Aurora Ornella Grimaldi
Universidad de Salamanca
aurorgri@tin.it
RESUMEN: La aceptación sin restricciones de los beneficios del turismo ha
empezado en los últimos años a dar paso a una propuesta más equilibrada sobre el
papel de este sector, especialmente en lo referente a sus impactos no
económicos. Sin embargo, los problemas acarreados al territorio italiano, son,
en algunos casos, todavía bien evidentes.
En nuestro breve trabajo abarcaremos la condición de dos áreas italianas muy
distintas entre ellas, que, sin embargo, comparten las consecuencias más
deletéreas del turismo de masa: el ejemplo siciliano nos permitirá individuar
las repercusiones de este sector sobre los hábitat naturales de playas y dunas,
mientras que el caso de la comunidad ladina evidenciará como en una economía de
intercambio con culturas dominantes, pueda darse una gradual perdida de la
lengua, y una lenta transformación de la cultura en folclore.
PALABRAS CLAVES: Turismo de masa, medio ambiente, dunas y playas sicilianas,
paisajes alpinos, lengua ladina, turismo sostenible.
Turismo y Desarrollo
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Las políticas comunitarias, en líneas generales favorables al turismo,
evidencian cual sea la relevancia que este sector ha adquirido en nuestra
sociedad. La Unión Europea ha propuesto, además, una nueva política del turismo
para aprovechar su enorme potencial, promoviendo una gestión de los recursos
naturales que exija por parte de las comunidades humanas la adopción de
criterios “sostenibles”. Más allá, pero, de los procedimientos actuales, el
crecimiento del turismo a escala internacional ha acarreado evidentes problemas
en lo referente a su impacto en las sociedades y en el medio ambiente.
Con nuestro breve escrito intentaremos individuar las repercusiones del turismo
de masa sobre la lengua y el paisaje de dos áreas situadas en las antípodas de
Italia: la comunidad ladina y la isla de Sicilia.
«Italia sin Sicilia» afirmó Goethe «no deja alguna imagen en el espíritu, sólo
en ella está la llave de todo», mucho, pero, desde el siglo XVIII ha cambiado en
esta isla italiana, la más grande del mar Mediterráneo (Correnti 1987).
Efectuamos por comodidad del lector, un rápido excursus sobre las
características físicas y económicas del territorio siciliano. La isla, que se
extiende por 25.707 km², está compuesta fundamentalmente por una meseta, que se
eleva entre 150 y 580 m de altitud. Al norte, las montañas Nebrodi y Madonie son
las únicas cadenas montañosas bien definidas, aunque también posee numerosos
picos aislados, como el volcán Etna, con una altitud de 3.323 m, y el monte San
Giuliano (antiguo Eryx), con 750 m. En las faldas de las montañas se cultivan
naranjos y olivos, mientras que la mayor parte de la meseta queda oculta bajo
los campos de maíz. En las tierras montañosas situadas a mayor altitud pueden
encontrarse enebros, mientras que en sus vertientes crecen las hayas y, con el
disminuir de la altitud, castaños, robles, olivos, alcornoques y pinos.
Sicilia sufre terremotos, aunque no muy frecuentes; el de 1908 causó la muerte
de más de 50.000 personas en las ciudades y pueblos cercanos, además está sujeta
a una sequía constante y a los devastadores efectos del viento Siroco, que llega
a la isla procedente del norte de África. La estación lluviosa (finales del
otoño y durante los meses de invierno) contribuye muy poco a mejorar la aridez
de la región. La combinación de métodos de cultivo poco avanzados, junto a la
escasa utilización de sistemas de regadío y a la pobreza de los suelos han hecho
que Sicilia tenga una agricultura menos productiva de lo que podría haber sido.
Por lo que se refiere a su economía, la isla es una fuente considerable para el
suministro mundial de azufre. También se extraen en la isla otros minerales,
como sal y asfalto. La industria petroquímica es igualmente representativa y de
su producción depende, en gran medida, todo el este de Sicilia, en especial
Catania, Siracusa, Ragusa y Gela. La agricultura es todavía hoy la ocupación
principal de los sicilianos; el maíz es el cultivo más importante. Los cereales
crecen en las grandes propiedades del interior y a lo largo de toda la costa
meridional, en muchos casos junto a uvas, almendras, aceitunas, naranjas,
limones, judías (frijoles) y zumaque, utilizado para curtir pieles y para tinte.
Una cuarta parte de las conservas de pescado producidas en Italia proceden de
Sicilia, cuyas especies más importantes son el atún y la sardina (también se
capturan corales y esponjas). Entre las actividades industriales podríamos
destacar también la producción de vino, aceite de oliva, frutas y verduras en
conserva, además, en las principales ciudades de la isla se fabrican artículos
en vidrio, metal y fósforos.
Casi todo el comercio se realiza vía marítima, a través de los tres puertos
principales: Palermo (capital de Sicilia), Catania y Messina. Y entre las
actividades económicas el turismo constituye, sin dudas, una importante fuente
de ingresos. Muchos visitantes, en efecto, llegan cada año a la isla con el
propósito de disfrutar de las costas sicilianas y contemplar sus hermosos
monumentos históricos, como las ruinas griegas y romanas de Agrigento, Siracusa
o Taormina, Selinunte, Segesta, Piazza Armerina, sólo para citar algunas. Las
playas sicilianas, pero, están sujetas desde unas décadas a un efecto
generalizado, que amenaza con producir alteraciones irreversibles. Los efectos
sobre las playas derivan en general de una errada política de gestión del
territorio, y han empeorados por las consecuencias, directas e indirectas, del
desarrollo del turismo de masa. Los efectos de este fenómeno se notan sobre todo
a través de daños directos o derivados del ambiente físico, como los procesos de
erosión ya evidentes en muchas playas, y a través de la reducción de las
poblaciones bióticas, a menudos causada por elementos externos, y cuya
distribución geográfica resulta muy amplia.
En Sicilia el desarrollo de la explotación de las playas ha tenido lugar, en
muchos casos, de forma incontrolada y sin ninguna planificación, a veces con
resultados destructivos. Las playas han sido, a menudo, urbanizadas por completo
y en muchas de las costas sicilianas las construcciones distan unos pocos metros
del mar (en muchos casos de forma abusiva), impidiendo al resto de la población
alcanzar la costa, que es un bien de todos.
La flora y la fauna de la playa han desaparecido casi por completo. Las áreas de
camping han, en cambio, invadido los sistemas de dunas y las selvas litorales,
sobretodo donde predominaban los pinares, provocando también en este caso un
completo empobrecimiento biótico del ambiente.
Más allá de los efectos destructivos directos causados por la urbanización
costera sobre los hábitats naturales, y de las consecuencias
estético-paisajísticas relacionadas, merecen ser recordados también otros
aspectos del fenómeno, quizás menos obvios, pero igualmente negativos. Se da, en
efecto, en muchos casos la necesidad de proteger de los vientos, del aerosol
marino y de la arena manufacturas, viviendas, carreteras o campos. Se ha
difundido, por consiguiente, la tendencia a oponer obstáculos (muros, vallas,
barreras cortavientos, setos, árboles) a nivel de las dunas o hasta de las
playas, para proteger actividades esencialmente antrópicas. Además se ha
difundido la tendencia a plantar especies vegetales arbóreas o arbustivas junto
a las playas o a las dunas, con la supuesta finalidad de consolidarlas. En
realidad, cualquier elemento de altitud, artificial o (pseudo) natural, que
venga interpuesto transversalmente entre el mar y las dunas, es capaz de
modificar sensiblemente la dirección de los vientos, el ciclo de trasporte y de
re-deposición eólica de la arena, y por consiguiente los sistemas de
auto-reparación de dunas y playas. Los ambientes naturales y los originarios
equilibrios dinámicos geológicos y vegetales son modificados, y todo el
ecosistema entra en crisis. Se ha calculado que una barrera cortaviento (seto,
viviendas, chiringuito, ecc.) puede influenciar negativamente el mantenimiento y
la evolución natural de un sistema de dunas hasta una distancia igual a casi
treinta veces la altitud del mismo obstáculo. Como consecuencia de la
construcción costera, que ha a menudo modificado localmente la altitud del flujo
de los vientos, se pueden observar con cierta frecuencia enormes y anómalas
deposiciones de arenas, que son desplazadas desde la playa y las dunas
originarias, y luego depositadas por los vientos en el interior de las mismas
áreas urbanizadas.
También las carreteras costeras constituyen un problema grave, sobretodo cuando
se interponen, come pasa a menudo, entre la playa y las dunas, o entre las dunas
móviles y aquellas consolidadas. El ciclo natural de la arena es una vez más
alterado, la manutención de los márgenes viarios daña la contigua vegetación
natural (herbicidas, talas, incendios), y facilita el ingreso en la duna y en
las playas a numerosas especies vegetales alienas y externas, que aprovechan
este improvisado “corredor” para colonizar los ambientes de las dunas, dañando
la vegetación espontánea natural. Para la fauna las consecuencias de las
carreteras costeras, sobre todo las de elevada rapidez, son aun más graves,
porque un gran número de invertebrados y pequeños vertebrados son segados por el
tráfico rodado, sobretodo durante las horas nocturnas; para muchas especies
litorales estas horas coinciden en efecto con los momentos más intensos de
actividad y de migraciones tróficas (AA.VV., 1982).
Otro riesgo de amplias dimensiones es el asociado a las actividades balnearias,
causas de molestia para los ecosistemas litorales arenosos, sobretodo por su
componente biótica. En Sicilia todas las especies animales (desde los
coleópteros Haplidia massai e Hoplidia attilioi, u el casi extinguido Thorectes
marginatus, Pterolesis siciliensis a algunas especies de mariposas Dociostaurus
minutus, Ochrilidia sicula, Pterolepis siciliensis e Pterolepis elymica) y
vegetales más peculiares y delicados de playas y dunas (Muscari gussonei de
Sicilia meridional, Matthiola Sinuata, Ephedra fragilis y Ephedra distachya,
casi extinguidas y originarias de las bajas dunas marítimas de buena calidad
ambiental de la isla) están fuertemente amenazadas por el transito peatonal
(además que rodado) que tiene lugar encima y a través de ellas. Las playas son
consideradas, lamentablemente, por la mayoría de los usuarios como lugares
destinados a simples finalidades lúdicas y ociosas, con escasa o nula
consideración hacia el elevado valor naturalista. Los daños más graves están
relacionados con la afluencia en los meses primaverales-veraniegos, cuando
millares de personas se vuelcan en pocos metros cuadrados de playa, pisando las
áreas de la orilla y las comunidades de invertebrados que viven en ella,
exportando las flores de algunas de las plantas más características (Muscari
gussonei por ejemplo o Ephedra distachya) cruzando a lo largo y a lo ancho las
dunas, y “abonándolas” con residuos orgánicos de varia naturaleza.
El atravesamiento desordenado de las dunas determina también importantes
fenómenos erosivos, y contribuye a la difusión de especies vegetales alienas.
También en los meses invernales, además, se puede asistir a verdaderos fenómenos
de vandalismo ambiental, cuando muchos “todoterrenistas” se aventuran por las
costas con sus vehículos de cuatro ruedas motrices (“quads”) o sus motos de
“cross” o de “enduro”, aprovechando el escaso gentío y los escasos o nulos
controles por parte de las autoridades locales.
Un factor dañino aun más importante es, además, representado por las actividades
de limpieza, remodelación o re-creación mecanizada de playas y dunas
originarias, que destruyen de forma prácticamente irrecuperable las comunidades
locales de invertebrados, sus refugios naturales (a menudo constituidos por
cúmulos de organismos empantanados) y también ciertas floras sobre-litorales.
Lamentablemente en muchos casos los mismos entes locales son los promotores de
estas actividades que, si se ponen en acto con medios pesados o con tractores,
tienen efectos realmente devastadores sobre los ecosistemas litorales (AA.VV
2002).
Aunque los daños sean numerosos, las intervenciones necesarias para la
salvaguarda de los ecosistemas arenosos sicilianos no faltarían. Algunos de esos
ambientes de playas y dunas arenosas han llegado en buen estado hasta nuestros
días sólo de casualidad; hoy, pero, tiene que ser una prioridad hacer de manera
que estos se conserven para las generaciones futuras como resultado de una
minuciosa programación, que prevea, donde sea posible, su extensión a través de
la re-naturalización de áreas contiguas sustraídas al degrado y a la negativa
influenza antrópica. Obviamente cuando se habla de tutela habría que distinguir
entre áreas destinadas al tiempo libre, otras que tengan que ser por lo menos
parcialmente salvaguardadas y las que deben estar integralmente protegidas. En
el primer y segundo de los casos no se puede prohibir una correcta fruición a
quien desee disfrutar de la playa. Y un primer problema en ese caso es el de los
aparcamientos: antes que recurrir a restricciones generalizadas, que además son
difíciles de respetar, es mejor a menudo sacrificar parte de la superficie de
los sectores de menor calidad ambiental, para realizar un aparcamiento eficiente
y, al mismo tiempo, aislar la playa. Ulteriores propuestas son las que han sido
magistralmente expuestas por el volumen editado por Pietrobelli (Pietrobelli
1998), importante antología de artículos inherentes experiencias de gestión,
estudio y rehabilitación ambiental sobre los ecosistemas costeros italianos.
Entre las varias sugerencias a implantar en Sicilia, recordamos:
● La eliminación gradual y cautelosa de los eventuales elementos de vegetación
aliena presente en las dunas, puntando sobretodo a la eliminación de los
ejemplares más jóvenes y con más capacidad vegetativa y reproductiva.
● La limpieza manual de los residuos de las playas, a través de personal
especializado y miembros de asociaciones ambientalistas.
● La redefinición de las rutas comerciales de las petroleras para alejarlas lo
más posible de las costas, mejorando la calidad ambiental y reducir los daños
debidos a eventuales naufragios o pérdidas parciales de la carga.
● La eliminación o reducción de las actividades agrícolas y la presencia de
calles o edificios en el cercano interior, y la prohibición física al acceso al
mar con cualquier tipo de vehículo.
● La disminución de la contaminación fluvial y marina en las cercanías.
● Evitar totalmente que los alrededores sean modificados por muelles fijos o
estructuras que actúen de barrera perpendicular a la línea de la costa, o con
cordilleras artificiales que limiten la circulación natural de las corrientes y
la actividad del moto de las olas.
● Evitar plantar arbustos o árboles en las dunas con la supuesta finalidad de
consolidarlas y protegerlas de la erosión.
Aunque en Sicilia todavía los parámetros para evaluar la eficiencia de un sector
sean esencialmente pecuniarios, en los últimos años, las ventajas económicas,
por algunas mentes ilustradas, ya no son el único criterio para apoyar el
desarrollo del turismo; éste está cada vez más unido al concepto de
sostenibilidad, aunque hay que admitir que el camino en este sentido está
todavía muy lejos.
Cuando hablamos de sostenibilidad, además, nos referimos a un proceso que no
degrade o agote no sólo a los recursos naturales de un pueblo, sino también su
patrimonio cultural. A este propósito la sociedad ladina nos ofrece un ejemplo
del empobrecimiento (esta vez) lingüístico y cultural que puede ser favorecido
por el turismo de masa.
La unidad de la comunidad ladina, en efecto, se funda esencialmente, sobre el
uso de una lengua común. El ladino, o retorrománico, es un conjunto de tres
dialectos románicos de los Alpes centrales y orientales, vestigios de una
antigua población romanizada que, en los territorios de Retia y Nórica, a partir
del s. V, se germanizó progresivamente.
Los confines geográficos de los dialectos que componen el ladino son los
siguientes:
a) El ladino grisonés, que se extiende entre el San Gotardo y Ortles, comprende
dos grandes dialectos, el grupo del Oberland bernés, subdividido en sobresilvano
y grisón central, y el engadino de la cuenca del Inn, subdividido en tres
variantes: superior, inferior y dialecto del valle de Münster.
b) El ladino central se habla desde Ortles hasta los Alpes dolomíticos y
comprende dos variantes: la de la cuenca del Etsch, que se subdivide en la
variedad de los valles de Nonsberg y Sulzberg, subdialecto con fuerte influencia
lombarda, y la variedad de los valles de Gróden, Fleims-Fassa y Gader; la
segunda variante está constituida por el dialecto de la cuenca del Piave y
muestra fuerte influencia veneciana.
c) El friulés, que es el dialecto más oriental, se habla en la región de
Tagliamento-Isonzo hasta el mar.
Cultura, tradiciones, lenguas distintas a las oficiales, han sido custodiadas
espontáneamente por la comunidad ladina, gracias también a la naturaleza montana
de su territorio.
En un contesto tan peculiar como es el del ladino, han tenido repercusiones
evidentes los cambios que se han verificado en los sectores económicos. La
economía de los países ladinos, en efecto, ha recibido una gradual trasformación
en los últimos decenios, pasando de una base agrícola a una más intensa
explotación del turismo, que lleva visitantes ítalo-hablantes y alemán-hablantes
en los valles ladinos durante el verano y el invierno. Este movimiento lleva en
las zonas ladinas también inmigrantes estables, a menudo con una posición
económica de prestigio (propietarios de hoteles, restaurantes), mientras que se
nota una migración de los habitantes ladinos que tiene una instrucción superior.
A causas del turismo de masa el panorama ladino ha cambiado en más sentidos. El
escenario paisajístico a menudo es dominado por hoteles imponentes edificados,
por lo general, en estilo pseudo-alpino; la tradición cultural, los usos, las
costumbres vienen ofrecidas come atracciones turísticas, falsificando y
deformando el patrimonio cultural originario; la liquidación de pisos que son
ocupados pocas semanas al año ha contribuido, fuera de temporada, a la
proliferación de pueblos fantasmas. El flujo de mano de obra desencadenado por
las actividades turísticas ha llevado a los Grisones a la germanización de
pueblos enteros (S. Moritz/San Murezzan). Cortina, que a partir de las
Olimpiadas invernales de 1956 se ha hecho famosa a nivel internacional, se ha
poblado de extranjeros dejando los ladinos en neta minoría.
En general se puede afirmar que el moderno ritmo de vida, escandido por una
economía estrictamente relacionada al turismo, ha puesto en peligro de extinción
el patrimonio cultural ladino.
Por lo que se refiere a los aspectos lingüísticos, hay que subrayar que el
ladino es un código lingüístico esencialmente oral, sin una estandardización
reconocida, aunque existan iniciativas en esta dirección. Las investigaciones
sobre las lenguas minoritarias y de frontera indican que, cuando falta en ellas
una estandardización, y en presencia de una economía de intenso intercambio con
una cultura mayoritaria (la alemana y la italiana, en este caso), la tendencia
evolutiva determina la escisión entre lengua y cultura: la primera se pierde,
mientras que la segunda pasa a ser folclore, el cual, en una economía turística,
equivale a una sobre-estructura finalizada a la atracción de más visitantes,
aunque el folklore caracterice a menudo sólo superficialmente a la cultura
minoritaria (Balboni 1996). A confirmar esas teorías sirvan unos datos relativos
al uso entre los jóvenes de la lengua materna sentida como minoritaria: ha
bajado entre un 10% - 40% el número de niños ladino-hablantes que ingresan en el
ciclo de educación primaria, y entre los jóvenes los ladino-hablantes son sólo
el 20% (AA.VV 1990).
En muchos casos las comunidades lingüísticas minoritarias han tenido que
enfrentarse a una realidad socio-cultural aplastante, caracterizada por la
supremacía de las lenguas-culturas mayoritarias. Un ejemplo significativo es
ofrecido por el Alto Adige, en donde más de dos tercios de los habitantes
(69,15%) son de habla alemana, y sólo el 4,37% de habla ladina dolomítica. Los
ítalo-hablantes (26,47%) se concentran sobretodo en la capital de provincia,
Bolzano, y en las localidades de Merano, Bressanone, Laives y Bronzolo. Los
ladino-hablantes sobretodo en la Val Gardena y en Val Badia.
Cada ciudadano italiano de edad superior a los catorce años y empadronado en la
provincia de Bolzano en la fecha en que se realiza el censo tiene que indicar su
pertenencia a un grupo lingüístico. Aunque los ciudadanos puedan declarar su
no-pertenencia a ninguno de los grupos existentes, deberán igualmente agregarse
a uno de ellos. Ese tipo de declaración está orientada, en primer lugar, a la
determinación de una proporción étnica, para la asignación de los empleos en la
pública administración. Actualmente, sobre 100 plazas públicas, 70 van al grupo
alemán, 26 al italiano y 4 al ladino.
Frente a serios riesgos de extinción debidos a factores internos a la lengua
(sus complejas variedades y la falta de una gramática unitaria) y externos a
ella (la supremacía aplastante de las economías y de los idiomas mayoritarios de
los estados liminares) la comunidad ladina ha apostado por eficaces propulsores
de su patrimonio histórico-lingüístico: los institutos de cultura. Uno de los
principales es el Instituto cultural ladino Micurá de Rü. Su objetivo no es sólo
la salvaguardia de la cultura de esta minoría étnica – y por consiguiente de su
lenguaje escrito y oral -, y de las relaciones entre los Ladinos de las
Dolomitas, de Suiza y de Friuli, sino también el de promocionar iniciativas
culturales, manifestaciones, proyectos escolares y publicaciones, con la
finalidad de mantener viva la riqueza de las tradiciones, amenazadas por los
cambios debidos a actividades vitales para la comunidad ladina, y sin embargo
deletéreas, como el turismo (de masa durante los últimos treinta años), fenómeno
que, como hemos evidenciado, ha dado luz verde a una globalización cultural,
hasta en los lugares aparentemente ‘inmunes’ a ella. La respuesta a ese fenómeno
‘global’ y la necesidad de una valoración y salvaguardia de las tradiciones
pasadas ha sido una de las preocupaciones principales del Instituto que provee a
la conservación y a la divulgación de revistas y calendri (calendarios
concebidos como libros para la familia ladina, una suerte de lunario dotado de
reflexiones), divulgados ya desde el siglo XIX y XX, junto a las sagas
dolomíticas – casi todas de origen ladino - de Karl Felix Wolff, publicadas en
1913 en una afortunada colección que ha tenido numerosas reimpresiones: mitos y
cuentos trasmitidos oralmente por los habitantes de los valles y recogidos por
el estudioso en las distintas hablas ladinas. Al Instituto, entonces, es
confiado un papel relevante de reflexión, estudio y creatividad, en suma, una
relectura del presente sin la pátina de las postales que se venden en los
refugios, y sus bibliotecas son lugares vivos de crecimiento también para los
estudiantes de las nuevas generaciones. ¿Pero es eso suficiente para la
salvaguarda del patrimonio cultural ladino? Según Roland Verra, superintendente
escolar y escritor, los ladinos en la escuela no aprenden su lengua, y la
docencia del ladino parece resultar bastante insatisfactoria en gran parte de
las comunidades (AA. VV 1990). Se añadan a estos factores disgregantes las
dificultades y las fronteras creadas hasta entre ladinos por razones
burocrático-administrativas. Sin embargo existe una respuesta a esta
generalizada pérdida de identidad cultural, y son los movimientos culturales,
que han intervenido fomentando a nivel ideológico una unidad en otros ámbitos
inexistente. La literatura ladina moderna ha ya ofrecido con personalidades como
Max Tosi, altos ejemplos de originalidad y compromiso. El Tosi, igualado a
Pasolini por sus estudios universitarios de lenguas y literaturas románicas,
anticipa de una década la exigencia de liberarse de una lírica retórica para
buscar una expresividad virginal y un impulso capaz de crear nuevas experiencias
verbales. Otros nombres como los de Frida Piazza, Valentino Dell’Antonio, Felix
Dapox, Luciano Jellici, Joseph Kostner y Iaco Ploner, nos ofrecen ejemplos de un
lirismo ladino que se vuelve, a veces, reflexión existencial y búsqueda de
identidad, una estética de la montaña que se reflexiona en el individuo,
condicionando su punto de vista (Belardi 1985).
La comunidad ladina, entonces, a pesar de las muchas dificultades derivadas de
su condición de lengua minoritaria y de la obtusidad burocrática de sus
confines, ha descubierto que el compromiso cultural es el único antídoto eficaz
para contrastar la vacilación lingüística y cultural de sus tradiciones frente a
un fenómeno tan ambivalente como el turismo de masa.
Podemos entonces concluir que la idea de protección ambiental y cultural no
comporta únicamente criterios restrictivos de uso, sino la idea de desarrollo
sostenible, que permite todas las intervenciones humanas que no degraden el
medio ambiente en el sentido de permitir la continuación indefinida de los usos
sin que haya agotamiento de recursos ni daños irreversibles en el ambiente
natural, y cultural. De esta manera se intenta hacer compatible la conservación
de los valores naturales y culturales con las legítimas aspiraciones
socio-económicas de la comunidad humana que ocupa el territorio. No hay ninguna
razón para creer que el turismo declinará como actividad internacional en el
futuro. Todo se inclina a suponer que aumentará para convertirse en un aspecto
significativo del desarrollo económico y social en muchos países. El desafío,
pues, es asegurar que ese crecimiento pueda acomodarse dentro de una estructura
sostenible.
Bibliografía
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