5. La recuperación de la metrópoli de Brasil y la resatelización
En 1945, al terminar la guerra, Vargas fue derribado. Y como la metrópoli no se había recuperado aún y necesitaba todo lo que podía producir, sus contradicciones con los satélites permanecieron relativamente dormidas. Brasil disponía de grandes reserves de divisas extranjeras, sus términos de intercambio eran favorables y la tasa de cambio también. La economía parecía estar desenvolviéndose bien, disponiendo de sus divisas acumuladas y de ciertos controles de las importaciones cuyo objeto era sustituir los bienes de consumo de afuera por los de producción nacional e importar más maquinaria para las crecientes instalaciones industriales. La importación total aumentó en un 83% entre 1945 y 1951, pero la de equipos creció en un 338%. (Furtado, 1959: 243.) Con todo, el populismo de Vargas fue eliminado y se volvió a reprimir el movimiento obrero.
En 1951, Getulio Vargas volvió a la presidencia, esta vez por elección popular. Su campaña electoral había tenido un marcado tono populista, nacionalista y antiimperialista. Nombró ministro de trabajo a su correligionario del sur, João (Jango) Goulart (aunque, ante Ia amenaza de ser expulsado de la presidencia, lo destituyó más tarde): creó la Petrobras, empresa estatal del petróleo, y amenazó con crear una compañía eléctrica, la Electrobrás. La metrópoli se recuperó después de la guerra de Corea; las contradicciones metrópoli-satélite se volvieron a agudizar, y Getulio Vargas se suicidó, dejando la hoy famosa carta en la que acusaba a los intereses y presiones derechistas, extranjeros y nacionales, de ser los causantes de su muerte.
Lo sustituyó el presidente Café Filho, quien inauguró un gobierno ultrarreaccionario que hizo recordar el de Washington Luis y anticipó el actual gobierno gorila de Castelo Branco. El gobierno de Café Filho se recuerda y se caracteriza más por la Instrucción 113 de la Superintendencia para la Moneda y el Crédito (SUNCC), acerca de la cual comentó el presidente de la Federación de Industrias de São Paulo: "Las firmas extranjeras pueden traer todo su equipo a precios de mercado libre...; las nacionales, sin embargo, tienen que hacerlo a través de licencias cambiarias establecidas para las categorías de la importación. De este modo se creó una verdadera discriminación contra la industria nacional. Nosotros no pedimos un tratamiento diferente, pero sí iguales oportunidades." (Brasil, 1963: 125, y Frank, 1964 b: 289.) No se las concedieron, por supuesto, sino que, al contrario, se obligó a la industria nacional a importar únicamente máquinas nuevas, mientras que a las firmas extranjeras se les permitía traer equipo de uso, gracias a lo cual pudieron producir a costos que las empresas nacionales no podían igualar. Esta instrucción, esta política, continuó en vigor durante todo el siguiente gobierno de Juscelino Kubitschek, hasta que el presidente Janio Quadros la modificó en 1961.
Después de dos intentos de golpes militares, con los que los beneficiarios de esta política quisieron impedir la toma de posesión del recién electo Kubitschek, éste gobernó la nación desde 1955 a 1960. Juscelino Kubitschek construyó Brasilia, pero hizo muchísimo más. Intentó detener la plena reincorporación de Brasil al recuperado y expansivo sistema imperialista de metrópoli-satélite, recurriendo al financiamiento exterior de la expansión interna. Esta expansión, como las anteriores, se financió mediante recursos inflacionarios. Pero, a diferencia de algunas de ellas, la acompañó una depreciación de la moneda, un deterioro de Ios términos de intercambio y, como antes se dijo, el financiamiento exterior. El costo de la vida subió; los obreros se quejaron y se les aplacó con aumentos de salarios. El costo de las importaciones aumentó y éstas se financiaron mediante empréstitos extranjeros e inversiones directas: la Instrucción 113 estaba aún en vigor. Los monopolios extranjeros se establecieron en el mercado brasileño con más rapidez y fuerza que en el gobierno anterior. La corrupción se extendía; cada cual recibía su tajada. Y la tasa de crecimiento anual per capita aumentó del 3% durante los gobiernos de Dutra y Vargas al 4% bajo Kubitschek. (Estimado de APEC, 1962: 27.) Pero todo no era más que una política de aprés moi le déluge. Y el diluvio vino. En 1961, la tasa de crecimiento per capita era todavía superior a un 4% anual (APEC, 1962: 27): pero en 1962 cayó a un 0,7%; en 1963, a menos del 1 % (Conjuntura Económica, 1964: 15), y en 1964, a menos del 6 %, o sea una reducción absoluta del 3% combinada con un aumento del 3% de la población. (Conjuntura Económica, 1965: 11.) Y esta tasa de crecimiento es lo menos importante: es sólo el síntoma del subdesarrollo estructural, cada vez más agudo, de Brasil, necesariamente producido por su continua participación en el sistema capitalista.
Los acontecimientos políticos de estos años son bien conocidos de todos. A la ya famosa política de "desarrollismo" de Kubitschek siguió el populismo de Janio Quadros. Aunque sólo contaba con el apoyo del ala derecha de la União Democrática Nacional (Unión Democrática Nacional) o UDN, que fundamentalmente representa al comercio de exportación y otros intereses ligados al imperialismo y centrados en São Paulo (cuyo gobernador había sido), Quadros barrió la oposición electoral combinada de los laboristas del PTB y Ios agraristas del PSD con la misma escoba simbólica con que había prometido barrer toda corrupción una vez electo. Ya en la silla presidencial, Quadros trató de asegurarse el respaldo popular y prescindir del apoyo de los intereses económicos cuya candidatura política había encabezado y, lejos de reparar las cercas rotas, rompió las que estaban sanas. Y más temerariamente aún, se enfrentó a la creciente satelización de Brasil e inició lo que vino a ser conocido por línea nacionalista "independiente" tanto en lo político como en lo económico. Estableció relaciones diplomáticas y comerciales con los países socialistas, a fin de ampliar los mercados de exportación de Brasil y disminuir la dependencia del mercado norteamericano; combatió la posición de Estados Unidos en la conferencia de Punta del Este y hasta condecoró a Che Guevara al término de esa reunión. Dos días después, en agosto de 1961, Quadros había dejado de ser presidente. Renunció bajo presión, intentó aglutinar al país en torno a él y a su populismo; pero se lo impidieron las mismas fuerzas económicas, militares y políticas, nacionales y extranjeras, encabezadas nominalmente por Carlos Lacerda, que habían llevado ya a Getulio Vargas al suicidio y se hacían sentir aún en abril de 1964.
Estos mismos grupos de intereses trataron de evitar el ascenso al poder del vicepresidente "Jango" Goulart y quisieron instalar en 1961, por la fuerza de las armas, el régimen que finalmente consiguieron establecer en 1964. Aquel año fracasaron únicamente por el levantamiento popular que contra ellos organizaron los elementos de la burguesía nacional, a la cual, a diferencia de la situación de tres años después, aún convenía hacerlo así. Goulart había hecho su caudal político en el PTB apoyado en Ios elementos más nacionalistas de la burguesía y los sindicatos obreros, habiendo llegado a tener sobre estos últimos en gran medida un control personal. Ambos grupos, especialmente en su estado natal de Río Grande do Sul —el mismo de Vargas—, salieron en gran número a respaldarlo a él y a la constitución.
La situación económica a la que el gobierno de Goulart tuvo que enfrentarse era aún más seria. Los precios subían y la tasa de cambio bajaba con más rapidez todavía que antes, mientras la producción descendía, o, al menos, no aumentaba. La deuda exterior había Ilegado a las proporciones astronómicas de 3.000 millones de dólares, la mitad de ellos a ser pagados dentro de dos años. Era tarde, pues, para remediar la situación con simples medidas de política económica. El presidente Goulart tenía ante sí dos caminos: o se plegaba aún más a los intereses comerciales, domésticos y extranjeros, con la vana esperanza de que salvaran tanto a Brasil como a él, o seguía el consejo de su cuñado Leonel Brizola (cuya resuelta acción política en Río Grande do Sul le había permitido asumir la presidencia frente al golpe militar de agosto de 1961) de poner fin a las concesiones que sólo servían para hundir a Brasil y a su presidente en aguas más profundas. Dicho de otro modo, intentar un cambio de frente y adoptar medidas, siquiera de alcance limitado, que apuntalaran a ciertos intereses nacionales y populares.
Goulart, cualesquiera que sean sus méritos personales, es un típico representante de la burguesía nacional, cuya base económica era menos firme cada vez, aparte de que tal burguesía, en un país satélite, no puede actuar con verdadera independencia. Goulart vaciló y cedió cada vez más a las presiones de la derecha nacional y extranjera. Incapaz de hacer frente a los problemas económicos y a la inestabilidad en continuo aumento, fue derribado y lanzado al exilio político por el mismo Carlos Lacerda y los imperialistas que lo sostenían, castrenses mercantiles y agrarios que ya habían despachado a los presidentes Vargas y Quadros. Esta vez, la burguesía nacional, viendo reducidas sus utilidades por el imperialismo por una parte, y la presión obrera contra la tendencia a la disminución del salario real, por la otra (tendencia esta última que, de ser corregida, mermaría aún más sus ganancias), no se levantó en defensa de Goulart. Él y todas las pretensiones de democracia, populismo o desarrollo nacional fueron sacrificados por todos los sectores de la burguesía satélite brasileña, actuando de consuno con los representantes políticos, militares y económicos de la burguesía metropolitana de Estados Unidos.¹
Comenzó, pues, el gobierno militar de Castelo Branco —parecido al de Washington Luis y Café Filho en su sometimiento, en parecidas circunstancies, a los intereses imperialistas y reaccionarios—, y este nuevo gobierno brasileño entregó a los yanquis la economía del país, de cabo a rabo. Ciertos sectores de la burguesía brasileña, a no dudarlo, están en contradicción con la metrópoli imperialista; pero tanto las contradicciones de ellos como las de la burguesía restante con los satélites y el proletariado de cuya explotación viven, son aún más importantes. La burguesía brasileña, la nacional y la otra, viendo cada vez más limitadas por la estructura metrópoli-satélite nacional e internacional sus perspectivas de desarrollo lucrativo del país, trata hoy de mantener su posición económica inmediata recurriendo a una mayor explotación de sus trabajadores y sus satélites y a vanas peticiones de ayuda al capital metropolitano.
En agosto de 1964, el Banco de Comercio Exterior del gobierno mexicano publicó en su mensuario Comercio Exterior lo siguiente: "[Los] recientes acontecimientos políticos de Brasil se reflejan marcadamente en la situación económica... La actividad económica del país sufre retraso... Los bancos restringen el crédito al sector privado... El gobierno reduce drásticamente los gastos, especialmente lar inversiones... Por primera vez, cientos de miles de personas ven cómo el espectro del desempleo tome proporciones alarmantes." La política económica del gobierno militar, aunque supuestamente se propone combatir la inflación mediante una política monetaria estricta, consiste, en realidad, en aumentar la explotación de los trabajadores mediante el incremento de los precios y la disminución de los salarios reales. En 1964, la inflación era mayor que nunca, aún más que bajo el gobierno de Goulart, al que los nuevos detentadores del poder acusaron de despilfarro económico. En los primeros seis meses de 1964, según cifras oficiales, a las que el mismo gobernador Lacerda acusa de no reflejar la verdad, la tasa de inflación era de un 42%, cuando en los mismos meses de 1963 era de un 30%.
Al mismo tiempo, "el gobierno envió una circular a los empresarios en la que recomienda se abstengan de conceder aumentos de salarios que creen distorsiones e imperfecciones en las estructuras salariales... La circular considera que... estableciendo aumentos periódicos de acuerdo con el incremento en el costo de la vida, se propicia la inflación; además, los bancos oficiales han sido instruidos para no conceder la elevación de limites de créditos a las empresas cuyos acuerdos salariales se alejen de las medidas establecidas por el gobierno." (Comercio Exterior, 1964: octubre.) Para frustrar las presiones sindicales de que pudieran resultar tales contratos de trabajo "inflacionarios", el gobierno ha intervenido 409 gremios obreros, 43 federaciones y 4 confederaciones de sindicatos, para cada uno de los cuales ha designado un supervisor militar. La producción de acero de Brasil se ha reducido a la mitad. (Comercio Exterior, 1964: agosto.) Hacia el 31 de enero de 1965, el importante periódico de Río de Janeiro, Correio da Manhã, señalaba que alrededor de 50.000 de los 350.000 obreros textileros de Brasil estaban sin trabajo. "La prensa brasileña anunció el 12 de febrero que numerosas empresas industriales y comerciales del país, particularmente en São Paulo, se habían declarado en quiebra o estaban a punto de hacerlo... Los productores textiles advertían también que todas las fábricas de telas del país tendrían que cerrar pronto por falta de mercado." (Comercio Exterior, 1965: febrero.) El 25 de marzo, el director general del Departamento Nacional de Empleo y Salario, del Ministerio de Trabajo declaró a O Globo, diario de Río: "En São Paulo, toda la industria está en crisis, y la metalúrgica y la textil, en particular, dejan cesantes a 1.000 trabajadores diariamente... Los negocios decaen día tras día... No sólo hay crisis económica y creciente desempleo en São Paulo, sino también en todo el Nordeste." (Citado por Prensa Latina, 1965: 26 de marzo.)
Nada de esto fue casual. Era consecuencia de la política del nuevo ministro de Fomento, Roberto Campos de Oliveira, sucesor de Celso Furtado:
En verdad, la producción está declinando. Pero, por desdicha, con ella declina también una de las grandes naciones del mundo... Como puede comprobarse, todo se ha hecho fríamente, a propósito, con el ánimo de reducir la producción, que de una parte es afectada por la drástica escasez de capital circulante (absorbido por el gobierno) y la abrupta reducción del crédito bancario, y de la otra, por la reducción del consumo que la implacable alza de todos los precios impone. Después los ministros y los funcionarios públicos corren a la televisión, tratar de explicar lo que nadie entiende. (Correio da Manhã, 1965, 31 de enero.)
Ya hemos visto parte de la explicación: compensar la merma de la ganancias expoliando más a los trabajadores. Comercio Exterior (1965: marzo) proporciona otra parte: "Como todo parece indicar, la política económico-financiera del profesor Roberto Campos sólo previó una posibilidad de éxito, siquiera parcial: la de una gran inversión de capitales extranjeros, especialmente norteamericanos, en la economía brasileña". Con este fin, el gobierno militar abrió todas la puertas. Al igual que el gobierno de Café Filho con su Instrucción 113, otorgó nuevos privilegios al capital extranjero y eliminó las legales, aunque muy débiles, restricciones del envío de ganancias al exterior. Para apaciguar a los intereses comerciales de Estados Unidos y a su gobierno, el régimen militar compró —por 135 millones de dólares de Estados Unidos, más 17,7 millones de compensación por no haberlo hecho antes, más los intereses, o sea un total estimado en unos 300 millones de dólares— las casi inútiles y anticuadas instalaciones de la American and Foreign Power Company, las mismas que el propio Roberto Campos, sin autorización, había convenido en comprar antes por unos 70 millones de dólares, cuando era embajador del gobierno de Goulart en Estados Unidos. (Comercio Exterior, 1964: setiembre.)
Al mismo tiempo, el régimen militar otorgó a la American Hanna Mining Company la autorización, solicitada hacía tiempo, para construir un puerto privado a través del cual exportar el mineral de hierro de los ricos yacimientos (los más grandes del mundo, como se dice) que la compañía había adquirido en Minas Gerais. Comercio Exterior (1964: diciembre) da a conocer lo que esto significa: "Las concesiones mineras a empresas extranjeras, especialmente la habilitación de un «puerto privado» a la sociedad minera estadounidense Hanna... ha sido condenada por los círculos nacionalistas brasileños por considerar que convertirá a la Hana en dueña absoluta del mercado interno de minerales del país, además de que terminará por eliminar a la firma Vale do Rio Doce, empresa gubernamental de explotación mineral señalada como la séptima del mundo por el volumen de sus exportaciones..." Con todo, el régimen militar abrió la puerta en ambos sentidos y "la alteración de la ley sobre la exportación de lucro del capital no se tradujo en la prevista entrada de dólares sino en cuantiosas salidas... En el primer semestre del año en curso... las entradas de capital fueron inferiores a las salidas." (Comercio Exterior, 1964: octubre.)
La inmediata presión sobre los satélites internos y los trabajadores de Brasil y la correspondiente paralización a corto plazo del desarrollo económico se manifiestan en la merma del "crecimiento" del ingreso nacional per capita, de un 4% anual entre 1957 y 1961 (Plano Trienal, 1962) a cero en 1962, a -1% en 1963 (Conjuntura Económica, 1964: 15), a -6 % en 1964. (Conjuntura Económica, 1965: 11.) Esta tendencia y esta política han traído también consigo la entrega total de la economía brasileña —no sólo en la minería—, a la metrópoli norteamericana (a corto plazo), y el seguro presagio de un subdesarrollo estructural aún más profundo (a la larga).
La prensa de São Paulo informa —mes de febrero— que causado gran malestar la noticia de que la empresa nacional Mineracão Geral do Brasil va a ser liquidada, siguiendo los palos de otras firmas brasileñas que están en trámite para ser vendidas a extranjeros. El propietario de la Mineracão Geral do Brasil confirmó que había presentado una solicitud de convenio preventivo con los acreedores de esa firma, ante los tribunales de justicia, en vista de la crisis generada por el debilitamiento del mercado interno. La operación que se efectuará con la Continental Company (de Cleveland, Estados Unidos), será de 70 millones de dólares, garantizados por organismos financieros internacionales. Para justificarse, el dueño de la Mineracão Geral dijo que en un mercado frágil como el brasileño, la caída de la oferta con la salida de la empresa del mercado, provocaría consecuencias imprevisibles para la economía del país. Para evitar el cierre de sus negocios, optó por convertir en dólares la industria siderúrgica más importante del país, con una producción anual de 300.000 toneladas de acero, o sea más del 12% del total nacional. (Comercio Exterior, 1965: febrero.) (Ver un tratamiento más detallado, en Frank, 1965 b.)
1. Estas consecuencias económicas del imperialismo norteamericano en Brasil se examinan con más detalle en mi Explotación o ayuda y sobre los mecanismos imperialistas (Frank, 1963, 1964b), y los antecedentes políticos del golpe militar de abril en Frank, 1964 a.