4. La guerra y el subdesarrollo del norte

Pero los afanes de Pombal ejercieron sobre el Brasil otros efectos que también perduran hasta hoy. El lusitano expulsó a los jesuitas de Maranhao y Pará, en el norte y, mediante el establecimiento de un monopolio mercantil creó allí otra metrópoli nacional exportadora, esto es, otro satélite de la metrópoli mundial. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando la revolución norteamericana retiraba del mercado al arroz de Carolina, cuando las guerras napoleónicas y el consiguiente bloqueo de Europa reducían el comercio y comenzaba a desarrollarse la industria inglesa del algodón, hubo un nuevo aumento de la demanda y los precios del arroz, el cacao y, sobre todo, el algodón. Gracias a esta serie de circunstancias, el norte del Brasil se convirtió en exportador de tales productos. Hacia el inicio del siglo XIX São Luiz —hasta su nombre es caso desconocido hoy fuera de Brasil—superaba a todos los demás puertos brasileños en volumen de exportación; era visitado por 150 buques al año, enviaba al extranjero mercancías por valor de un millón de libras esterlinas y, por razón de su florecimiento cultural, se le llamaba la Atenas de Brasil. (Simonsen, 1962: 346.) Después de la paz de 1815, la renovada competencia del arroz y el algodón de Estados Unidos suprimió una vez más el mercado del norte brasileño, aunque la guerra de secesión norteamericana estimuló por breve tiempo las exportaciones (pero no el desarrollo) en la década del 60. El norte del Brasil continuó subdesarrollandose hasta que, justo al acabar el siglo XIX, lo reanimó de nuevo el caucho del Amazonas. Rápidamente se importó medio millón de habitantes, en su mayoría del Nordeste; pero, con no menor rapidez el caucho silvestre de Brasil cedió su lugar al caucho cultivado del sudeste de Asia. La población, cuyo traslado al norte había sido costeado por los intereses exportadores, se encontró abandonada allí, dejada a merced del subdesarrollo en que aún subsiste hoy. Y aquí tenemos el tercer reino del coronelismo.

Volviendo a la época colonial, el Nordeste y Bahía estuvieron también envueltos en la prosperidad de la era de Napoleón. Esta prosperidad, unida a la rebelión de los esclavos y a la independencia de Haití, en 1789, produjo un nuevo aumento de los precios del azúcar y el cacao y de las ventas brasileñas. En respuesta también a la nueva demanda, se cultivó algodón en el Nordeste, cuya economía se reanimaba así, mientras la de la región central se deterioraba. Esto no representó un verdadero desarrollo económico, sino una bonanza del comercio de exportación, similar a la del siglo XVI, aunque en escala mucho menor. Efimera, edemás. La paz de Versalles estabilizó la escena internacional, el precio del azúcar y el algodón volvieron a caer, mientras el de los productos manufacturados subía, y la economía brasileña, esta vez en todas las regiones del país, caía de nuevo en una depresión económica, en una involución capitalista pasiva que duró medio siglo o mas. (Simonsen, 1962: 351-381.)

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