualidad de las
acciones y percepciones sobre el medio ambiente. Si la estructura social, en
materia medioambiental, de los países del norte y del sur se basa principalmente
en un juego de poderes más o menos organizados, la diferencia se sitúa más bien
en las reglas y normas, no a nivel cultural sino bien político. Brevemente,
distinguimos dos niveles de Estados de Derecho donde las leyes son más o menos
aplicadas, en particular las de protección del medio ambiente. En los países del
norte, la crisis de comunicación se inscribe en el marco del Estado de Derecho
mientras que, al sur, la crisis de gobernanza ha cruzado los regímenes políticos
desde los partidos únicos hasta los pluripartidismos.
1. Los países del norte
En los países industrializados, el periodo actual se caracteriza por el poder de
la opinión pública. Este protagonista volátil y mal definido ejerce sin embargo
un papel tangible en las decisiones mediante anticipaciones que hacen las
empresas y los decidores electos, en particular en materia medioambiental o de
salud pública. Es claro que los Ministerios de Medio Ambiente nacieron antes de
que la opinión pública se vuelva importante. Sin subestimar la influencia de las
asociaciones y partidos verdes, los Gobiernos tomaron el medio ambiente en serio
antes de toda demanda social explícita de la mayoría. El mecanismo se basa en la
ley, propuesta por los Gobiernos y votada por los parlamentos. La aplicación es
bastante general en los Estados de Derecho gracias a administraciones
independientes de la política y autónomas financieramente. Ciertamente, toda la
ley no es aplicada perfectamente, en particular con los industriales de los
cuales algunos se beneficiaron, hasta aún recientemente, de apoyos políticos y
administrativos (véase la fábrica Protex analizada por Lascoumes). A pesar de
estos escollos, el medio ambiente se protege relativamente mejor en los países
del norte (que producen más contaminación) que en los países del sur, incluso
entre los más ricos de ellos.
No está en nuestra ambición de explicar aquí el papel creciente de la opinión
pública en los asuntos públicos. En cambio, es necesario acordarse que es capaz
de desestabilizar sectores económicos, como fueron los casos de los sectores
vacunos y avícolas en las crisis de la vaca loca y la gripe aviaria. Los medios
de comunicación desempeñan un papel de transmisor donde finalmente la opinión
decide lo que es importante o no en el mar continuo de noticias que nos acosan
diariamente. Para evitar estos desbordamientos incontrolados, los decidores y
las empresas se construyen imágenes y anticipan las expectativas de la opinión
según medios variados y a menudo distantes de lo que se puede esperar de una
empresa, de una administración o de un cargo electo, lo que explica las
estrategias de conferencias internacionales por las administraciones o de
protección ecológica por los industriales más contaminantes. La consecuencia de
estas anticipaciones es una profesionalización de la comunicación sobre el medio
ambiente, que las grandes ONG controlan perfectamente también.
El mejor símbolo de esta mediati-politización del desarrollo sostenible (el
desarrollo sostenible es un asunto público y un asunto de la opinión pública) es
proporcionado por un punado de profesionales de la comunicación que se
convirtieron en personalidades mediatizadas. En Francia, Nicolas Hulot,
presentador de televisión que renovó el documental ecológico (y Yann Arthus-Bertrand
en otro canal), se acreditaba un 10% de intenciones de votos a las
presidenciales de 2007 cuando la candidata de los verdes alcanzaba solamente un
2% (el Sr. Hulot finalmente no se presentó ni dio consignas de voto).
El caso Hulot es revelador de los resortes de la vida pública en los países del
norte hoy día, de la influencia de la comunicación sobre el medio ambiente
(incorporación del medio ambiente en la agenda política y mediática) y también
de las derivas de esta comunicación exageradamente simplista con un efecto
nocivo sobre los países del sur a través de doctrinas internacionales (véase más
abajo). La fuerza de esta comunicación ambiental se basa en dos aspectos
contradictorios. Mencionemos brevemente lo bueno y hagamos hincapié en lo malo.
Lo bueno de la comunicación está personificado por las grandes ONG como
Greenpeace o Women on Waves que, con una estrategia de comunicación eficaz,
están en condiciones de politizar el debate sobre la desaparición del atún en el
Mediterráneo o reactivar el debate sobre el aborto en Portugal. Entre
paréntesis, se ve que la comunicación con consecuencias políticas es eficaz en
los países del norte a causa del peso político de la opinión pública. El “mal”
lado de la comunicación es resumir el medio ambiente a tesis simplistas que
confunden las crisis y las generalizan (recalentamiento climático, escasez de
agua y mal bouffe) así como también que hacen del individuo el responsable y la
solución de las crisis (“tomar los transportes colectivos”, “no echar a perder
el agua a los grifos”). Excluyen los debates críticos y favorecen los
científicos quiénes van en el sentido deseado (cada vez más las ONG y organismos
internacionales financian este tipo de investigación) al igual que se omite
mencionar los numerosos programas en el mundo que intentan frenar la degradación
de los recursos. ¿Son los comunicantes-militantes hacedores de opinión? Se puede
dudarlo tanto ellos se siguen ignorando los esfuerzos desplegados y las causas
discutidas de las dificultades en el campo al punto de considerarlos más bien
como seguidores de opinión, ya que las opiniones mundiales están desde mucho
tiempo sensibilizadas no solamente en los países del norte: se limitan a emitir
los mensajes que la gente desea escuchar.
Más allá de los trucos y astucias de la comunicación, conviene distinguir las
crisis del agua y definir los procesos que bloquean las reformas y las
negociaciones bien concebidas. Eso lleva de nuevo a examinar las condiciones en
las cuales intervienen los grupos sociales constituidos con el fin de defender
sus intereses. Cabe notar también que la ausencia de debates debido que
cualquier debate nubla la comunicación así como también puede invalidar los
diagnósticos y soluciones comunes. Los científicos desempeñan un papel ambiguo
ya que se invitan únicamente a los que van en el sentido de la opinión pública,
a menudo los ecólogos duros y los menos expertos de las realidades sociales, a
dar su opinión alarmista al público. Aunque la investigación social es más
moderada y reconoce la incertidumbre de algunos datos (lo que resalta en las
negociaciones y los conflictos), es sin embargo esencial para definir los
bloqueos e interpretar sus causas, así como para denunciar la burbuja de
comunicación que perturba las percepciones. Por fin, los investigadores deben
poner de manifiesto que el fracaso de los programas no se debe necesariamente a
un desinterés en los países del sur hacia el medio ambiente, sino a un problema
de gobernanza.
Se llega a la paradoja de la opinión y de la comunicación profesionalizada como
estructura de la gobernanza del medio ambiente en los países del norte. Gracias
a estos dos elementos, el medio ambiente se tiene ciertamente mejor en cuenta
que antes, pero son no sólo ineficaces en los países del sur, sino también
contraproducentes a causa de su simplismo y de los errores de diagnósticos. En
cambio, mantienen la sensibilización medioambiental y sobre todo son la señal
tangible para los hombres políticos de la solicitud medioambiental de los
electores del norte.
El fundamento de la aplicación de las reformas medioambientales en los países
del norte sigue descansando en el Estado de Derecho (es decir, una relativamente
buena aplicación de la ley no sólo en la población sino también en los grupos de
interés que tienen los medios de presión para evadirla –el Estado de Derecho
resulta en parte de la regulación cruzada de los poderes y contrapoderes).
Durante estos últimos años, la multiplicación de los foros participativos
reforzó la demanda medioambiental y la legitimidad de la aplicación universal de
la ley; estos foros hasta están en condiciones de hacer leyes más activas. Es
decir que la opinión pública movilizada en unos temas no sólo exige una
obligación de resultados, sino que induce a producir nuevas leyes. Este fenómeno
democrático es pues favorable pero al mismo tiempo secreta sus antídotos que es
la profesionalización de la comunicación y la expresión indirecta de la opinión
por la mediación de las asociaciones y ONG a la vez conciencia (positivo) y
portavoz de esta opinión (susceptible de derivas). Presentes en el terreno, en
particular en los países del sur, tienen incluso la capacidad de hablar en
nombre de los países del sur. Su peso financiero les permite consolidar su
legitimidad basándose en las investigaciones científicas que financian, haciendo
callar los debates incómodos. Esta potencia financiera, que se basa antes que
todo en el donativo individual, les permite superar la variedad de las
expresiones para construir alianzas internacionales suficientemente
estructuradas y realizar un cabildeo eficaz en las organizaciones
internacionales, siempre al nombre poco democrático de la opinión pública y de
los usuarios. Parece pues que hubo una concomitancia entre la consolidación de
las ONG a nivel internacional, la materialización política de la opinión pública
en los países del norte, la multiplicación de los comités participativos y la
consolidación del medio ambiente en la agenda política. Los organismos
internacionales nuevos y antiguos se acercan a las ONG y todos trabajan a
elaborar doctrinas que supuestamente propician soluciones a las crisis
medioambientales. En realidad, detrás de estos organismos con el aval de las
ONG, las doctrinas reflejan sobre todo las derivas de la comunicación al norte,
aprovechadas sea por un poder (como el de las administraciones nacionales del
agua, los proveedores de fondos de ideología liberal y las ONG respectivamente
con la gestión integrada del agua, la transferencia de gestión del riego y la
participación social) sea por unos actores trabajando en el campo (capacity-building,
enfoque de género, conflict solving, multiple uses del agua, lucha contra la
pobreza, etc.) y capaz de hacer financiar sus programas de desarrollo o
proyectos de investigación sobre temas de moda. Ahora bien, ponemos de
manifiesto que estas doctrinas son no sólo ineficaces para el medio ambiente,
sino también contraproducentes. En efecto, en los países del sur suelen
consolidar intereses e impedir la protección del medio ambiente.
2. Los países del sur
Mientras que la crisis de comunicación que revuelve los hechos y se equivoca en
los diagnósticos y soluciones lleva a examinar los procesos sociales y
consecuencias medioambientales en los países del norte, los países del sur se
enfrentan efectivamente a una crisis de gobernanza que supera las reformas, a
menudo buenas, e incluso los regímenes políticos, que apenas cambian los poderes
locales en las regiones, territorios y cuencas. Esta crisis de gobernanza
combina una crisis del agua y un déficit social, déficit que es incapaz de
frenar la degradación de los recursos a pesar de las voluntades y los programas
establecidos. Este déficit social ni siquiera está en condiciones de garantizar
una percepción objetiva de la crisis del agua, aún menos de situar las
incertidumbres más o menos utilizadas por un protagonista u otro. Este defecto
de objetividad es similar en el norte y el sur, pero las razones son diferentes:
crisis de comunicación al norte, “simple” crisis de gobernanza al sur.
La crisis es múltiple, pero no es todo y lo que sea, en particular no es aún una
escasez de agua de naturaleza maltusiana, como para la producción agrícola,
quién actuaría sobre la evolución económica. Ahora bien, los hombres políticos y
los profesionales de la comunicación hablan sin precaución de la escasez actual
o cercana. En primer lugar, el leitmotiv de la escasez es sintomático de
alianzas con exclusión de otros protagonistas para prohibir el debate y recalcar
las incertidumbres (u olvidar las certidumbres cuando las hay). México, por
ejemplo, se considera como poco dotado en agua, tanto en el centro del país
donde la disponibilidad per cápita está entre las más escasas del mundo como en
el norte árido. Ahora bien, en estas dos regiones curiosamente, los usuarios
agrícolas “derrochan” el agua con técnicas de riego rodado (por surco) o de
inundación de las parcelas. En segundo lugar, los criterios basados en el agua
per cápita son totalmente inadecuados cuando se utilizan cerca del 80% del agua
en riego, lo que hace que el concepto de disponibilidad per cápita no tiene
sentido. En el norte del país, la aridez precisamente es compensada con el agua
almacenada en las presas situadas en las montañas. Antes de culpar a los tipos
de riego que supuestamente derrochan el agua, hay que analizar la hipótesis de
la escasez socialmente construida. En efecto, es posible que hubo un
sobreconcesionamiento pero: 1. no se puede juzgar la historia con la percepción
de hoy (se reconoce hoy en día el medio ambiente) y 2. menos lluvias en los diez
últimos años recalca la poca regulación de la distribución del agua entre los
usuarios cuenca arriba y abajo. En tercer lugar, los científicos poco rigurosos
están en parte culpables ya que avalan falsas ideas que son recuperadas por los
protagonistas que distan mucho de ser ignorantes pero que saben utilizar la
legitimidad de los científicos a su beneficio.
Algunos protagonistas tienen interés en dramatizar la escasez, que la opinión
pública aprueba ya que es coherente con las amenazas de todo tipo que se oyen
diariamente: las empresas y las administraciones ven la perspectiva de contratos
para reactivar la construcción de presas y modernizar las redes de distribución
para ahorrar el agua; algunas ONG ven confirmada su ideología medioambiental de
la responsabilidad humana; los usuarios son tentados por los programas
subvencionados; por fin, los hombres políticos ven en la escasez y nuevos
proyectos la posibilidad de materializar su compromiso hacia la población. Sólo
se trata de la perpetuación de alianzas sin contrapoderes de tipo “iron triangle
” que, en los períodos previos, explicaban la ola de construcción de presas
inmensas o los períodos de programas costosos. Ahora bien dos cifras bien
conocidas invalidan la generalidad de la escasez: cerca de 80 % del agua de
superficie es utilizada por la agricultura, lo que deja un cómodo margen de
maniobra para las necesidades municipales, industriales y medioambientales en
las próximas décadas a condición de que las condiciones sociales de la
redistribución entre sectores estén reunidas; se pierden cerca del 50% del agua
doméstica antes de llegar al grifo en numerosas ciudades del mundo, lo que deja
allí aún un margen de maniobra importante con la solución, entre otras, de alzar
el precio del agua (con las precauciones debidas a los pobres). De manera
similar, algunos datos mal utilizados, en primer lugar en los informes
administrativos parciales, apoyan la idea de escasez culpabilizando al mismo
tiempo las prácticas tradicionales derrochadoras de los agricultores. Así la
eficiencia del riego a la parcela, calculada como la relación entre el agua
aportada y la necesidad de los cultivos, es necesariamente mínima a causa del
riego “excesivo” por parte de los agricultores (riego rodado o por inundación).
Aquí los ingenieros muestran una falta de espíritu crítico: ¿Cómo explican qué
la eficiencia del riego a nivel global de la cuenca es a menudo elevada, mucho
más que la eficiencia a la parcela? ¿Cómo explican las “pérdidas” en la
conducción y en la aplicación a la parcela de un agua que, bien obviamente,
fluye hacia los drenes y los acuíferos a partir de dónde se recicla varias
veces? Estas omisiones parecen sobre todo explicarse por el deseo de promover
programas de ahorro de agua cuando, hasta ahora, no han demostrado su eficacia.
Para el goteo por ejemplo, los ingenieros más sagaces critican su interés para
ahorrar el agua, pero eso se dice off record debido a que el dogma está anclado
en este sector. Las investigaciones para comparar los reciclajes y la recarga de
los acuíferos según los tipos “tradicionales” y modernos de riego no se han
llevado a cabo cuando estaríamos en condiciones de ahorrar programas de
modernización extremadamente costosos. Quizás es precisamente porque son
costosos que el peso de los grupos de presión se hace sentir sobre la
investigación, incluso en los países del norte. Se ignora en efecto lo que
ahorra el goteo en el sistema global constituido por la cuenca y el acuífero ya
que se ignoran completamente los reciclajes sucesivos del agua “derrochadora”
(basta ir a medir un gasto a la salida de un dren para entenderlo así como
también entender que nunca hubo el objetivo de medir este tipo de gasto). Se
prefiere fustigar las prácticas anticuadas de los agricultores cuya racionalidad
es incomprendida cuando no es necesariamente derrochadora mientras se ignoren
los reciclajes y las infiltraciones. Por fin, los economistas mismos apoyan el
paradigma de la escasez de agua en estas alianzas ya que su postulado general es
que un recurso debe ser raro para que la teoría económica pueda aplicarse,
postulado cuya generalización queda por comprobar.
Curiosamente, la escasez puede existir por otras razones que las que son
avanzadas en las propagandas o en indicadores inadecuados. El goteo o la
aspersión se basan en la idea que ahorros de agua pueden realizarse en beneficio
de otros sectores económicos o del medio ambiente. Sin embargo, el análisis de
la eficiencia por cuenca quién incluye los reciclajes e infiltraciones sucesivos
sugiere que poco o no ahorros son realizables: es la idea de “clausura” de
cuenca. En tal caso hipotético, hipótesis plausible sobre la cual la
investigación debe trabajar prioritariamente, los costes para transferir el agua
desde la agricultura (el más grande consumidor) hacia otros sectores serían
infinitamente más elevados ya que se trataría de readquirir las concesiones a
los agricultores para disminuir, hasta centenas de miles de hectáreas, las
superficies irrigadas. El precio que habría que pagar puede salir sumamente
costoso si se pretende compensar la pérdida de valor entre un regadío y una
tierra de temporal. Sin embargo, puede ser la única opción para solucionar
duraderamente los conflictos que se multiplican entre los sectores, pero son
pocos los Gobiernos ni los ciudadanos que están listos para tales sacrificios.
La escasez nutre numerosos discursos que atañen más a la simplificación de
comunicación que a la realidad o, al menos, a la falta de conocimientos
interdisciplinarios y al reconocimiento de las incertidumbres sobre el tema. La
mayoría de los protagonistas tienen interés en tener este discurso, y esta
alianza sólida refuerza el dogma sin que un planteamiento crítico sea posible,
alianza que va además en el sentido de la opinión pública. Desgraciadamente, los
programas costosos destinados a educar a los agricultores y a ahorrar agua desde
hace dos décadas al menos no han mostrado su eficacia en este ámbito. Del mismo
modo el encadenamiento de doctrinas internacionales destinadas a dar soluciones
a las crisis del agua no han aún tenido más resultados. Habida cuenta de nuestro
análisis, esta ineficacia es explicable ya que las alianzas son más fuertes que
la verdad técnica y social (técnica a falta de investigaciones convenientes, y
social ya que el ahorro realizado sirve en primer lugar los usuarios locales que
extienden el riego sin que nadie pueda oponerse). En cuanto a las doctrinas, son
resultantes de estas mismas alianzas que se basan en la opinión pública y la
comunicación más que sobre el debate independiente. No es el dinero ni los think
tank quienes faltaron; hay pues otra explicación que parece arraigada en las
estructuras sociales de los países. Algunos progresos tuvieron lugar
(transferencia de gestión del riego, reformas sobre el agua, sensibilización de
los públicos, participación social, etc.) pero es manifiestamente insuficiente,
insuficiencia no vinculada a una mala implementación sino por la ausencia de
condiciones democráticas. Para ponerlas de relieve, debemos identificar los
bloqueos y los procesos sociales y políticos que aparecen al momento de aplicar
las reformas y de diseñar los programas.
A diferencia de lo que omiten decir los comunicantes del medio ambiente,
numerosos programas y reformas se llevan a cabo en los países del sur para
solucionar la desaparición de los lagos debido a los bombeos para las ciudades y
las derivaciones para el riego, para frenar la caída vertiginosa de los
acuíferos que, a largo plazo, va a desembocar en aún más desigualdad social y
problemas de alimentación mundial, y para poner un término a la degradación de
la calidad de aguas de superficie y subterránea que disminuye la disponibilidad
finita de agua dulce. No es pues una falta de sensibilización o dinero sino un
problema de gobernanza, como eso ya se ha dicho desde años. Esta gobernanza no
es un régimen político, un organigrama institucional ni un aparato de leyes sino
una serie de procesos sociales que hace o no hace que las voluntades colectivas
se lleven a cabo. Analizar las gobernanzas, es analizar el juego de los
protagonistas en círculos que no son siempre visibles y accesibles al público ni
incluso directamente a los investigadores, es definir los bloqueos y, más allá,
es interpretar a menudo en término de interés y de poderes, sobre todo en los
países del sur donde son lo suficiente poderosos para impedir la aplicación de
una ley. La relación entre crisis de gobernanza y crisis de gobernabilidad es
evidente ya que son los países donde el Estado de Derecho y en consecuencia la
gobernabilidad son más endebles (países del sur) que son más concernidos por el
reto de la acción pública.
El origen de las crisis del agua se sitúa en un pasado marcado por la ilegalidad
de los usos, la corrupción y el populismo, pero los procesos que dificultan hoy
en día la acción pública son de la misma naturaleza mientras que el régimen se
hizo pluripartidista y democrático con menos populismo y corrupción (pero la
ilegalidad de usos sigue siendo alta). En la actualidad, se puede identificar
varias disfunciones que impiden la acción pública eficaz que se enfrenta
inmediatamente a los grupos de interés. Estas disfunciones variadas ponen de
manifiesto por otra parte que no hay un culpable: los agricultores, o la
administración, o los hombres políticos, o incluso la falta de ciudadanía
general (López y alii, 2005). Más bien es el sistema sociopolítico con un Estado
de Derecho insuficiente que se debe cuestionar. De manera rápida (para los
detalles, véase la bibliografía), estas disfunciones están incluidas en el
déficit democrático a la base.
3. Algunos aspectos de democracia medioambiental
Si uno tomara alguna distancia histórica, se daría cuenta que las acciones
públicas en los países del sur, menos transparentes que las de hoy a causa de
las relaciones tradicionales entre elites regionales y Gobiernos, eran ya
difíciles de aplicar. La corrupción y el clientelismo no podrían explicarlo todo
ya que los poderes y los conflictos existían y las negociaciones eran ya
necesarias para controlar y persuadir los poderes existentes. Dicho de otra
manera, el problema radica en el corazón de las relaciones sociales, no las
clases sociales, sino la regulación de los poderes (de los individuos cuyos
pozos ilegales no pueden identificarse fácilmente, de las comunidades que pueden
tomar el agua cuenca arriba o contaminar el agua sin que las autoridades puedan
intervenir, de las corporaciones como la administración o los agricultores, el
de los hombres políticos a menudo exagerado en los países del sur a falta de
contrapoderes efectivos, etc.). Estas relaciones estructuran la sociedad desde
la población hacia las elites donde es necesario buscar las causas de las
disfunciones en la protección del medio ambiente. El medio ambiente no es más
que un revelador de un tipo de acción pública que se caracteriza por su
visibilidad y por las expectativas explícitas de la población. Es la única
especificidad del medio ambiente y no es mediante el diseño de programas
medioambientales que se solucionarán las crisis medioambientales: se
solucionarán las crisis de gobernanza tomando en cuenta el fundamento de la
gobernanza.
Como ejemplos, proponemos unos casos con sus posibles soluciones “de gobernanza”
que remiten a algunas disfunciones identificadas. En primer lugar, la
dependencia de la administración del agua hacia los hombres políticos impide la
plena aplicación de la ley, incluido el control de los usos ilegales o la
denuncia de los actores que evaden la ley. Es decir que una administración
eficaz e independiente es una necesidad para contrarrestar los poderes
territoriales. El reducir la administración no permite solucionar el problema,
como los celadores del liberalismo y los acusadores de las administraciones lo
plantean. Al contrario, es reforzándola que se llegará a la eficacia a la
condición de definir con claridad sus papeles, de no meterla exclusivamente en
las manos de los ingenieros, que son demasiado propensos a realizar programas
técnicos y mal formados a la gobernanza, las instituciones y la participación,
así como de ubicarla en una red de contrapoderes, inclusive la participación
social. Otra independencia necesaria es la de la investigación científica, ya
ampliamente comentada arriba y confirmada en el ámbito del agua. En efecto, esta
independencia permitió a un instituto de investigación en México responder a las
acusaciones de los negociadores contra un modelo hidrológico que calculaba las
consecuencias de unos escenarios discutidos en un consejo de cuenca. El último
ejemplo aleccionador se refiere a los líderes que negocian en nombre de su
profesión. Anteriormente, estos líderes no tenían necesidad de ser elegidos ya
que la negociación era top-down. Para apaciguar un conflicto o “cosechar” votos,
los programas gubernamentales pasaban por la mediación de los distintos caciques
que estaban a cargo de controlar el descontento con una cierta latitud de
maniobra. En la actualidad, estos líderes son incapaces de negociar plenamente,
es decir, dar y recibir en una relación win-win: por ejemplo, recibir programas
de ahorro de agua contra el soltar una parte del volumen ahorrado a beneficio de
otros sectores. En efecto, los líderes suelen ser cooptados por pequeños grupos
y administraciones después de una apariencia de democracia. Por consiguiente,
son incapaces de dar volúmenes so pena de ser depositado violentamente por su
base que les substituye un líder más radical y demagógico, radicalizando más aún
la negociación.
En conclusión, el medio ambiente sufre de una crisis de gobernanza en los países
del sur a causa de las imperfecciones de la democracia básica que pide
información (informar a los agricultores para que un líder pueda negociar en su
nombre, investigación para quitar una parte de las incertidumbres),
independencia (para aplicar las decisiones, incluso las que son colegiales) y
contrapoderes (tal como la regulación cruzada). Otras condiciones son
necesarias, pero la palabra clave es la de legitimidad, es decir, la confianza
de la población en sus instituciones (líderes, políticos, administraciones) y en
la capacidad para realizar una acción pública que está deseada por todos.
Obviamente, los comunicantes de los países del norte deberían comenzar a
cuestionar sus certidumbres y, al menos, invitar a las autoridades públicas a
renovar su confianza en una investigación independiente que es un elemento de
gobernanza para solucionar las crisis del agua. Deberían también desconfiarse de
las doctrinas internacionales nunca evaluadas pero que acentúan los poderes de
los grupos constituidos en los países del sur. En efecto, las administraciones
se prevalen de la gestión integrada, los usuarios aceptan su “estupidez” gracias
a los programas de capacity-building contra el hecho de recibir apoyos sin
contrapartes, los investigadores predican la participación social sin darse
cuenta de las condiciones democráticas necesarias para su ejercicio. Cada uno de
los poderes territoriales se va reforzando y, ante una autoridad pública
impotente (a pesar de todos los derechos en el papel), las reformas pierden su
sustancia. Ningún protagonista es culpable, pero todo el mundo es responsable en
cuanto aprovecha del sistema vigente.
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