3. El oro y el subdesarrollo de la Región Central

Por este tiempo, con el precio y las utilidades del azúcar ya en ínfimos niveles y con Portugal en la situación que describe Pombal, se descubrieron oro y diamantes en gran cantidad en el interior del Brasil: en Minas Gerais y Goiás. Lo que vino después ha dejado su marca en los niveles internacional y nacional del desarrollo capitalistas hasta nuestros días. El oro fluyó vía Portugal a Inglaterra. En el Brasil, sin prisa después de 1720 y con su máximo impulso entre 1740 y 1760, hubo una verdadera fiebre de oro hacia la Región Central. Se fundaron ciudades y se importaron esclavos, tanto de la estancada economía azucarera del nordeste como del extranjero. El oro atrajo inmigrantes de Europa y emigrantes de São Paulo y el Sur. La economía satélite de reses y mulos gozó de favor, particularmente en las provincias sureñas, pues la nueva población, geográficamente aislada y casi por entero dedicada a la minería, necesitaba grandes cantidades de carne. El transporte de oro y diamantes a la costa, y de otras mercancías el regreso, demandaba millares de mulos. Así, pues, la economía ganedera y sus pastizales volvieron a ser satélites de la economía exportadora de la metrópoli nacional.

Esta vez la expansión de la cría de ganado sirvió pare enlazar en mayor grado que antes a las diversas regiones del Brasil. Estos territorios, con excepción del comercio de cabotaje, eran antes casi independientes unos de otros y ninguno estaba sujeto a otra dependencia que la de la metrópoli. Ahora la actividad económica creció a tal punto en la Región Central que, en 1749, por ejemplo, aunque las exportaciones desde Pernambuco, en el nordeste, sólo alcanzaron medio millón de libras esterlinas, las de Río de Janeiro, el puerto de la Región Central, subieron a £ 1.800.000, con lo que se convirtió a Río en la capital del Brasil (Simonsen, 1962: 362). El nivel de ingresos de la región y del país aumentó de consiguiente. Esta vez, empero, como el oro aparecía en lavaderos superficiales y no en grandes minas como en México y el Perú, y como la proporción de esclavos era menor que la de la economía azucarera del Nordeste --los esclavos nunca llegaron a ser siquiera la mitad de la población de la región minera—, el grado de concentración de los ingresos fue mucho menor que en los tiempos de auge azucarero del Nordeste. Las consecuencias de estas diferentes estructuras socioeconómicas habrían de manifestarse al sobrevenir la decadencia de la economía minera.

La edad del oro, en efecto, desapareció tan pronto como había llegado. A partir de 1760, al cabo de sólo cuarenta años —de los cuales solamente la mitad fue de producción en gran escala—, la economía minera del centro decayó rápidamente. Oliveira Martins, un historiador del siglo pasado, resume: "La provincia de Minas [Gerais] parecía despoblada, con sus caseríos separados unos de otros por leguas y leguas... La decadencia y desolación era general. Brasil entró en una crisis que duró un cuarto de siglo." (Simonsen, 1962: 292.) Y Simonsen añade: "Pero aún hoy viven en Minas y otras regiones del Brasil central, millones de brasileños, descendientes de los primeros pobladores, cuyo nivel de subsistencia es bajo, pues laboran en tierras pobres, en presencia de complejos problemas económicos." (Simonsen, 1962: 295.) Y Celso Furtado observa: "[Con] el descenso de la producción de oro vino una vertiginosa decadencia general... Toda la economía minera se desintegró, viniendo a menos los centros urbanos y lanzando a gran parte de sus habitantes a una economía de subsistencia en una inmensa región, donde el transporte era difícil. Esta población relativamente numerosa vendría a ser uno de los mayores centros demográficos del país. En este caso, como en el Nordeste, la economía monetaria se atrofió y la población vino a trabajar en una agricultura de subsistencia con un bajo nivel de productividad." (Furtado, 1959: 102-104.) Aquí tenemos hoy la otra región importante en que el coronelismo impera, y a la que se llama "feudal", pero que es sólo el resultado del desarrollo del capitalismo y de sus contradicciones internas.

El oro del Brasil reanimó a la inflación metropolitana y contribuyó de modo importante, al igual que las riquezas extraídas de la India por Clive, a la acumulación inglesa de capitales, inmediatamente antes de su guerra con Napoleón y su desarrollo industrial. El desigual desarrollo del sistema capitalista mundial creó así, una vez más, la estructura de subdesarrollo en otra populosa región de Brasil, la misma en que, en nuestros días, se inició el golpe militar.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, estimulado en parte por el oro quizás, Pombal intentó detener la caída de Portugal hacia el subdesarrollo y estimular el crecimiento económico del país con una política mercantil nacionalista. Sus esfuerzos, como ya sabemos, fueron en vano: era ya demasiado tarde. El subdesarrollo estaba profundamente arraigado en Portugal y, al menos hasta hoy, ningún país del mundo ha conseguido salir de semejante subdesarrollo con una política capitalista, mercantil o de otro tipo.

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