Oscar Crespo Argibay (argibay@igesip.org)
Joám Evans Pim (evans@igesip.org)
Bárbara Kristensen (kristensen@igesip.org)
Instituto Galego de Estudos de Segurança Internacional e da Paz (www.igesip.org)
Resumen: Esta comunicación pretende poner sobre la mesa lo que se esconde tras
la denominada globalización, y los peligros que acechan tras la cada vez mayor
concentración de poder en oligopolios, o en algunos casos, simples monopolios
transnacionales. Por otra parte, utilizando una simple ejemplificación
matemática, debida a Shapley y Shubik, se pone de manifiesto la necesidad de un
mercado diversificado de forma razonable, de modo que el equilibrio del mismo se
encuentra en la equidistancia respecto al monopolio, y a su contrario, el modelo
anárquico. La sugerencia, que nace de todo esto, es una revisión del papel de la
organización gremial.
Palabras clave: Globalización, finanzas, dinero, Galbraith, poder, teoría de
juegos.
Este texto fue presentado como ponencia al
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Introducción, definiciones y aclaraciones
Globalización, dichosa palabra, fuente de anatema para unos, de salvación
para otros, y de indiferencia para la mayoría, aunque sus vidas se vean
profundamente afectadas por la voraz acentuación de sus síntomas. Posiblemente,
esta indiferencia provenga de la incapacidad para comprender un proceso de
extrema complejidad, que no permite, siquiera, a los expertos ponerse de acuerdo
en una definición básica que habilite para una aprehensión de la misma o un
abordaje sistémico.
Ante esta situación, y la prolífica información, banal y superficial, escupida
por el mediático jergón, son varios los errores de conceptualización que se
producen en referencia a ella, entre los que se podrían citar: su origen; su
fuerza impulsora; o si existen elementos de comparación con el pasado. Y dada la
necesidad de centrar el asunto, es obligado ocuparse brevemente de cada uno de
ellos, y así forzar un mejor entendimiento del proceso histórico, político,
económico y cultural que nos está tocando vivir, residiendo, justamente, en esta
actualidad la mayor dificultad de percepción.
Si se atendiera a las fuentes de información habituales hoy en día, aquellas que
basan su funcionamiento en la inmediatez, la globalización, a lo sumo, sería
algo que prácticamente habría nacido con la popularización del nuevo uso del
término en sí, a lo cual se opone un estudio más detallado, más allá del
estridente titular. La carrera globalizadora, entendida en todas sus más
diversas acepciones y vertientes encuentra su único punto de origen, su
particular Big Bang, en la globalización financiera, y ésta en el nacimiento de
las finanzas, siendo precisamente éstas, su motor o fuerza impulsora.
Las finanzas nacen de la conversión de un medio en un fin, básicamente se trata
de la comercialización del dinero, de la transmutación de lo que siempre había
sido su papel tradicional, el de medio transaccional, para acabar convirtiéndose
en un bien en sí mismo, que se compra y se vende, lo que en 1745, el Papa
Benedicto XIV hubiese llamado usura, o comercialización de la deuda. Este
término se había mantenido históricamente como peyorativo, incluso criminal, no
faltan ejemplos de ello en la literatura clásica europea, desde Quevedo a
Shakespeare; en las distintas manifestaciones religiosas, desde las diferentas
condenas papales, como el edicto de Benedicto XIV sobre la usura y otros
aprovechamientos deshonestos, hasta la reprobación explícita del mismo, en el
libro sagrado de los musulmanes o en su tradición profética; o en la práctica
política, donde la obra de Proudhon incidirá de forma mordaz.
Todo esto asistirá a una transformación brutal con el advenimiento
revolucionario de 1789. Su científico proceder, simbolizado macabramente por el
uso de la guillotina, encumbrará al relativismo, luego formalizado
matemáticamente por Einstein, y al estructuralismo, es decir, la
especialización, como forma de abolir la humanitas, desplazando así al hombre
como elemento central de la creación, convirtiéndolo, por tanto, en una
mercancía más, que se vende y se compra, el esclavo asalariado.
Hoy, usura, es un vocablo casi neutro, aunque por tradición siga manteniendo
ciertas reminiscencias negativas, por lo cual no es utilizado por los
mercachifles monetarios, siendo sustituido su uso, bien por tasa de interés,
bien por deuda, eso sí, sin dejar de ser lo que siempre ha sido, una forma de
enriquecimiento ilícita, sin que haya contraprestación con trabajo o servicio
prestado, y esto, ante los ojos de Dios, o ante los de los hombres, ante la ley
Divina, o la de la Razón.
Estos elementos, las tasas de interés, la deuda, su compra, su venta, se han
convertido en algo habitual, cotidiano, aceptado masivamente, ni la literatura
los maldice pariendo un nuevo Shylock; Benedicto XVI prefiere avivar las llamas
de lo que la intelligentsia norteamericana, personificada en Huntington,
denominó, choque de civilizaciones, a rememorar las sabias palabras de su
antecesor en el trono de Pedro; y de la clase política, para qué hablar, ya
Schmitt levantaría su acta de defunción, certificada y rubricada por Fukuyama y
su fin de la historia.
Por tanto, el camino recorrido ha sido largo y tortuoso, es como un río, su
fuente inicial se constituye de aguas claras y cristalinas, pero en su
desembocadura se muestran turbias y oscuras, carentes de toda transparencia, es
el último grito o hit de la globalización financiera, la ingeniería financiera,
algo que resulta incluso incomprensible para los economistas, por lo menos para
aquellos que aún tienen una formación clásica, ya que introduce sofisticadas
herramientas matemáticas, altísima matemática produciendo modelos de predicción,
aunque de cortísimo alcance, bajo la égida de los novísimos productos
financieros, futuros, opciones, derivados, con poca conexión con la economía
real productiva, es la economía especulativa. Todo se resume en la metáfora de
que, el aleteo de una mariposa, se ha convertido en un inmenso huracán, que
amenaza con arrastrarnos a todos, y los avisos han sido dados, el crack de 1929,
con una economía mucho menos volátil e interrelacionada, debe servir de guía
para comprender lo que sucedería en la situación actual, donde no sólo la
economía se ha vuelto inmensamente especulativa, y por tanto volátil, sino que
el mismo hecho globalizador ha creado un mercado mundial, para el cual una
crisis regional podría suponer una demolición global, por no hablar del grado de
endeudamiento de estados, empresas e individuos, que no amenaza con disminuir,
sino con aumentar aceleradamente, y en esto, el caso español, se hace
paradigmático. El crecimiento en la producción viene evitando la quiebra masiva
a nivel estatal, empresarial e individual, algo que explica el fenómeno
emigratorio o las aventuras militares norteamericanas, como forma de evitar la
caída productiva, y por tanto, la suspensión de pagos o quiebra total en los
tres niveles antes citados.
Por último, veamos la posibilidad de comparación con otros procesos históricos
que podrían tener una similitud más o menos profusa con nuestro actual estado de
cosas. Algunos argüirán que la magna obra del Imperio Romano, la rapidísima
extensión del Islam, con sus diversos imperios califales, o la conquista de
América por parte de los europeos, representan imágenes en las que podemos
observar un cierto parecido con la situación actual. No cabe duda que estos tres
ejemplos guardan semejanzas entre sí, pero difícilmente se pueden equiparar con
la actual globalización, primero, porque alcanzan espacios geográficos más o
menos limitados, no a un nivel global, como es el caso, segundo, porque el
elemento detonador en cada uno de ellos no son las finanzas, algo desconocido en
aquella época, y tercero, porque los resultados emanados de la conquista y
colonización, en estos tres tiempos históricos, promueven la aculturación de los
pueblos dominados, no la destrucción de su legado ancestral mediante la
imposición de una cultura de muy baja estofa, la del consumo compulsivo. Sin
duda que los ingredientes económicos han estado siempre presentes, pero
recubiertos por el manto de una misión superior, fuese religiosa o el simple
hecho de dotar a distintos pueblos de un modelo de civilización que hoy llena
nuestras librerías, museos y óperas, más allá de simplemente ser utilizados como
pieza de recambio en el gran engranaje de las finanzas internacionales. Y ya que
se hablaba de imágenes, quizás lo aquí descrito pueda ser explicado gráficamente
por las instantáneas del presidente de la ciudad-estado de Kabul, el señor Hamid
Karzai inaugurando la primera planta productora de Coca-Cola en el país, sin
duda, con ello, ha traído la felicidad al pueblo afgano, o más bien la muerte,
la destrucción y la depravación, de la que sin duda siempre han hecho gala sus
aliados occidentales, y para ello basta recordar la ristra de intervenciones
norteamericanas, y su instrumento legitimador preferido, las Naciones Unidas,
patético remedo de aquella Sociedad de Naciones, que nacida para evitar otro
conflicto mundial como el iniciado en 1914, por lo contrario, abocó al mundo a
la más grande y devastadora contienda bélica que jamás ha visto el hombre. Y
todo ello por su sempiterna cantinela de llevar al mundo Democracia y Libertad,
o como mejor debería ser expresado, su democracia y su libertad, y ni siquiera
en nombre de un Dios, de una Razón, sino de la irracional creencia en la
regulación de los mercados por sí mismos.
Globalización financiera y poder
Una vez realizada una concisa síntesis sobre la realidad de la globalización, su
origen, su medio de avance, y su inédita presencia en la ya larga historia de la
humanidad, se hace necesario observar como ella afecta, o varía, lo que han sido
los tradicionales equilibrios de poder. Para ello, nada mejor que acudir a un
personaje que conoce la economía, la sociedad y el poder desde dentro, John
Kenneth Galbraith.
Galbraith, recientemente fallecido, casi centenario, resulta un personaje
peculiar, extraño, incluso extravagante, no ya por su ácida crítica del poder,
sino por haberse prodigado en sus círculos, lo cual, para algunos, lo convierten
en un inconveniente, la izquierda radical antiglobalizadora, y para otros, en un
traidor, los afectos al establishment, y la caterva liberal y neoliberal, en el
sentido que se entiende en Europa. Pero él conjuga los mecanismos que convierten
sus deliberaciones en materia válida de estudio, por una parte, su dialéctica es
moderada, grácil y amena, la propia de un consumado profesor, pero sin dejar que
el fondo, que tan pacientemente explica, deje de ser corrosivo, brutal y
conmovedor, así lo refleja Robert N. Bella en su crítica para el The New York
Times Book Review, y que aparece en la contraportada de la versión castellana de
la cultura de la satisfacción:
Pese a su apariencia benigna, este libro es una bomba
Por otra, su trabajo para el gobierno norteamericano, lo sitúan en un puesto
privilegiado a la hora de estudiar, describir, y evaluar la propia naturaleza
del poder, y así lo hace explícito en el prólogo de su obra la anatomía del
poder:
A lo largo de unos cuarenta años, más de los que me agrada pensar, he estado
relacionado con el tema del poder…, con las ideas y, en cierta medida con la
práctica. Durante la Segunda Guerra Mundial, como persona encargada del control
de precios, se me consideraba situado en el centro del poder, posición que
transmitía a otros una posición de mayor autoridad que a mí. En otras ocasiones
y en otros puestos, he estado en los márgenes, mejor situado para observar que
parece ejercer influencia.
Galbraith, socialdemócrata clásico convencido, disecciona quirúrgicamente la
naturaleza del poder, y no sólo eso, sino que muestra nítidamente la amenaza que
la globalización supone por el efecto concentrador de la actual fuente de poder,
lo que él llamaría, la organización, pero que a términos prácticos, se equipara
a la corporación transnacional.
Más allá de la simple definición que Weber daría de poder, como la posibilidad
de imponer la propia voluntad al comportamiento de otras personas, Galbraith
incide en sus distintas formas, llegando a identificar tres, que denominaría,
respectivamente: poder condigno, o aquél que se impone por la fuerza, o lo que
es lo mismo, por el temor al castigo, se trata, por tanto, de una recompensa o
compensación negativa; poder compensatorio, o aquél que se obtiene mediante la
concesión de recompensas, en la mayoría de los casos económicas, siendo de este
modo una compensación positiva; y por último, el poder condicionado, que a
diferencia de los anteriores, donde la conciencia de sumisión y dominación
existe en ambas partes, dominador y sumiso, no tiene porque tener ese carácter
consciente, ya que trata de condicionar las creencias del individuo para así
hacer posible su dominación, a poder ser, sin que éste se de cuenta de ello.
Pero la épica de su hallazgo no se circunscribe a esta clasificación, ni a su
identificación con los distintos regímenes que ha sufrido la humanidad, donde el
poder condigno sería típico de una sociedad de corte feudal, y éste conjugado
con el compensatorio y una pizca de condicionado se hallaría en las dictaduras
totalitarias y autoritarias, o su análisis de las democracias actuales, basadas
masivamente en el poder condicionado de su educación y propaganda mediática,
pero siempre prestas a hacer uso de los poderes compensatorio y condigno de ser
necesario, sino en la naturaleza misma del poder, no entendido como clasificado
en distintas clases, sino como distintos grados de conjugación de los tres tipos
de poder. Esto representa un salto cualitativo hacia la realidad, ya que nos
hace estar no tan lejos de la, por algunos considerada edad oscura, edad media,
o del tétrico y futurista mundo de un Huxley, un Orwell o un Bradbury.
Las fuentes de estos poderes residirían, en la personalidad individual, ligada
inicialmente al poder condigno, pero que poco a poco iría abriéndose hacia el
uso, menos lesivo, y más agradecido, del poder compensatorio; la propiedad, y
por tanto la capacidad de donarla o transferirla en caso de ser necesario, que
es consustancial al poder compensatorio, pero que no tiene porque hacer desuso
del poder condigno; y por último, y en lo que aquí afecta, primordial, la
organización, donde el individuo y la propiedad, aún teniendo un cierto peso
específico, se ven relegados por el sutil condicionamiento de un entramado que
hace uso de personas cualificadas en distintos campos, y no intercambiables, de
modo que el poder se diversifica, pensemos, por ejemplo, en la elaboración de
una campaña publicitaria, particularmente, política. Y aunque Galbraith no lo
explicite, el poder condicionado se halla en el dominio de la información
sustancial como fuente de poder, algo que saben muy bien los inversores
bursátiles.
También es necesario referir aquí alguno de sus descubrimientos más polémicos,
aquellos que dan un nuevo rumbo al devenir histórico, y coloca a cada uno en su
sitio. Y se hace referencia, particularmente, a su crónica de la esclavitud, que
al contrario de cómo es enseñada su abolición, no se trataría de un acto
humanitario, sino de una necesidad de la evolución económica, conforme a la
cual, se llega a un punto donde resulta más barato el contar con asalariados,
que con esclavos, recordando que tal condición se regía por una carta, no sólo
moral, sino en algunos casos de derecho, como así existe en la sharia islámica,
que no sólo otorgaba derechos al amo, sino que también le implicaba obligaciones
para con su siervo, que en el caso protestante alcanzaría una especie de
paternalismo cristiano.
Evidenciado lo que es el poder, su situación actual, basado en el
condicionamiento masivo por parte de la organización, se llega a la preocupación
vital mostrada por Galbraith en esta era de la globalización. Si
tradicionalmente, desde su nacimiento, el estado ha sido la organización por
excelencia, y aunque tanto en la era mercantil, como industrial, haya favorecido
a estos sectores, siempre había tenido un papel de redistribuidor de la riqueza,
y del bien común, como así se manifiesta en el llamado estado del bienestar
desarrollado principalmente en Europa. Pero, la globalización trae consigo el
desbaratamiento del mismo, y por tanto, de sus rígidas reglas de funcionamiento
interno y externo, de protector y defensor del ciudadano a él adscrito, a manos
de otro tipo de organización, la corporación transnacional, para la cual, el
estado es simplemente un estorbo burocrático, que evita su crecimiento más
pronunciado, en aras de la antedicha redistribución, a través de impuestos,
trabas a la importación, o a la creciente deslocalización de empresas, que usan
países del tercer mundo como fuente de mano de obra barata.
Ante esto, y aquí viene la grave advertencia galbraithiana, la corporación
transnacional, ha optado por la conjunción de sus esfuerzos, tendiendo a una
actividad monopolística, ejercida de forma explícita, o implícita, sin que las
leyes, cada vez más débiles, antimonopolio parezcan tener efecto alguno. La
corporación amenaza con dominar el mundo, especialmente la bancaria, que se
encuentra detrás de todas las demás, y a este respecto, bien haríamos en
observar el caso español, y su culebrón eléctrico, donde en las últimas fechas,
y dado el cariz que ha tomado el asunto, han hecho acto de presencia los
verdaderos dueños del entramado empresarial, los bancos.
La corporación, dígase ya claramente, el banco, no busca velar, al contrario del
estado tradicionalmente entendido, por el bien común, sino por su propio
interés, por su beneficio, cueste lo que cueste, y desde luego no está muy lejos
su control absoluto, sobre unos estados, que día a día están más endeudados.
Esta descripción apocalíptica, es endilgada a Galbraith, como una visión que
prevé la llegada al comunismo por otra vía, el poder condicional de la
corporación, donde el politburó político es sustituido por el consejo de
administración, y la propiedad ya no es más privada, sino un cesión del
estado-corporación al individuo, por sus servicios a la mayor gloria de la
revolución. Y desde luego, no es algo que resulte poco realista, en la medida
que las economías nacionales son regidas hoy en día por las recomendaciones o
acciones de los bancos centrales, que son bancos privados, particularmente la
reserva federal norteamericana, cuya creación conllevó un revuelo político de
altas cotas en los Estados Unidos, precisamente, dado su carácter privado, o por
el hecho de que los créditos inmobiliarios conlleven treinta o cuarenta años de
pago, lo que en la práctica convierte al banco en dueño y señor de la propiedad,
y así podríamos seguir. Poco más se puede añadir, hemos llegado al futuro, y no
hay mañana, la historia ha sido abrogada, Fukuyama dixit.
Una ejemplificación matemática: el juego de asignación
Como bien expresaba el profesor Morris Kline, la certidumbre, la validez, o
esencialmente, la matriz que da vida a la matemática moderna, se encuentran en
su utilidad, bien sea para la construcción de puentes, la optimización en el
cálculo de órbitas satelitales, o en la inestimable ayuda que puede prestar a la
hora de tomar decisiones racionales en ámbitos económicos, sociales o políticos.
De hecho, a día de hoy, se hace necesaria una redefinición de aquello que ha de
entenderse por ciencia, ya que el despreciable neolingüismo que aqueja a nuestra
sociedad, ha dotado a esta hermosa palabra, tanto en su categoría nominal, como
adjetiva, de los más chabacanos usos. Así nos hablan los charlatanes, de ciencia
política, de ciencia histórica, de ciencia social, o como culminación de lo
abyecto, de ciencias de la información, cuya única ciencia sólo puede entenderse
mediante la posposición de la ficción emanada de sus inventivas.
Por tanto, como diría el Marqués de Tamarón, ante este guirigay, sólo cabe
aceptar en la categoría científica, a aquellas disciplinas que basadas en el
método científico clásico: observación; experimentación; y obtención de la regla
general, admitan una formalización matemática que las aleje de la simple
especulación.
Y es de este modo como se le arrebata la máscara a la impostura, ya que aquello
que se nos vende como fruto de lo racional y del sesudo escrutinio, a la luz de
la matemática, ni siquiera consigue maquillar su burda naturaleza, amparada en
la irracionalidad del hombre, cuya diferencia primordial con el resto del reino
animal no se encuentra en su pretendida racionalidad, sino en la percepción de
la misma, que dista mucho de su comprensión y aplicación. Ciertamente, se podría
encontrar más racionalidad en un Shaykh del desierto, o en un Chamán del
altiplano andino, que en cualquiera de esos enciclopedistas, auténticas
madrastras de la spengleriana decadencia de occidente, cuya prolífica y bastarda
prole, día sí, y día también, cercena la íntegra libertad de un hombre, cuya
posición en este mundo sólo debiera verse limitada por el ius naturalis, y no
por la tecnoestructura que describiera Galbraith.
En el crucial camino que conduce al desbaratamiento de unas estructuras
anquilosadas en el desvarío ilustrado, y que al contrario de cómo la naturaleza
nos instruye, en que la forma perfecta es la optimizada en todos sus aspectos,
ha erigido, sobre la burocratización y el igualitarismo en la medianía, los
pilares de su sistemático proceder, negando de este modo cualquier tipo de
aproximación objetiva en todo lo referente a la organización social, al restar
cualquier valor al grado de información disponible en el examen de cualquier
tesis . Y aquí es donde los matemáticos aplicados saben que a cuanta más
información relevante para una problemática, corresponde una solución más
optimizada. La presencia de una abundante información, proveída por una cada vez
más sofisticada inteligencia, tanto humana como sobre todo tecnológica, presenta
la dificultad de ordenación, tamizado y tratamiento efectivo para el apoyo en la
toma de decisiones. La matemática, y específicamente los modelos y técnicas de
optimización palian en gran medida este trance, para el que será necesario
proponer un modelo que disponga una solución óptima, de la que podemos tener una
información, que va desde el conocimiento nulo, pasando por el parcial, al
total.
Ahora bien, si algo aqueja a las incursiones que desde la matemática se vienen
realizando en el campo de la ciencia social, ámbito en el que se inscribe de
forma predominante la denominada ciencia económica, no es precisamente aquello
que atañe al propio desarrollo de la matemática formal, sino el no ahondar en la
componenda que los resultados matemáticos ponen sobre la mesa; será pues que los
matemáticos son como los militares amamantados por las plutocracias bancarias
occidentales (democracias formales occidentales), y tienen muy en cuenta aquello
que un General espetó a un joven oficial: “Si quiere tener futuro en la carrera,
joven, haga como yo, no se meta en política”, o eso cuenta la leyenda. Y es que
a la luz de resultados esenciales como los provenientes de la teoría de la
decisión, cuya propia existencia sólo se puede entender como el vano intento de
justificar científicamente el sistema político-social imperante en occidente, y
por ende en el resto del mundo, a modo de un sofisticado y estilizado remedo del
pretendido socialismo científico marxista, principalmente con sus teoremas de
imposibilidad, los cuales no podrían contradecir en mayor grado los objetivos
inquiridos por aquéllos que la incentivaron en su momento.
Es en este sentido que se aborda el análisis de un artículo de relevancia, que
dada la idiosincrasia del presente trabajo, relativa a la globalización y al
peligro de concentración corporativa, en lo que pretende ahondar, no es en el
propio desarrollo matemático, impecable por otra parte, sino por el contrario,
en aquellas conclusiones que, consciente o inconscientemente, son omitidas, si
bien pueden ser consideradas como corolarios explícitos del modelo matemático
propuesto a tal fin. Se trata del trabajo de Shapley y Shubik (1971).
Sobre el trabajo de Shapley y Shubik (1971), se pretende no sólo resumir los
derroteros matemáticos seguidos por tan insignes matemáticos en el tratamiento
de un problema derivado de sus inquietudes en el campo de la economía, sino
resaltar las implicaciones, que una vez más son omitidas de forma deliberada o
no, y que se siguen de su excelsa labor matemática.
Durante la II Guerra Mundial, y particularmente después de ella, irónicamente,
al calor de la guerra fría, se ha desarrollado enormemente lo que la
terminología anglosajona denomina Operations Research, dentro del marco del
complejo político-militar que salvaguarda los valores capitalistas y liberales
que rigen a buena parte del mundo. En este sentido, se observa una doble
vertiente, por un lado, el interés por la resolución de problemas que involucran
una gran cantidad de información, y por otra, la propia justificación teórica y
científica del sistema, que en el totalitarismo actual, ha venido a suplir lo
que antes se entendía como legitimidad divina, y cuya teatralización se
observaba en la coronación pontificia del Emperador, es decir, lo que antes era
sancionado por la religión, hoy lo es por la ciencia, de tal manera que el
camino de Roma a Wall Street no es demasiado largo.
Y aquí se enmarca el presente escrutinio, si la fe en el paraíso alivia las
penurias de esta vida, no es menor el papel de esa abstracción que llamamos
matemáticas, inerte por sí sola, pero que confundida con la realidad acaba
generando engendros difícilmente abolibles, piénsese en la ingeniería financiera
y la distorsión que ésta está produciendo en el mercado.
Modelación de un Caso Particular de Estudio.-
El trabajo de Shapley y Shubik, haciendo uso de la teoría de juegos con utilidad
transferible, modela la siguiente situación de mercado: Por un lado tenemos m
individuos que poseen una casa y la desean vender, y por otro, n personas que
desean comprar una casa, es decir, m compradores y n vendedores, de tal forma
que el vendedor i valora su casa en ci, y el comprador j valora la misma casa en
hij, de forma personal, no a través de estimaciones de mercado (es decir, toma
referencias subjetivas para la valoración). Analicemos el problema:
i) Estamos ante un mercado bilateral, donde unos compran un cierto bien único
(una casa) y otros lo venden, por tanto el objetivo del juego es asignar un bien
indivisible a un comprador, de la manera más satisfactoria para ambos.
ii) Se realizan las siguientes asunciones: Es un juego TU, y ya que tratamos con
bienes indivisibles, se introduce un bien compensatorio, que en este caso es el
dinero. No se establecen regulaciones en las transferencias monetarias, por
decirlo de otra manera, se trata de un mercado libre no intervenido, ni aquejado
de prácticas monopolísticas.
iii) Debe notarse que sólo se admite la venta de una única casa por parte del
vendedor i, y la compra de una única casa por parte del comprador j.
iv) Aunque el modelo pueda parecer muy restrictivo, los autores lo justifican
arguyendo: la tradición en la obtención de buenos resultados obtenidos por la
teoría de juegos cuando modela situaciones simples, y los sugestivos que éstos
han resultado; la generalización que este caso supone del clásico ejemplo de
Böhm-Bawerk respecto a un mercado caballar, donde no hay diferenciación entre
los bienes (hij=hj); la indivisibilidad permite no caer en el farragoso cálculo
diferencial; y en todo caso, el espectro de aplicaciones es extenso, ya que se
permite una amplia diferencia en el producto ofrecido, además de mercados que
van desde aquellos con una gran oferta, a otros de tipo oligopolio.
Una vez analizada la situación, se define matemáticamente el juego. Tenemos m+n
jugadores, y de acuerdo con las antedichas consideraciones se introduce la
función característica. Ésta se define a través de la ganancia para cada uno de
los jugadores:
Si el jugador i vende a j su casa por pi, entonces, la ganancia de i es
pi-ci
y la de j
hij-pi
Sea M el conjunto de vendedores y N el de compradores; S M N, y Card(S)=0,
entonces obviamente v(S)=0; del mismo modo si tenemos S M ó S N, al no
introducir transacción alguna se definirá v(S)=0.
Sólo v tendrá valor cuando se aplique sobre un subconjunto de M N, que contenga
tanto elementos de M como de N, siendo el caso más sencillo el conjunto formado
por un i de M, y un j de N, de tal forma que se define aij=v(i,j)=max(0, hij-ci).
En base a esto, y a las características del problema, se define:
v(S)=max[ai1j1+ai2j2+…+aikjk]
(1)
k=min (Card(S M), Card(S N))
Es decir, calculamos la óptima asignación de k casas de k vendedores a k
compradores. Por definición el juego así definido (M N, v) es superaditito, ya
que se basa en la definición de los aij, y está claro que v(i,j) v(i) + v(j) = 0
Debe notarse la forma en que, por definición, la presencia en una coalición S de
muchos elementos de M, y pocos de N, o viceversa, harán disminuir el valor de
V(S), ya que la k será pequeña. Los autores formalizan este hecho en el
siguiente Teorema.
Teorema.- S una coalición, (definimos Sp=S {p}, y m(p, S) como la aportación de
p a la coalición S, con p no perteneciente a S), p y q elementos que no están en
S:
i) Si p, q son ambos compradores o vendedores (del mismo tipo)
m(p, Sq) m(p, S)
ii) Si p, q de distinto tipo
m(p,S) m(p, Sq)
Solución del Problema.-
Como el título del artículo indica, la solución que se estudiará es el núcleo.
Se realiza mediante la resolución de un problema de programación lineal y su
dual.
Se calcula v(M N), para ello se define el siguiente problema de maximización:
La solución viene dada por xij que son iguales a 1 ó 0, y en las condiciones
asumidas de partida (ni se puede vender ni comprar más de 1 casa), entonces, max
z = v(M N).
Considerando su dual, tenemos el problema:
m+n variables no negativas, u1,…, um, v1, …, vn, y el siguiente problema de
minimización
El Teorema fundamental de dualidad nos dice que w (min w) = z (max z)
u1,…, um, v1, …, vn minimizando w, = v(M N)
Por tanto, por definición (u,v) = (u1,…, um, v1, …, vn) es una imputación del
juego, y es más, por la restricción del problema de min. y por la definición de
v(S), calcular el núcleo de este juego es equivalente a resolver el problema
dual, tal como los autores manifiestan.
Se analiza a continuación la estructura de un núcleo que es no vacío, y que en
condiciones normales de mercado es bastante probable que tenga más de un
elemento, por lo cual se hace necesario dar una explicación de lo que ello
significa en el contexto del mercado.
En condiciones “normales”, con diversidad de oferta, y con diversidad de
demanda, el núcleo tiende a ser “alargado”, con una esquina donde los vendedores
maximizan beneficios y los compradores minimizan, y recíprocamente en la otra
esquina, es decir, por lo general ci < pi < hij, siempre que haya “diversidad”,
por lo cual se manifiesta una relativa libertad a la hora de negociar el pi
entre el vendedor i y el comprador j, siendo ésta la explicación del desarrollo
teórico que a este respecto realizan los autores, y que constatan mediante la
utilización de un ejemplo numérico.
Justamente para abundar en la precedente explicación, analizan los autores el
caso particular del mercado de caballos de Böhm-Bawerk, donde cada comprador
valora por igual, es decir, hij=hj, lo que introduce un factor de menor
diversidad que repercute en la geometría del núcleo.
Consideraciones.-
Volviendo sobre la diversidad del mercado, los autores también refieren, aunque
sin sostén teórico, que la excesiva diversidad, es decir, una gran presencia de
compradores y vendedores, con diversidad de valoraciones dentro de un marco
valorativo acotado, tenderá también a reducir el beneficio y la competitividad,
algo que es claramente intuitivo, y así también lo demuestra la experiencia.
Resultaría un trabajo de gran interés un análisis en profundidad de todo lo que
esto significa, pero que en líneas generales se puede resumir en, ni el estado
de las corporaciones, modelo al que tiende la llamada globalización, y que lejos
de quedarse en el mal menor del oligopolio tiende al monopolio (al final las
empresas sólo tienen un dueño, la banca), ni un minifundismo mercantil, son
beneficiosos para el mercado, al reducir la competitividad (ci < pi < hij), y
por tanto el posible beneficio. Sin duda gustaría esto a los defensores de la
organización social gremial, que por propia naturaleza (véase algún estudio
sobre la organización gremial cristiana, o el zoco musulmán), introducen un
grado de racionalidad que impide la perversión, tanto del post-capitalismo, con
su politburó de banqueros (sin duda Marx tenía razón), como de un absoluto
anarquismo en el mercado que tendería a la saturación irracional del mismo. En
todo caso, dentro de la teoría de juegos hay algunos problemas de gran interés
que apuntan en este sentido, como por ejemplo el oligopolio de Cournot.
Por último, los autores hacen constar que la idealización del libre mercado que
representa este problema, hace que posiblemente el núcleo no sea la mejor
solución si se introducen elementos de intervención mercantil, por ejemplo
fenómenos de acaparamiento o retención de bienes de necesidad, en definitiva, la
posesión de información privilegiada por parte de una u otra parte, algo que
este modelo no contempla. En todo caso, las conclusiones obtenidas no dejan de
tener un gran interés, y todo apunta a que la introducción de variables que
midan la intervención del mercado, tanto a nivel estatal, como corporativo,
además de volver el problema más complejo, posiblemente reducirá el rango de
competencia.
Conclusiones
Si con Carl Schmitt muere la política, y con Heidegger la filosofía, otro tanto
sucede con la muerte de Galbraith respecto a la socio-economía, y para el cual
este trabajo resulta ser un pago por una deuda contraída con él, con su obra y
con su magisterio. Sin duda la ciencia social ha perdido una piedra angular,
creador incansable, alejado de la actual forma que se tiene de trabajar en la
ciencia social, con su cortar y pegar compulsivo, sus citas interminables, su
pavorosa verborrea flatulenta.
El discurso teórico, en este ámbito, debe ser avalado por la ejemplificación, y
eso es lo que se ha tratado aquí, eso sí, de forma bien modesta, pero en la
creencia de que puede abrir nuevas puertas al entendimiento y comprensión de
unos hechos en los que nos va la vida. El maestro Galbraith creía que a todo
poder se opone un contrapoder, y eso se hacía visible frente al poder condigno y
compensatorio, pero no lo es tanto ante el sedicioso y sibilino actuar del poder
condicionado, la base sobre la que se asienta la dominación de la corporación,
con lo cual, los peligros se incrementan, ante la ignorancia en la que los
neones publicitarios nos embargan. Si Adam Smith levantase la cabeza, y viese la
capa que con su sayo han fabricado sus supuestos seguidores, sin duda volvería a
adentrarse en las entrañas de la tierra al grito de ¡competencia!, ¡competencia!
y ¡competencia!, algo que en la práctica casi ha sido abolido por el liberalismo
rampante.
Ante esto, quizás valga la pena volver la vista atrás, a las viejas
instituciones que dotaron a nuestra Europa de un fluido comercio, alejado de la
intervención dineraria convertida en mercancía, y organizado a través de la
única institución social moderna que convirtió al hombre en un ser libre, ni
esclavo, ni asalariado, el gremio.
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