Del cap�tulo 8 de "Econom�a Liberal para No Economistas No
Liberales" (Plaza y Jan�s,
2002). Con permiso del autor.
A pesar de que la tanto la globalizaci�n como la econom�a de mercado son positivas, a lo largo de los �ltimos a�os se ha ido formando un movimiento que se opone a ambas. Ese movimiento ha aprovechado cualquier reuni�n internacional de la Organizaci�n Mundial del Comercio1 , del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Foro Econ�mico Mundial de Davos e incluso de la Uni�n Europea para manifestar su oposici�n y su odio a la globalizaci�n. Los or�genes de esos grupos son muy diversos y a menudo responden a intereses contrapuestos. Est�n formados por intelectuales, campesinos, ecologistas, estudiantes, pastores de cabras, sindicalistas, xen�fobos proteccionistas de la extrema derecha norteamericana, okupas, feministas, artistas solidarios, organizaciones no gubernamentales y presuntos defensores de los pa�ses pobres. Dado que el movimiento no tiene un nombre determinado y que la �nica caracter�stica que une a sus heterog�neos integrantes es el odio hacia la globalizaci�n, a partir de ahora me referir� a �l con el nombre que mejor describe su objetivo com�n: la globofobia.
Los glob�fobos nos explican que la globalizaci�n es negativa porque genera desigualdades econ�micas entre unos ricos que cada d�a son m�s ricos y unos pobres que cada d�a son m�s pobres, porque fomenta las dictaduras pol�ticas en perjuicio de las democracias, porque usurpa el poder a los gobiernos y lo brinda a las multinacionales, porque beneficia a las empresas en perjuicio de los trabajadores, porque contribuye a la explotaci�n infantil, porque destruye el medio ambiente y porque es responsable de un sinf�n de desgracias m�s.
Parece como si todos los males de la humanidad, desde el hambre del Tercer Mundo hasta la falta de educaci�n, pasando por la extinci�n de las ballenas y el efecto invernadero, fueran causados por esa globalizaci�n que se nos impone no se sabe exactamente desde d�nde, pero que hay que detener como sea. No queda demasiado claro qu� es lo que proponen como alternativa. Su mensaje tiende a ser una mera cr�tica destructiva (y casi siempre violenta) al proceso de globalizaci�n, sin ser demasiado precisos a la hora de hacer propuestas constructivas serias. Ahora bien, debemos suponer que quieren que los gobiernos limiten la acci�n de los mercados y reduzcan el grado de apertura de los pa�ses a las influencias presuntamente malignas del capital, las tecnolog�as y las inversiones de las empresas multinacionales de los pa�ses ricos.
En circunstancias normales, los argumentos de los grupos violentos deber�an ser ignorados hasta que no consigan expresar sus argumentos de un modo civilizado (y, en este sentido, cabe decir que hay algunos grupos que expresan sus preocupaciones pac�ficamente, aunque siempre suelen estar eclipsados por los violentos). Ahora bien, dada la popularidad de la que gozan entre el p�blico, me parece que es importante pararse un momento y pensar un poco sobre las cr�ticas que se hacen desde la globofobia.
Antes de hacerlo, sin embargo, me gustar�a mencionar un aspecto importante. Muy importante. El debate sobre la globalizaci�n acostumbra a plantearse en t�rminos de solidaridad. Se nos pretende hacer creer que quien est� a favor de los mercados y de la globalizaci�n es una persona mala e insolidaria, sin criterios y "al servicio del gran capital". Por lo contrario se dice que se es solidario y buena persona si se es partidario de las limosnas, de la condonaci�n de la deuda internacional y de las pol�ticas p�blicas proteccionistas, planificadoras y antiglobalizadoras. No hace falta decir que este tipo de argumentaciones esperp�nticas son err�neas y contraproducentes. Acusar sistem�ticamente de malo a quien discrepa puede ser una buena estrategia populista, pero no es una buena estrategia intelectual. Ponerse a discutir sobre qui�n es m�s humanitario o m�s buen samaritano es perder el tiempo. Todos los que dedicamos nuestra a vida a ayudar a los pa�ses pobres somos igual de buenos o malos. Ni mejores, ni peores. Y dado que todos somos igual de buenos y que nuestro objetivo com�n es que los pobres dejen de serlo, la pregunta realmente importante no es qui�n es m�s solidario, sino cu�les son las pol�ticas internacionales que terminar�n consiguiendo ese objetivo. En ese sentido, creo firmemente que si las propuestas de los grupos glob�fobos se llevaran a cabo, el mundo ser�a menos libre y menos democr�tico, los trabajadores ser�an m�s pobres, la desigualdad entre pa�ses no llegar�a a reducirse jam�s, los ni�os de los pa�ses pobres nunca llegar�an a ir al colegio y seguir�an trabajando a cambio de todav�a menos dinero, y el medioambiente se degradar�a todav�a m�s deprisa. Exactamente lo contrario de lo que pretenden.
En el Cap�tulo 2 hemos visto c�mo la apertura de los mercados a las fuerzas de la globalizaci�n permiti� y est� permitiendo a pa�ses como Jap�n, Corea, Singapur, Hong Kong, Tailandia, Indonesia, Malasia o incluso China alcanzar niveles de riqueza y bienestar impensables hace cuarenta a�os. Tambi�n hemos visto en el cap�tulo 3 que el progreso de estos pa�ses ha conllevado reducciones significativas de la pobreza entre los m�s desprotegidos, progreso significativo para los obreros y reducciones importantes en las desigualdades de renta entre las personas. No parece, pues, que la globalizaci�n beneficie solamente a los empresarios y a los ricos sino que parece haber comportado importantes ganancias para los trabajadores y para los m�s desamparados.
Es cierto que siguen existiendo centenares de millones de pobres en el mundo y no todos los ciudadanos del planeta pueden disfrutar de nuestro nivel de bienestar. La pregunta importante, sin embargo, es si la responsable de esas desgracias es la globalizaci�n. Si entendemos la globalizaci�n como el "libre movimiento internacional de cinco factores: el capital, el trabajo, las tecnolog�as, el comercio y la informaci�n", enseguida nos damos cuenta de que es bastante dif�cil que �sta sea la causante de la pobreza del mundo. Entre otras cosas, porque la globalizaci�n todav�a no ha llegado al tercer mundo: ni los ciudadanos africanos pueden emigrar en libertad, ni pueden exportar sus bienes agr�colas a Europa, ni el capital de los pa�ses ricos fluye para invertir en �frica, ni las nuevas tecnolog�as son f�cilmente accesibles desde el continente negro, ni la informaci�n fluye libremente por �frica. Es decir: ninguna de las condiciones que definen la globalizaci�n se da en �frica. Y si la globalizaci�n no ha llegado a los pa�ses pobres, �c�mo puede ser responsable de su pobreza? �No ser� que, si hay un problema, es que la globalizaci�n todav�a no ha llegado a las zonas m�s pobres del planeta? Yo creo que s�. Y, por lo tanto, estoy convencido de que, en vez de detenerla, lo que debemos hacer es luchar por llevarla a �frica y a las zonas pobres de Asia y Am�rica Latina.
A pesar de todo esto, los glob�fobos no paran de publicar panfletos en los que se acusa a la globalizaci�n de, entre otras cosas, reducir las libertades democr�ticas e incitar a las dictaduras, de explotar a los ni�os del mundo, de crear grav�simos problemas medioambientales y de generar crecientes desigualdades entre ricos y pobres. �La soluci�n a todos esos problemas? Pues parece que s�lo hay una: la Tasa Tobin. La veracidad de todas estas acusaciones y la viabilidad de la Tasa Tobin discutir� en los cap�tulos que vienen a continuaci�n.
1 La primera gran manifestaci�n de los grupos anti-globalizaci�n fue contra la reuni�n de la OMC en Seattle en 1999. (volver)