E. EL CAPITALISMO DEL SIGLO XVII EN CHILE: DESARROLLO CAPITALISTA "CLÁSICO"
Los acontecimientos del siglo XVII esclarecen aún más cómo la participación de Chile en el sistema capitalista mundial determinó no sólo la estructura interna de su economía y sociedad sino también sus instituciones económicas y sociales, sus transformaciones y, en verdad, la historia económicosocial de todo Chile. De una parte, son los ciclos económicos y las influencias generadas por el desarrollo del capitalismo en el mundo los que determinan en gran parte el relativo aislamiento económico y espacial de Chile respecto de su metrópoli (era pobre en minas y se hallaba al final de un larguísimo viaje desde España, a través del istmo de Panamá), aislamiento que debilitó los lazos entre metrópoli y satélite y permitió a Chile un grado de independencia y, por ende, de desarrollo económico potencial y real mayor que el que otras colonias pudieron lograr. Por otra parte, fue el debilitamiento temporal o cíclico de estas eficaces relaciones entre metrópoli y satélite, como resultado de una guerra o una depresión en la metrópoli, lo que permitió a los satélites, entonces como ahora, una oportunidad igualmente temporal de iniciar instituciones y medidas capitalistas que promueven el desarrollo económico, en tanto no las revierta de nuevo el cese del alivio momentáneo de la hegemonía metropolitana.
El siglo XVII puso a Chile y a otras partes de América Latina en tales circunstancias. Las influencias económicas generadas por el desarrollo del capitalismo mundial introdujeron cambios de mucho alcance en las instituciones y en el nivel de producción agrícola y fabril de América Latina, los cuales han sido documentados en cuanto a México y a Chile. Como la mayoría de las otras partes del imperio colonial español, incluyendo a la metrópoli misma, Chile presenció durante el siglo XVII un notable descenso del suministro de brazos indígenas y de la productividad de su economía minera. Sus resultados fueron análogos a los que respecto de México estudiaron detalladamente Chevalier, Borah y Kubler. La decadencia del poder de la oligarquía doméstica para comprar bienes metropolitanos, originada en el descenso de la producción de oro, causado a su vez por el menor rendimiento de las minas y el menor suministro de brazos, resultado, esto último, de la decadencia de la población indígena inducida por la Conquista, así como también la baja de la demanda metropolitana de bienes coloniales y la del suministro de bienes metropolitanos, derivada de la "depresión" que en el siglo XVII sufrieron España y Europa, se combinaron para aislar un tanto de la metrópoli a Chile y a otras colonias.
Existe cierto desacuerdo acerca de las consecuencias precisas de esos factores en México, Chile y, en otras partes, especialmente en el Perú. Pero se puede decir con certeza que, al igual que en el nordeste brasileño, a cuya declinante economía azucarera se refirió Ferrer, el peso del impacto desfavorable cayó sobre los estratos más bajos —indígenas y mestizos— de la sociedad colonial. A causa de la reducción del suministro de trabajadores, se concibieron nuevos medios institucionales, a menudo más onerosos, para forzar a las capas inferiores a dar su trabajo a la oligarquía española y criolla. Aunque algunos criollos sucumbieron, sin duda, durante la larga crisis de todo el siglo, otros capearon la tormenta, pasando cada vez más de la minería a la cría de ganado, a la producción de trigo (y, en México, de otros comestibles de que la población blanca se abastecía anteriormente mediante los pequeños y numerosos cultivos de los indios), de telas y otros bienes de consumo, para reemplazar los abastecimientos relativamente menores que venían de la metrópoli. Como señalan Chevalier, Borah, Góngora y Zavala, el siglo XVII, por ende, si no dio a luz a la hacienda la vio crecer en número, en tamaño, en diversificación interior y en importancia general. El auge de la hacienda, debe destacarse, no se debió a la encomienda ni, mucho menos, a instituciones feudales que Ios españoles pudieran haber traído consigo en el siglo XVI. La hacienda de Chile y de toda la América Latina, así como la estructura de la explotación agrícola, deben atribuirse a la difusión y desarrollo del capitalismo mercantil en el mundo en general y en Chile y América Latina en particular.
"A partir del gran incremento del valor comercial de Ios productos ganaderos, hacia 1595, ya la distribución de tierras empieza a abarcar todo el valle del Puangue, cerca de Santiago]"... "Tampoco existía una jerarquía aristocrática de familia... La clase dirigente es aún muy fluida, pesan fuertemente la riqueza y la posición personal... La utilización fundamental del trabajo indígena es, hasta cerca de 1580, la minería... Los encomenderos sacuden sus obligaciones militares; por otra parte, compensan la disminución de la minería por el incremento de la riqueza ganadera, que empieza a valorizarse en el mercado... Los comerciantes importadores formaban el núcleo más poderoso de la clase jurídica de los moradores (es decir, de los vecinos con casa establecida en las ciudades, y con pleno derecho a participar en la vida comunal, pero no dotados de encomienda).
Los importantes mercaderes que obtienen mercedes en Puangue, adquieren otras aun mayores... El poder económico de estos mercaderes parece haber sido considerable. El motor principal de la acumulación de tierras es, evidentemente, el interés mercantil por Ios productos ganaderos y agrícolas. La economía ganadera chilena se constituye desde el comienzo en grandes explotaciones. La frecuencia de estos remates indica que no son accidentes aislados en la historia de algunas fortunas familiares. Debe tratarse de un resultado de las frecuentes oscilaciones del sebo, cordobanes y trigo en el mercado limeño y santiaguino, que constituye un rasgo característico de la economía chilena. (Góngora, 1960: 43-44, 49-50, 57, 62).
Podemos cerrar nuestro examen del Chile colonial del siglo XVII con las observaciones de un contemporáneo:
"Lo que logra en aquel país la industria humana, consiste principalmente en la cría de ganados de que hacen las matanzas que apunté arriba, y el sebo, badanas y cordobanes que navegan a Lima, quedando esta ciudad con lo que ha de menester, que son veinte mil quintales de sebo cada año, y a esta proporción los cordobanes; se reparte todo lo demás por Perú y los cordobanes suben a Potosí, y todas aquellas minas y ciudades adentro, donde no se gasta otra ropa que la de Chile, y baja también a Panamá, Cartagena y a todos aquellos lugares de Tierra Firme; también se saca alguna de esta ropa para Tucumán y Buenos Aires y de allí a Brasil. El segundo género es la jarcia, de que se proveen todos los navíos del Mar del Sur y la cuerda para armas de fuego que se lleva de Chile a todos los ejércitos y presidios de aquellas costas del Perú y Tierra Firme... El tercer género son las mulas que llevan a Potosí por el despoblado de Atacama". (Ramírez, 1959: 31-32).
Esto no describe una economía cerrada o autárquica, sino más bien una economía abierta cuya estructura interna y el destino de su pueblo son determinados, ante todo, por su relación con otras partes del sistema mercantilista y por la estructura y el desarrollo de este sistema mundialmente expansivo.
Es posible que el principal factor determinante fuese, en el siglo XVII, el mayor aislamiento y la menor interdependencia entre metrópoli y periferia. Chile estaba ya más aislado o más débilmente integrado en la estructura metrópoli-satélite del mundo capitalista que otras colonias españolas. La depresión del siglo XVII redujo el volumen del intercambio comercial entre España y sus colonias, como lo prueban la reducida navegación atlántica, el descenso de las exportaciones americanas de mineral y el más bajo nivel de las exportaciones españolas de trigo y productos nanufacturados. Chile y las otras colonias vinieron a quedar más aisladas que en el siglo XVI; más, presumiblemente, el primero que las otras. Lejos de ser una causa directa del subdesarrollo, es este menor grado de interdependencia (y, como satélite, de dependencia) de la metrópoli el que sin duda originó la acrecida producción doméstica de bienes "para sustituir importaciones", e incluso de mercancías exportables a los mercados de las restantes colonias americanas de España. Con el nuevo fortalecimiento, en el siglo XVIII, de la interdependencia y la dependencia chilena, esta producción y, en verdad, la capacidad para producir declinaron otra vez, con lo que el subdesarrollo se enraizó aún más firmemente en Chile.
La situación surgida en el siglo XVII respecto de la tierra fue transformada también por el renovado aumento del comercio en el siglo XVIII. Por una parte, el siglo XVII presenció el continuo desarrollo de la hacienda como empresa agrícola, manufacturera y comercial indicada a servir al mercado urbano y a su propia población. La hacienda, por supuesto, no habría de convertirse en una economía de subsistencia en si misma, puesto que su principal raison d'étre era, y lo es todavía, el suministro comercial de productos agrícolas al mercado urbano o extranjero y la apropiación, por el propietario, de la mayor parte del excedente económico así producido por los trabajadores de la hacienda, que aquél expropia ejerciendo su poder monopolista sobre ellos. Esto excluye, claro está, todo intercambio entre la hacienda y el mundo exterior, excepto el que pasa por la puerta del peaje, que el propietario controla. Pero la hacienda chilena del siglo XVII no tenía aún todo estos rasgos monopolistas. Iba a adquirirlos con el aumento de la demanda de sus productos. En el siglo XVII, el propietario de estancias ganaderas, que necesitaba relativamente pocos trabajadores, a menudo mantenía inquilinos mestizos o "blancos pobres" en su propiedad, a quienes exigía poco o nada por el uso de su tierra y que a su vez explotaban sus pequeñas empresas ganaderas, manteniendo, al parecer, un nivel de vida adecuado mediante la producción para ellos mismos y para el mercado. La relación metrópoli-satélite entre el propietario y sus inquilinos, si no sus trabajadores indígenas, no estaba todo lo polarizada que habría de estar después.