REPERCUSIONES DE LA DEFINICIÓN DEL TAMAÑO EMPRESARIAL EN LOS
RESULTADOS EMPÍRICOS SOBRE EFICIENCIA Y FINANCIACIÓN.
Alfonso Galindo Lucas(*)
SEGUNDO ENCUENTRO INTERNACIONAL SOBRE
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Resumen
Gran variedad de criterios cuantitativos y cualitativos conforman la tradición
en investigación y legislación acerca del tamaño empresarial y medidas
presuntamente relacionadas con éste. Dentro de cada uno de esos criterios, los
límites cuantitativos establecidos entre categorías de empresas han sido también
variados y aun arbitrarios. En nuestra aproximación a este concepto, encontramos
una confluencia hacia las variables activo, cuota de mercado y gasto de
personal, todo ello con las matizaciones por sectores que se desprenden de un
estudio descriptivo tradicional y una propuesta original de sectorización. Las
relaciones obtenidas en trabajos previos entre el tamaño o el sector y los
fenómenos tales como rentabilidad o estructura financiera ha dependido (y así
queda demostrado) no sólo de las definiciones adoptadas de tamaño y sector
empresarial (variables explicativas), sino también de las variables
dependientes, especialmente, la rentabilidad.
Palabras clave: Tamaño empresarial, análisis factorial, eficiencia, financiación
J.E.L.: L25, L11, L59.
Introducción
La reciente entrada en vigor, el 1 de enero de 2005, de la Recomendación de la
Comisión Europea, de 6 de mayo de 2003, acerca de las definiciones de
microempresa, pequeña empresa y mediana empresa otorga relevancia al tema y hace
necesaria la comparación de los criterios establecidos en esta norma no
vinculante con el trabajo de investigación que aquí se desarrolla.
El objetivo de este trabajo es dar una definición objetiva para un concepto, la
dimensión empresarial, que ha sido comúnmente definido por convenciones. El
criterio de objetividad que se adopta es de tipo matemático y se basa en la
matriz de correlaciones. Para garantizar que el método utilizado sea lo más
objetivo posible, se ha aplicado el Análisis Factorial al mayor número y
variedad posible de variables.
Otros trabajos han utilizado el Análisis Factorial para obtener una componente
multivariante del tamaño, pero su obtención se ha efectuado como paso previo
para el estudio de fenómenos diversos, como el crecimiento (González y Correa,
1998; Correa et al., 2002), el sector (Correa et al., 2001, Hernández, Rodríguez
y Rodríguez, 2001), la estructura financiera (Hernández et al., 2001), la
rentabilidad (Rubio y Aragón, 2002), etc. Algunos de estos aspectos son tratados
en este estudio, desde un punto de vista estático (sin que podamos abordar el
tema del crecimiento). Dichos estudios suelen buscar una única componente
principal y, en función de fundamentos teóricos y antecedentes bibliográficos,
eligen las variables iniciales que habrán de formar parte del modelo factorial.
En nuestro análisis, por el contrario, se tratan en conjunto la problemática
financiera, la rentabilidad, la supervivencia, y la edad, el sector de
actividad, etc.
La obtención de un criterio objetivo de dimensionamiento empresarial pasa
necesariamente por la averiguación acerca de si son válidos los criterios,
aparentemente arbitrarios, utilizados hasta ahora; en concreto, empezaremos por
determinar si el comportamiento de unos es similar al de otros subrogados a
través de la muestra de empresas. En caso de que estos criterios no sean
intercambiables, tendremos que comprobar si son combinables de alguna forma y,
en función de ello, estimaremos por último una combinación de variables que sea
razonable para medir esta característica empresarial.
Se trata de averiguar, en primer lugar, qué variable o conjunto de ellas hace
que una empresa sea menor o mayor que otra, es decir, en qué se concreta la
noción, hasta ahora confusa, de tamaño. En términos intuitivos, esta medida
debería darnos una idea de la importancia económica y poder relativo de una
empresa con respecto a las demás, bien dentro de una economía (comunitaria,
nacional, regional, etc.) o de un sector de actividad. Así pues, hemos de buscar
un factor o variable de medida que diferencie claramente lo que a las empresas
las hace grandes o pequeñas. Reproduciendo la pregunta que se formula en
Orteryoung y Newman (1993) ¿Ha de ser distinta la problemática de una empresa
con 40 empleados y otra con 60 ó de una con 8 y otra con 12? ¿Por qué? En un
terreno más práctico, ¿Qué legitima el hecho de que una empresa se pueda acoger
a incentivos fiscales o líneas de crédito y otra no? Una de las principales
preocupaciones que promueven la elección de este tema de investigación es la
existencia de medidas de apoyo de aplicación desigual, según determinados
requisitos: Si los incentivos legales establecidos contrarrestan alguna
desventaja competitiva de las empresas a que se dirigen, entonces estarían
nivelando la competencia, pero si no tuviesen tal justificación, podrían
perjudicarla.
Junto con la antigüedad o la esperanza de vida, el tamaño empresarial está
siendo uno de los temas que más preocupan a académicos y Administraciones
Públicas, aparte de analistas, prestamistas y directivos de las propias
empresas. A pesar de que entre los distintos países de la Unión Europea no
existe consenso respecto al momento en que una empresa se considera iniciada o
finalizada , la antigüedad de la empresa es un aspecto cuya determinación no
suele presentar graves problemas, salvo casos de fusión, absorción, escisión,
reprivatización, etc. En cambio, la principal dificultad a la que se enfrentan
los trabajos sobre PYME o sobre la dimensión empresarial es la necesidad de
delimitación previa del concepto.
En segundo lugar, además de la obtención de una definición del tamaño, se
pretende averiguar si una empresa se define mejor por su dimensión, por su
rentabilidad, por su sector, por su estrategia, etc. Se desea clarificar hasta
qué punto el tamaño caracteriza a una empresa. Nos proponemos, por tanto,
analizar la relevancia del tamaño, en comparación con otros factores, a efectos
de explicar la variabilidad de las características, oportunidades y
comportamiento entre unas empresas y otras.
La idea de variabilidad que aquí se adopta está muy relacionada con el concepto
de “diversidad”, con un matiz distinto al significado del término utilizado en
otras ciencias . Si dicha diversidad viene explicada de forma primordial por el
tamaño, entonces podemos hablar más específicamente de “desigualdad”. La
adecuación de la política industrial a las desigualdades competitivas sería una
de las principales aplicaciones de nuestros resultados.
La discusión acerca de cuáles son los criterios definitorios y cuáles las
características más frecuentes en las empresas de distinto tamaño plantea un
debate seudo-relativista, que se resume en Illueca y Pastor (1996), al afirmar
que los efectos atribuibles al tamaño deben tener su explicación en la propia
definición del mismo. Actualmente, se suele definir a la PYME como aquella
empresa que no emplea a más de cierto número de personas y, dentro de esos
límites, se estudia la probabilidad de que sus ratios económicos y financieros
estén en determinados intervalos (Osteryoung, Constand y Nast, 1992). La
secuencia lógica entre el estudio del tamaño y sus efectos es la que se viene
utilizando: Primero, se procede a la medición del tamaño y luego se determina su
importancia en la caracterización de las empresas o su relación con otras
variables, como rentabilidad, crecimiento, autonomía financiera, etc. No
obstante, el tamaño no sólo está por delimitar cuantitativamente, sino por
definir y es en esta faceta donde se encuentra el punto débil de la mayoría de
las obras consultadas. La definición del tamaño sólo puede conseguirse actuando
de forma inversa a como se ha hecho en éstas, es decir, no caracterizando a las
empresas en función de una clasificación dada de tamaños, sino extrayendo, de
entre el conjunto de características relevantes de las empresas, las que se
pueden interpretar como indicativas del tamaño. Por lo tanto, será necesario, en
primer lugar, medir la variabilidad de todas las características que diferencian
a unas empresas de otras y, a partir de esta variabilidad, definir el tamaño,
distinguiéndolo de otros factores, para poder, en último término, medirlo y
determinar su capacidad explicativa en el resto de variables.
Esta es la principal aportación metodológica que asumimos y se ha debido sobre
todo a la disponibilidad de datos. Al existir una muestra representativa
referida a un conjunto considerable de variables, ha sido posible definir el
tamaño en función de las características de la muestra, para luego poder medir
la importancia de dicha variable y su relación con otras variables o
características empresariales. Todos los trabajos consultados, han usado como
argumento la importancia del tamaño o de un determinado segmento de tamaños (PYME),
para justificar la relevancia del tema, en vez de determinar dicha importancia
después de definir el tamaño.
Los datos numéricos datan de 2001 y eso es debido a dos motivos fundamentales:
En primer lugar, la única diferencia apreciable entre los valores numéricos de
2001 y los registrados con posterioridad en la base de datos SABI era debida a
la inflación, por lo que siguieron siendo preferibles datos de 1999 a 2001, años
en que los datos venían expresados en euros y no existía ya la peseta. Debido a
la estabilidad económica de estos años y al proceso inflacionista que coincidió
con la puesta en circulación de los billetes y monedas de euro, los datos
inmediatamente anteriores a 2002 son considerados más comparables y pueden
utilizarse conjuntamente como una sola muestra para análisis estáticos,
incrementando la información total disponible con respecto a la contenida en un
solo año. En segundo lugar, los datos relativos a variables cualitativas se
obtuvieron de una encuesta realizada en aquellas fechas, que no se ha vuelto a
repetir.
La trascendencia del problema viene justificada, en primer lugar, por la
dificultad que entraña y, en segundo, por las trascendentales implicaciones que
tal definición puede tener, tanto en las conclusiones de los numerosos estudios
empíricos, como en la designación de los destinatarios de políticas públicas de
regulación industrial, implantadas normalmente con la finalidad de prestar apoyo
en razón del tamaño.
Este problema hace que los resultados de la investigación sean dependientes de
la definición previamente adoptada de tamaño o, en su caso, de PYME, lo cual
limita la comparabilidad de los resultados. Las conclusiones extraídas estarán
referidas, en principio, a dichos conceptos únicamente y no al tamaño de la
empresa, entendido como algo más general e intuitivo (Illueca y Pastor, 1996).
Del mismo modo, entre distintas normativas aplicables a un mismo tejido
empresarial, entre distintos países o dentro de un mismo país, también ocurren
contradicciones de este tipo que favorecen el conflicto entre normas relativas a
las PYME. El Consejo Económico y Social de la Unión Europea, en un dictamen de
1992, reconocía la inexistencia de una definición universalmente aceptada, para
los distintos conceptos de microempresa, pequeñas empresas, medianas o grandes,
entre los distintos Estados Miembros o dentro de la propia normativa europea. En
el ámbito de un mismo país, suceden también este tipo de incongruencias (Cross,
1983; Ganguly, 1985; Forsaith y Hall, 2001,inter alia).
Esta ausencia de definición se considera una restricción inevitable en Bannock
(1981). Este autor considera que tanto los economistas como los legisladores
están obligados a hacer definiciones estadísticas arbitrarias, debido a que, en
la economía de mercado, la organización empresarial, responsable de la actividad
económica, es un continuo sin cortes definidos. En Illueca y Pastor (1996) se
reconoce como un problema la selección de la variable representativa del tamaño,
en aquellos trabajos relacionados con éste.
Siendo bastante apremiante esta necesidad de homogeneizar criterios está, en
todo caso, supeditada a la correcta elección de aquella variable o combinación
de variables que permitan clasificar a las empresas según su importancia en la
economía. Existen estudios en los que, al menos, se justifica la elección del
concepto de tamaño utilizado (García et al., 1997). Algunos trabajos importantes
hacen una remisión expresa a alguna normativa u organismo o a alguna disposición
jurídica no vinculante o bien aclaran cuál o cuáles son los criterios elegidos
para delimitar los distintos tipos de empresa. A la disparidad de criterios
utilizados se añade la circunstancia, en algunos estudios, de hacer referencia
exclusivamente a empresas admitidas a cotización oficial (Osteryoung et al.,
1995; Fernández, Montes y Vázquez, 1999; Raymond, Maroto y Melle, 1999, inter
alia).
Aparte de las consecuencias que en los resultados puedan tener las
características de las muestras utilizadas, es lógico sospechar que una parte de
las divergencias entre ellos pueda deberse a la utilización de diferentes
medidas del tamaño. Por ejemplo, existen resultados empíricos contradictorios en
la búsqueda del efecto del tamaño en la estructura financiera (Cardone y Cazorla,
2001; Aybar, Cansino y López, 1999) o en la rentabilidad (González, Hernández y
Rodríguez, 2000) o la contrastación de la Ley del Efecto Proporcional, de Gibrat
(González y Correa, 1998).
En este estudio se aborda también la cuestión de la capacidad explicativa que
pueda tener la dimensión empresarial, en el sentido de que pueda llegar a
establecer diferencias cualitativas inequívocas entre tipos de empresas con
características diferentes. En función de sus posibles definiciones, el poder
explicativo que pueda tener el factor tamaño puede ser mayor o menor.
La forma de medir el tamaño ha de ser válida para cualquier territorio y
periodo, es decir, debería existir un método susceptible de ser aplicado a
poblaciones de empresas a nivel nacional o regional en cualquier país y cuyos
límites puedan ser revisados, por ejemplo, cada año, a efectos de ayudas
públicas y regímenes fiscales para PYME. Sin perjuicio de lo anterior, el ámbito
de nuestro estudio se ha acotado a las empresas constituidas en España. Esta
opción se debe a que, a pesar de que existen políticas comunitarias que afectan
a las empresas españolas, tanto la definición del tamaño o el concepto de PYME
como el establecimiento de medidas de apoyo a estas últimas (p. ej., incentivos
fiscales) se articulan de forma independiente en cada Estado Miembro . Es
preciso reconocer, no obstante, que existe una tendencia a converger
legislativamente con los límites cuantitativos emanados de la Comisión europea
en forma de recomendación.
En cuanto al resultado que se persigue, hay que advertir que si se llegase a
obtener un concepto simple y cuantitativo del tamaño, similar al de cuota de
mercado o el volumen de inversiones, eso podría terminar por reducir la
relevancia científica de dicho factor. Es muy probable que se produzca esta
pérdida parcial de significado, conforme más se concrete el concepto de
“dimensión empresarial”, teniendo en cuenta que actualmente el tamaño viene muy
ampliamente definido y se asocia tanto con el poder de mercado o la credibilidad
en ámbitos bancarios, como con la antigüedad, la separación entre propiedad y
control, el grado de internacionalización, etc. Todas estas circunstancias
constituyen en la actualidad una definición laxa del tamaño, más que un conjunto
de fenómenos susceptibles de ser estudiados por tramos de tamaño. En cambio, la
dimensión empresarial, definida de modo estricto, sería más fácil de comprender
como fenómeno y de relacionar con otros conceptos, como el prestigio, el
planteamiento estratégico o la solvencia profesional.
En cualquier caso, es más apropiado, desde el punto de vista científico, llamar
al número de empleados “plantilla media de la empresa” y no “dimensión”, en
tanto existan otros criterios generalmente asociados a dicho concepto, como la
cifra anual de negocios o el activo neto contable, así como multitud de
criterios cualitativos, tales como el grado de internacionalización, la
estructura de propiedad, el tipo de estrategia competitiva, etc. y otros “multicriterios”,
que son combinación de los anteriores.
Las herramientas que hemos utilizado son de tipo estadístico multivariante, con
excepción de algunos métodos gráficos de análisis de concentración (curvas de
concentración y diagramas de caja) y las relaciones de variables dos a dos
(contingencias y correlaciones). Concretamente, el Análisis Factorial por
Componentes Principales es el algoritmo de más reciente utilización para la
concreción del concepto de tamaño (Correa, Acosta y González, 2001).
En lo que afecta al concepto de tamaño, la legislación sobre política de PYME es
a menudo incoherente en los dominios de distintas medidas de apoyo, distintas
especialidades jurídicas o diferentes ámbitos legislativos. Puede existir,
incluso, cierto grado de conflicto entre regulaciones relativas a aspectos
diversos de la actividad de las PYME. La empresa puede tener incentivos,
simultáneamente, a favor y en contra de la creación de empleos.
La pequeña y mediana empresa (PYME) es un objeto de estudio de importancia cada
vez mayor en el campo de la Economía de la Empresa y, de forma más reciente, en
las Finanzas Empresariales. Esto no sólo se debe a la importancia de este tipo
de empresas, en términos agregados, sino a las peculiaridades de su
competitividad, con respecto a las grandes empresas. A estas características
propias le deben ser aplicadas teorías y técnicas de estudio específica, puesto
que las PYME no son una versión en miniatura de las grandes empresas (Laffarga,
1999). Antes al contrario, se está imponiendo la tendencia de considerar a las
grandes empresas como una cartera de pequeños negocios (Hart y Oulton, 2001).
La forma en que las empresas compiten, en función de su tamaño, ha sido
estudiada en una primera etapa, desde la perspectiva de los mercados de
productos, en el marco de la Dirección Estratégica y la comercialización. Más
adelante, se han ido descubriendo notables desigualdades en el acceso a los
mercados de factores. Concretamente, las desventajas competitivas de las
empresas menores en los mercados financieros han suscitado las líneas de
investigación más fructíferas, en relación con la PYME.
Al mismo tiempo, la complejidad de la realidad de la gran empresa, especialmente
en lo concerniente a mercados de capitales, lleva a las Finanzas Corporativas a
una especie de colapso en la producción de teorías (Azofra y Fernández, 1999,
hablan de "encrucijada de bifurcación paradigmática”). Esta circunstancia
favorece el creciente interés de los investigadores por el fenómeno PYME. A
falta de teorías aplicables, las grandes corporaciones transnacionales financian
sus propios estudios ad hoc, prescindiendo del mundo científico y del carácter
público de los resultados. Adicionalmente, pueden estar más interesadas en que
se estudie el comportamiento y las necesidades de ese cliente potencial llamado
PYME. Dada su importancia cuantitativa en las economías y el agotamiento teórico
referente a la gran empresa, la urgencia de realizar estudios acerca de las
empresas de menor dimensión es, precisamente, lo que está obligando a sus
autores a adoptar definiciones dogmáticas, generalmente emanadas de organismos
oficiales.
En cuanto a fuentes de información disponibles, hasta los años ’90, no eran
muchos los estudios que utilizaban información individualizada de pequeñas y
medianas empresas, por ejemplo, para llevar a cabo el análisis de la
rentabilidad, tanto en España como en otros países. Es cierto que hasta hace uno
o dos lustros, la gran mayoría de los análisis realizados en España y los de
mayor relevancia científica se han centrado principalmente en el sector
industrial y para empresas grandes (González Gómez et al., 2000). Esta
tradicional preferencia académica puede explicarse en parte por la carencia de
datos económico-financieros relativos a las PYME (González, Correa y Acosta,
2002; González y Correa, 1998), especialmente, teniendo en cuenta la gran
disponibilidad de información en empresas que cotizan en bolsa.
Trascendencia práctica
Las PYME destacan por su importancia en la creación de puestos de trabajo, con
respecto a las grandes empresas (García et al., 2002). Eso puede deberse a que
tienen menores costes salariales por trabajador (Salas, 1994). El papel de las
PYME en la creación de empleo ha sido discutido en trabajos como Davis,
Haltiwanger y Schuh (1994, 1996) y Storey (1994), quienes hablan de las
“falacias de la distribución por tamaños” y a la "confusión frecuente entre los
conceptos de creación bruta y creación neta de empleo”. En relación con la
empresa española, existe un trabajo empírico (Ruano, 2001), en el que se
verifica una tasa de creación de empleo inversamente proporcional al tamaño de
la empresa.
Atendiendo al número de empleados, se ha comprobado que en España, la dimensión
de las empresas es, por término medio, bastante inferior a la de las empresas
europeas (Martínez, 1998a; Correa, González y Morini, 1998, inter alia). Eso
aleja aún más a las PYME españolas de las teorías clásicas y neoclásicas “a lo
Modigliani y Miller” (Salas, 1994), relacionadas con las cualidades eficientes
de los mercados de valores y reclama la necesidad de adecuar al menor tamaño las
teorías que tratan de imperfecciones como la asimetría informativa y los
conflictos de intereses (Boedo y Calvo, 1997, Cardone y Cazorla, 2001, inter
alia).
Todas las cifras publicadas, si bien hacen referencia a un concepto de tamaño
que aquí se pone en discusión, reflejan una clara concentración entre empresas
de las variables macroeconómicas, en general, pues para un porcentaje acumulado
de empresas casi total, el empleo o las ventas no llegan a acumular dos tercios
del total. Este dato es mucho más evidente para variables como el activo, puesto
que el conjunto de dichas empresas apenas realiza un 20% de la inversión real
total. La aplicación del estudio de la concentración a la definición del tamaño
empresarial es una de las propuestas novedosas de este trabajo, compatible con
los resultados que se obtienen en los análisis multivariantes.
No es mérito nuestro incluir el análisis por sectores en estudios relacionados
con la dimensión empresarial, como tampoco definir la dimensión empresarial
dependiendo del sector en que se encuentre. De hecho, la Small Business
Administration, de Estados Unidos, utiliza desde los años ’80 un criterio
secmentado por sectores. El elemento que explica la relevancia de las PYME en
una economía determinada es, según García et al. (1997), la especialización
sectorial de dicha economía, a pesar de que se admita “la tradición y la cultura
empresarial de cada región” como un factor que interviene, de alguna forma,
aunque no está claro si como causa o como consecuencia de dicha especialización.
El hecho de que las empresas de menor dimensión predominen en países
mediterráneos, como España, y que su tamaño sea menor que el de otros Estados
comunitarios viene determinado por la especialización internacional de la
economía española, en sectores donde el tamaño mínimo eficiente es reducido
(comercio, turismo, servicios).
La importancia del fenómeno PYME no es sólo de tipo cuantitativo, es decir, no
sólo está relacionada con la capacidad de estas empresas de generar empleo,
valor añadido, bases imponibles, etcétera, sino que radica también en la
necesidad de protección oficial de la que adolecen, en virtud de determinadas
debilidades estructurales. Éstas han sido motivo de importante y numerosa
investigación.
El apoyo oficial a la PYME es una de las escasas políticas públicas que nacen en
el seno de la Unión Europea, como iniciativa supranacional, con antelación a las
políticas nacionales y sin necesidad de una previa cesión de soberanía sobre el
ámbito específico de su regulación. En 1983, se celebra el Año Europeo de las
Pequeñas y Medianas Empresas, a propuesta del Parlamento Europeo, en la clausura
del Año Europeo de las PYME y el artesanado. En 1987 se lanzó un segundo
programa. El tercer Programa plurianual en favor de las PYME (1997-2000) estaba
respaldado por las medidas adoptadas en el contexto del Tratado de Ámsterdam.
A partir de entonces, han ido desarrollándose numerosos estudios auspiciados por
poderes públicos y medidas de fomento que daban prioridad a la PYME, de las que
no vamos a hacer un repaso exhaustivo, pero sí comentar las tendencias
generales.
En 1986, el Programa de Acción para la Pequeña Y Mediana Empresa fue el
precedente de los Planes Plurianuales a favor de las PYME. El cuarto de estos
planes (2001-2005) está aún vigente.
En 1993, se publica la Comunicación de la Comisión sobre los problemas
financieros de las Pequeñas Y Medianas Empresas (COM (93) 528 final). A partir
de entonces, se suceden y solapan decenas de instrumentos, programas, acciones e
iniciativas, que encontramos recopiladas estructuradamente en Martín y Sáez
(2001). Son de destacar la orientación cada vez más notable hacia las PYME del
Banco Europeo de Inversiones (BEI) desde la fecha de su creación, en 1968, y la
posterior creación del Fondo Europeo de Inversiones (FEI), con participación
mayoritaria del BEI, como consecuencia de la institucionalización de la Cohesión
inter-europea, en 1992.
En 1994 la Comisión empezó a trabajar para lograr los objetivos fijados en el
Libro Blanco de 1993, adoptando un Programa integrado en favor de las PYME y el
artesanado. En el Consejo europeo de Lisboa (23 y 24 de marzo de 2000) se adoptó
el programa plurianual a favor de la empresa y el espíritu empresarial para el
periodo 2001-2005 . Su alcance geográfico y económico es más amplio que en
programas anteriores ya que prevé acciones en más de 30 países, incluido el
Espacio Económico Europeo y los países candidatos a la adhesión a la UE. En
junio del mismo año, el Consejo Europeo de Feira adoptó la Carta europea para
las pequeñas empresas. También con el horizonte de 2005, se adoptó, por parte de
la Comisión, el Plan de acción para los mercados financieros, que pretende
favorecer tanto a las PYME como a las grandes empresas (Comisión europea, 2001),
y que integra, entre otros aspectos, al Plan de acción sobre capital riesgo (PACR).
Sin prejuicio de lo anterior, la parte primordial de las disposiciones que
afectan al entorno de las pequeñas empresas es potestad de los Estados miembros
(Comisión europea, 2002a).
Iniciativas más recientes han consistido en promover la implantación de
incentivos fiscales para los programas de formación en la empresa, la
contratación de personal cualificado o las adquisiciones de equipamiento y
proyectos tecnológicos por parte de las PYME, desarrollar sistemas de garantía
recíproca para facilitar el acceso de las PYME a los créditos, diseñar el actual
marco jurídico del capital riesgo, etc. Actualmente, el Plan de Consolidación y
Competitividad de la PYME para el periodo 2000-2006 se desarrolla por Real
Decreto 582/2001, de 1 de junio, que designa como beneficiarios a los organismos
intermedios y se dirige a proyectos o actuaciones relacionados con “sociedad de
la información” e “innovación en técnicas empresariales”.
Antecedentes
La necesidad de consensuar una definición apropiada para el tamaño empresarial
ha sido percibida en términos generales desde hace tiempo y se ha alertado
acerca de este problema en trabajos como los de Osteryoung, Constand y Nast
(1992) y Osteryoung y Newman (1993). En español, destacan Illueca y Pastor
(1996), Boedo y Calvo ( 1997), Laffarga (1999) o Moneva (1999). El creciente
interés por este tema ha producido trabajos como los de Osteryoung, Pace y
Constand (1995) o Forsaith y Hall (2001), pero data de un trabajo teórico
referido a la empresa británica (Banock, 1981). En Europa, el éxito científico
del objeto PYME es algo posterior a la preocupación oficial por la desventaja
competitiva de dichas empresas, a excepción de Gran Bretaña (Ganguly, 1985),
cuya adopción de la literatura norteamericana les anticipa a los estudios
oficiales de ámbito comunitario.
Tabla 1. Problemáticas tratadas con más frecuencia
Variable explicativa
tamaño antigüedad Variables Financieras Sector Estrategia
rentabilidad Rubio y Aragón; González et al., 2000; Acosta et al.; Osteryoung,
1992, etc. García et al., 2002 González et al., 2002; Acosta et al. Rubio y
Aragón; González et al., 2000; García et al., 2002; Osteryoung, 1992; Santos
Requejo y González Benito, etc., García et al., 2002; Roper; Julien et al., Man
y Chan
Estructura financiera Cardone y Casasola; Forsaith y Hall; López y Aybar;
Calvo-Flores et al.; Martín, Osteryoung et al., 1992, 1995, etc. Boedo y Calvo;
Calvo-Flores et al. Martín,; Martinelli,; Martín y Sáez, Albarrán et al.; Boedo
y Calvo Hernández García et al; López y Aybar; Calvo-Flores et al.; Martín;
Osteryoung, 1992, etc. Jordan et al., Robson et al.
Innovación López Gracia et al.
Damanpour, 1992 Entrialgo et al. López Gracia et al. Almus y Nerlinger,
Entrialgo et al., Audrech, 1995
Crecimiento Almus y Nerlinger; Correa et al., 2001, 2002; Davidson et al.;
Fariñas y Martín, Fariñas y Moreno; López et al.; Winker; Raymond et al.; etc.
Almus y Nerlinger; Correa et al., 2001; Davidson et al.; Fariñas y Moreno;
Winker, etc.
López Gracia et al. Correa et al., 2001; Davidson et al. ; Santos Requejo y
González Benito, etc. Roper. AECA,
Fuente: Elaboración propia. (El hecho de incluir un trabajo en la Tabla 1 no
implica que dicha relación se haya confirmado).
En la Tabla 1 se presenta de forma organizada las problemáticas más frecuentes y
se observa que ninguno de nuestros precedentes ha tratado de explicar el tamaño
como variable dependiente. A lo sumo, se ha utilizado el tamaño como explicación
de ratios financieros y se ha llegado a la conclusión de que el tamaño no debía
estar bien definido en las clasificaciones oficiales (Osteryoung et al., 1995;
Forsaith y Hall, 2001).
Hasta el momento, la dimensión de la empresa es, sin lugar a dudas, el factor
más ampliamente estudiado como explicativo del crecimiento (Davidson, Kirchhoff
y Hetemi J, 2002). Los comienzos de este tema de estudio se remontan a Gibrat
(1931). La inmensa mayoría de los estudios posteriores sobre el crecimiento se
han dedicado a tratar de contrastar con resultados contradictorios el
cumplimiento de lo que se llamó “Ley de Gibrat” o “Ley del Efecto Proporcional”,
(González y Correa, 1998). La metodología más utilizada es el análisis de
regresión entre subrogados del crecimiento y subrogados del tamaño. Dichos
subrogados no han sido necesariamente comparables, pues lo lógico sería pensar
que el crecimiento es el incremento porcentual de las mismas variables o
componentes que miden el tamaño.
La definición del concepto de tamaño debe ser previa y tiene como consecuencia
necesaria la determinación de un criterio para medir el crecimiento empresarial,
ya que éste se ha definido como la variación del tamaño entre dos periodos (Gibrat,
1931) . Como sucede con el tamaño, el crecimiento se ha medido en función del
número de empleados (Fariñas y Moreno, 2000) o en función de los activos y la
cifra de negocios (González et al., 2002). Con independencia de esto, es más
usado en el estudio del crecimiento el criterio del volumen de producción, el
incremento de la complejidad organizativa o la cuota de mercado.
También es bastante frecuente considerar que la obtención de beneficios o la
dotación de reservas reflejan el crecimiento de los recursos productivos de la
empresa, medidos éstos, por ejemplo, según el total activo. Sin embargo, de
multitud de bibliografía sobre las restricciones de crédito y de acceso al
mercado de capitales, puede deducirse que un incremento en las reservas de las
grandes empresas indica un crecimiento mucho mayor que en las PYME, puesto que
la autofinanciación genera inmediatamente una capacidad de endeudamiento que en
las PYME cuesta más conseguir.
En un minucioso estudio, González y Correa (1998) encuentran, aunque con una
capacidad explicativa del modelo muy baja, que las empresas más pequeñas (una
vez superado cierto umbral), registran tasas de crecimiento más altas, por
término medio, medido el tamaño como una combinación lineal del activo, los
ingresos de explotación y el valor añadido. Sin embargo, en otro estudio (Acosta
et al., 2000), encuentran que las empresas de mayor dimensión, medida a partir
del volumen de inversión, son las que presentan mayor propensión al crecimiento.
Esta divergencia de resultados, como reconocen más adelante (Correa et al.,
2002), puede deberse a las características de la muestra, ya que las empresas
son de un tamaño inferior al nacional o comunitario y, según parece, tienen
limitado el crecimiento por razones de insularidad.
También es imaginable como causa de las contradicciones la utilización de
clasificaciones por tamaño diferentes o simplemente incorrectas. Por eso, en
Correa et al. (2001) se admite que los resultados pueden verse afectados por la
forma de medir el tamaño y se encuentra que las empresas pequeñas son más
propensas al crecimiento, a menos que la dimensión se mida por los fondos
propios, en cuyo caso, ocurre lo contrario para un determinado periodo. En
cambio, cuando se utiliza un mismo criterio de dimensión ?en este caso, el
número de empleados? los resultados parecen coincidir, sin que les afecten otras
variables como el origen geográfico de la muestra (Davidson et al., 2002;
Becchetti y Trovato, 2002; Almus y Nerlinger, 1999).
Como refutación de la Ley de Gibrat, algunos trabajos encuentran relación
directa entre crecimiento y tamaño (Almus y Nerlinger, 1999) y otros, una
relación inversa (Wing, Chow y Fung, 1996; Correa et al., 2001; Davidson et al.,
2002). Por último, existen evidencias que confirman la “Ley del efecto
proporcional”, propuesta por Gibrat, ya que no encuentran relación entre
crecimiento y tamaño (Roper, 1999; Fariñas y Moreno, 2000).
Desde los estudios pioneros en la Economía industrial, muchos trabajos tratan de
analizar el comportamiento del tamaño empresarial (Simon y Bonini, 1958) y
buscar sus factores explicativos (Salas, 1994, Camisón, 2001), partiendo de una
definición previa de éste. Sin embargo, sería necesario actuar precisamente a la
inversa, a fin de buscar las variables o factores definitorios del tamaño, una
vez estudiada la interacción entre diversos sucedáneos de éste.
Las diferencias en tamaño entre empresas, por ejemplo, dentro de un sector,
pueden ser debidas a factores diversos que han sido objeto de profusa
investigación, pero no procede hacer recopilación de éstos, puesto que el
trabajo que aquí nos proponemos, la concreción del concepto, debería ser previo
a la explicación de sus causas. Además, es posible que muchas de esas
diferencias obedezcan también a “factores idiosincrásicos difíciles de precisar”
(Salas, 2001).
La inmensa mayoría de los estudios consultados han tratado aspectos del devenir
financiero y empresarial relacionados con el tamaño, discriminados por tamaños
de empresas o controlando la variable tamaño, pero no abordan empíricamente la
delimitación conceptual de la propia variable dimensión. Para encontrar
antecedentes directos de nuestro estudio debemos remontarnos a Osteryoung et al.
(1995). La línea iniciada en Estados Unidos por estos autores y extrapolada por
Forsaith y Hall (2001) a la empresa Australiana, con ciertas mejoras
metodológicas, parte de un precedente (Miller, 1987), en el que se estudiaban
diversas características entre los distintos tamaños de empresas, esas
características eran la productividad, la remuneración salarial y las tasas de
inversión.
Marco teórico
Dentro de las diversas teorías que intentan explicar la toma de decisiones en la
empresa, son de destacar las que se centran en el papel de los directivos y
configuran, por lo tanto, la rama denominada Dirección estratégica. Dentro de
esta disciplina, la diversidad empresarial es el elemento contextual en que se
analizan dichas decisiones. La gran pregunta, en ámbitos científicos, es por qué
las empresas son diferentes (Rumelt, Schendel y Teece, 1994). El aspecto
diferenciador que más preocupa es la denominada “competitividad”, que suele
identificarse con la rentabilidad (Claver et al., 2002; Camisón, 2001). Sin que
exista unanimidad en cuanto a la exacta delimitación temporal y conceptual que
la variable rentabilidad en este contexto, la cuestión de la diversidad
empresarial se concreta en ¿Por qué unas empresas son más rentables que otras?
Las respuestas alternativas proceden de la Economía Institucional o bien de la
Teoría de Recursos y Capacidades. El impacto del tamaño en la rentabilidad de la
empresa o viceversa formaría parte más propiamente de efecto “empresa” (González
et al., 2002), a menos que dicho tamaño se midiera en términos relativos, es
decir, de cuota de mercado, ya sea con respecto a todos los competidores o sólo
con respecto al líderDadas las implicaciones de este estudio, en relación con la
discusión tradicional efecto tamaño versus efecto sector, es necesario adoptar
un posicionamiento frente a la tradicional Economía Industrial y la más reciente
Teoría de recursos y capacidades. No obstante, los resultados no van a
proporcional un alineamiento definitivo con ninguna de estas dos posiciones, en
primer lugar, porque sus postulados no son radicalmente simétrico y, en segundo
lugar, porque la cuestión de la interacción entre tamaño, sector y eficiencia no
es fácil de resolver ni aún de plantear. El efecto sector puede ser
predominantes, pero, dentro de un sector puede ser primordial el efecto del
tamaño sobre variables como la rentabilidad o la estructura financiera. Del
mismo modo, la relación de causalidad de éstas con la dimensión empresarial no
está clara y puede entenderse como circular o como indirecta. En otro orden de
cosas, el tamaño no es seguramente el mejor índice de la dotación de recursos de
la empresa y el tema de las capacidades escapa a cualquier medición, en función
de los datos con que disponemos. En cualquier caso, este trabajo es
eminentemente empírico y, por lo tanto, es compatible con multitud de marcos
teóricos, que a su vez lo son entre sí.
La Teoría Económica Clásica centraba su atención en la búsqueda del tamaño
óptimo (Viner, 1932) y en la modelización del comportamiento inversor (Chenery,
1962; Koyck, 1954; Jorgenson, 1963), en función del concepto de economías de
escala. En esta concepción está implícita una correspondencia entre los
conceptos de planta y empresa.
En términos opuestos, los planteamientos denominados “behabioristas” (Baumol,
1962; Penrose, 1959), el tamaño actual de la empresa no incluye aquella parte de
los factores productivos que está siendo infrautilizada, aunque estos determinan
las posibilidades de crecimiento más allá del óptimo técnico de producción.
Uno de los puntos de partida que debemos tomar en consideración es la definición
de Penrose (1959) de la empresa como una colección organizada y única de
recursos, “frente a la visión tradicional de la teoría neoclásica” (Suárez,
1999), que tiende a identificar el tamaño con el volumen de producción. La
empresa no es tanto una unidad económica especializada en producir bienes o
prestar servicios, como un centro de organización y control de recursos y
capacidades (Wernerfelt, 1984). Si en la Teoría económica, la empresa era
definida por su output (“unidad de producción o prestación de servicios”), en la
Economía de la empresa tiende a definirse más por el input y por la asignación
que de éste se hace, en detrimento del mercado.
En un paradigma como el que predomina en la bibliografía empírica sobre PYME,
que descansa más en los recursos o posibilidades que en las oportunidades
empresariales, es preciso hacer alusión a la Teoría Financiera de la empresa y,
concretamente, las aportaciones más recientes, ya que, conforme ésta ha
evolucionado, se ha ido haciendo progresivo énfasis en las particularidades de
las empresas por tamaños y se ha ido extendiendo el análisis hacia ámbitos que
tienden a revisar los propios conceptos de tamaño y de empresa. El estudio de
las características de la financiación en la empresa ha evolucionado
recientemente hacia temas cada vez más relacionados con el tamaño y la
estructura de propiedad y control. Ninguna de las novedosas teorías vigentes es
incompatible con la Teoría de Recursos y Capacidades, ni con la Economía
Industrial, ni con la corriente neo-institucionalista. La especialidad de este
enfoque es que no se estudian los recursos como intrínsecos de la empresas, sino
más bien como una consecuencia de la financiación que se ha podido obtener, sin
dejar de reconocer el círculo vicioso del papel de los recursos y capacidades en
la obtención de una mejor financiación (Acosta et al., 2000) . Aunque no existe
identidad entre los conceptos de PYME y empresas de tipo familiar, la inmensa
mayoría de empresas pequeñas y medianas es de tipo familiar. En compañías con
tales características no suele presentarse el presupuesto de la Teoría de la
agencia de separación entre los objetivos de propietarios y gerentes, pues
suelen ser las mismas personas (Forsaith y Hall, 2001; Beddall, 1990; Bannock,
1981; inter alia). La Teoría del orden de preferencias o la Teoría de señales
tienen en cuenta la existencia de información asimétrica, pero se basan en la
“supervisión continuada” por parte de los mercados de capitales (Azofra y
Fernández, 1999).
La progresiva evolución de la economía institucional ha permitido que las
Finanzas se desmarquen de la tradicional Teoría de los mercados financieros,
dando explicación a las imperfecciones y la asimetría, en forma de costes de
transacción. Para concluir este epígrafe, incluimos el más reciente problema
teórico de la existencia de capital intangible, considerado por la Teoría de
recursos y capacidades como fuente de ventajas competitivas. La definición de la
empresa que dio Coase en 1937 aporta una buena aproximación al concepto de
tamaño. Según el padre de la economía institucionalista, una empresa crece
cuando el empresario organiza transacciones adicionales. El institucionalismo se
ha propuesto como paradigma (Rutherford, 1996; 2002) y es bastante válido,
aparte de aceptado de forma creciente, aunque para elevar sus postulados a dicha
categoría, es necesario tomar algunas precauciones.
Diseño metodológico
Nos hemos visto en la restricción de trabajar con una muestra estática, aunque
obtenida de datos de años distintos (último año disponible), debido a que las
posibles bajas de empresas nos enfrentarían a un tema ajeno a nuestros
objetivos. Hemos padecido otras restricciones metodológicas de carácter diverso,
pero no han obstaculizado la fiabilidad de nuestras conclusiones. Entre las
ventajas con las que se parten es la gran disponibilidad de datos acerca de
multitud de variables y para un gran número de empresas, obtenidos de forma
representativa. Hemos resumido toda la información en pocos factores, en función
del modelo factorial definitivo que se represente en este esquema.
Figura 1. Modelo factorial definitivo (Agrupaciones más significativas)
Una vez que el Análisis Factorial nos ha definido el tamaño como una variable de
diversidad, con naturaleza multivariante, es preciso analizar qué relevancia
tiene, en el sentido de si es capaz de definir tipos de empresas con mayor o
menor nitidez. El hecho de que una variable o factor caracterice a las empresas
no significa que lo haga en tramos bien diferenciados, sino que el mayor o menor
tamaño puede configurar una propiedad continua de las empresas.
Si esta propiedad clasificatoria se cumple, necesitamos, por un lado, averiguar
si dicha “desigualdad” es creciente y cuántos peldaños de tamaño es más
razonable definir. Por otro lado, tendremos que establecer, para la muestra en
concreto, una clasificación de empresas por tamaño. Por último, será preciso
proponer un método, aplicable a cualquier área geográfica o sector de
actividades, para definir, cuantitativamente, el concepto de PYME o de gran
empresa y, en su caso, el de mediana empresa.
Según nuestros resultados, es más apropiado delimitar los conglomerados en
función del factor tamaño que en función del comportamiento de los diversos
subrogados cuya variación es explicada por éste. Este contraste se hace con
reservas, debido a las altas correlaciones existentes entre ellos. Por ese
motivo, en la formulación de hipótesis referentes al poder clasificatorio del
tamaño, habrá que tener en cuenta que el conjunto de los subrogados del tamaño
cuyos datos figuran en la muestra son una alternativa a la componente
multivariante TAMAÑO. Por eso, hemos analizado el poder clasificatorio de cada
una de las variables de tamaño, tanto de forma singular como en el factor TAMAÑO
obtenido por Análisis factorial.
Aparte de los procedimientos estadísticos multivariantes (análisis de
conglomerados) y las estadísticas descriptivas básicas, se usarán análisis
gráficos de concentración de las variables de tamaño. Éstos nos servirán para
reforzar el contraste de la hipótesis de existencia de la mediana empresa.
La previsible existencia de grupos homogéneos de empresa puede ser contrastada
haciendo un análisis clúster con todas las variables o, al menos, las que
obtuvieron puntuaciones altas en las dos o tres primeras componentes. Sin
embargo, la circunstancia de haber realizado un análisis de valores extremos ya
nos ha proporcionado argumentos suficientes para aceptar la existencia de grupos
homogéneos de empresas. En la Tabla 3 se ofrece una primera variable de
diversidad, cual es la admisión a cotización oficial, con dos valores posibles.
En cada uno de estos dos grupos, las restantes variables de diversidad o
caracterización de las empresas presentan medias y dispersiones muy dispares,
generalmente muy superiores en las empresas que cotizan. Este hecho indica, por
sí mismo, la existencia de dos clases bien diferenciadas de empresas en la
economía española.
El contraste de las restantes hipótesis se realizará mediante el procedimiento
de clusters o conglomerados no jerárquicos, conocido como quick cluster. Las
variables que se utilizarán para definir conglomerados serán los subrogados más
intuitivos del tamaño, estructura, organización y cuota de mercado (Sánchez y
González, 2000): Concretamente, Activo, Ingresos, Gastos de personal, divisiones
organizativas, valor agregado, cuota de mercado y antigüedad. En la práctica,
dados los datos de nuestra muestra, es indiferente, a efectos de análisis
clúster, la utilización del gasto de personal o el número de empleados. En
cualquiera de los casos, habrá que estandarizar dichas variables, puesto que no
vienen dadas en las mismas unidades de medida (Peña, 2002).
La bondad de la clasificación establecida por este procedimiento depende de la
facilidad de ajuste al número de conglomerados seleccionado, en términos de
homogeneidad interna, dentro de cada grupo o la heterogeneidad entre grupos.
Esta sería una técnica útil para la estratificación, cuando se dispusiera de
datos representativos previos al muestreo. Sin embargo, como este caso no suele
darse, se suelen formar los grupos en la variable de clasificación de una forma
bastante arbitraria, para luego reconocer que, dentro de cada uno de los
estratos no hay mucha homogeneidad en términos de dicha variable (García et al.,
2002).
Para el contraste, se tendrá que comparar el estadístico Suma de cuadrados
dentro del grupo (SCDG) de un diseño clúster de K grupos con otro de K + 1. Este
estadístico es una medida de la heterogeneidad interna (Peña, 2002) y por tanto
será menor, por lo general, para un número de grupos mayor. Eso significa que,
en principio, habría de confirmarse la hipótesis, ya que la suma de cuadrados
dentro del grupo sería mayor para un número de grupos más reducido. Por lo
tanto, el valor SCDG será inferior para un número K + 1 conglomerados que para
un número K. Esto suele ocurrir de esta forma, pero puede darse el caso de que
una clasificación con más grupos arroje un valor de SCDG mayor, ya que se trata
de una suma de las sumas de cuadrados para todas las observaciones. En cualquier
caso, habrá que estudiar si la reducción de la heterogeneidad intra-grupo es
significativa al aumentar en uno cada vez el número de grupos.
El procedimiento de la clasificación en conglomerados se puede repetir con la
definición factorial de tamaño, en lugar de los tradicionales subrogados, aunque
al ser éste una combinación lineal de los subrogados que hemos escogido, el
análisis no debe modificar los anteriores resultados.
Esta técnica se utilizará para contrastar el poder de clasificación de las
variables que se han revelado como definitorias del tamaño: Activo, gasto de
personal, cifra de negocios y cuota de mercado. De nuevo prescindimos del número
de empleados, por su gran correlación con el gasto de personal.
La falsación de esta hipótesis es susceptible de ser interpretada como el
rechazo de la hipótesis nula en un contraste de igualdad de los centros, aunque
sin la necesidad de establecer a priori un número determinado de clusters.
Este procedimiento estadístico también será útil para aproximarnos al contraste
de la novena hipótesis, acerca de la existencia de la mediana o incluso de
varios tipos de mediana empresa. Este análisis se puede ver dificultado por el
sesgo muestral hacia un tamaño mayor que el poblacional, debido a la
no-inclusión de microempresas en la muestra inicial.
Para ambos contrastes, se utilizará el análisis de conglomerados no jerárquicos
o de “K-medias”, también llamado “quick cluster”, tomando como variables de
clasificación, las cuatro variables de tamaño que hemos mencionado. Para el
contraste de la existencia de mediana empresa, se utilizará, de forma
alternativa, una clasificación de variable única, que será el factor TAMAÑO,
obtenido en el análisis factorial.
La concreción de dos tipos de empresas por tamaños, en términos cuantitativos se
puede obtener, de una forma alternativa, a partir de los índices de
concentración, tales como el de Gini (Shorrocks, 1983, 1988).
Para estudiar la interrelación entre el tamaño y variables de rentabilidad o
solvencia, será necesario contrastar la igualdad de medias de cada variable
entre las sub-muestras por tamaños, en función de la magnitud que presenten las
diferencias de medias, en comparación con la desviación típica que posea la
distribución de esa variable entre los conglomerados. En unas ocasiones, esta
diferencia podrá ser observada directamente en la tabla de descriptivos y en
casos dudosos habrá que realizar contrastes estadísticos de igualdad de media o
mediana.
No vamos a utilizar la componente SOLVENCIA, puesto que es ortogonal al tamaño,
igual que ocurre con la RENTABILIDAD. Nuevamente, mediremos las variables
originales que tienen que ver con el subsistema de financiación. Merece ser
destacado el hecho de que, a diferencia de cómo se hizo para los descriptivos,
se han revertido las transformaciones logarítmicas de las distintas variables
financieras, para que la media de cada ratio sea fácil de interpretar.
Muestra
Se ha utilizado una muestra obtenida de forma estratificada, por los
procedimientos aplicables a poblaciones finitas. Las características de la
muestra son las siguientes:
Tabla 2. Estratos de empresas por tamaño
Tamaño según
Recomendación Empresas Porcentaje
Comisión europea
pequeñas 828 71,40%
medianas 261 22,50%
grandes 71 6,10%
1.160 100,00%
Se ha prescindido de empresas carentes de empleados, siguiendo a Illueca y
Pastor (1996), para evitar la inclusión de sociedades meramente instrumentales,
habida cuenta que, en principio, es imposible detectar este tipo de empresas
entre otras que son productivas.
La muestra final ha constado de 1.160 empresas y 28 variables, aunque algunos de
los análisis nos llevan a eliminar, desde muy pronto, algunas de las variables;
en otros, como el análisis clúster, se pierden algunas observaciones. De los
análisis multivariantes se han eliminado circunstancias y categorías, como el
hecho de cotizar en bolsa, pero eso no ha afectado al número de empresas de la
muestra. Aún así, muchas variables no se pudieron medir en todas las
observaciones, por falta de respuesta a los apartados concretos del cuestionario
o por ausencia de los datos en la base utilizada.
Esta muestra procede de un estudio sobre rentabilidad y eficiencia de la PYME
española, encargado por la Asociación Española de Contabilidad y Administración
de Empresas (AECA) y coordinado por García et al. (2002). Este trabajo se hizo
por el procedimiento de cuestionarios que fueron cumplimentados y devueltos. Eso
permitió recoger aspectos de tipo cualitativo que no suelen aparecer en
centrales o bases de datos para el análisis de balances.
De la muestra obtenida por el equipo de AECA se perdió cerca de 200 empresas por
error de trascripción, debido probablemente a la actualización periódica de la
base de datos. El número de datos con el que nos quedamos es más que suficiente
para nuestros propósitos, aunque la estratificación inical del trabajo de AECA
pude haberse modificado ligeramente.
La muestra tomada del trabajo de AECA ya contenía un sesgo de respuesta, puesto
que sólo un 5’1% del total de envíos fue contestado en un plazo prudencial. Es
fácil suponer que la escasez de respuesta puede producir un sesgo, en caso de
que su falta no sea una variable uniforme, sino asociada a la probabilidad de
tener determinado tamaño. Por ejemplo, las empresas más propensas a contestar
serían aquellas que, de algún modo, invierten en notoriedad o tienen un sistema
de información que les permite responder con precisión a los cuestionarios o
bien tienen a sus directivos menos ocupados, etc. Todas estas circunstancias
estarían muy relacionadas con el tamaño, en sentido amplio.
Otra limitación de la muestra inicial es que recoge únicamente empresas
incluidas en el concepto estricto de PYME, es decir “pequeñas y medianas
empresas”. Esto puede resultar trascendental para nuestros propósitos, puesto
que se excluyen las denominadas “microempresas”, es decir, aquellas unidades que
emplean a menos de 10 personas.
El marco de selección fue la base de datos SABI, donde se obtuvo la información
económico-financiera y se comprobaron el resto de los datos relativos a las
distintas empresas seleccionadas de forma aleatoria.
En la consulta que realizamos a esta base, se exigió disponibilidad de datos
para al menos un año entre 1999 y 2001, para cada una de las variables y para
cada observación se pidió el dato del último año disponible. Si el cumplimiento
de esta condición no fuese independiente de las variables sometidas a análisis,
se estaría asumiendo un sesgo que restaría fiabilidad a los procedimientos
estadísticos. Por ejemplo, sería el caso de que las empresas de mayor o menor
tamaño o antigüedad comunicasen al Registro una información más completa. Por
las características de la base de datos, hay variables, como las relativas a
estructura de propiedad y carácter público de los inversores que no se puede
obtener haciendo un muestreo representativo, debido a la escasez de respuesta.
Como paso previo, trataremos de comprobar si es preciso excluir de los análisis
estadísticos algunas de las observaciones (empresas), por sus valores
excesivamente altos o bajos o, en general, inverosímiles, por ser unos muy
altos y otros muy bajos, pues eso reflejaría errores de medida. Se trata de un
paso previo de depuración, no encaminado a contrastar ninguna hipótesis.
Un simple análisis visual a la Tabla 3 nos permite establecer de forma
intuitiva, una primera variable que caracteriza a las empresas, cual es el hecho
de emitir títulos negociables. Esta podría considerarse el principal indicativo
de la diversidad, aunque no una causa de la misma, sino más bien una
consecuencia, por eso, seguiremos analizando la diversidad empresarial con
independencia de esta circunstancia.
Todos los subrogados del tamaño tienen una media y una variabilidad muy superior
en las empresas que cotizan que en el resto de la muestra. Dicha diferencia se
podría reducir mediante la eliminación de algunas empresas seleccionadas, cuyas
razones sociales gozan de bastante notoriedad, por su importancia en la economía
nacional.
Tabla 3. Empresas que cotizan y empresas que no cotizan
"No cotiza" n = 1.153 "Cotiza" n = 7
Media Desv. típica Media Desv. típica
antigüedad 17,7002 12,3771 35,4286 30,7130
activo total 10.923,8719 49.729,6180 614.860,857 1.029.555,615
Ingrexplot 14.676,2112 60.104,4202 31.8695,714 324.373,1149
Empleados 86,5551 350,2461 3.550,1429 5.662,2338
Gpersonal 2.045,6464 7.374,7325 88.601,4286 109.507,6672
Cuotamdo 0,001 0,004 0,026 0,039
Endeudamto 0,6636 0,2150 0,5869 0,0917
Endmto. corto 1,778 0,406 1,496 0,195
Fdo. Mbra. 0,1306 0,2202 0,0775 0,0818
Cte. pasivo 0,0516 0,0734 0,0685 0,0309
Rtbd. Ecca 0,0445 0,0670 0,0361 0,0315
Rtbd. Fciera -0,0331 0,5181 0,0115 0,0725
Nº áreas organiz 4,3112 2,0511 6,7143 0,7559
Fuente: Elaboración propia, a partir de SABI.
Para determinar si estas observaciones representan outliers o valores extremos,
es conveniente pedir al programa una visualización de diagramas de caja . En
ellos, hemos apreciado el comportamiento de, al menos, siete de las
observaciones que, en términos de activo, cuota de mercado u otros subrogados
del tamaño, parecían distanciarse bastante del resto de empresa y también entre
ellas mismas, alargando considerablemente la nube de puntos.
A la vista de dichos diagramas, se podrían considerar a una o dos de las
empresas como observaciones extremas. No obstante, es preferible no prescindir
de ellas en aquellos análisis en los que vamos a utilizar el logaritmo neperiano
de las variables en las que tienen altas puntuaciones, ya que los diagramas de
cajas para las observaciones ya normalizadas no indican la existencia de valores
extremos. En general, como veremos más adelante, las variables de tamaño están
bastante correlacionadas, pero no hay ninguna empresa que tenga el mayor valor
en todas ellas, ni que haga sospechar que pueda contener datos erróneos, por
tener, por ejemplo, mucho activo y pocos empleados o viceversa. Por ese motivo,
no se va a prescindir de ninguna de las 7 empresas admitidas a cotización, ya
que ese alisamiento del tamaño estaría sesgando la distribución muestral de
dicho factor o sus subrogados, con respecto a la población.
El resto de variables que no aparecen en la Tabla 3 tienen una media similar en
ambos grupos y una desviación típica mayor para las 7 empresas que cotizan, a
pesar del menor número de este grupo.
Para cada una de las cuatro variables de tamaño, se va a utilizar la
transformación tipificada, restando a cada valor la media y dividiendo por la
desviación típica, de forma que las cuatro variables de clasificación que vamos
a utilizar son de tipo Z, es decir, distribuciones normales de media 0 y
desviación típica 1, totalmente comparables entre sí, en unidad y magnitud. Esto
se hace con el fin de no sublimar el poder (o debilidad) de clasificación de una
variable que se mida en euros sobre una que se mida en porcentaje, es decir,
evitar que influya en el resultado la magnitud de medida.
La distribución en dos grupos, según muestra la Tabla 4, es bastante acertada,
según el análisis de varianza (ANOVA). La distancia entre los centros es grande,
cercana a 14.
Tabla 4. Clasificación en tres conglomerados
Nº de casos
Conglomerado 1 534
2 167
3 448
Válidos 1.149
Perdidos 11
La distancia mínima de los centros se reduce a menos de 5, lo cual es de esperar
cuando se pasa de dos a tres grupos.
En el caso en que, por el contrario, hubiéramos necesitado distinguir únicamente
entre empresas grandes y pequeñas y, dentro de estos dos grupos, en su caso,
seguir haciendo biparticiones, se utilizaría como valor máximo para el factor
tamaño o sus subrogados, el que tenga la empresa establecida en el porcentaje
que maximice el índice de Gini o uno ligeramente superior al redondeo.
Desde el punto de vista teórico, es posible hacer todo tipo de cálculos con la
componente TAMAÑO, una vez obtenida. Resulta interesante estudiar su
distribución, ordenados los puntos muestrales, mediante la curva de
concentración. En la medida en que la variable definitoria del tamaño se
encontrase más concentrada, mostraría más claramente la desigualdad entre
empresas y la existencia de dos únicas clases de tamaños; no existiría la
mediana empresa si tomamos una variable muy concentrada. En este caso, no se da
esa excesiva concentración.
Gráfico 1. Concentración del factor TAMAÑO
Como muestra el gráfico 1, el factor tamaño que hemos obtenido no está tan
concentrado como el activo, sino más bien como el número de empleados. Por lo
tanto, es posible hablar de la mediana empresa en esta muestra.
Resultados
Dada la porción de varianza explicada de cada uno de los factores ortogonales
extraídos por el método Varimax, la rentabilidad (5’15%) aparece como uno de los
factores que menos caracterizan a las empresas, a pesar de constituir una de las
principales líneas de investigación en Economía de la empresa. Eso nos lleva a
deducir que este factor no depende nítidamente de ninguna de las variables
recogidas en nuestro análisis, aparte de las propias de rentabilidad económica y
financiera. Este resultado puede explicar la coexistencia de diversas teorías
(Camisón, 2001) relativas a la competitividad de la empresa y la circunstancia
de los resultados empíricos contradictorios en cuanto a factores de
rentabilidad.
Sobre la base de nuestros resultados, la rentabilidad parece mostrarse
decreciente con respecto al tamaño (Tabla 12), mientras que entre sectores,
definidos en las tres categorías tradicionales (Tabla 6), no se aprecian
diferencias significativas de rentabilidad. Eso indicaría que el efecto tamaño
se impone sobre el efecto sector en la obtención de rentabilidad, de acuerdo con
los más recientes y concienzudos trabajos empíricos al respecto (Roquebert,
Phillips y Westfall, 1996; McGahan y Porter, 1997 y Mauri y Michaels, 1998,
inter alia). Es posible admitir que para las empresas medianas y grandes, la
rentabilidad cambie de comportamiento y se vuelva ligeramente creciente con
respecto al tamaño. Todo ello nos lleva a simple vista aaceptar que la
rentabilidad no parece depender del sector, en su clasificación tradicional y
sí, en cambio, del tamaño. Como se ha comentado, lo más lógico es que los
análisis estadísticos desmientan la relación entre rentabilidad y tamaño.
El efecto tamaño
En la Tabla 29 se observa que la rentabilidad se comporta de forma inversamente
proporcional al tamaño, de acuerdo con lo detectado, tanto en trabajos
descriptivos sobre agregados (Fariñas et al., 1992; Salas, 1994; Illueca y
Pastor, 1996, inter alia), como en análisis econométricos (Ocaña et al., 1994;
Vossen, 1998; Fariñas y Martín, 2001, inter alia.). Sin embargo, no hemos
hallado evidencia de mayor heterogeneidad en los resultados para las empresas
más pequeñas, expresada en trabajos como Martín y Sáez (2001), Maroto (1996) o
Salas (1994).
Esto nos llevaría provisionalmente a aceptar la posibilidad de existencia de un
efecto tamaño. No obstante, al igual que en la mayoría de los precedentes, la
relación inversa es bastante débil. En contrastes estadísticos de igualdad de
medias se aceptará la hipótesis nula, dada la alta variabilidad dentro del
grupo. En la mayoría de trabajos consultados es precisamente esta debilidad
estadística la que desmiente el “efecto tamaño” en la rentabilidad de la empresa
(González Gómez et al, 2000; Hernández et al., 2001; Rubio y Aragón, 2002; inter
alia). No obstante, habíamos concluido que la rentabilidad no indicaba de manera
visible las diferencias entre empresas y además, como veremos más adelante, no
influye en la supervivencia de la empresa tanto como el tamaño, la solvencia, la
inversión en intangibles o el valor agregado.
Puede ser lógico sostener un “efecto tamaño negativo” en el que el decrecimiento
sea débil, en comparación con la desviación típica de la componente
rentabilidad, dado que las estadísticas descriptivas así lo muestran, tanto
entre grandes y medianas, como entre éstas y las pequeñas empresas. El tamaño
parece una especie de seguro o colchón de supervivencia, debido a la posibilidad
de hacer desinversiones sin necesidad de disolver la empresa.
Ante esta inseguridad, es preciso conocer, en primer lugar, los resultados de
los análisis estadísticos y, si persiste la duda, habrá que desarrollar
contrastes de contingencias, para averiguar la relación de las clases de tamaños
no sólo con la rentabilidad como variable continua, sino con las distintas
clases o grados de rentabilidad. Una primera aproximación visual nos la ofrece
la Tabla 5.
Tabla 5. Variables de rentabilidad por conglomerado de tamaño
TAMAÑO
Pequeñas (538) Medianas (466) Grandes (156)
Media Desv típ Media Desv típ Media Desv típ
RENTABILIDAD 0,016 0,894 -0,009 1,142 -0,028 0,893
RENTECON 4,33% 0,06822 4,77% 0,0673 4,09% 0,06745
RENFIN -3,89% 0,381145 -4,33% 0,667031 1,94% 0,387385
RENTACLQ 1,645% 0,073 1,98% 0,0565 2,37% 0,028
En ella se observa que en las empresas grandes, la rentabilidad financiera es la
menor de todas, mientras que la rentabilidad económica es la mayor. Esto puede
deberse a que la rentabilidad de los activos líquidos favorece a las empresas de
mayor tamaño, como muestra la propia Tabla 5 y más adelante se desarrollará.
Las pruebas probabilísticas sólo son aplicables al factor Rentabilidad y no a
sus distintas variables originales, debido a la asimetría de su distribución,
tanto en el conjunto de la muestra, como en cada sub-muestra. El test de Kruskal-Wallis,
para el factor RENTABILIDAD, acepta la hipótesis de igualdad de medianas, con un
valor del estadístico χ2 de tan sólo 1’23 y un nivel de confianza de menos del
50%. Este porcentaje se acerca al 20% en la igualdad de medias por la prueba t
de Student y se reduce a apenas un 12% en el Análisis de Varianza (ANOVA) de un
factor. Por lo tanto, parece claro que procede aceptar la igualdad de medias
para la rentabilidad en los tres tramos de tamaños.
Sin embargo, estos resultados pueden indicar que no existe relación entre tamaño
y rentabilidad o bien que existe, aunque es débil. Las tablas de contingencias
relativas a las categorías de tamaños sugieren, en términos descriptivos, que la
existencia de una leve relación decreciente ya no se cumple entre distintos
tramos de rentabilidad. Esto nos permite constatar definitivamente la ausencia
del efecto tamaño.
En los gráficos 2 a 5 se ha dividido entre el número de empresas de cada
dimensión las observaciones que figuran en las tablas de contingencias, a fin de
eliminar el efecto visual de las diferencias de tamaño muestral de cada
submuestra.
Gráficos 2 y 3. Factor rentabilidad y factor tamaño
Niveles de rentabilidad por tamaños Tamaños por Niveles de rentabilidad
Los gráficos 2 y 3 dejan claro que las empresas medianas son, en términos
generales, las más rentables y que las grandes y pequeñas empresas se
caracterizan por una rentabilidad media con más frecuencia. También para la
rentabilidad económica y financiera se obtienen resultados similares. Tan sólo
en rentabilidad de los activos líquidos parece existir una relación considerable
con el tamaño.
Gráficos 4 y 5. Rentabilidad de activos líquidos y factor tamaño
Niveles de rentabilidad por tamaños Tamaños por Niveles de rentabilidad
Esta relación se confirma con un valor del χ2 de 67’7 muy alto y con una
significatividad de casi el 100%. En el gráfico 4 se observa que la mayoría de
las empresas pequeñas tienen rentabilidad baja en los activos líquidos y las que
obtienen altos rendimientos son minoría. En las empresas grandes ocurre justo lo
contrario. En el gráfico 5, las empresas con menor rentabilidad de los activos
líquidos son, en mayor proporción, pequeñas empresas, mientras que de las
empresas con alta rentabilidad hay mayoría (proporcionalmente) de grandes
empresas y la minoría de pequeñas.
El efecto sector
Dado que se trata de una variable cualitativa, en el análisis descriptivo tiene
cabida la clasificación de las empresas, a fin de estudiar las variables y
factores más relevantes por sector de actividad. La segmentación tradicional
tiende a distinguir entre industria, servicios y construcción. Para cada sector,
se indica entre paréntesis el número de empresas.
Tabla 6. División tradicional por sectores
Industria (657) Servicios (366) Construcción (137)
Media Desv. típ. Media Desv. típ. Media Desv. típ.
SOLVENCIA 0,101 1,008 -0,061 1,020 -0,322 0,813
TAMAÑO 0,009 0,992 -0,042 1,043 0,067 0,918
ORGANIZACIÓN 0,164 1,014 -0,113 0,941 -0,484 0,885
APLAZAMIENTO 0,152 0,866 -0,526 0,992 0,678 0,971
RENTABILIDAD -0,015 0,974 -0,041 1,078 0,183 0,885
Continuidad -0,014 0,993 0,069 1,091 -0,023 0,755
Innovación 0,052 0,961 -0,092 1,101 -0,031 0,925
Fondo Rotación 13’6% 0,214 13’0% 0,230 11’1% 0,192
En la Tabla 6 se observa que el tamaño de la empresa española, tal como lo hemos
definido, es bastante inferior en el sector servicios y muy superior en la
construcción. En cuanto a la rentabilidad, la construcción es también la
actividad más rentable. Sin embargo, son las menos solventes, por término medio,
las empresas de este sector. Esto indica una relación inversa entre solvencia y
rentabilidad que se explica con detalle más adelante.
En dicha tabla, se ha prescindido de los tres últimos factores obtenidos en el
análisis factorial, puesto que su significado es algo ambiguo y, en caso de la
edad del directivo, irrelevante. En su lugar, se refleja la distribución por
sectores del Fondo de Rotación y de dos componentes (Continuidad e innovación)
que obtuvimos en un modelo factorial alternativo de 28 variables , calculado con
una muestra de 1.405 empresas.
En virtud de estos resultados, lo que más distingue al sector servicios es su
estatismo, pues la variable en cuya media sobresale esta actividad recoge la
capacidad para vender sin hacer inversiones apalancadas, obtener rendimientos y
satisfacer a los acreedores. En cambio en la innovación, es la industria, como
cabría esperar, el sector con un promedio mayor.
A las empresas de la construcción les distingue sobre las demás el aplazamiento
de las operaciones comerciales. Es lógico pensar que así sea, puesto que la
construcción tiene un periodo medio más elevado que la fabricación de otros
productos o la prestación de servicios.
No se puede proceder a la aceptación o refutación del efecto sector, en función
de los descriptivos por sectores tradicionales (Tabla 6), puesto que las
deferencias que hay entre los grupos no parece que alejen sus valores
excesivamente de la media (cero) de la componente RENTABILIDAD, teniendo en
cuenta la gran dispersión que aquéllos presentan. Por eso será preciso realizar
contrastes de igualdad de medias, del mismo modo que se hizo con el efecto
tamaño. El test de Kruskal-Wallis para la componente RENTABILIDAD ofrece un
estadístico χ2 bastante alto (14’5%), con una significatividad del 99’9%. Los
estadísticos t de Student, ejecutados entre sectores, dos a dos, también
rechazan la igualdad de medias.
Por lo tanto, la rentabilidad depende del sector; se acepta el efecto sector en
detrimento del efecto tamaño; La rentabilidad de una empresa depende más del
sector en que opere que de su tamaño, medido por la componente multivariante de
nuestro modelo factorial. Concretamente, el sector de la construcción es, en
promedio, el más rentable en España.
Además, si se definen los sectores de una forma alternativa, en función del tipo
de proceso productivo (Tabla 7), resultan visiblemente más rentables, en
promedio, los sectores intensivos en factor trabajo.
Tabla 7. Tipos de actividad empresarial
Intensivo en Capital
(464) Intensivo en Trabajo
(256) Resto de sectores
(440)
Media Desv.típ. Media Desv. típ. Media Desv. típ.
SOLVENCIA 0,090 0,966 -0,082 0,988 -0,048 1,036
TAMAÑO 0,119 1,011 -0,003 1,046 -0,124 0,947
ORGANIZACIÓN 0,173 1,051 -0,290 0,946 -0,014 0,936
APLAZAMIENTO 0,180 0,783 0,151 1,124 -0,278 1,066
RENTABILIDAD 0,061 1,063 0,105 0,939 -0,125 0,955
Continuidad -0,048 1,034 -0,108 0,842 0,124 1,034
Innovación 0,143 1,000 0,060 0,962 -0,161 1,004
Fondo Rotación 13’4% 0,216 12’0% 0,208 13’5% 0,224
Esto último confirma la existencia de activos intangibles basados en los
recursos humanos. Además, las empresas de estos sectores presentan una
dispersión o heterogeneidad de resultados bastante inferior. A pesar de estos
datos, es necesario contrastar la posible igualdad de medias, debido a la
cercanía que tienen estos valores con la media de la distribución. Los
resultados del test de Kruskal-Wallis son similares a los obtenidos en la
anterior clasificación por sectores. Por lo tanto, la rentabilidad parece
depender del sector.
Esa clasificación alternativa de la actividad empresarial tiene la ventaja de
que ofrece una clara diferenciación en cuanto a la utilización intensiva de uno
u otro factor, dejando aparte a las empresas pertenecientes a “otros sectores”
donde no se aprecia nítidamente dicha proporción. Puede ser igual de arbitraria
que la anterior, pero con un significado diferente (Santos y González, 2000) y
unos resultados que pasamos a comentar. En concreto, proponemos el criterio de
la intensidad relativa en el empleo de los factores clásicos de producción:
Capital y trabajo.
En la Tabla 7 se muestra cómo la variable solvencia es inversamente proporcional
al trabajo empleado y, por lo tanto, es inverso también a la rentabilidad. Esto
cual puede explicar que las reconversiones consistan generalmente en sustituir
trabajo por equipo, a pesar de que este esquema merme la rentabilidad. En cuanto
al tamaño, tal y como lo hemos definido, está directamente relacionado con la
inversión en bienes de capital, sean materiales o inmateriales. Esto no deja de
estar en consonancia con el planteamiento de Coase (1994) y con el modelo
factorial que hemos formulado.
El grado de innovación parece claramente mayor en los sectores intensivos en
capital, sobre todo si tenemos en cuenta que la variable inmaterial se definió
en términos relativos con respecto al activo total. Aun así, la interpretación
de este dato requiere prudencia, puesto que en la partida de inmaterial pueden
figurar no sólo inversiones tecnológicas, sino concesiones administrativas,
derechos de traspaso o los activos materiales arrendados con intención de compra
residual derechos sobre bienes en leasing a pesar de que la base de datos SABI
les dé la denominación de intangible fixed assets.
Un dato bastante sorprendente es que la complejidad organizativa no parece
relacionarse con el número o coste de las personas, sino con la inversión
realizada en bienes tangibles. El número de divisiones administrativas
incrementa su complejidad con la utilización del recurso capital, debido a su
estrecha relación con el tamaño, que también depende de la intensidad del
capital (Tabla 29). Desde este punto de vista, las divisiones se crearían
generalmente en las empresas para adscribir a ellas activos, más que personas.
En vista del denominado factor “continuidad”, las empresas con mayor carga
laboral tienen mayor dificultad para subsistir de las inversiones actuales, de
manera que tienen que estar renovando el capital productivo y endeudándose en
mayor proporción.
En cuanto a la propuesta formulada en ... acerca del fondo de maniobra como
característica, las Tablas 6 y 7 muestran que esta variable no está relacionada
con el sector. El análisis factorial nos muestra que tampoco lo está con el
tamaño, sino con la solvencia. La magnitud y el signo del fondo de maniobra no
se relacionan con el sector de actividad tanto como la extensión del
aplazamiento total de cobros y de pagos (Tablas 6 y 7).
El comportamiento del factor continuidad, a través de los sectores no indica que
las empresas intensivas en trabajo dejen de existir o duren menos tiempo, sino
que realizan menores esfuerzos inversores. De hecho, de la relación entre esta
componente y la continuidad constatada no se deduce que esta variable recoja la
probabilidad de fracaso.
Lo último que nos falta estudiar por sectores es el propio factor tamaño, para
verificar qué relación existe entre ambos. La división tradicional por sectores
(Tabla 6) no parece mostrar unos valores muy distintos a cero ni unas
desviaciones muy alejadas de uno, para el factor tamaño, sin embargo, la
clasificación alternativa que hemos propuesto ofrece datos más dudosos. En ambos
casos, el dilema se pude abordar mediante un contraste de contingencias.
La primera de las clasificaciones confirma la inexistencia de interrelación,
mediante el contraste del estadístico χ2. Esto se observa nítidamente en el
gráfico 6. Las proporciones entre sectores son las mismas en cada una de las
clases de tamaños.
Gráfico 6. Relación entre tamaños y sectores
Sin embargo, el gráfico 7 muestra un comportamiento opuesto, definiendo los
sectores en función de la intensidad en el empleo de los dos tipos de factores.
La prueba de la χ2 confirma lo observado en la Tabla 7. Es valor es superior a
16’75 y el nivel de confianza es cercano al 99’8%.
Gráfico 7. Relación entre tamaños y tipos de actividad
Entre las pequeñas empresas predominan las no intensivas, mientras que en las
grandes y medianas las intensivas en capital. La intensidad del factor trabajo
parece independiente del tamaño. Por ese motivo, podemos definir el tamaño, de
forma alternativa, como la intensidad en factor capital.
Los resultados, en general, no nos permiten confirmar las hipótesis formuladas
como desventajas competitivas de las PYME en lo tocante a posibilidades de
financiación. En primer lugar, la variable a la que hemos denominado SOLVENCIA,
formada por una combinación de liquidez, fondo de maniobra, garantía y, en
términos inversos, el endeudamiento, parece no tener relación alguna con el
tamaño, según se muestra en la tabla 29. Los valores son tan parecidos, en
termino de la dispersión (medida ésta por la desviación típica), que no merece
la pena plantear contrastes estadístico. En nuestra muestra, las empresas más
grandes no son más solventes que las pequeñas ni viceversa.
Como se ha dicho, es necesario hacer un desglose del factor SOLVENCIA, aquél que
en el Análisis Factorial explica la mayor proporción de varianza de los datos
originales. A continuación comentamos los aspectos relacionados con la
estructura financiera que más interés han suscitado.
Acceso al mercado de capitales
En la Tabla 3, relativa a valores extremos, habíamos diferenciado entre empresas
que cotizan y empresas que no cotizan, estableciendo un primer elemento
diferenciador o de diversidad entre empresas, cual es la posibilidad de acceder
al mercado oficial de valores, con el fin de poder emitir instrumentos de
financiación que resulten atractivos al inversor. Esta variable binaria (cotiza
o no cotiza) de la que habíamos prescindido para el Análisis Factorial, no era
una variable de tamaño, pero, sin duda, a la vista de los valores que toman las
cifras de activos, ventas y personal, se trata de una circunstancia
estrechamente relacionada con la dimensión de la empresa. Esto queda confirmado
por la definición que hemos obtenido del factor TAMAÑO, puesto que finalmente se
han incluido en la definición del factor TAMAÑO con mayor puntuación (Ventas,
activos, gastos de personal y cuota de mercado) son las que muestran un
comportamiento más asimétrico en dicha tabla, según la empresa cotice o no.
comportamiento confirma la idoneidad de considerar la admisión a cotización
oficial como un criterio cualitativo definidor de las PYME (Bannock, 1981; Boedo
y Calvo, 1997). En función de tal razonamiento, las diferencias en financiación
entre empresas que cotizan y las que no cotizan son interpretables como una
distinción entre grandes empresas y PYME.
Desventaja en el coste de la financiación
Llama la atención, según muestra la Tabla 3 que los costes financieros de las
empresas que cotizan, a pesar de su dimensión, son más elevados, en términos
relativos, que los del resto de empresas. Esto contradice la hipótesis de la
desventaja constatada en multitud de trabajos, con escasas excepciones (entre
ellas, Illueca y Pastor, 1996, que no encuentran diferencias significativas en
los costes financieros por tamaños). En función de dicha bibliografía, este
hecho es especialmente extraño, no sólo en razón del tamaño, sino también por el
hecho de que la rentabilidad económica de las empresas que cotizan esté por
debajo y la rentabilidad financiera por encima de las medias del resto de
empresas.
Esto puede deberse a varios motivos: Si hay una o varias de las siete empresas
cuya cotización en bolsa afecte a renta fija, emitida en los últimos años, es
lógico pensar que hayan computado los gastos de formalización de las emisiones
de títulos negociables, o su imputación anual, entre los gastos de tipo
financiero. Ahora bien, si se ha incluido el saneamiento de los gastos de
ampliación de capital, el denominador no se incrementa en la misma proporción
que el coste financiero en términos absolutos, al haberse hecho los cálculos de
nuestras variables, en términos relativos, únicamente con respecto a la
financiación ajena.
Otra posible interpretación de este dato, tomada de Salas (1994), a la vista de
que las empresas que no cotizan en Bolsa son las de menor tamaño, permite
suponer que no han contabilizado correctamente el coste financiero, incluyendo
el coste de oportunidad de los saldos indisponibles relacionados con su
financiación ajena. Eso no significa que las empresas grandes no los computen,
sino que no los padecen. Esta hipótesis de Salas podría reconciliar los
resultados aparentemente contradictorios de los trabajos que encuentran
diferencias en los costes financieros por tamaños y los que no.
Tabla 8. Variables financieras por conglomerado de tamaño
TAMAÑO
Pequeñas (538) Medianas (466) Grandes (156)
Media Desv típ Media Desv típ Media Desv típ
Plazo de cobro 75,44 38,30 74,82 35,91 79,84 40,24
Plazo de pago 74,13 33,66 75,52 38,30 80,40 35,90
Fondo maniobra 14,14% 0,23 12,56% 0,22 11,33% 0,17
Endeudamiento 67,39% 0,20 65,48% 0,22 64,26% 0,20
Endmto. a corto 55,73% 0,21 55,27% 0,21 51,61% 0,20
Garantía 157,91% 1,48 165,57% 1,57 165,72% 1,47
Apalancamiento 33,44% 0,31 28,29% 0,25 28,53% 0,27
Liquidez 1,31% 1,72 1,28% 1,67 1,25% 1,43
Coste capital ajeno 3,20% 2,42 3,66% 2,82 3,87% 2,66
La Tabla 8 confirma una diferencia menor de un punto porcentual en el interés
medio que pagan las grandes empresas, con respecto a las medianas y las grandes.
Esta diferencia no parece muy alta, en comparación con la desviación típica, que
es de unos dos puntos y medio porcentuales. Por ese motivo, no estamos en
situación de confirmar la diferencia de costes de financiación ajena entre
tamaños de empresas, al no ser significativas las diferencias por tamaños en el
coste del exigible. Es de suponer que si, entre las grandes empresas,
prescindiésemos de aquellas siete que cotizan en bolsa (que tenían un coste
financiero más elevado), los tipos de interés se equipararían todavía más entre
los tres grupos. De eso habrá que inferir que el hecho de cotizar en bolsa puede
encarecer la financiación, pero no el hecho de estar en un determinado tramo de
tamaño.
Es curioso observar que, con estos datos, podemos no sólo rechazar la hipótesis
en cuestión, sino que la hipótesis contraria (el coste es directamente
proporcional al tamaño) se confirmaría rebajando exigencia de confianza al
94’442%, con un valor del estadístico chi-cuadrado de 9’231%.
Estructura financiera
A la vista de la Tabla 3, destacan además otros fenómenos como el menor grado de
endeudamiento en empresas cuyas acciones cotizan en el mercado, es decir, una
mayor autonomía financiera que sobrepasa el 40%, mientras que no llega al 35%,
en aquellas otras a las que podríamos considerar PYME.
Este comportamiento se corrobora en la tabla 29, que recoge las características
principales de diversidad por estratos de tamaño, el signo negativo en la
solvencia para las empresas mayores puede indicar que se permiten mayores
niveles de endeudamiento que el resto de empresas y fondos de maniobra escasos o
negativos, lo cual tiene que estar estrechamente relacionado con los mayores
plazos de cobro y pago en los sectores en que operan las mayores empresas
(Tablas 6 y 7).
No obstante, como la relación entre tamaño y solvencia ha sido rechazada, al no
apreciarse una cifra significativa en el dato que acabamos de comentar, habrá
que proceder a realizar un análisis pormenorizado de las variables que
determinan el grado de solvencia de la empresa. En la Tabla 8, mediante los
descriptivos habituales, comparamos con el tamaño cada una de las variables con
cargas factoriales significativas en el concepto de solvencia, más el ratio de
apalancamiento (GEARING), que había quedado excluido de dicho análisis.
En dicha tabla se comprueba que la existencia de un mayor o menor fondo de
maniobra no determina la dimensión empresarial, como tampoco la existencia de
una determinada estructura de capital o de una situación más o menos saneada de
solvencia.
El rechazo de todas las hipótesis de desventaja relativas al tamaño era
previsible, teniendo en cuenta que todas las variables financieras tienen cargas
factoriales débiles en el factor TAMAÑO. Por eso es conveniente comentar las
posibles diferencias entre grupos, aunque no sean muy significativas.
En el endeudamiento a corto, el análisis de contingencias obtiene resultados
favorables con una exigencia del 94’685%, pues obtiene un valor de 9’34 para la
chi-cuadrado. Esto no confirma la hipótesis sobre la relación decreciente entre
el tamaño y el endeudamiento a corto plazo, puesto que este análisis debe
interpretarse del siguiente modo: en las pequeñas empresas predomina un nivel
medio de endeudamiento a corto, en las medianas un nivel alto y en las grandes
un nivel bajo.
Gráfico 11. Endeudamiento a corto por tamaños
Al confirmarse en el endeudamiento a corto plazo un comportamiento ligeramente
creciente cuando pasa de mediana a gran empresa podemos puede interpretar que
existe un mayor poder de negociación de las últimas frente a sus proveedores,
como muestra su mayor plazo de pago.
En el caso de las variables “endeudamiento” y “liquidez”, las medias y
desviaciones típicas por tamaño son casi exactamente iguales, lo cual
confirmaría la hipótesis nula en un contraste de igualdad de medias. Por lo
tanto, se rechaza la hipótesis de incremento del endeudamiento con respecto al
tamaño. Antes al contrario, en el endeudamiento se observa una tendencia
decreciente con el tamaño, que no ha sido confirmada por los contrastes de
contingencias.
El ratio de garantía es muy similar entre empresas grandes y medianas, aunque
notablemente inferior en las pequeñas empresas. Esto nos permite confirmar la
menor disponibilidad de activos reales de las empresas del tramo inferior, en
relación con el montante de recursos ajenos.
Sorprendentemente, estas empresas gozan de un nivel de apalancamiento superior
al resto de empresas, debido a que tanto su ratio de endeudamiento como el de
endeudamiento a corto son los mayores de los tres grupos. Este dato puede
delatar la dificultad de las pequeñas empresas para generar autofinanciación.
El hecho de que el ratio de apalancamiento decrezca con el tamaño, entre pequeño
y mediano, puede indicar una carencia de autofinanciación en conjunto de las
PYME que limitaría su crecimiento. El leve crecimiento de dicha variable, al
pasar de PYME a gran empresa puede deberse a las ventajas relativas debidas al
tamaño, en el acceso al crédito y la emisión de deuda a largo plazo. La relación
entre esta variable y el tamaño no se confirma en el contraste de contingencias.
Aunque no se confirme del todo el comportamiento decreciente con el tamaño de
los ratios de endeudamiento y endeudamiento a corto, nos aproximamos a los
resultados de Fu et al. (2002), Calvo-Flores et al. (2000), López y Aybar
(2000), etc., lo cual contradice la supuesta capacidad de apalancamiento de las
empresas mayores. Según López y Romero (1997), este comportamiento parece
contradecirse con la menor utilización de tangibles y el mayor riesgo de las
PYME con respecto a las grandes empresas.
Continuando con la discusión sobre la estructura de capital en relación con el
tamaño, hemos comprobado que la existencia de un fondo de maniobra positivo o
negativo no es un fenómeno significativamente relacionado con el tamaño (Tabla
8), aunque, según se expuso, tampoco lo está excesivamente con el sector (Tabla
7). Sin embargo, a continuación hacemos algunas matizaciones acerca de la
correcta interpretación de estos resultados.
Fondo de maniobra
Según los argumentos que hemos ofrecido, desde el punto de vista teórico, el
fondo de maniobra, por término medio, sería bastante inferior en las empresas
que, tal vez por el prestigio o por la dimensión, deben tener mayor poder de
negociación frente a clientes y proveedores. Esto parece corroborarse en los
datos de la Tabla 3, que muestran un porcentaje del 7’75 para las empresas que
cotizan y un 13% para las no admitidas.
Sin embargo, la admisión a cotización la no es un concepto exactamente
identificable con la definición del tamaño. Ésta se ha establecido en tres
estratos y se ofrece en la Tabla 8. En ella no se aprecian diferencias
significativas entre conglomerados; el valor de las medias y las desviaciones
típicas son bastante similares. El contraste de contingencias rechaza la
relación entre el fondo de rotación y el tamaño.
No obstante, merece la pena comentar este ligero decrecimiento, en relación con
el ligero decrecimiento del endeudamiento y el endeudamiento a corto. Lo que en
la componente SOLVENCIA aparentaba ser un comportamiento totalmente transversal
entre clases de tamaños cobra ahora cierta desigualdad si se descompone como
algo positivo tener mayor fondo de maniobra y como negativo estar más endeudada.
Si las diferencias fueran significativas o la exigencia de fiabilidad inferior
al 80%, podríamos afirmar que las PYME reúnen ambas desventajas en relación con
su estructura financiera.
El análisis factorial (Tabla 20) ya nos había clasificado la variable “fdombra”
al margen del concepto de tamaño, lo cual parece indicar que la variación que
registre el fondo de maniobra entre clases de tamaño debe ser insignificante. El
análisis de contingencias nos permite ahora confirmar este indicio. Por lo
tanto, el fondo de rotación, en términos relativos, tal y como lo hemos
definido, se distribuye aleatoriamente entre empresas de distinto tamaño. Esto
indica que el poder de negociación de una empresa con sus proveedores y clientes
no depende del tamaño que tenga, lo cual se ve reforzado por la gran similitud
en los plazos de cobro y pago con que trabajan, por término medio, las empresas
de distinto tamaño, aunque nuevamente se produce un aumento o dilación en las
empresas grandes (Tabla 8). En proporción con la desviación típica de dichos
periodos, la relación sigue sin ser significativa. No obstante, es de destacar
el hecho de que las medianas y las grandes empresas tienen, por término medio,
mayor plazo de pago que de cobro y en la pequeña ocurre al contrario. Esto puede
indicar mayor poder de negociación, a pesar de que estadísticamente las
diferencias no sean significativas.
Conclusiones
En resumen, en posible extraer una definición multivariante de tamaño, de manera
que todas las variables no relacionadas con el mismo quedan agrupadas en
definiciones de fenómenos distintos. Este nuevo concepto de tamaño sería idóneo
desde el punto de vista teórico, pero es difícil de medir, en función de los
datos que ofrece la empresa en la práctica, ya que requiere que se haga una
combinación lineal con variables transformadas.
Sin embargo, esta nueva componente es fácil de comprender, pues responde a la
idea intuitiva de tamaño que han utilizado nuestros antecedentes, al emplear
subrogados como el empleo, el activo o las ventas. Todos ellos vienen explicados
en un porcentaje muy alto por la nueva variable conjunta o factor. Por ese
motivo, podemos concluir que es una buena medida del tamaño cualquiera de los
criterios cuantitativos que contempla la Recomendación comunitaria o los
múltiples trabajos empíricos relacionados con la dimensión, a excepción del
valor añadido. Existe en nuestra aportación una salvedad, en relación con el
criterio del número de empleados, pues preferimos el dato monetario del gasto de
personal (también éste con argumentos en contra). Además, hemos aportado una
variable medidora del tamaño muy poco usada hasta ahora: La cuota de mercado.
Del análisis factorial se desprende que la dimensión no es lo que más
caracteriza a las empresas, aunque es un importante factor de diversidad, por
delante de la complejidad organizativa y los fenómenos de índole estratégica,
como la proyección futura o los visos de continuidad, la innovación, etc. Las
variables que más han caracterizado a las empresas de la muestra han sido la
admisión a cotización oficial, seguida de la solvencia, donde ésta se mide por
una combinación de la autonomía financiera, la liquidez, el fondo de maniobra y
la cobertura de activos reales sobre la deuda. La rentabilidad se ha revelado
como una de las variables que menos ayudan a distinguir entre tipos de empresas
estándar. De ahí que la problemática adolezca de una aparente falta de
relevancia, a partir de nuestros resultados.
Como limitación de nuestro análisis es de destacar la imposibilidad de medir
variables relacionadas con la estrategia o con la existencia de activos
intangibles en la empresa. Se han introducido algunas aproximaciones, como la
inversión en inmaterial, los periodos de cobro y pago, el nivel de estudios del
directivo, el gasto de formación del personal o el horizonte de planificación,
sin embargo, esto contrasta con la exactitud con que se han medido todas las
variables de tipo financiero que han sido necesarias.
Precisamente, en estas variables de tipo más cuantitativo puede haberse
producido cierto grado de redundancia, en cuanto a su significado y esto puede
haber influido en el hecho de obtener precisamente como componente principal la
solvencia empresarial, seguida del tamaño. En cuanto a la complejidad
organizativa, aunque se configura, por sí sola y con carácter ortogonal, como la
tercera componente en importancia, parece estar positivamente correlacionada con
los subrogados del tamaño (Tabla 20).
El factor tamaño obtenido ha permitido definir grupos de empresas de
características lo más similares posibles entre sí y lo más dispares posibles
entre grupos. Sin embargo, esta definición presenta el inconveniente de que no
facilita el establecimiento de unos límites cuantificables para esos tres tipos
de empresas. Eso es debido a su carácter multivariante, ya que nuestro factor
TAMAÑO abarca cuatro subrogados del tamaño que se miden de forma muy distinta.
Desde este punto de vista, el ‘multicriterio’ obtenido en este trabajo, en el
sentido aportado por Bueno et al. (1981, 1986, 1990), puede no tener una
interpretación fácil, puesto que se trata de una combinación de transformaciones
logarítmicas tipificadas y se define como una magnitud adimensional.
Además, es discutible que la importancia de los subrogados en el factor TAMAÑO
indique el peso que han detener en una nueva definición de tamaño o si más bien
se trataría de puntos de vista alternativos.
El rechazo de la hipótesis de exclusividad de alguna variable de tamaño
conllevaba la salvedad de que cualquiera de las cuatro eran buenas
aproximaciones al concepto genuino de dimensión. Como muestra la Tabla 9, esos
subrogados tienen significados muy dispares; pertenecen a cuatro clases de
variables de tamaño, cuatro facetas de éste o cuatro puntos de vista de un mismo
fenómeno. Se puede definir el tamaño desde el punto de vista estático (activos)
o dinámico (Ventas), es decir, como variable patrimonial o renta; manifestación
directa o indirecta, respectivamente, del poder e importancia económica de la
empresa. También se puede valorar a coste de los factores o a precios de
mercados.
Tabla 9. Criterios alternativos de definición de la dimensión empresarial
TIPO DE VARIABLE
Flujo Fondo
FASE input (coste de factores) Gasto de personal Activo Total
output (precios de mercado) Ingresos por ventas Cuota de mercado
Fuente: Elaboración propia.
En esta tabla, se ha cruzado la clasificación del tamaño tomada de Illueca y
Pastor (1996) con el carácter estático o dinámico de cada variable. Lo más
curioso de los datos que hemos obtenido es que los mayores coeficientes de
correlación entre estas cuatro variables se dan en aquellas que están en aspa en
la Tabla 9. Así mismo, el análisis clúster jerárquico de clasificación de
variables tiende a agruparlas de la misma forma (las ventas se agrupan con el
activo y el empleo con la cuota de mercado), especialmente, cuando se usan
técnicas de agrupación basadas en centroides y en la correlación de Pearson.
Suponiendo que la combinación de estas cuatro características de la empresa en
una sola componente multivariante tiene sentido, el tamaño empresarial debe ser
medido en términos de ésta última. En cualquier caso, la clasificación de las
empresas de la muestra en tramos de dimensión debe hacerse en función de dicho
criterio.
Del análisis clúster realizado con el factor TAMAÑO, han resultado tres
categorías en las que agrupamos a las empresas, en función del valor que tome
dicha componente, para cada una de ellas. Así, para las 538 empresas para las
que el factor TAMAÑO tomaba los valores inferiores, se definió la clase
“pequeñas”; las 466 que seguían en valor de dicho factor, se incluyeron en la
categoría “mediana”. Las restantes 156 empresas de la muestra son consideradas
“grandes”.
Dentro de los dos estratos de empresas pequeñas y medianas, podemos cuantificar
el factor TAMAÑO en cada una de ellas y elegir como límite para el concepto de
PYME el máximo valor de entre las 1.004 empresas que forman parte de los dos
tramos inferiores. Por su parte, el valor máximo de TAMAÑO, entre las empresas
del tramo inferior, determinaría el límite estricto de “pequeña empresa”.
Esta metodología es dudosa, dado que estamos trabajando con una muestra que
puede ser representativa, pero que no deja de ser una aproximación a la
realidad. Una empresa de la población podría tener un valor superior al máximo
de PYME y, no obstante debería ser considerada, por sus características, como
une pequeña o mediana empresa. Por eso, los límites de tamaño, en términos de la
componente multicriterio, deberían estar determinados de una forma borrosa o,
como se hace en la Recomendación comunitaria, con una cierta optatividad entre
los subrogados de tamaño que forman parte de dicho factor.
Además, sabemos a ciencia cierta que de la gran subpoblación de empresas que
contratan a menos de 10 trabajadores, ninguna está representada en la muestra
que hemos utilizado. Esto desvirtuaría los límites, estableciéndolos en términos
ligeramente elevados, puesto que el “gasto de personal” forma parte de nuestro
factor TAMAÑO.
Por lo tanto, en este apartado, proponemos el método, a efectos de estudios
empíricos del tamaño y de implantación de políticas de PYME, pero no estamos en
condiciones de cuantificar el concepto de mediana ni el de pequeña empresa.
Las características de la muestra tampoco permiten afirmar con rotundidad que se
confirma la hipótesis de existencia de la mediana empresa. Por ese motivo, sigue
siendo factible que el tamaño pudiera venir diferenciado en dos clases de
empresas (PYME y grandes). En ese caso, se utilizaría como valor máximo para el
factor tamaño o sus subrogados, el que tenga la empresa establecida en el
porcentaje que maximice el índice de Gini o uno ligeramente superior al redondeo
(Shorrocks, 1983, 1988).
Un planteamiento teórico que se deriva de estas reflexiones consistiría en
considerar como mejor subrogado del tamaño aquella variable que se distribuye,
entre los individuos muestrales, de la manera más desigual posible. Como factor
de desigualdad, la concentración de la variable activo, nos haría decidirnos por
ésta en detrimento de las demás, como se muestra en las respectivas curvas de
Lorenz.
Puesto que todos los subrogados parecen tener una alta correlación con el
concepto de tamaño y el activo total neto es el que presenta mayor
concentración, sería éste el criterio que se elegiría, en caso de tener que
optar por una sola de estas variables. Esta alternativa está en contradicción
con publicaciones que descartan la utilización de variables numéricas únicas
(Bueno et al., 1990; Laffarga, 1999; Camisón, 2001, inter alia), aunque evitaría
el problema de la puesta en práctica del factor TAMAÑO.
Una aportación más interesante sería definir ese límite en términos de conjuntos
borrosos. Esto se justifica en la idea de que el hecho de exceder los límites
cuantitativos establecidos o el quedar por debajo de ellos no tiene por qué
establecer tipos distintos de empresas, si la diferencia es muy escasa
(Osteryoung y Newman, 1993).
Tabla 10. Descriptivos por tamaño
TAMAÑO
Pequeñas (538) Medianas (466) Grandes (156)
Media Desv típ Media Desv típ Media Desv típ
SOLVENCIA 0,001 1,003 0,002 1,046 -0,008 0,846
ORGANIZACIÓN 0,029 1,023 -0,096 0,922 0,188 1,114
APLAZAMIENTO 0,009 0,979 -0,024 0,992 0,038 1,096
PROYECCIÓN 0,005 0,970 0,012 1,067 -0,051 0,895
RENTABILIDAD 0,016 0,894 -0,009 1,142 -0,028 0,893
RIESGO -0,020 1,115 0,053 0,906 -0,091 0,830
EDAD DIRECTIVO 46,625 10,291 47,911 9,968 51,841 9,363
Estudios ” 2 0,19336 3 0,21964 4 0,20152
Cooperación Tecnol. 0,07 0,26 0,10 0,30 0,22 0,41
Certificación 2,4 0,73 2,1 0,82 1,6 0,82
En esta tabla se ha indicado, para cada clase de tamaño, el número de empresas
de la muestra que contiene. La clasificación por tamaños se ha tomado de los
cluster obtenidos a partir del factor TAMAÑO. Por lo general, las diferencias de
medias entre grupos vienen a producirse en el sentido esperado, desde un punto
de vista teórico, pero no siempre en la magnitud que habría sido imaginable, tal
vez, debido a la ausencia de las microempresas o a la necesidad de una muestra
aún mayor, debido a la gran gradación de tamaños que existe entre las empresas
de la población.
La cooperación tecnológica, el nivel de estudios del directivo y su edad parecen
estar claramente correlacionados, en sentido positivo, con el tamaño. Lo mismo
ocurre con la certificación de calidad, aunque la forma de numeración que se ha
utilizado para las categorías de esta variable (“Si” = 1; “No” =3) refleja
valores descendentes en función del tamaño. La cooperación tecnológica, al ser
una variable binaria, no se incluyó en el análisis factorial, pero eso no impide
computar, dentro de cada estrato de tamaño, el porcentaje de empresas que
declaró cooperar en tecnología.
La complejidad organizativa parece incrementarse con el tamaño, a partir de una
cierta dimensión, pues las diferencias se hacen significativas entre medianas y
grandes empresas. Entre las PYME, las diferencias en organización no parecen
estar relacionadas con el tamaño.
La edad del directivo se puede medir indistintamente con la componente del mismo
nombre o directamente con la variable EDADDIR, ya que el análisis factorial
dejaba aislada a esta característica de las empresas en una componente
univariante. Puesto que esta última es menos interpretable que la variable
original, se ha optado por deshacer las transformaciones y ofrecer el dato de la
edad en años en la Tabla 29, donde se aprecia que, con independencia del tamaño
empresarial, la desviación típica de esta variable es de unos 10 años, oscilando
en torno a 48 de media, que varían ligeramente en función del tamaño.
Debido a la ortogonalidad de la rotación entre factores, los grupos de tamaño
están definidos de forma que no existen diferencias significativas entre ellos
en el resto de variables y factores. Esto es muy útil para observar que las
únicas diferencias observables están en este punto restringidas a variaciones
intra-grupo. En cada uno de ellos, la desviación típica se muestra relativamente
grande, en comparación con las diferencias de medias entre grupos. De este modo,
tan sólo las variables realmente relacionadas con el tamaño tienen una evolución
clara, como la complejidad organizativa, cooperación tecnológica, el nivel de
estudios o la edad del directivo y la certificación de calidad. Este
comportamiento sirve de comprobación de que el tamaño es uno de los principales
factores de diversidad.
Dada la dificultad práctica de medir la variable TAMAÑO, no merece la pena
abordar la cuantificación de lo que deberíamos considerar pequeña o mediana
empresa, puesto que esta delimitación vendría cuantificada en las variables
originales (activo, gasto de personal, cifra de ventas y cuota de mercado),
donde cualquiera de estas variables sería un buen subrogado del tamaño. Sin
embargo, la nueva componente es el criterio idóneo para clasificar a las
empresas de la muestra en distintas categorías por tamaño.
El análisis clúster aconseja contemplar un subgrupo de empresas consideradas
medianas, con la salvedad de que las carencias propias de la muestra pueden ser
las causantes de que se prefieran más de dos tipos de tamaño. En función de
ello, se ha adoptado la tradicional estratificación en tamaño pequeño, grande y
mediano, para proceder a observar el comportamiento de otras variables y
componentes a través de la dimensión empresarial.
Debido a su ortogonalidad, las componentes SOLVENCIA, APLAZAMIENTO, PROYECCIÓN y
RIESGO no parecen guardar una relación creciente o decreciente con el tamaño. En
cambio, están positivamente relacionadas con éste la edad del directivo y su
nivel de estudios, el hecho de la cooperación tecnológica y la certificación de
calidad.
La ORGANIZACIÓN empieza a tener una relación positiva a partir de cierta
dimensión. El caso de la rentabilidad es dudoso.
Tanto para el efecto tamaño como para el efecto sector, las relaciones
descriptivamente visibles de las variables de rentabilidad no han sido
confirmadas por los test estadísticos. Para el efecto tamaño, se acepta la
hipótesis de ausencia de relación, salvo para la variable “rentabilidad de los
activos líquidos”. Para el efecto sector, se acepta la hipótesis contraria,
aunque dentro de un sector es más bien el acierto en las inversiones y la
eficiencia en la organización de recursos lo que determina la posibilidad de
ganancias sostenibles.
La variable “supervivencia” viene mal explicada por los factores con los que
estamos trabajando, ya que se define en términos muy pobres; Variable estática y
binaria. Ni el efecto empresa ni el efecto sector han podido explicar, en
nuestra muestra, la probabilidad de que una empresa sobreviva.
El efecto tamaño no parece existir ni en la rentabilidad ni en la supervivencia
constatada de la empresa. El desglose entre rentabilidad económica y financiera
tampoco muestra uniformidad en su comportamiento con respecto al tamaño. El
análisis de contingencias revela definitivamente la inexistencia de una relación
entre rentabilidad y tamaño, excepto para la rentabilidad de los activos
líquidos. Todo ello confirma nuestras conjeturas relativas a los posibles
orígenes de la disparidad de resultados en nuestros antecedentes: Distintas
nociones de tamaño y también de rentabilidad.
La ausencia del factor tamaño sobre la rentabilidad es una conclusión que se ha
extraído de forma nítida, pero hay que reservarse la sospecha de que otras
definiciones de tamaño y de rentabilidad habrían de dar resultados distintos. En
nuestro caso, hemos usado dos definiciones que son componentes obtenidas en el
mismo análisis factorial. Por lo tanto, son factores ortogonales entre sí por
definición. Era lógico pensar que los resultados, desde el punto de vista
estadístico, no detectarían ninguna relación.
En cuanto al efecto del sector, la rentabilidad de la empresa es claramente
dependiente del sector en la clasificación tradicional de actividades y también
en nuestra propuesta de clasificación en función de los factores clásicos. La
rentabilidad parece ser directamente proporcional a la intensidad en la
utilización del factor trabajo. Esto puede indicar que el establecimiento de
ventajas competitivas se base en la inversión en recursos humanos, más que en
equipos de cualquier índole. El efecto sector parece imponerse sobre el efecto
tamaño, puesto que este ha sido definitivamente descartado por varios métodos y
aquél claramente confirmado por los test de igualdad de medianas.
Las variables que se obtienen mediante ratios, a través de partidas contables,
abundan entre los datos disponibles, hasta el punto que se ha prescindido de
algunas, por ser consideradas redundantes.
Los plazos de cobro y pago y el fondo de maniobra no han resultado estar
estrechamente relacionados con el tamaño, como se proponía, en términos
teóricos. El endeudamiento muestra una ligera tendencia decreciente, también
contraria a algunos de los argumentos teóricos que se han expuesto. No obstante,
la diferencia por tamaños en el nivel medio de endeudamiento es muy escasa.
Tampoco es muy significativa la diferencia por tamaños en el ratio de
endeudamiento a corto plazo, aunque la ligera tendencia decreciente, con
respecto al tamaño concuerda con las dificultades de obtención de financiación a
largo plazo que, según los precedentes, obedece a la dimensión empresarial. La
liquidez es, como nos mostraba el análisis factorial, un factor que nada tiene
que ver con la dimensión empresarial.
En la controversia acerca del coste financiero de las PYME, nuestros resultados
no han encontrado diferencias significativas en el coste del capital ajeno. Si
hubiera alguna diferencia, no supondría un obstáculo o desventaja competitiva
para el desarrollo de las PYME, puesto que no alcanza el medio punto porcentual
en cómputo anual. Antes bien, la inclusión de empresas con cotización en el
tramo de las compañías consideradas “grandes” ha elevado el coste financiero en
más de un punto, por término medio, sobre el que soportan las empresas medianas.
En definitiva, aparecen indicios de que las empresas de mayor tamaño tienen, por
su volumen de negocios, mayor poder de negociación frente a proveedores y
clientes, pero no gozan de especiales ventajas en cuanto a solvencia (Tabla 29)
u otras variables financieras (Tabla 8).
Podemos concluir que la estructura financiera de una empresa es independiente
del tamaño, de acuerdo con una parte de nuestros antecedentes (López y Romero,
1997; Ruiz y Partal, 1998; Fariñas y Jaumandreu, 1999, inter alia). No obstante,
debemos reservarnos la consideración de que la definición que se ha hecho del
factor TAMAÑO se ha obtenido mediante un procedimiento matemático que asegura la
ortogonalidad con la Solvencia y, por lo tanto, todas las variables relacionadas
con la estructura financiera han obtenido cargas factoriales bajas en la
estructura de la componente TAMAÑO. ha sido necesario comentar algunos
comportamientos observados en las tablas descriptivas, por leve que fuera la
relación.
Para la definición de dimensión empresarial que hemos obtenido, éste no
determina tanto como el sector las variables tradicionalmente estudiadas, como
la rentabilidad o incluso la estructura financiera. No obstante, la rentabilidad
se perfila como un factor de diversidad mucho menos importante que el tamaño, el
sector o el hecho de cotizar en bolsa. Con respecto a la obtención de
financiación, ésta parece obedecer a variables perpendiculares, esencialmente
distintas a las de tamaño. Estas variables tampoco son las de rentabilidad,
aunque cabría pensar que los préstamos son más fácilmente obtenidos por las
empresas más rentables. Sin embargo, la matriz de correlaciones muestra una
relación negativa muy significativa entre endeudamiento y rentabilidad, lo cual
incumple el comportamiento esperado en teoría. Esto se puede deber a la forma en
que se ha medido el tamaño y la rentabilidad, ya que los coeficientes
resultantes del análisis factorial, mediante la rotación ortogonal fuerzan la
independencia entre tamaño, rentabilidad y solvencia. A pesar de esto, los
resultados sirven para explicar que, en general, la empresa española menos
rentable se endeuda más, porque no es capaz de autofinanciarse con los
beneficios obtenidos.
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