EN TORNO A LA DIMENSIÓN CULTURAL DE LA GLOBALIZACIÓN
Dr. Mario González Arencibia
Universidad de las Ciencias Informáticas
mgarencibia@uci.cu, Cuba
Tercer Encuentro Académico
Internacional sobre "Economía, Educación y
Cultura"
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Introducción
"Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de
nuestras repúblicas".
José martí
Los estudios acerca del proceso de la globalización han sido un tema recurrente
durante la década del 80' y aparecen como aspecto central en la agenda de los
90'. Este tema ha sido discutido desde diferentes perspectivas marcadas por
consensos, pero también por profundas discrepancias en torno a la búsqueda de
alternativas de desarrollo para enfrentar el fenómeno, debido a la existencia de
diversas experiencias en distintas regiones y países. En unos países las
estrategias de desarrollo para enfrentar el proceso de globalización generaron
expectativas frustradas, en cambio, otras regiones experimentaron un desarrollo
exitoso mostrando la posibilidad de combinar lo nacional con lo internacional
preservando un desarrollo autóctono. Estas han sido las causas por las cuales el
proceso de globalización se tiende a identificar con múltiples significados.
Uno de los grandes problemas que ha atravesado este variado debate de
significados de la globalización, es que en la mayoría de los estudios se ha
presentado con un carácter predominante su dimensión económica, relegándose a un
segundo plano su aspecto cultural y social, no siendo tomados adecuadamente por
quienes asumen y ejecutan las decisiones políticas y económicas en el plano
nacional e internacional. Tal concepción al prestar escasa atención a la
importancia de la dimensión cultural de la globalización y del desarrollo en sí
mismo, ha conducido a una notoria simplificación del proceso. Esto ha traído
como consecuencia una reducción de las posibilidades de actuar con éxito en el
contexto de la globalización a través de la elaboración de políticas de
desarrollo sostenible que integren los diversos aspectos de la sociedad. Esta
apreciación conduce a plantear un importante tema a tratar, referido a la manera
en que la globalización cultural y el desarrollo sostenible interactúan y se
determinan mutuamente. A partir de aquí, el objetivo que persigue este artículo
es observar la naturaleza de la globalización cultural como concreción
conceptual.
Perspectiva histórica
Para el análisis en cuestión resulta conveniente observar la perspectiva
histórica del fenómeno de la globalización, tomando en consideración que el
proceso de integración funcional de actividades dispersas de la sociedad global
se acelera con el surgimiento y evolución de las relaciones capitalistas de
producción. En el comportamiento de esta dinámica incidieron múltiples factores,
destacándose los procesos de acumulación que dieron lugar al desarrollo de ese
modo de producción durante los siglos XV y XVI.
Parafraseando a Marx según su análisis en el Manifiesto Comunista se podría
indicar que un lugar de particular importancia en el desarrollo de una sinergia
global, lo desempeñó la formación y desarrollo del mercado mundial, mediante el
cual la producción y el consumo de todos los países tiende a asumir un carácter
cosmopolita. En este contexto los resultados han sido variados, siendo notorio
la sustitución de industrias cuya introducción se transforma en cuestión vital
para todas las naciones civilizadas, y que ya no emplean materias primas de un
sólo país, sino, trasladadas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos
productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del
globo terrestre. De lo expresado se puede apuntar que los aspectos culturales
han acompañado simultáneamente los procesos políticos, económicos y militares.
Por lo que la reflexión sobre la dimensión social y cultural de la globalización
está profundamente vinculada con una mayor composición orgánica y técnica del
capital, con una mayor intensificación de las relaciones sociales de producción
y con el avance del colonialismo, los cuales, en su conjunto han puesto en
contacto las más diversas costumbres de vida y de solución de los problemas de
existencia humana.
Se puede indicar que el contenido social y cultural como proceso, que remite a
la dinámica de la globalización son aspectos que han estado presentes a lo largo
de la historia de la humanidad, y particularmente, su mayor omnipresencia ha
estado asociado a las relaciones capitalistas de producción. Hace 153 años Marx
y Engels (marzo de 1848), refiriéndose a los aspectos señalados expresaron: "En
lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales surgen
nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los más apartados y de
los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de regiones y naciones
que se bastaban asímismas, se establece un intercambio universal, una
interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la
producción material como a la intelectual. La producción intelectual de una
nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo
nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas
nacionales y locales se forma una literatura universal"
Lo planteado permite observar que el proceso de universalización de las
relaciones sociales de producción material e intelectual, es un fenómeno que
tiene una socialización intensiva o unidad de lo diverso con el devenir de las
relaciones capitalistas de producción, debido a la vocación universal del
capital, lo cual está ligado también a la cultura de consumo que promueve y a
los modelos de desarrollo que estimula, acelerando el proceso de "socialización
del sistema". Tal proceso por su naturaleza y sus mayores alcances es reconocido
a fines del siglo XX, casi unánimemente por sus analistas como GLOBALIZACION.
El concepto de globalización en su carácter general se presenta con un carácter
ambiguo, al admitir distintos contenidos. Ello es manifestación de que este
proceso es una tendencia histórica resultante de diversos procesos sociales de
alcance mundial, que apuntan hacia una sinergia global interconectando
diferentes regiones y países, en virtud de múltiples y complejas
interrelaciones, incluyendo no sólo el aspecto económico, sino también social,
político, ideológico y cultural. Como tendencia este proceso produce
interconexiones de organizaciones sociales geográficamente distantes entre sí e
intensifica interconexiones preexistentes.
Por consiguiente, la globalización en su aspecto social conduce a una
reorganización del espacio geográfico, al viabilizar una creciente interacción e
interdependencia de las distintas unidades constitutivas del sistema mundial, lo
cual lleva a modificar los ámbitos de acción de sus actores, adquiriendo matices
heterogéneos en correspondencia con las interrelaciones que se producen.
A nivel esencial la globalización es un proceso objetivo, resultado del
desarrollo de las fuerzas productivas y de la cada vez más desplegada
intensificación de las relaciones sociales de producción a lo largo y ancho del
escenario mundial intervinculando localidades distintas y distantes, en un mundo
heterogéneo en lo económico, social, cultural, demográfico, político e
histórico. Esta heterogeneidad, integra a la globalización de una naturaleza
compleja y multifacética, tanto por los ámbitos diferentes de la vida social en
que se desenvuelve, como por sus impactos, los cuales, también son heterogéneos
en su perspectiva socio-clasista y en sus efectos, sobre las diferentes
regiones, países y clases sociales.
A partir de la idea anterior y atendiendo a los contenidos diferentes que se le
asignan al proceso de globalización es posible identificar "procesos
globalizadores o globalizantes", como un conjunto de fenómenos en plural.
Partiendo de ello en este artículo se utiliza la dimensión de globalización
cultural refiriéndose a esta como lo concreto, es decir como un fenómeno que
sintetiza distintos aspectos de la realidad social, en lo que es conveniente
apuntar que tal concepción, no debe valorarse como equivalente de que las
características de este proceso son homogéneas a lo largo y ancho del escenario
mundial.
Criterios en torno a la dimensión cultural de la globalización
En su acepción cultural la globalización es conceptualizada de distintas
maneras, de un parte, existen autores que la definen como: "la fase actual de la
modernidad entendida como un intento de unificar los imaginarios culturales
mundiales, que se diferencia de la anterior por la existencia de múltiples
actores". Este concepto sugiere que la globalización en lo cultural tiene como
centro a la modernidad, la cual en la teoría es entendida de diversas formas.
Por un lado, se le alude como una noción de progreso, sin embargo por otra
parte, es interpretada como una visión totalizadora de la realidad; como un
fenómeno que no comporta un conjunto de valores o intereses en si misma, y que
se conforma por medio de la matriz del poder y las estructuras del sistema de
clases donde está enraizada.
Esta concepción vista de manera unilateral tiende a mutilar el carácter objetivo
de la globalización en su aspecto cultural, debido a que se tiende a concebir
sólo el carácter impositivo con que ha actuado la modernidad desde la lógica
dominante de los centros de poder. A nuestro entender, es de particular
importancia para el análisis de la dimensión cultural de la globalización
reconocer que "el papel histórico progresivo del capitalismo puede resumirse en
dos breves tesis: aumento de las fuerzas productivas del trabajo social y
socialización de este".
Marx como resultado de su minucioso estudio del capitalismo, al referirse al
proceso de socialización que crea destaca que: "El período burgués de la
historia esta llamado a sentar las bases materiales de un nuevo mundo: a
desarrollar, por un lado, el intercambio universal, basado en la mutua
dependencia del género humano, y de otro, desarrollar las fuerzas productivas
del hombre y transformar la producción material en un dominio científico sobre
las fuerzas de la naturaleza"
En otra dimensión del análisis se presenta a la globalización cultural como "el
pasaje de identidades culturales tradicionales y modernas, de base territorial,
a otras modernas y posmodernas, de carácter transterritorial". Aquí subyace el
fenómeno de la modernidad y de la posmodernidad, sin embargo, esta concepción
avanza en el reconocimiento de los aspectos del pasado y el presente, haciendo
énfasis en los cambios orgánicos que se producen, los cuales tienen como centro
la construcción de identidades culturales.
También se destaca en un plano más general, la concepción de globalización
entendida por algunos analistas como: la vocación homogeneizadora en lo
económico, político y cultural, haciendo referencia al contexto en que ejercen
un poder absoluto los actores transnacionales y la presencia de tendencias
centrípetas que dominan y diseñan el eje del escenario en que se mueve la
sociedad global. Este plano de movimiento de la globalización, es lo que se
conoce como globalización versus cultura.
Funciones claves de la cultura
Con el análisis anterior se intenta llamar la atención en lo que respecta a lo
siguiente: si sólo se observa la dimensión cultural de la globalización
vinculada al criterio del carácter dominante que han ejercido los centros de
poder imponiendo su cultura al resto del mundo, se reconoce únicamente el
carácter hegemónico del proceso, lo cual, es dañino para el diseño de políticas
de desarrollo sostenible, particularmente desde la perspectiva de los países
subdesarrollados. Por ello este análisis propone que la dimensión cultural de la
globalización supere la simple visión de concebir sólo el aspecto fenoménico del
proceso trascendiendo a los aspectos esenciales del mismo.
En un primer orden, es necesario partir del carácter genérico del concepto
cultura, entendida dentro de sus múltiples acepciones como un proceso en el
desarrollo histórico de la sociedad y donde se entroncan las riquezas humanas y
los valores aportados por generaciones a través de distintas épocas, pueblos,
naciones, continentes dados en expresiones que ilustran diversidades y
especificidades donde se funde lo común con lo distintivo. Por consiguiente, la
cultura es un complejo sistema que funciona con determinados grados de
integridad y dinamismo, incluyendo un conjunto de subsistemas, los cuales,
conforman la base de la creación y difusión de los valores espirituales. Según
esta apreciación, la cultura esta provista de un enfoque sistémico que puede ser
considerado como un subsistema de cualquier sistema social concreto que se
analice, lo cual está en correspondencia con las funciones que cumple.
Este análisis lleva a señalar, que el enfoque sistémico e integral que está en
la base de la interacción sinérgica del conjunto de fenómenos y procedimientos
de la sociedad, permite concebir a la cultura como un sistema multifuncional en
estrecha interdependencia con la realidad, y en particular con el sistema
socio-económico. Por lo tanto, vale aclarar que aún cuando la cultura cuenta con
relativa independencia, depende de la base socio-económica, la cual determina su
nivel y carácter imprimiéndole los rasgos específicos de la formación
socio-económica que represente. De ello se derivan los nexos entre cultura y
desarrollo, siendo el factor cultural instrumento y objetivo del desarrollo en
la medida en que promueva el despliegue multifacético de la vida humana en sus
diversas formas. Esta valoración no debe llevar a la equivoca interpretación de
reducir a la cultura a una posición subordinada de simple catalizador del
desarrollo económico, debido a que la cultura desempeña múltiples funciones que
superan su misión de promotora del desarrollo económico.
A los efectos del objeto de estudio de este trabajo es importante tener en
cuenta las funciones claves de la cultura, (informativa, directiva y
comunicativa) las cuales, representan el nivel funcional jerárquico superior de
cualquier sistema cultural. De ello se derivan otras funciones tales como: la
protectora, (protege al hombre de las influencias nocivas y de los cambios del
medio ambiente). También se destaca la función socializadora de la cultura,
referida a la asimilación de conocimientos, aptitudes, normas y experiencia
social acumuladas durante la fusión de múltiples generaciones, incluyendo
elementos intra e intergeneracionales. La asimilación se materializa a través
del desempeño de las relaciones sociales que se establecen entre los hombres en
las diversas esferas del desarrollo social; en ello ocupa un papel importante la
educación como reproductora del desarrollo.
Según esto el aspecto cultural de la sostenibilidad asume especial importancia
cuando se reconoce como objetivo que incluye el desarrollo. Por esta razón
podría desarrollarse una comprensión de las interacciones entre la sociedad y el
consumo per cápita de recursos en las que intervienen la tecnología, la cultura
y los valores éticos. La base de la sostenibilidad del desarrollo radica
entonces, en identificar toda la variedad de posibles relaciones sociales entre
los hombres y su medio natural y seleccionar aquellas interrelaciones que
sustentan la vida. Desde el punto de vista metodológico es de gran importancia
tener en cuenta los aspectos anteriores en el tratamiento de la globalización
cultural, si se parte del criterio de que esta se nutre de lo particular, de lo
específico y de lo singular de cada subsistema de la realidad mundial.
Privilegiar las manifestaciones de la globalización cultural en el nivel local,
permite comprender las experiencias, símbolos y discurso de la cultura local, la
diferenciación espacial interna y sus interrelaciones con los ámbitos (siempre
heterogéneos) de la cultura regional, nacional y global. Por lo que entendemos
que el contenido más profundo de la globalización cultural está en la identidad
cultural, la cual representa esencialmente la manera en que se concretan los
vínculos de la unidad y la diversidad en diferentes interconexiones espaciales y
temporales. En su primera dimensión incluye territorios, naciones, regiones,
continentes hasta llegar al universo y en su segundo aspecto contempla los
elementos del pasado, del presente y su fusión.
¿Cómo entender la globalización cultural?
Los argumentos expuestos llevan a plantear la globalización cultural como: la
bifurcación de identidades culturales de distinto orden en los que se concreta
la unidad y la diversidad. Unidad en una perspectiva de universalidad con
principios universalistas y diversidad si se tiene en cuenta el mantenimiento de
ciertas formas de identidad nacional. En ello está implícito la socialización de
los valores de la cultural universal, lo cual, tiene como base la intersección
de lo global con lo local, el nivel de las identidades, su evolución y nuevas
formas de emergencia e hibridación que son propias del desarrollo social.
Esta concepción sugiere dos proposiciones alrededor de las identidades
culturales de la globalización; en primer lugar, estas se deberán crear desde la
lógica de la cultura universal de los procesos sociales, los cuales incluyen a
las demandas de los fenómenos económicos, políticos y ecológicos que actúan en
función de lo social. En una segunda dimensión es necesario considerar que la
construcción de las identidades culturales de la globalización se deberán
estructurar desde la perspectiva del Estado-nación en correspondencia con sus
especificidades dentro del contexto del sistema mundial.
El enfoque anterior es de suma importancia para la elaboración de políticas de
desarrollo sostenible al tomar en cuenta la relación entre lo nacional y el
resto de las partes en el sistema mundial. En este marco es importante reconocer
que la globalización como proceso constituye una reestructuración, que tiene su
contenido más profundo en la evolución del conocimiento científico. Este
razonamiento expresa una realidad operativa y esta consiste en esencia en un
amplio, complejo y dinámico proceso de modificaciones, que afecta a todos los
componentes de la sociedad global contemporánea y cuyos factores determinantes
son tanto económicos, tecnológicos, ecológicos, culturales, como políticos y en
su más amplia dimensión social.
Identificada como reestructuración que comprende las fuerzas productivas y las
relaciones de producción y la superestructura que la representa dinamizando
estos nexos, la globalización no debe ser ignorada ni evitada. Hace ya algún
tiempo que fue superada la época en que los países podían tratar de
desarrollarse con relativa independencia de lo que sucediera en el resto del
mundo. Debe quedar claro que lo que ha estado transformándose de manera
vertiginosa en los últimos años, no es solamente el país, sino la sociedad
mundial en su conjunto, y que en este entorno, los parámetros de inserción en la
cultura mundial globalizada son volubles y están sujetos a certidumbre e
incertidumbres debido al carácter dominante de las leyes del capital, y este se
extiende y modifica con particular celeridad y en trayectorias incalculables.
Esta fluctuación consustancial a la globalización dictada por la ley del valor,
debe ser tenida muy en cuenta por las alternativas de desarrollo, prestando
especial atención al establecimiento de dispositivos para reducir los dilemas
culturales de los procesos que la acompañan, y de hecho, para tratar de sacar
ventajas de los desafíos que se generan, tanto de las certidumbres como de las
incertidumbres ocasionadas por las transformaciones que ocurren en la economía
mundial contemporánea.
La relación que hay entre globalización, cultura y desarrollo es mucho más
dinámica, también podría admitir la existencia de oportunidades para el
desarrollo cultural. El reto para los países subdesarrollados en el contexto de
la globalización, no es que las oportunidades de desarrollo no estén presentes,
el dilema está en lograr aprovechar las oportunidades existentes, las cuales
exigen determinados requerimientos que muy pocos países subdesarrollados pueden
o han sido “capaces de alcanzar”. Esta meditación conduce a la idea, de que la
globalización pudiera ser inevitable en tanto se considere como un proceso de
reestructuración económica y cultural global resultado de la evolución del
conocimiento científico. Esto no implica que no se reconozcan sus efectos
dañinos, los cuales en cuanto a posibilidades de desarrollo los mismos si deben
ser evitados. Una visión de ese tipo se podría apoyar en hechos reales y en
tendencias evidentes del proceso, fundadas en las consecuencias negativas que ha
tenido para los países subdesarrollados y también para vastos sectores sociales
en las propias naciones más industrializadas.
El carácter contradictorio y heterogéneo de la reestructuración de la economía y
la cultura mundial se expresa, de diversas maneras, entre ellas en el hecho de
que este proceso que ha favorecido la extensión a escala planetaria de prácticas
inhumanas de obtención de plusvalía y de diferenciación social, también ha
conducido a una dispersión de la base industrial y cultural del mundo en “favor”
de un grupo de países subdesarrollados, cuyos efectos no pueden ser ignorados ni
menoscabados. Estos efectos diferenciados dejan ver variados desafíos y
lecciones en el plano del diseño de políticas de desarrollo.
Las lecturas de los clásicos del marxismo indican que la solución de la
contradicción económica fundamental del capitalismo está en reconocer de modo
efectivo el carácter social de las fuerzas productivas modernas, y por tanto, de
armonizar el régimen de apropiación y de cambio con el carácter social de los
medios de producción. “Las fuerzas activas de la sociedad obran mientras no las
conocemos ni contamos con ellas, exactamente lo mismo que las fuerzas de la
naturaleza: de un modo ciego, violento destructor, pero una vez conocidas, tan
pronto “se sepa” comprender su actividad, su tendencia y sus efectos, depende de
nosotros supeditarlas cada vez más de lleno a nuestra voluntad y alcanzar por
medio de ellas nuestros propios fines”.
Epílogo
El mensaje conclusivo podría ser, que en la medida en que se diseñen políticas
culturales que contribuyan al desarrollo cultural, teniendo en cuenta lo
universal de los procesos, así se podrán enfrentar los efectos nocivos del
proceso de globalización en lo económico, político, ecológico y cultural. Para
ello globalización cultural y desarrollo sostenible deberán convertirse en la
práctica real en una unidad dialéctica, teniendo como centro al hombre y su
entorno. La relación entre la globalización cultural y el desarrollo sostenible
debe convertirse en un elemento estratégico. A través de ella, se pueden abordar
respuestas a importantes problemas sobre las presentes y futuras generaciones al
tomar en consideración a la cultura como el barómetro de la calidad del
desarrollo.
Esta unidad dialéctica requiere de acciones constantes, proceder afirmativamente
en los programas que se propongan, dándoles el contenido y los recursos
necesarios para que se ejecuten eficientemente; en ello reside el carácter
sostenido del desarrollo. Sin embargo, este será sustentable cuando se logra
consolidar desde la perspectiva temporal y espacial. Pero más que nada será
sustentable cuando confiemos en él. Cuando exista una conciencia clara del
horizonte en el pasado, presente y futuro, en los marcos de una racionalidad que
perdure política, económica, ecológica, cultural y socialmente. Hay que partir
de un factor decisivo, y es que en última instancia lo determinante es el factor
económico, sin el cual, no se puede sustentar ningún proyecto social. No se debe
ignorar que sin "economía sólida todas las aspiraciones políticas y sociales se
convierten en un sueño utópico".
El desarrollo sostenible requiere de tecnología y creatividad humana de manera
que se globalice una nueva ética que involucre la justicia social y enaltezca la
vida en todos sus ordenes en lo que se debería tener en cuenta lo siguiente: "El
poder no reside únicamente en el saber técnico, sino en la apropiación de la
capacidad social y técnica reunidas, en la acumulación de recursos culturales
para usar esta apropiación y en la formación de vínculos entre lo local y lo
mundial. Se ha logrado pasar con éxito del sistema "global" al "local" cuando
los factores culturales han sido tenidos en cuenta explícita y cuidadosamente.
Esas transferencias requieren innovación técnica, económica y social conforme
los pueblos recuperan la iniciativa. Por lo tanto, hay que prestar especial
atención al saber que cada cultura ha aportado al patrimonio intelectual del
mundo".
Lo anterior sugiere que la defensa de la identidad nacional no es la
incomunicación, sino una mayor y auténtica apertura hacia lo universal. Sólo se
puede preservar lo nacional si esta se abre a todo lo legítimamente culto que no
es nuestro. Esto supone un proceso de autocreación incompatible con las formas
culturales importadas, donde los valores culturales deben ser interpretados y
actualizados por los grupos que participan en ellos. En tal sentido, la
formulación de políticas culturales, no debe ser exclusiva de los Estados o de
la iniciativa privada, sino que debe incluir a educadores, profesionales,
trabajadores de la cultura, asociaciones; capaces de generar ideas,
alternativas, proyectos socioculturales, que conduzcan al fortalecimiento de la
identidad y al enriquecimiento de la pluralidad de nuestros pueblos.
En conclusión, para los países de América Latina y el Caribe en realidad no se
trata de elegir entre la autarquía y la apertura. De lo que se trata, es de
elegir entre el sendero hasta ahora seguido, de aceptación pasiva y sin reservas
de todo aquello implicado en la globalización, o un sendero diferente, que
implique el despliegue de capacidades en distintos niveles -(comunitario,
territorial, regional, nacional, continental, en lo económico, político,
ecológico, cultural, es decir social etc.)- para asumir o rechazar las
tendencias globales y colocarlas en función de un desarrollo multidimensional.
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