PROLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
La finalidad de este ensayo es doble. En primer lugar, pretende definir
conceptos respecto al contenido de la Ciencia Económica y a la naturaleza de
las generalizaciones que la constituyen. En segundo término, trata de
explicar las limitaciones y la significación de estas generalizaciones tanto
como guía para interpretar la realidad cuanto como base de prácticas
políticas. En la actualidad, una vez expuestos los problemas con claridad y
después de sesenta años de adelantos teóricos, no hay ya motivo para que
surjan diferencias graves de opinión. Pero, porque no se han expuesto, hay
confusión en muchas partes y prevalecen ideas falsas respecto de las
preocupaciones del economista y la naturaleza y alcance de su competencia;
de donde resulta que desmerece la reputación de la Economía y no se
aprovecha plenamente el conocimiento que otorga. Este ensayo procura
remediar esta deficiencia, poner en claro lo que discuten los economistas y
lo que puede esperarse realmente de sus discusiones. Así, por una parte,
puede considerarse como un comentario sobre los métodos y los supuestos de
la teoría pura y, por otra, como una serie de prolegómenos a la aplicación
práctica de la Economía.
Dado el objeto de este ensayo, es preciso hablar de generalidades. Mas en
todo él he procurado mantenerme lo más cerca posible de la realidad. He
descartado los refinamientos filosóficos por considerar que quedan fuera del
campo en que creo tener competencia profesional; y he fundado mis
proposiciones en la práctica de las mejores obras modernas que tratan de la
materia. En un estudio de esta naturaleza, escrito por un economista para
sus colegas, creí preferible exponer con fuerza mi tesis mediante continuas
referencias a la solución aceptada de ciertos problemas y no elaborar, de la
nada, una teoría de lo que debería ser la Economía. A la vez, he tratado de
ser breve. Me he propuesto sugerir un punto de vista más bien que entrar en
grandes detalles. Por ello, me pareció conveniente ser conciso aun a costa
de sacrificar mucho material que había reunido. Mas espero publicar más
tarde una obra sobre Teoría Económica general en que ampliará y
ejemplificará aún más los principios que aquí expongo.
No pretendo que mis puntos de vista sean originales. Me aventuro a esperar
que haya logrado dar mayor fuerza expositiva a uno que otro punto no siempre
explicado con claridad. Pero, en general, he querido exponer, lo más
sencillamente posible, proposiciones que son propiedad común de la mayoría
de los economistas modernos. Debo mucho a las conversaciones que he
sostenido con mis colegas y alumnos de la Escuela de Economía de Londres. He
indicado en las notas las demás deudas que reconozco; no obstante, desearía
reconocer una vez más mi deuda especial para con el profesor Ludwig von
Mises, a través de sus obras, y el finado Philip Wicksteed, a través de su
Commonsense of Political Economy. Las innumerables citas que he hecho de
estas obras reflejan en forma muy imperfecta la ayuda general que me han
prestado.
LIONEL ROBBINS
The London School of Economics,
Febrero de 1932.