A. EL MITO DEL FEUDALISMO
3. Crítica del mito del feudalismo
a. Comparación con la realidad. Podemos comenzar nuestra evaluación de las tesis
marxistas tradicionales comparando los rasgos particulares que se atribuyen a la
organización feudal y a la capitalista, con las realidades de la agricultura
brasileña. Convendría dividir este examen, como se hace en la Tabla 1, en tres
partes principales: I) organización de la producción agrícola; II) estado de los
trabajadores agrícolas, y III) cambios de una y otro con el tiempo. Veremos que
la mayor parte de los rasgos que se atribuyen a los sectores "feudal" y
"capitalista" o a Ias formas de organización de la producción, no se ajustan, en
realidad a los hechos.
I) Organización de la producción agrícola. Aunque la concentración "feudal" de
la tierra es, sin duda, grande, la "capitalización" de la agricultura, lejos de
disminuirla, la aumenta todavía más. Durante la fase de expansión "capitalista",
notablemente entre 1920 y 1930, y de nuevo entre 1940 y 1960, la concentración
de la propiedad agrícola aumentó. (Prado, 1960: 207.) Entre 1940 y 1950, las
posesiones de más de 1.000 hectárea aumentaron su proporción en relación al
total de tierra cultivable de un 48 a un 51%. (Folha de São Paulo, 1963.)
Durante la crisis mundial de la década del 30, esta concentración disminuyó,
tema que trataré más adelante.
En São Paulo, el estado más "capitalista" y de más cultivos comerciales, la
concentración de las tierras cafetaleras y algodoneras creció también con el
desarrollo capitalista. (Paixao, 1959: 33; Schattan, 1961; 101.) De igual modo,
con relación al estado de Río de Janeiro, (Geiger, 1956: 50, 74), informa que
tanto los terratenientes domiciliados como los ausentistas, los individuos y las
corporaciones, compraban tierra a diestra y siniestra durante la expansión
económica. O, para citar a Guimaraes (1963), en un artículo en el Jornal do
Brasil:
El desarrollo económico podría llevarnos a suponer un régimen de distribución de
Ia tierra menos injusto. Lejos de ello, los altos porcentajes de familias sin
tierra indican, como se observa particularmente en São Paulo, y Río de Janeiro,
que el desarrollo económico no conduce espontáneamente y por sí solo a la
redistribución de Ia estructura agraria ni a Ia solución del problema de la
tierra en nuestro país. (Guimaraes, 1963.)
Tampoco la extensión de la frontera agrícola ayuda a eliminar la concentración
de la tierra. Aunque los estados de Río Grande do Sul y Santa Catarina fueron
colonizados en el siglo XIX siguiendo más bien un patrón de pequeñas
propiedades, la concentración de la tierra allí no se diferencia mucho hoy de la
de otras regiones. Como observa Cardoso (1961: 13), en las "nuevas zonas", como
el norte del estado de Paraná donde la caficultura comenzó sobre la base de
pequeñas propiedades, la reagrupación de éstas en grandes posesiones por los
terratenientes locales más prósperos o por otros de São Paulo que han hecho
compras en la zona, es ya general. Ni la actual extensión de la frontera
agrícola de Goiás, Matto Grosso o cualquier otro estado imhibe Ia concentración.
Como indican las informaciones de la prensa diaria, aunque estas tierras son a
menudo colonizadas por pequeños pobladores, no tardan en apoderarse de ellas los
grandes propietarios llamados grilheiros, quienes expulsan a aquéllos de un modo
u otro.
Contrariamente a la tesis marxista tradicional, no se observa patrón consecuente
alguno de agricultura extensiva e intensiva en los sectores "feudal" y
"capitalista", respectivamente. Los patrones del uso de los recursos que se
resumen en la Tabla 1 (A: 2 a 6), especialmente, no son determinados por estos
supuestos principios u organización, sino, como veremos después; por otras
consideraciones. Por consiguiente, nosotros encontramos que Ias pequeñas, aunque
"feudales", fincas arrendadas, están mucho más intensivamente trabajadas —y tal
vez, hasta más capitalizadas— que las grandes, sean "feudales" o "capitalistas".
(Véase, por ejemplo, el análisis de la mitad inferior del estado de Río de
Janeiro que hizo Geiger, 1956, especialmente las páginas 75-81 y 128-152). El
excelente estudio de la organización y la producción agrícolas del estado de São
Paulo que publicó Salomão Schattan (1961), revela que las propiedades agrícolas
pequeñas y medianas, están más intensivamente cultivadas, dedican menos tierra a
los relativamente improductivos bosques y pastizales, tienen una población
humana y animal más alta por hectárea, una fuerza de trabajo mayor por hectárea
y producen más ingresos por hectárea, incluyendo las de la producción pecuaria,
pero, claro está, menos ingreso por habitante. (103-114.) La misma relación
entre el tamaño de la propiedad y la producción es aplicable al estado de Río de
Janeiro. (Geiger, 1956: 76-77.) Por el contrario, la agricultura migratoria, el
agotamiento del suelo, la subutilización y subcapitalización de las fincas y
otros rasgos "precapitalistas", "se reflejan mucho más", como sugiere Paixao
(1959: 33-34), en las economías cafetalera y algodonera del "capitalista" São
Paulo. El Instituto Brasileiro do Café (1962) admite estos efectos de la
caficultura y hasta pide ayuda al gobierno para fomentarlos y extenderlos. Ianni
(1961: 29 n) observa que los incrementos de la producción agrícola de Brasil se
han debido, precisamente, a la colonización de nuevas tierras y no al aumento de
la productividad de los cultivos.
En cuanto a la supuesta intensificación de la cría de ganado, Schattan no la
menciona con respecto a São Paulo (1961: 105-107) y Geiger la niega
explícitamente con relación a Río (1956: 59, 121). Un estudio de la Comisión
Nacional de Política Agraria del Ministerio de Agricultura (1955) señala que las
quemas son casi tan comunes en el sur "capitalista" como en el nordeste
"feudal", usándose el 87 y el 98% de Ios municipios, respectivamente. En cuanto
a São Paulo y Piauí, los cuales son, respectivamente, el estado más adelantado y
el más atrasado, la relación de los porcentajes es la misma. (103-118.) "Tres
años o más de descanso" y "barbecho, dedicados a pastoreo" ocurren,
respectivamente, en el 55 y el 80% y en el 68 y el 88% de los municipios del sur
y el nordeste (103-118); pero en este caso, gran parte de la diferencia se debe,
posiblemente, a los diferentes cultivos de ambas regiones: permanentes (café) y
pastos, en el sur, y no permanentes en el nordeste. No obstante, el mismo
estudio indica una diferencia más notable entre las dos regiones con respecto al
capital que se invierte en fertilizantes (103-118) y en tracción (127-133); y
también, lo que no es de extrañar, una diferencia aún mayor—y que puede
contribuir mucho a explicar la diferencia en capital—entre la cantidad y
procedencia de los créditos a disposición de ambas regiones (85-94). El hecho de
que —como mantiene Singer—, el capital con el desarrollo se puede hacer más
abundante y barato en relación a la tierra y al trabajo en toda la economía, no
significa que la agricultura, o una parte determinada de ella, recibirá
concomitantemente una mayor inversión de capitales. En realidad, pocas
inversiones fluyen hacia la agricultura, y aun puede decirse más: que, a la
inversa, probablemente se retiran de ella. En el estado más capitalista, São
Paulo, cuando aumenta la demanda de un determinado producto agrícola, la
reacción de la oferta se debe menos al incremento del total de recursos que a la
retirada de éstos de otro cultivo, generalmente una cosecha no comercializada. (Schattan,
1961: 88, Prado, 1960: 205-207.)
Probablemente, hay algo de oposición entre la autosuficiencia y la producción
para la subsistencia, la especialización y la dependencia de abastecimientos
externos. Pero las razones no son, necesariamente, las que insinúan los
marxistas tradicionales. Por ejemplo, el hecho de que en las regiones
caficultoras se dediquen más áreas a los frutos menores que en las azucareras
(lo que ni siquiera apoya el raciocinio de azúcar-feudalismo, café-capitalismo),
puede deberse más al hecho de que la entresiembra de otros cultivos con el café
no reduce necesariamente, e incluso puede aumentar su rendimiento, Io que no
ocurre con la caña. Además, el nordeste "feudal" dedica a comestibles del 30 al
40% de sus importaciones (Desenvolvimiento & Conjuntura, 1959/4: 71); siendo
este área desde su colonización; por supuesto, exportadora de productos
comerciales. La subsistencia y la especialización pueden encontrarse
entrelazadas en todas partes de Brasil; además, la importancia relativa de una a
otra varía con el tiempo (Prado, 1960: 205; Geiger, 1956: 128), parte importante
de la realidad que el análisis marxista tradicional no explica o no puede
explicar.
Por último, si lo de mentalidad "racionalista" se refiere al hecho de servir
bien los intereses propios, es difícil aceptar sin otro testimonio que la
población del sector "feudal" cuida menos de sus propios intereses que la del
sector "capitalista", o que aquélla los cuidará cada vez mejor gracias a la
penetración del capitalismo en su existencia. Todo depende de cuáles sean las
circunstancias y los intereses particulares, asunto que examino en la siguiente
sección. Y si lo de "racionar se refiere al bienestar común o público, dista
mucho de ser obvio que la más idónea (para los productores) variedad de cultivos
de las granjas tradicionales (Geiger, 1956: 76, 129) es una desventaja
irracional.
II) El estado de los trabajadores agrícolas. Si todas las relaciones no
dinerarias de la agricultura son, por definición, no capitalistas, y todos los
pagos en dinero son capitalistas, las tesis marxistas tradicionales acerca de
las condiciones del trabajo agrícola son, claro está, ciertas por definición.
Pero en este caso no nos enseñan nada acerca de la realidad. Y la realidad de la
agricultura brasileña es que las mil y una variaciones y combinaciones de las
relaciones del trabajo agrícola, se entremezclan en todas las areas. Cualquier
número de formas de arrendamiento y retribución del trabajo puede darse en la
misma región, en la misma finca, en la misma parte de una finca, y existen casi
por entero a voluntad del propietario o administrador de la finca. La forma como
se determina esta voluntad será estudiada en el examen. Estas relaciones, lejos
de ser causadas por la mentalidad feudal o las huellas coloniales, son
determinadas por imperiosas consideraciones económicas y tecnológicas. Difieren,
por ejemplo, en razón de los cultivos. Así, las cosechas de plantas permanentes
y semipermanentes, como los árboles y los plátanos, no permiten, evidentemente,
la participación, y en ellas no se encuentra la aparcería. (Geiger, 1956: 80.)
Es común que a una familia se le pague de dos o más formas por su trabajo en
diferentes cultivos. Y los cambios de la forma de empleo y retribución siguen a
los cambios del cultivo que se siembre o del ganado que se críe.
Otro factor determinante de gran importancia es el grado de variación de lo que
se produce y la cantidad y permanencia de la mano de obra disponible. Cuanto más
varía la producción y más abundante y segura es la oferta de brazos, tanto
menos, evidentemente, los propietarios "atan" a la hacienda a los campesinos, o
sea, tanto más se proletarizan éstos. El pago mediante vales para "la tienda de
la compañía" lejos de ser prueba de una relación feudal, es una función de la
actividad comercial de la hacienda y de la posición monopolista del propietario
de la compañía. Tal forma de pago puede encontrarse en las fincas más "modernas"
y en las mismas puertas de Río de Janeiro. (Geiger, 1956: 86.) En el nordeste
"feudal" y en el sur "capitalista" encontramos que el 12 y el 14%
respectivamente, de los municipios practican el pago en especies más que en
dinero. Hasta con relación al estado más "feudal", Piauí, y al más
"capitalista", São Paulo, la comparación es sólo del orden del 26 y el 10%,
respectivamente. A lo que podemos añadir que São Paulo es un productor de
cultivos permanentes, mientras que Piauí no lo es. (Comissão Nacional, 1955:
149-156.)
Aunque Singer (1961: 71) sostiene que el pago en dinero es, a menudo, la fachada
de una relación semifeudal originada en la posición sociopolítica que el
propietario heredó de la colonia, Prado (1960: 214-224), Costa Pinto (1948:
165-168) e Ianni (1961: 41) indican lo contrario: a saber, que varios rasgos
"feudales" de la relación propietario-trabajador son fachadas de una explotación
económica esencialmente comercial. El cambio de una forma de empleo a otra —o al
desempleo— no proporciona al trabajador agrícola "una mata libertad", ya que el
poder económico de explotación del propietario sobro el trabajador permanece
intacto o aumenta. Y tal cambio priva a menudo al trabajador de la seguridad que
le proporciona un cierto grado de libertad de acción.
Por bajo que sea el ingreso y nivel de vida de las diversas clases de
arrendatarios, el estudio de las condiciones de la vida rural en 1836 de los
1894 municipios de Brasil, demuestra que los jornaleros agrícolas perciben
siempre ingresos menores y tienen peores condiciones de vida que Ios
arrendatarios y aparceros. (Comissão Nacional, 1955: 9-39.) Francisco Julião
(1962: 58) confirma que los jornaleros agrícolas, en cuanto a libertad e
ingreso, son cultural y económicamente pobres y dependientes.
En relación a la expulsión de los trabajadores agrícolas de la tierra y su
migración a otras áreas y a las ciudades, lo determinante no es la sustitución
de las relaciones "feudales" por las "capitalistas", sino el desarrollo
capitalista de la economía nacional e internacional su conjunto. Si se confía en
el dato, es interesante el hecho de que puede haber relativamente más
emigración, de los municipios del nordeste entre los trabajadores del grupo de
ingresos de 11-20 cruzeiros, que entre los del grupo de 0-10 cruzeiros. (Comissão
Nacional, 1955: 41-48; precios de 1952.)
III) Los cambios o través del tiempo. La deficiencia más seria de todas las
tesis y análisis marxistas tradicionales, aparte de las consideraciones teóricas
y políticas fundamentales (sobre las que volveremos más tarde), es su
incapacidad para dar una explicación adecuada de los cambios ocurridos en el
transcurso del tiempo. La tesis de la "preexistencia del feudalismo" introduce
dificultades desde el principio. Aparte de la debatida cuestión acerca del grado
en que Europa o la península ibérica eran feudales en los tiempos de la
conquista, surge, de inicio, el problema de cómo llegó el feudalismo al Nuevo
Mundo. Aunque pueden haber sido feudales las relaciones sociales que
predominaban en la metrópoli, el sector que determinó la apertura del Nuevo
Mundo puede haber sido mercantil. De lo contrario, ¿cómo podía o querría una
sociedad feudal dar los pasos necesarios para conquistar y abrir al comercio
todo un continente nuevo? Además, ¿habría tenido la metrópoli, feudal o
mercantil, interés en establecer un sistema feudal en el Nuevo Mundo o capacidad
para establecerlo? Así, pues, por qué un sistema feudal crearía otro o se
trasplantaría él mismo en un nuevo continente, es algo doblemente inexplicable.
La tesis de la "coexistencia del feudalismo y el capitalismo" no aclara a partir
de qué se supone que llegó el capitalismo a América latina o a Brasil. ¿Partió
del feudalismo local preexistente, como en Europa? En vista de la evidencia, a
la que también se adhieren Said y Singer, de que América latina y Brasil
tuvieron desde el principio fuertes lazos mercantiles con la metrópoli, tal
respuesta, evidentemente, merecería poca adhesión. Si el feudalismo existió
primero y coexistió luego con el capitalismo en el Nuevo Mundo, debemos
preguntar todavía de dónde vino el capitalismo. La tesis de la "penetración
capitalista del feudalismo" plantea más dificultades aún. En sus versiones más
extremas, se refiere a una penetración y proletarización "continuas, progresivas
y acumulativas" y sostiene que este proceso "conducirá a la expulsión total y
definitiva del colono, el arrendatario, el aparcero, etc., del interior de la
hacienda o latifundio, o sea, a su proletarización". (Ianni, 1961: 45, 46.)
Dicho de otro modo, se supone que estamos presenciando un proceso en que el
capitalismo extingue irreversiblemente al feudalismo en el campo y finalmente
incorpora a la agricultura a la economía nacional capitalista. Además, a menudo
se pretende que el sector feudal, aparte y antes de su penetración por el
capitalismo, es totalmente insensible a los cambios a largo y corto plazo de la
demanda y, en verdad, a los cambios de las circunstancias de cualquier clase,
mientras que el sector capitalista es sensible a la demanda y necesidad de
productos agrícolas y, al parecer, capaz de satisfacerlas. Pero si estas tesis
"penetrativas" son ciertas, no pueden explicar la sustitución, en realidad muy
frecuente, de los rasgos "feudales" por los "capitalistas" y viceversa a través
del tiempo. (Prado, 1960: 205-207.) Además, el observador más indiferente puede
notar, como atestiguan los serios análisis de Caio Prado (1960, 1962), Schattan
(1959, 1961), Paizao (1959), Geiger (1956) y otros, que el sector "feudal" se
adapta continuamente a las circunstancias, incluyendo los cambios de la demanda,
mientras que la mayoría de los sectores "capitalistas" y más "racionalmente
organizados" de la agricultura dejan mucho que desear a las demandas y
necesidades de la sociedad.
De hecho, la misma dualidad del planteamiento feudalismo-capitalismo no permite
dar razón de los aspectos "feudales" ni de los "capitalistas" del desarrollo
agrícola, y mucho menos comprender por qué se combinan. La tesis feudalista no
explica siquiera lo acontecido en el sector "feudal". No da cuenta de la
introducción del "feudalismo", ni del desarrollo histórico de ese sector, ni de
sus muchos cambios a corto plazo. Tampoco da razón del sector "capitalista",
aunque algunos marxistas confesos llegan hasta a argüir que las relaciones
"feudales" entre propietario y trabajador "dentro" de la hacienda determinan el
comportamiento de aquél fuera de ésta, o sea, en el mercado "capitalista", y es
aún más general la aceptación de que el sector "feudal" frena el progreso del
"capitalista", por lo que, en este sentido al menos, determine su desarrollo.
Este juicio, pretendidamente basado en el principio marxista de que las
relaciones determinantes son las internas y no las externas, resulta hasta donde
yo alcanzo a ser, de la incapacidad de sus proponentes para distinguir lo
interno de lo externo.
La parte "capitalista" de la tesis, que se refiere no a toda la economía, sino
sólo a su sector "capitalista", adolece de similares defectos, aunque no tan
serios. Debemos preguntar una vez más: si la agricultura, excluida la de
exportación, era "feudal", ¿cómo y por qué surgió el capitalismo? Por último, si
el capitalismo está penetrando en la agricultura, ¿cómo se relaciona ésta con la
economía nacional? Y si la economía nacional no es totalmente capitalista, ¿cómo
hemos de comprender Ia economía y sociedad de Brasil en su conjunto, o de
cualquier otra nación?
b) Las conclusiones teóricas y políticas. Existe notable similitud en todo lo
esencial entre los análisis burgueses y marxistas nacidos en la metrópoli. Ambos
mantienen que la sociedad se compone de dos sectores bastante independientes.
Uno es más moderno, porque tomó un vuelo más o menos independiente y es
capitalista; el otro, el sector agrario, retrae su propio progreso y el del
sector moderno porque sigue siendo feudal. Por tanto, la desaparición de Ia
estructura feudal de la agricultura y la introducción o extensión de una
organización capitalista moderna resolverán a Ia vez dos problemas: la crisis de
la agricultura y el desarrollo de la economía nacional. Así, sólo necesitamos
cambiar algunas cosas del sector agrícola sin desarmar, y mucho menos reemplazar
el mecanismo capitalista total. La fácil identificación de los rasgos feudales y
capitalistas permitirá esa separación quirúrgica que sanará todo el cuerpo
económico.
Esta interpretación dualista se apoya en confusiones importantes. Una de ellas
se refiere al uso y el contenido semántico de términos como "feudal" y
"capitalista". Casi siempre que los autores citados y otros emplean estas
palabras, se refieren a rasgos como los que se mencionan en la Tabla 1: tipos de
relaciones entre propietarios y trabajadores, comportamiento y motivación de las
personas, técnicas de producción y distribución, etc. Pero a menudo van más allá
de estos rasgos y concluyen no sólo que las relaciones feudales están siendo o
deberían ser reemplazadas por las capitalistas, sino también que el sistema
feudal está siendo o debería ser reemplazado por el sistema capitalista. Sus
conclusiones derivan a menudo de la confusión del sistema con sus diversos
rasgos.¹ Esto podría evitarse si se reservaran los términos como "feudal" y
"capitalista", en su acepción clásica, para referirse a lo que es verdaderamente
central: el sistema socioeconómico y su estructura en sí, y no aplicarlos a toda
clase de rasgos supuestamente asociados.
Una fuente de confusión más significativa concierne a la verdadera naturaleza
del sistema feudal y, lo que es más importante, del sistema capitalista.
Cualesquiera que sean los tipos de relaciones personales que existan en un
sistema feudal, lo determinante en él, para nuestro propósito, es que se trata
de un sistema cerrado o débilmente ligado al mundo exterior. Un sistema feudal
cerrado no sería incompatible con la suposición —aunque no se infiera
necesariamente de ella—de que Brasil y otros países tienen una "sociedad dual".
Pero esta condición cerrada —y la dualidad también— es totalmente incompatible
con la realidad pasada o presente de Brasil. Ninguna región de Brasil, ninguna
parte populosa seguramente, forma un sistema cerrado o siquiera históricamente
aislado. Por tanto, nada de este sistema, en los aspectos más esenciales, puede
ser feudal. Antes bien, Brasil, en su conjunto, por feudales que sus rasgos
parezcan ser, debe su formación y su naturaleza actual a la expansión y
desarrollo de un único sistema mercantil-capitalista que abraza (hoy con la
excepción de los países socialistas) al mundo entero, incluido Brasil. Lo
esencial del feudalismo no ha tenido nunca existencia en Brasil, como Roberto
Simonsen, el industrial brasileño más importante de su tiempo, esclarece en su
monumental y precursora Historia económica do Brasil, 1500-1820 (1962).
Es importante que tratemos de comprender la estructura real del capitalismo y no
sólo de algunos de sus rasgos y síntomas. Ni debería confundirse el sistema
capitalista con sus manifestaciones en sólo el sector más desarrollado —o
moderno o racional o competitivo—de la metrópoli europeo-norteamericana o São
Paulo. El capitalismo está encarnado en un solo sistema, y como tal se
desarrolló: el capitalismo "brasileño" o "paulista" o "norteamericano" no es más
que un sector de este único sistema universal.
Este sistema capitalista, en todo tiempo y lugar —y de su naturaleza debe
resultar así—, produce desarrollo y subdesarrollo. El uno es tan producto del
sistema y tan "capitalista" como el otro. El subdesarrollo de Brasil es tan
natural del sistema como el desarrollo de Estados Unidos; el subdesarrollo del
nordeste brasileño no ha sido menos determinado por el capitalismo que el
desarrollo de São Paulo. El desarrollo y el subdesarrollo se originan mutuamente
en la evolución total del sistema. Llamar "capitalista" al desarrollo y atribuir
el subdesarrollo al "feudalismo" es una incomprensión seria que conduce a los
más graves errores políticos. Si el feudalismo no existe, no puedo ser abolido.
Si el subdesarrollo actual y los males actuales de la agricultura se deben ya al
capitalismo, difícilmente pueden ser subsanados "atendiendo" aún más el
capitalismo. En ese caso es el capitalismo y no el feudalismo el que necesita
ser abolido.
El fundamento teórico del análisis "feudal" de la agricultura resurge en los
esfuerzos por comprender y resolver otras facetas de los problemas de Brasil y
otros países subdesarrollados. Las interpretaciones burguesas y las marxistas
tradicionales, como hemos visto, presuponen dos sectores de una presunta
sociedad única, que o bien son independientes y autodeterminantes, como en Sodré
y Singer, o bien están al menos, completamente separados, como sugieren Cardoso
lanni. Esta dualidad, que admite una dinámica separada para cada uno de ellos y
rechaza para ambos la posibilidad de una dinámica común, niega la base y la
entraña misma de la teoría y el método marxistas, e impide, necesariamente la
comprensión adecuada de la única sociedad capitalista en su conjunto. Conduce,
por consiguiente, a la línea política más desastrosamente equivocada.
Este análisis se repite en el modo de enfocar el aspecto internacional de la
misma economía y el problema imperialista que plantea. Porque, al parecer, en
opinión de ciertos marxistas, esa parte de la economía es separable, y el
problema que plantea se puede resolver por separado, al igual que su
contrapartida agrícola. Por ende, las economías nacionales capitalistas de
América latina dejaron atrás la agricultura feudal y de algún modo emprendieron
y siguieron su propio desarrollo independiente, similar al de sus antepasados
europeos. Luego, así como el capitalismo nacional comenzó a invadir la
agricultura provincial, el capitalismo internacional comenzó a invadir las
economías nacionales, pero con resultados indeseables. Así, pues, la cirugía
vuelve a estar indicada, esta vez para cortar el cáncer del imperialismo y, por
consiguiente, dejar que la economía nacional siga su camino, relativamente
saludable en otros sentidos.
Por supuesto, ciertos doctores en economía política de la llamada vanguardia de
la burguesía nacional prescribe, estas mismas intervenciones quirúrgicas. Lo
sorprendente es que algunos marxistas confesos, especialmente los partidos
comunistas de la vieja guardia, crean que toda la burguesía, o al menos la
"burguesía nacional" desea resolver de esta manera los problemas de la
agricultura y el imperialismo y por tanto, el desarrollo nacional, y que la
"revolución burguesa", por consiguiente, tiene que llevarse a cabo todavía y en
esta tarea debería apoyarse a la burguesía. Tales marxistas sostienen que la
burguesía, en realidad, no sólo está dispuesta a hacerlo, sino que tiene
capacidad para hacerlo. Y se ofrecen a ayudarla sin condiciones a liberar a la
economía nacional subdesarrollada de sus inadecuados sectores agrícola feudal e
internacional imperialista, y acusan de aventurero, divisionista o
revisionista-reaccionario a todo lo que no se una a este frente. Esta política
desastrosa parecerá menos sorprendente si reconocemos que deriva de una teoría y
un análisis totalmente no marxista, pues admiten dos, y hasta tres, sectores
autónomos, de creación independiente o separada, que son susceptibles de ser
destruidos por separado. 1. Después de escrito este ensyao, he encontrado que Silvio Frondizi plantea
esencialmente lo mismo con relación a Argentina: "En efecto, una cosa es la
existencia de formas precapitalistas como característica fundamental de una
economía, tal es el caso de la Rusia prerrevolucionaria, y otra cosa, totalmente
distinta, es la existencia de formas precapitalistas injertadas en una economía
francamente capitalista y expresión aparentemente distinta, del régimen
capitalista de producción". (Frondizi, 1956, 11, 168.)