Globofobia (IV): El Retorno de Nyerere (La Vanguardia, 17 de Septiembre 2000)

Xavier Sala-i-Martín

Si Seattle, Davos y Washington fueron los tres primeros capítulos da la saga “Globofobia”, la cuarta entrega empezará el próximo martes en Praga. El guión no es otro que el boicot a la reunión bianual del FMI y el Banco Mundial. Los actores, un conjunto heterogéneo de agricultores, sindicalistas, intelectuales de izquierda, pastores de cabras, estudiantes y ecologistas a los que une un odio por la “globalización” y el “capitalismo neoliberal”. Son personajes pintorescos y llenos de contradicciones: se autocualifican de pacifistas, pero sus manifestaciones siempre acaban violentamente. Critican al FMI y al Banco Mundial de ser poco democráticos (a pesar de que sus representantes están designados por los gobiernos de los países miembros), y se autoproclaman defensores del bien sin haber sido elegidos para ello. Se oponen a la mundialización pero utilizan internet, símbolo por excelencia de la globalización, para organizar sus boicots. 

En Catalunya, el grupo “Moviment de Resistència Global” ha puesto una página en Internet (www.pangea.org/mrg) donde, además de invitar al boicot de Praga, explica cómo han crecido las diferencias entre países ricos y pobres por culpa de la globalización. Se dice, por ejemplo, que los 5 países más ricos del mundo eran 20 veces más ricos que los 5 más pobres en 1965. La diferencia pasó a ser de 35 veces en 1995.

No hay duda de que el capitalismo y la apertura de la economía al comercio internacional han ayudado a los 5 países más ricos a crecer durante los últimos 30 años. Ahora bien, la pregunta realmente importante es, ¿por qué no han crecido también los países pobres? Una parte de la respuesta la obtenemos simplemente observando que los 5 países más pobres del planeta  son la República del Congo (antiguo Zaire), Chad, Burundi, Tanzania y Etiopía.

            Zaire-Congo, Chad y Burundi son paradigmas de dos de los problemas que han aquejado a Africa en las últimas décadas: los conflictos bélicos y las dictaduras despóticas. Las barbaridades de Mobuto (Zaire) solo son comparables con las de su sucesor, Laurent Cavila, o con las atrocidades del emperador Bocassa (Centroáfrica) o del mariscal Idi Amín (Uganda). La reciente guerra del Congo ha involucrado y arruinado a numerosos países de la zona (incluido Burundi). Chad, por su parte, ha tenido que defenderse de las repetidas invasiones de su vecina, la Libia del coronel Gadafi (dado que, según argumentan algunos globófobos, también las guerras son causadas por el ansia del capitalismo de vender armas, supongo que ahora nos dirán que Gadafi es un conocido neoliberal!).

            Los casos de Tanzania y Etiopía son todavía más interesantes ya que muestran que, otros dos de los males que han contribuido a devastar a la África postcolonial son, precisamente, el socialismo y la antiglobalización.

En Febrero de 1967, tres años después de la creación de Tanzania, fusión de Tanganika y la isla de Zanzíbar, el presidente Julius Nyerere hizo la famosa “declaración de Arusha” donde se exponían los principios del “socialismo africano” que debían traer la “autosuficiencia” y la “no dependencia económica” de los países capitalistas del norte. Prometía un mundo sin clases sociales ni desigualdades económicas. Criticaba las relaciones de mercado basadas en la búsqueda egoísta del beneficio individual y proponía el “ujamaa” o sistema de relaciones de solidaridad y de cooperación mutua. Nyerere nacionalizó la banca, la industria y el comercio. Introdujo el colectivismo agrícola donde los individuos trabajaban para el beneficio de la comunidad y no el de sus familias. Unos 5 millones de personas fueron obligadas a emigrar a las “vijiji vya ujamaa” (aldeas-comunas) creadas para tal fin y a abandonar la tierra en la que estaban enterrados sus antepasados.

La falta de coordinación entre las necesidades de las aldeas agrícolas y las decisiones de los “sabios” planificadores de la ciudad trajeron (sorpresa?...) la escasez de agua y la miseria. El “brillante” experimento socialista finalizó con la dimisión de Nyerere en 1985, dejando a Tanzania en bancarrota y como uno de los países más pobres, miserables, dependientes y endeudados del mundo a pesar de su abundante riqueza natural.

Etiopía no tuvo mejor suerte ya que, tras derrocar al Ras Tafari (Haile Selassi) el Coronel Mengistu Haile Mariam y el partido “Derg” instituyeron el “Ye-Itiopia Hibretesebawinet” o “socialismo etíope” que pronto se convirtió en una dictadura de duro corte marxista conocida con el nombre de “terror rojo”. Como en tantas otras ocasiones, se prometió el paraíso y la independencia económica del capitalismo explotador pero llegaron los gulags, las purgas, la corrupción, los crímenes de estado, las nacionalizaciones, la represión de la iniciativa privada y la falta de libertad. A pesar de las masivas ayudas de Moscú intentando camuflar el evidente desastre económico, Etiopía decayó hasta convertirse en el país más pobre del planeta.

Decir que el Congo, Chad, Burundi, Tanzania y Etiopía son los estados más pobres del mundo por culpa del capitalismo neoliberal y de la globalización es una aberración histórica y un escarnio intelectual. Y el escarnio es todavía mayor si los comparamos con lo sucedido en países del Africa meridional (Botswana, Sudáfrica, Lesotho, Swazilandia y la Isla de Mauricio) que, en lugar de dejarse deslumbrar por el fácil populismo socialista, aceptaron la organización de mercados y abrieron sus economías al comercio, el capital y las tecnologías internacionales. La tasa de crecimiento de Botswana desde 1970 ha sido superior a la de la media de los “milagrosos tigres” del sudeste asiático mientras que Mauricio y Lesotho no se quedaron muy atrás. La renta de estos cinco países es 10 veces superior a la de los cinco estados más pobres.

Comparados con Europa, estos exitosos países todavía son pobres, pero sus experiencias demuestran que Africa no está condenada ni por el destino ni por su pasado colonial. Se puede salir del pozo, aunque no con el obsoleto discurso de Nyerere ni con la sorprendentemente parecida perorata de la globofobia-2000. No digo que los mercados libres y la globalización vayan a curar mágicamente a Africa. No es tan simple. Ahora bien, que no quepa la menor duda que sin éstos, el continente negro nunca dejará de ser pobre.

 © Xavier Sala-i-Martín, 2000.

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