Cap�tulo EL CAPITALISMO Y EL MITO DEL FEUDALISMO EN LA AGRICULTURA BRASILE�A
Post scriptum: m�s pruebas
Despu�s de escrito este ensayo, el Comit� Interamericano de Desarrollo Agr�cola (CIDA) ha comenzado a publicar nuevos materiales que apoyan algunas de mis interpretaciones, en particular las que se refieren a la decisiva determinaci�n capitalista-monopolista-comercial de la agricultura brasile�a. Debo agradecer que me hayan facilitado sus hallazgos preliminares, a�n in�ditos, en los que el CIDA resumi� su estudio intensivo de once municipios brasile�os.
a. Monopolio de la propiedad de la tierra. Varios municipios revelaron la existencia de propietarios de muchas fincas. Por ejemplo, Della Piazza (1963: 20) encontr� en Santar�m, Baixo Amazonas, casos de propietarios de 78, 76 y 55 fincas cada uno. Medina (1963: 87), menciona con relaci�n a Sertaozinho, S�o Paulo, 323 propietarios, de los que 40 poseen dos fincas cada uno; 12 tienen 3; 3 tienen 4; otros 3 tienen 5, y 6 poseen de 6 a 23 propiedades cada uno. En este municipio, por tanto, 64 terratenientes m�ltiples poseen 214 propiedades de un total de 473. No se indic� la distribuci�n por tama�o. En Jardin�polis, S�o Paulo, el mismo autor encontr� 30 propietarios de 2 fincas cada uno, 9 de 3, 2 de 4, 2 de 5 y 2 de 6, en un total de 295 propietarios. Testimonios dispersos de otros municipios, m�s la evidencia en la obra ya citada de Geiger relativa al estado de R�o de Janeiro, sugieren, por tanto, que la concentraci�n efectiva de la tenencia de la tierra es considerablemente m�s alta que lo que indica la clasificaci�n del censo en "establecimientos".
El estudio del CIDA demuestra tambi�n, indirectamente, la existencia de lo que he llamado propietarios de fincas r�sticas viables y no viables. El estudio se refiere varias veces a la pr�ctica de los peque�os propietarios de trabajar tierras de los grandes poseedores �o incluso de arrendar las suyas propias� para atender a la subsistencia de sus familias. Los analistas del CIDA trataron de calcular el n�mero de hect�reas que se necesita para dar pleno empleo agr�cola a una familia de 2 a 4 trabajadores. Lo estimado es: Quixad� (Cear�), de 30 a 50 hect�reas; Sap� (Paraiba), de 5 a 20; Garanhuns (Pernambuco), de 5 a 20; Camacar� (Bah�a), de 7 a 15; Itabuna (Bah�a), de 10 a 30; Matozinhos (Minas Gerais), de 20 a 30; Itaguai (R�o de Janeiro), de 10 a 20; Jardin�polis (S�o Paulo), de 20 a 50; Sertaozinho (S�o Paulo), de 15 a 40; Santa Cruz (R�o Grande do Sul), de 10 a 30. La l�nea divisoria de 20 hect�reas que yo trac�, como promedio para todo Brasil, entre los conceptos afines pero no id�nticos de familias campesinas con propiedades viables y no viables, es, quiz�s, algo alta; pero est�, obviamente, dentro del orden correcto de magnitudes. Exceptuando a Santa Catalina y R�o Grande do Sul, el estudio del CIDA estima que de dos tercios a cuatro quintos de las familias campesinas carecen de suficiente tierra para sustentar a dos trabajadores agr�colas. (Comunicaci�n personal.)
As� pues la Tabla 2 y su explicaci�n, incluso con las reservas ya hechas en el texto, no expresan, probablemente, toda la concentraci�n monopolista de la tierra en 1950. El aumento del n�mero de establecimientos de los grupos de menor y mayor tama�o que observ� el censo de 1960, de cuyos datos no dispon�a al escribir este ensayo, sugiere que la concentraci�n es hoy a�n m�s grande.
b. Fluidez de las relaciones propietario-trabajador. Los hallazgos del CIDA en cuanto a las relaciones propietario-trabajador, la mucha fluidez de �stas y la gran movilidad de los trabajadores, reflejan la determinaci�n fundamentalmente comercial de la producci�n agr�cola brasile�a y su distribuci�n. Julio Barbosa (1963: 14-15) ofrece ejemplos significativos: por ejemplo, un solo trabajador que es el mismo tiempo a) due�o de su tierra y su casa; b) aparcero de otro propietario (a veces por la mitad, a veces por un tercio de la cosecha) ; c) arrendatario de la tierra de un tercero; d) trabajador a jornal durante la cosecha en una de estas tierras, y e) vendedor independiente de los bienes de primera necesidad producidos en su casa. Son tambi�n significativos los propietarios de una sola finca, mediana o grande, que Medina (1963) analiza en S�o Paulo, los cuales tienen, al mismo tiempo, un administrador o m�s de uno, arrendatarios, aparceros, jornaleros permanentes, jornaleros eventuales y varias otras combinaciones. La serie de funciones que un trabajador dado desempe�a ver�a a menudo de una temporada de cultivo a otra, as� como tambi�n el terrateniente para el cual las realiza, y las parcelas de una o m�s fincas en que las ejerce. De modo similar, el propietario modifica la combinaci�n de sus relaciones con los trabajadores y, por supuesto, cambia los trabajadores que emplea.
En casi todas partes de Brasil ocurre una gran movilidad de trabajadores de una finca a otra y, tanto m�s, de una parcela de una finca a otra. Esta movilidad es alta no s�lo entre los jornaleros contratados por la temporada, la cosecha o el d�a, sino tambi�n entre los diversos tipos de arrendatarios. Aunque no se dispone de datos sistem�ticos, la distribuci�n de los per�odos de aparcer�a parece ser bipolar: unas pocas familias aparceras permanecen en la misma finca por largos per�odos de a�os o generaciones; muchos aparceros, por per�odos de s�lo uno, dos y hasta cinco a�os. As�, pues, hallar el t�rmino medio de este movilidad, m�s que in�til, seria enga�oso. Las entrevistas efectuadas en varios municipios mencionan reiteradamente la permanencia de la mitad de los aparceros �no los trabajadores�de la finca por un promedio de 2 a 3 a�os. Barboso informa de un continuo movimiento de aparceros de una finca a otra que s�lo es limitado por el acceso al transporte.
Incluso la posesi�n de la tierra no es estable. Aunque el examen de los registros de la propiedad s�lo indica alrededor de un 1% de traspasos de dominio por a�o, los datos de las entrevistas sugieren que de la cuarta parte a la mitad de los propietarios existentes obtuvieron la tierra mediante compra. Tanto el censo como las entrevistas indican que la finca que principalmente cambian de due�o son las peque�as y medianas, y que las grandes aumentan de superficie mediante la adquisici�n de propiedades peque�as, pero rara vez son vendidas en parte o en todo.
El Brasil campesino, incluso omitiendo la migraci�n rural-urbana, ofrece, pues, un cuadro de flujo irregular continuo, en el tiempo y en el espacio, de trabajadores a jornal, aparceros, propietarios, mercaderes y toda sus posibles combinaciones y relaciones. Obviamente, esta multiplicidad y movilidad no pueden deberse a la influencia de factores "feudales" o tradicionales. Deben atribuirse, al contrario, a las consideraciones comerciales que determinan las relaciones y la conducta de propietarios y trabajadores en una estructura econ�mica, social y pol�tica sumamente monopolista. Hasta cierto punto, propietarios y trabajadores por igual pueden ser vistos como empresarios individuales, cada uno tratando de servir sus propios intereses a corto plazo. Los propietarios reflejan tanto los cambios generales de las condiciones como su propia suerte cambiante, al variar sus diversos desembolsos, especialmente el del trabajo y sus formas de pago, para adaptarse a las fluctuaciones de la comercializaci�n de tal o cual cultivo y de la disponibilidad de dinero, cr�dito, agua, transporte y otros factores. Asimismo los trabajadores, los aparceros y hasta los peque�os propietarios, se ven obligados a aprovechar las mayores oportunidades en otras partes �o, con m�s frecuencia, las menores oportunidades de Ia zona en que ellos est�n� y trasladar, en lucha continua por la supervivencia, el �nico recurso de que disponen: su trabajo y sus relaciones contractuales.
Esta misma presi�n competitiva y explotadora de la estructura monopolista llega a todos, como lo indica brutalmente el hecho de que los propietarios peque�os y medianos, y hasta los mismos aparceros, exploten a otros trabajadores cuando pueden, a veces a�n m�s que los grandes terratenientes y las firmas comerciales, porque su propia posici�n competitiva d�bil frente a estas empresas mayores los fuerza a explotar as� a sus iguales para poder sobrevivir. Si no pueden hacer siquiera eso, los peque�os propietarios tienen que vender sus tierras o arrendarlas, junto con su trabajo, a quienes disponen de suficiente capital para explotarlas. Para trabajadores y aparceros, la fluidez de la estructura agr�cola, fuente de inseguridad, lo es tambi�n de "oportunidad", si puede llamarse oportunidad, o "libertad", al hecho de que los trabajadores pobres y sin recurso, pueden moverse de un explotador monopolista a otro. Las diversas formas "feudales" y "personales" de relaciones y obligaciones sirven, en el mejor de los casos, para personalizar y enmascarar este destructivo mundo capitalista en que todos, grandes y peque�os por igual, deben luchar por la existencia.
c. La comercializaci�n y el cr�dito. El estudio del CIDA, como casi todos los que ven en la tenencia de la tierra la clave de toda la estructura de la agricultura brasile�a, no hace esfuerzo sistem�tico alguno por esclarecer sus sectores comercial y financiero. Con todo, su investigaci�n de numerosos casos individuales de finanzas, cr�dito, almacenamiento, transporte, venta al por mayor y al por mejor, etc., ayudan a confirmar mi tesis de que las relaciones de propiedad, producci�n y trabajo est�n �ntimamente integradas en la estructura comercial monopolista de la agricultura y de toda la econom�a nacional e internacional, y en gran parte subordinados a ella y determinada por ella. Jos� Geraldo da Costa (1963: 19), refiri�ndose a Garanhuns (Pernambuco), refleja este centro de gravedad comercial al observar, en resumen, que "la precaria situaci�n social y econ�mica de los peque�os productores del �rea, lleva a reflexionar acerca de los cambios que Ia estructura agraria local necesita. Pero no, de modo especial o decisivo, la propiedad de la tierra". Esta observaci�n y juicio no implica, por supuesto, defensa alguna del latifundio, sino la necesidad de transformar la estructura restante (el monopolio comercial) junto con la de la concentraci�n de la tenencia de la tierra.
Quiz�s siguiendo el hilo del cr�dito, a medida que envuelve la econom�a, se obtenga una de las mejores percepciones de la verdadera naturaleza de la estructura agraria y la necesidad de su transformaci�n total. Ya hemos visto que los principales beneficiarios directos del cr�dito "p�blico" de la cartera industrial y agr�cola del Banco do Brasil (banco central), son los grandes monopolios, en su mayor parte internacionales y de propiedad extranjera, como Anderson and Clayton, SANBRA, la American Coffee Company, (propiedad de la A & P), los cuatro grandes de la industria empacadora, etc. Este cr�dito es an�logo y, a menudo, una mera adici�n a las evidentes d�divas que los grandes monopolios, propiedad de Estados Unidos en su mayor parte, reciben del programa brasile�o de mantenimiento de los precios y de la Alianza para el Progreso del gobierno norteamericano. Estos monopolios dan media vuelta y prestan a su vez el mismo dinero, a tipos de inter�s m�s altos, claro est�, y se embolsan la diferencia. Pero eso es lo de menos. M�s importante es el control efectivo que as� obtienen y mantienen sobre la oferta de productos agr�colas a los mercados extranjeros y nacional a la vez. El mismo dinero, en cadenas de diversa longitud, es prestado de nuevo a las grandes casas comerciales y sus subsidiarias; luego �stas lo prestan a los mayoristas, y as� a los detallistas, los suministradores, los grandes terratenientes, los peque�os propietarios, hasta llegar al m�s humilde aparcero. Si �ste no tiene comprometida ya la venta de su producci�n al gran terrateniente �bajo amenaza de expulsi�n de la tierra�, tiene que entregar su cosecha y su tierra (si alguna posee) en garant�a a su acreedor, para obtener el pr�stamo que necesita para sobrevivir.
A lo largo de toda la cadena explotadora la mayor ganancia de la "agricultura"� a menudo la �nica ganancia directa verdadera�se encuentra en este control monopolista del cr�dito y otras fuentes de capital financiero, unido al correspondiente control del suministro de productos agr�colas; el control, en algunos casos, de su exportaci�n y la demanda interna, o de una u otra, y en la especulaci�n que todo esto permite. S�lo una parte manejable pero decisiva de la oferta o de la demanda (no toda), necesita ser controlada por los monopolistas a los diversos niveles. A la inmensa mayor�a de los abastecedores de productos agr�colas �quienes, despu�s de todo, no pueden hacer m�s que producir� no les corresponde casi nada de la ganancia, y en similar posici�n se encuentra el grueso de los consumidores potenciales.
As�, pues, la principal ventaja del latifundio no es que permite producir al latifundista (lo que �ste no hace), sino que su posesi�n de un recurso necesario le permite interponerse como comerciante y financiero entre los verdaderos productora y los grandes monopolios financieros y comerciales, los que tan pronto como pueden (y traten de hacerlo a menudo) prescinden de �l y se embolsan tambi�n su parte. La propiedad latifundiaria no es, con frecuencia, mucho m�s que un medio institucional de garantizar al propietario la oferta de los bienes que necesita para su verdadera actividad "econ�mica": la especulaci�n. Porque la especulaci�n (combinada con la manipulaci�n monopolista-monopsonista de la demanda y la oferta, y que cuenta principalmente con el capital de otros) y no la producci�n, es la verdadera fuente de la ganancia en la inestable estructura comercial monopolista que caracteriza a la agricultura y, de hecho, a toda la econom�a de Brasil y el imperialismo mundial capitalista. Especulaci�n, claro est�, con el fruto del trabajo de otros.
En esencia, esta organizaci�n comercial monopolista caracteriza a todos los sectores de la agricultura brasile�a. Por a�adidura, cada "sector separado" est� �ntimamente unido a todos los dem�s mediante lazos de familia, organizaci�n incorporada, comercio y, sobre todo, poder pol�tico y finanzas. El capital, la influencia econ�mica y el poder pol�tico cruzan f�cilmente todas las fronteras del latifundio, del producto, del sector, de la industria, de la regi�n, tan f�cilmente como cruzan las fronteras internacionales. S�lo hay, en realidad, un �nico sistema capitalista integrado. En la agricultura brasile�a, repito, la estructura de desarrollo-subdesarrollo de la econom�a capitalista en general, opera hoy por intermedio de la estructura comercial, pol�tica y social monopolista y produce all� la explotaci�n y pobreza que ven todos los observadores.
Para eliminar estos s�ntomas de la agricultura brasile�a, ser�a necesario aislarla de la estructura de desarrollo-subdesarrollo y de la explotaci�n y pobreza que �sta genera en la econom�a brasile�a en general, y no integrarla a esa estructura, como se sostiene con m�s frecuencia. Como esto, evidentemente, es imposible (aunque podr�a ocurrir, en parte, mediante una divisi�n de Brasil como la de Corea y Vietnam, que est� a�n por venir), ser�a �y ser� finalmente necesario aislar la econom�a brasile�a misma de estas fuerzas subdesarrollantes mediante la destrucci�n de su estructura capitalista. Ahora bien, tratar de suprimir la explotaci�n, la pobreza y el subdesarrollo de la agricultura mediante una "reforma agraria" destinada a "integrar" la agricultura cada vez m�s en la econom�a capitalista monopolista, dejando a �sta fundamentalmente intacta en otros sentidos, es algo que, cuando m�s, s�lo puede modificar las formas particulares que adoptar�n la explotaci�n y el subdesarrollo de la tierra. La supresi�n del monopolio de la tenencia de la tierra �con el establecimiento de "fincas de familias", por ejemplo�, mientras se le mantiene en el resto de la econom�a, s�lo servir� para fortalecer la posici�n de los monopolios comerciales al eliminar a uno de sus rivales. S�lo servir� para exponer a los campesinos, a�n m�s directamente, a esta explotaci�n comercial, y, el no es un paso hacia la completa transformaci�n de la sociedad, no har�a m�s que privarlos, al cabo de unos a�os, de sus tierras reci�n adquiridas, a trav�s de la venta o el arrendamiento forzoso de ellas y su producto, como ya ha ocurrido en M�xico y otras partes.
S�lo mediante la destrucci�n de la estructura capitalista misma y la liberaci�n de Brasil del sistema capitalista-imperialista mundial �s�lo mediante el r�pido tr�nsito al socialismo�, ser� posible comenzar a resolver la crisis y el subdesarrollo de la agricultura brasile�a, de Brasil y de Am�rica latina.